Las bancadas ganadoras tras las elecciones de enero anotan un catálogo complicado desde el frente económico. ¿Estarán a la altura los nuevos legisladores?
Un partido que diseñó en la legislatura pasada, según medios y analistas, una contradanza con un obstruccionismo que –debilitado- vuelve reciclado; grupos extremistas, confesionales y dos fuerzas progresistas como único contrapeso; el resto, un variopinto abanico de metamorfoseados o improvisados rostros.
Esta es la conformación del Parlamento que –en breve- asumirá las más de veinte comisiones al interior del Poder Legislativo, y sus respectivos grupos de trabajo y subcomisiones.
Esas son las bancadas que se espera “se la jueguen” por aprobar una propuesta que pase el filtro de una oficialía mayor y el resto de los procesos del Congreso hasta decantar en la promulgación de una ley que cubra diversas dimensiones del quehacer republicano e institucional y cuyo impacto sea -cómo no- en un mejor entorno político y económico.
Más economía
La valla es alta, el camino apretado y el tiempo corto: ser eficientes es clave. Sobre todo en el tramo económico que provoca tensiones y es que son “nudos” que inquietan.
E inquietan sobre todo porque la economía, en los últimos doce meses, ha sido “la huérfana” que ató de un abandono que hoy se tradujo en magras cifras de crecimiento y señales débiles desde el gasto como hemos anotado en textos anteriores.
De acuerdo con la autoridad estadística local, la actividad de la quinta economía regional –el Perú- haló de un crecimiento de 2,16% interanual en 2019; con una fuerte contracción en minería [-0,84%] y pesca [-25,8%].
Restó al crecimiento, además, un poco prolijo gasto público que sólo se aceleró tras la disolución del Congreso [septiembre del 2019] y las medidas reactivadoras [de octubre] gracias a las más de cincuenta iniciativas de gasto diseñadas desde un Ejecutivo onfire que fungió de caballería y un Ministerio de Economía y Finanzas [MEF] que fungió de infantería, y a los decretos de urgencia [DU] –que es como se conocen a las iniciativas- como artillería.
En suma, el Congreso debe atender a una economía que si bien creció holgadamente más que América Latina [que de 0,3% no pasará en 2019] o de su “gemela” –Chile- que no se cree sume más allá de un 0,9%, tampoco vuela alto tras un año de guerra comercial China y Estados Unidos y en frente otro año que arranca mal con un hábitat global cargado de la ponzoña del coronavirus.
No esperamos que todo se resuelva en dieciocho meses, pero de momento dejar una plataforma decente y medianamente seria de cara a consolidar las transformaciones que den paso a un mejor entorno macroeconómico, de mercados, de precios, empleo, demanda y consumo serán más que suficientes.
Agenda base
Desde luego, partir de lo general es lo más agradable, pero como “el diablo está en los detalles” se mencionarán estos desde luego.
Lo macro en el nuevo Congreso es, sin duda, el combate contra la corrupción y un desmantelamiento de la informalidad; en simultáneo, la búsqueda de una institucionalidad fuerte y sólida. Llegar con estas tres dimensiones resueltas al bicentenario, para una economía como la del Perú, es crítico.
Continuar con las reformas en materia política y judicial así como en las de gestión. En este último punto, legislar para poder fiscalizar y provocar mayor y mejor eficiencia en los procesos del Estados es un punto medular en la gestión y labor de los nuevos congresistas.
Rápida reacción
En la región de la inmediatez -de lo “urgente sobre lo importante” como diría un yupie de los años 90 convertido hoy en un coach ontológico- en la medida que el nuevo Parlamento logré una madurez republicana, ahora que no hay mayorías y obstrucciones y “boticarios” en el chat, se ubican temas esenciales de rápida reacción.
Combatir, vía leyes, monopolios que atan a los consumidores a un entorno austero de mercado a través de bancos, corporaciones de alimentos y bebidas, cementeras, cadenas de farmacias -todos sectores monopolísticos u oligopólicos- se hace urgente en el debate parlamentario.
Precariedad laboral y su contradanza con un mercado informal que registran cuatro quintos de la oferta laboral y derechos laborales, es otro “combo” pendiente.
Con el 96% del espectro empresarial explicado por la pequeña y mediana empresa o PYME, y una minoría de menos del uno por ciento explicado por la gran empresa multinacional se hace urgente un esquema legislativo que fortalezca la posición financiera y de acceso a los mercados del universo de microempresas frente a la gran corporación y en el camino desmantele redes de corrupción al interior de la mega empresa e intereses de grupo alrededor de esta.
Como añadido, el debate en torno a la reformulación –al menos- del capítulo económico de la Constitución igualmente ingresa en el catálogo de tareas de los nuevos y nuevas congresistas.
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Ante estas luchas que en lo económico le espera al parlamento, la pregunta de arranque: ¿dará la talla el Congreso y sus representantes?
Entre el 26 de enero, día de las elecciones, a la fecha hemos asistido a una muestra de lo que nos espera.
Daniel Olivares [Partido Morado], indicó desde sus redes sociales que “la prisión preventiva contra Keiko Fujimori (…) distrae el debate político”.
Tras ello, Martha Chávez [Fuerza Popular] señaló –a propósito de las reformas- que antes que debatir ello le interesa “la revisión de los decretos de urgencia emitidos por el gobierno en los últimos cuatro meses” según la citó Noticias SER.
Virgilio Acuña [Unión por el Perú] advirtió desde sus redes que “Los congresistas electos debieran reunirse de emergencia para plantear la vacancia presidencial”.
Los congresistas electos citados, cada uno a su manera, no atienden la trascendencia urgente de combatir la corrupción [Olivares], aún perpetúan un amago de obstruccionismo [Chávez] y una demagogia populista [Acuña].
Con esta pequeña biopsia, no creemos que este Congreso marque la diferencia. Y lo económico estará –de nuevo- en compás de expectativa.
Esperamos equivocarnos.
FIN.
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