Acerca del sistema electoral, las encuestas, y los medios masivos

La siguiente frase podría ser la proclama de un demócrata convencido:

 “Queremos un Congreso genuinamente representativo, que refleje verdaderamente lo que es el país, políticamente hablando.” 

No hay espejo, sino prisma

   A ver, a ver: ¿un Congreso que represente a qué país? Ningún sistema político, incluyendo sus normas electorales, actúa como un espejo. Ni siquiera como espejo de feria: esos que reflejan la realidad de manera más o menos distorsionada, pero al menos guardando contornos, facciones, relieves, de modo que la persona sea aún reconocible (ahí está la gracia). No: el sistema político-electoral actúa como un prisma, o como un conjunto de prismas, que refractan, dispersan y/o recomponen los diversos haces que obtienen de múltiples espacios socio-económicos, culturales, ideológicos, etcétera. El producto será hechura propia y exclusiva de dicho sistema, resultado que va a permanecer encerrado en sí mismo. Eso, y no otra cosa, es lo que ocurre en una elección.

  Ahí está, por ejemplo, la proporcionalidad concedida a cada…“región”. Vale decir, a una entidad misteriosa y heterogénea, pero sobre todo ficticia. ¿Es que “Lima provincia” –que incluye a los votantes en el extranjero, equivalentes aproximadamente al 14.5% de su propio caudal- tiene alguna homogeneidad? Otro ejemplo: ya distintos analistas han destacado cómo muchos de los candidatos más votados no ingresarán al Congreso, porque por arte y magia de la cifra repartidora sus partidos “no pasaron la valla”. (Punto aparte: ¿y por qué la valla se calcula solamente sobre los votosválidos, cuando para su inscripción la organización política debe medir sus firmas contra todos los electores potenciales?)

  La lista de “efectos prismáticos” será interminable, pero no solamente por estas circunstancias “estructurales”. En un caso como estas elecciones imprevistas, marcadas más que nunca por la apatía, la desinformación y la falta de cuestiones centrales en juego, ¿qué se va a evaluar a partir de los resultados? ¿Es que permiten anticipar en algo los que tendremos el 2021? ¿Acaso las “sorpresas” de hoy –como las votaciones de Urresti, o de Humala- anticipan en algo el resultado presidencial del próximo año? (¿Alguien sabe a ciencia cierta cuál va a ser el destino judicial de ambos personajes, y de muchos más?).

“Los principales problemas del país”

 Si algo ha venido ocurriendo con la relación entre sociedad y política en estas décadas de “retorno a la democracia” –léase:“sucesión-política-mediante-elecciones-relativamente-libres” –, es su creciente alejamiento recíproco. Hasta no hace mucho tiempo ambas podían coincidir entre sí, al apuntar como problemas centrales del país, el desempleo, la pobreza, los servicios públicos de educación y salud, etcétera. En cambio ahora en las encuestas los primeros lugares son ocupados por la delincuencia, y la corrupción (o sea, la delincuencia). Aquí hay una distorsión grosera, porque nadie va a pensar que “habiendo disminuido radicalmente la pobreza”, los pocos pobres que queden redoblarían sus esfuerzos para robar a los propietarios, viejos y nuevos, y de ahí vendría su inseguridad. (De paso, observemos que tal “disminución de la pobreza” no es sino otro espejismo creado por el prisma de una problemática falaz. Pero ese es otro tema).

Preocuparse por los resultados, sin preguntarse antes qué son las agrupaciones en competencia y sus principales figuras, es reducir el análisis a lo que es el interés inmediato de esas agrupaciones y sus candidatos.

En lo referente a la corrupción grande –tipo Lava Jato-, ahí el asunto parece ser más serio: incrementa la ineficiencia del gasto estatal, crea inseguridad jurídica para los capitales que intervienen en las grandes licitaciones, y puede aumentar infinitesimalmente la concentración del ingreso. Pero, significa también ganancias para el sector privado; porque, ¿dónde si no, se gastan los ingresos corruptos? ¿No es acaso, que las décadas de orgulloso crecimiento ocurrieron mientras esas prácticas florecían? En cambio, los cuellos de botella, como el sistema educativo, no pasan centralmente ni por la corrupción ni por su ausencia. ¿Tras qué pues, deberían estar la clase política, las clases dirigentes, los investigadores?

 En el escamoteo de los problemas de fondo tienen también su parte los medios masivos, al ser una caja de resonancia que amplifica las distorsiones y espejismos del circo político. Por ejemplo, ¿había alguna razón para brindar a Rosa Bartra toda la cobertura que le dieron en estas elecciones? El problema no está pues, simplemente en el “sistema de partidos” (¡), o en la arquitectura institucional; inclusive ni siquiera está en el “electarado” (señera contribución conceptual de Aldo Mariátegui). Y hablando de “taras”, recordemos que algunas agrupaciones se hicieron notar proponiendo ¡la eliminación de la inmunidad parlamentaria! Es decir, los candidatos a parlamentarios considerándose a sí mismos como parte del problema, y no como parte de la solución.

 En cuanto a las “sorpresas”, si las hubo no es porque hacer encuestas no sirva, ni porque se harían “por encargo”, sino porque al parecer no toman en cuenta el peso relativo que los votos tienen según las circunscripciones: ese peso es tanto mayor mientras menos población hay, que es justamente ahí donde las encuestadoras no llegan. Tampoco el conteo rápido.

 Pero preocuparse por los resultados, sin preguntarse antes qué son las agrupaciones en competencia y sus principales figuras, es reducir el análisis a lo que es el interés inmediato de esas agrupaciones y sus candidatos. Mirando en esa dirección, hay grupos económicos provincianos que tendrán representación directa, mientras que no hay algo análogo para los grandes capitales operantes en el país; la representación de CONFIEP será indirecta, posiblemente a través de Acción Popular y Fuerza Popular. En tal sentido habría que preguntarse por la agenda inmediata que tendrán los grandes gremios empresarales, cuál otra para el “bicentenario”, y qué mecanismos extra-parlamentarios pondrán en juego. 

 Por lo demás, salvo ciertas figuras aisladas, la gran mayoría de nuevos congresistas manejarán a lo sumo “mini-agendas”, que no podrán tener otro resultado sino su neutralización recíproca en los 14 meses que estarán en funciones. ¡Ah!: y tendrán que revisar los “decretos de urgencia”.

– ¿Alguna sugerencia a futuro…?

– ¡¿Dirigida a quién(es), dígame usted?!

Sobre el autor o autora

Guillermo Rochabrún
Magíster en Sociología, PUCP.

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