Percepciones sobre el amor (a partir de Szyszlo)

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Revista Ideele N°275. Noviembre 2017

Se ha hablado poco del impactante libro La vida sin dueño, publicado por Fernando de Szyszlo hace un año exactamente. El autor vuelca sus recuerdos en el papel con sinceridad brutal y logra hacer una confesión de parte, sobre todo cuando se refiere a su vida personal. Expresa sin tapujos sus afectos, sus culpas, sus dudas. Es un relato perturbador en lo que se refiere a los sentimientos y al amor. Al final incluye una carta de su esposa, la señora Lila Yábar, y lo que ella escribe es estremecedor y chocante al mismo tiempo.

No es la intención poner en duda el amor del que fueron testigos quienes conocieron a la pareja; se trata de reflexionar sobre las distintas formas de interpretar ese sentimiento que llevan a pintar de rosa lo que puede ser una combinación de marrones, amarillos y rojos.

Lo sorprendente es comprobar cómo nuestras percepciones –que son totalmente subjetivas e íntimas– pueden llegar a ser diametralmente opuestas, siendo el texto en las que se basan el mismo (el libro escrito por Szyslo y la carta escrita por Lila Yábar). Cómo donde uno ve un remanso pacífico, el otro ve un campo minado.

A los pocos días de la muerte de la pareja, en su habitual columna de los domingos en La República, el escritor Alonso Cueto sostuvo que esta autobiografía de Szyszlo era una historia de amor a su segunda esposa. Sostiene: “Durante los años de esa relación, Lila fue una gran fuente de inspiración y una compañía inseparable. Su carta de amor a Gody en las páginas finales es una maravilla de sinceridad y entrega”.

Se refiere a esa carta que Lila Yábar le escribe a una amiga –la esposa del artista Joaquín Roca Rey- y que Szyszlo consideró pertinente incluir en su libro. Su contenido es transparente, de una sinceridad brutal, desgarrador e incluso chocante, y por eso mismo produce sentimientos tan disímiles: mientras a unos les conmueve la incondicionalidad y la vida concebida en función del otro, es decir, la entrega total; a otros eso precisamente les eriza la piel.

A continuación se reproducen algunos extractos de esta carta:

“Gody está frente al caballete en ese estado que conozco tan bien…y la música un poco alta para mi gusto. Como la prefiere él”… “Gody era muy enamoradizo. No diría que se volvió loco por mí, no. Porque de la misma manera debe haberse privado por varias mujeres. Cuando conocía a una persona nueva solía sentir mucha curiosidad, investigaba cómo era. La observaba. No sé si terminó de amante de ellas o no porque nunca me ha contado su vida”… Pero un día Gody empezó a llamarme y a llamarme. Y yo tenía esa cosa atrás, ese runrún que me molestaba, que era Gody. Tú sabes cómo es él. Gody es una persona que te convence, que sabe enamorar, que sabe decir las cosas cuando tú las necesitas. No me pude resistir a sus encantos”… “Cuando Gody se casó conmigo, Blanca le dijo que no quería verlo más. Él sufrió mucho porque la quería. Así es que fui a buscarla un día a su oficina y le conté cuánto le afectaba a Gody esto. Le recordé que ellos se habían enamorado muy jóvenes y que ella conocía cómo era él de enamoradizo. Que seguro él me iba a dejar por otra a su vez y ella lo entendió”. “Recuerdo que una vez estábamos en una fiesta y había una señora que estaba en unos coqueteos con él muy descarados. Yo estaba un poco más allá e intentaba que me mirara por un momento para que se diera cuenta de que me iba de la fiesta. Así lo hice, tomé un taxi y me fui sola a un café por la calle Dasso. Mientras tomaba algo ahí me di cuenta de que no tenía las llaves de la casa y decidí que desde ese momento en adelante jamás saldría de casa sin las llaves y sin la plata suficiente para un taxi o algo más que necesitara”… “Siempre lo acompaño a todo, por más que me haya sentido mal. A sus exposiciones, a reuniones de todo tipo, tanto con sus amigos como actos sociales. Vamos juntos a todas partes”… “He tenido una suerte increíble en la vida. Con Mañé fui muy feliz, y ahora, con Gody, también lo soy”… “Lo que no me deja es la angustia de que se ponga a enamorar a una mujer guapa en cuanto la vea. Con Mañé jamás tuve esa sensación”… “En el fondo de este sentimiento tan fuerte está mi inseguridad. Tengo miedo de que me deje. Estoy siempre inquieta, eso me obliga a estar pendiente de él, a cuidarlo, a estar cerca de él. A pesar de que tiene noventa años, es un viejo. Yo le hago falta, pero estoy segura de que si se presentara otra… se asustaría si yo lo dejo, pero eso no evitaría que tenga su aventura. Esta historia de Mario con una nueva mujer a los ochenta años, estoy segura de que en el fondo lo envidia”. “Creo que le doy a Gody más de lo que él me da a mí. Creo que él me podría dejar, pero yo no lo podría dejar a él. Nunca”. “Gody quiere que yo siga siendo joven. Si yo no lo acompañara a restaurantes, al cine al mar estaría muy fastidiado. Yo estoy todo el tiempo a su lado… A veces me cansa bajar a la playa, ponerme traje de baño a mi edad no me gusta mucho, pero a él sí y le doy gusto”.

Esto es lo que escribe una mujer que se asume como feliz, y es probable que ella estuviera convencida de ello. Nadie puede poner en duda lo que afirma porque la felicidad es un estado alterado, subjetivo y diferente en cada persona y, adicionalmente, el amor demanda altos costos de sacrificio.

“Al que ha leído esta autobiografía no le quedan dudas acerca de los ardorosos sentimientos del pintor ni de su carácter apasionado, pero justamente esa intensidad llenó de tormento sus relaciones amorosas”.

Quizás Alonso Cueto le resta importancia al contenido de la carta porque en la primera parte del libro el pintor reafirma su amor por Lila Yábar, y para Cueto esopodría significar que las angustias e inseguridades que la señora ha sentido por más de treinta años ya no tendrían razón de ser, cuando es evidente que esta confesión pública de amor no le quita lo sufrido. O quizás el escritor cree que ella logró alcanzar la felicidad a través de la entrega y el sacrificio personal.

Casi al final del libro Szyslo recuerda que él era muy amigo de Mañé Checa, el exesposo de Lilia Yábar, y que él y Blanca Varela los visitaban con frecuencia. En esos años se empezó a obsesionar con Lila y ella con él. Dice textualmente: “…Lila, con quien descubrí el verdadero amor, arrebatado, tranquilo, profundo, salvaje, sin límites en ningún sentido. Sabíamos que era para siempre, inconmovible e indestructible porque simultáneamente era frágil y sensible a cualquier cambio de temperatura. Moriremos enamorados.”

La pregunta es obvia: ¿Acaso no es importante que ambas partes se sientan seguras y tranquilas cuando de amor se trata? Por el contenido de la carta se deduce que ni siquiera en este caso, en el que la señora Lila sabía con seguridad que Szyszlo estaba realmente enamorado de ella, pudo deshacerse de la angustia cotidiana. Un sentimiento tumultuoso produce zozobra en ambas partes,pero sobre todo en la más débil,que es la que está dispuesta a ceder y sacrificar su propia vida por el otro. Y eso es lo que a todas luces ocurrió. ¿Es ésta la “relación ideal” a la que hace alusión la mayoría de personas que ha escrito sobre ella?

Solo desmitificando el amor se puede asumir que se trata de un sentimiento atravesado por mezquindades, egoísmo, carencias e inseguridades. No existen garantías y hay mucho de apariencia en los signos exteriores de felicidad. Por eso resulta extraño tanto comentario edulcorado y tanto romanticismo en torno a este caso específico.

En otra parte de su artículo Cueto se refiere a una conversación que tuvo con Blanca Varela y en la que ella definió a Szyszlo como “un animal igual a mí”. Extraña también que no le haya impresionado lo terriblede esta frase; así lo parece porque después de mencionarla, como si nada, cambia de tema y hace referencia al viaje que la entonces pareja hiciera a París en 1948 y al grupo de amigos artistas que formaron.

Especulando nuevamente, puede ser que a Cueto se le quedara grabada la frase por su contundencia o hermosura y no por su contenido trágico. Pero, ¿cómo no resaltar el triste descubrimiento de Blanca Varela a la luz de lo que después se ha sabido?

Reconocerse en el otro es más bien una experiencia inusual, toparse con alguien hecho del mismo material es encontrar una aguja en el pajar, es como afirmar que otro nos complementa. Ese hecho le marcó la vida, mientras que “el igual” no reconoció el mismo sello de origen. Con respecto a su relación con la poeta, en La vida sin dueño Szyszlo admite que al principio el acercamiento se basó en intereses y amigos comunes: “Blanca Varela entró en mi vida con la naturalidad de lo afín. Vivimos juntos los primeros deslumbramientos de la razón y el arte, de la amistad, la camaradería y la complicidad”. Sin embargo, esto no le bastó al pintor para reconocerla como su compañera de ruta. Al referirse ala estadía en París sostiene: “La verdad es que Blanca y yo estábamos más asustados que felices”.

Hay que resaltar la franqueza y la valentía de Szyslo al desnudar sus sentimientos en relación al fracaso de su relación con Blanca Varela. Reconoce que coincidían en materia artística en casi todo. Y después agrega: “Pero es muy difícil que dos temperamentos artísticos puedan coexistir; es habitual que uno de los dos acabe ocupando más espacio que el otro. Pienso que nos habíamos casado demasiado jóvenes, éramos demasiado inmaduros. Ella era una mujer de una sensibilidad a flor de piel y a veces caía en una melancolía muy profunda. La recuerdo siempre con mucho cariño, pero la realidad es que en esos años no fuimos capaces de formar una unión muy sólida”.

Al que ha leído esta autobiografía no le quedan dudas acerca de los ardorosos sentimientos del pintor ni de su carácter apasionado, pero justamente esa intensidad llenó de tormento sus relaciones amorosas. El remordimiento es un precio que pagó por no estar dispuesto a vivir amores calmos y a someterse a las rutinas de la convivencia pacífica, dejando que su volcán interior entre en erupción cada vez que la naturaleza lo mandaba.

“No he sido capaz de negarme la mayor parte de las ocasiones, por no decir nunca. No sé cómo, pese a mi inseguridad, he tenido relaciones tan fuertes con mujeres. Puede que hayan sido mis años de madurez como artista y como hombre”, es una de sus conclusiones.

“Casi al final del libro dice que si ha hablado poco de Blanca Varela es porque se siente muy culpable”.

La historia de su tempestuoso romance con una mujer limeña unos años mayor que él ejemplifica lo dicho. Se trata de la misma que le regaló los catorce tomos de En busca del tiempo perdido en la edición francesa de Gallimard. Con ella vivió dos meses en una ciudad cercana a Niza. Luego en Roma, cuando estaba decidido a decirle que pediría la anulación de su matrimonio por la iglesia, ella se le adelantó y le dijo que regresaría con su novio de toda la vida. Sobre esa relación sostiene en el libro: “Su fantasma me persiguió por años”.

Y pese a todo ello, después del episodio del romance frustrado, inexplicablemente, como sucede con todo lo relacionado al plano amoroso, “logré persuadir a Blanca de volver a intentar rehacer nuestra vida y decidimos irnos a vivir a Florencia. Ella estaba muy golpeada y tuve que empezar a seducirla de nuevo. No tuve muy en cuenta sus planes”, añade.

Casi al final del libro dice que si ha hablado poco de Blanca Varela es porque se siente muy culpable. “No supimos defender una relación que había comenzado bien. Hubo otros factores, por supuesto, como el temperamento de cada uno. Yo era mucho más apasionado que ella. Blanca tenía mucho carácter, era muy inteligente, muy incisiva. Y yo no me porté bien. A los cuatro meses de estar casados, cuando estábamos en París, tuve una amante francesa. Ese fue el comienzo del fin”, añade.

Continúa relatando que la joven francesa con la que tuvo la aventura los acompañó en el viaje que hicieron a España en 1950. De eso se enteró Varela mucho tiempo después por algo que encontró casualmente. Un año después deciden divorciarse pero nunca firmaron los papeles y más bien deciden regresar juntos a París. Añade: “Nunca rompimos de forma total con Blanca. No hubo escenas de violencia o rencores que no superáramos o que nos hicieran dejar de hablarnos. Pero Blanca sufría siempre, es verdad. El intento de rehacer nuestra vida juntos, a la postre, no resultó. Demasiados desencuentros. Y al final de ese recorrido apareció Lila”.

No hay culpables: al final cada uno se arruina solo. Lo único que se podría reclamar es que no se alejó cuando debía, y es probable que ni él supiera por qué. Ella sí estaba enganchada a una relación desigual en el plano afectivo, y como sucede en esos casos, pensó que era mejor aferrarse a ella que romperla. O simplemente no tuvo las fuerzas para hacerlo.

Luego vinieron los hijos y eso trajo cierta armonía, pero Szyszlo admite que fue muy inestable y que la relación no se pudo recomponer. Para mal de Varela, el pintor reconoce que siempre volvía a ella, almorzaba todos los miércoles en su casa cuando ya estaban divorciados. Desde lejos parece un juego perverso del gato que atrae al ratón para después darle un zarpazo o hacerlo a un lado. Y siempre el que ejerce el poder en la relación es el que sale ganador e ileso.

Nuestras sensibilidades nos llevan a interpretar un mismo texto de mil maneras diferentes. Es probable que al leer la columna de Alonso Cueto muchos lectores se hayan conmovido ante la mención de la intensidad de estos amores y la entrega de estas mujeres.

En la vida misma, los colores de la paleta no han sido puros. Ha habido mezclas, mucho negro y una repetición de tonos grisáceos. Ha primado el claroscuro, tan utilizado por el pintor. Solo quien haya leído la autobiografía completa puede sacar sus propias conclusiones.

(REVISTA IDEELE N° 275, NOVIEMBRE DEL 2017)

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