¿Revoluciones o reformas para Lima?

Hace exactamente un mes, nuestra ciudad “celebró” 485 años de fundación, fecha en la que aprovechamos para reconocer nuestros avances y sobre todo los retos que aún seguimos teniendo para lograr ser una Lima justa, sostenible, planificada, segura e igualitaria. Pero no fue hasta hace unos días, que el reconocimiento por el aniversario se le entregó a la ciudadanía; se dictó 24 meses de prisión preventiva para el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio.

Estamos seguras y seguros que no es una victoria absoluta, es el comienzo de lo que debiera significar el final del cemento como ideología, de la corrupción como doctrina y del silencio como única respuesta a la justicia y a la ciudadanía; todo aquello se hizo en nombre de las “reformas” que Lima necesita, bajo la visión: “Robamos, pero hacemos obras”. Podemos entonces preguntarnos si ¿Necesitamos cualquier tipo de reformas? ¿Qué sucedería si empezamos a exigir y forjar revoluciones?

Así como a nivel nacional; en Lima necesitamos un nuevo pacto entre ciudadanía y autoridades, revolucionar nuestros hábitos y sentidos comunes y hacerles frente a los problemas estructurales desde lo local. A continuación, demos un vistazo a las revoluciones urgentes para Lima.

La revolución ambiental

En el año 2019 nos ubicamos como la tercera ciudad en el mundo con más tráfico vehicular (The Traffic Index, 2019) [1], además ocupamos el octavo lugar como la ciudad más contaminada de Latinoamérica (World Air Quality, 2018) [2], cifras que reflejan la crisis ambiental que atraviesa Lima. A pesar de ello, durante las últimas gestiones ediles, los intentos por resolver la relación entre las dimensiones ecológicas del ecosistema y la ciudad construida han sido débiles.

La revolución ambiental implicaría desarrollar nuevos enfoques para el diseño de las políticas públicas que se vinculen a la gestión ambiental. Por ejemplo, se hace urgente priorizar la regeneración de las cuencas: Chillón, Rímac y Lurín; las cuales se resisten a la presión urbana y la urbanización privada imparable. De otro lado, se debería dejar de pensar en la arborización en áreas mínimas como única estrategia para mejorar la calidad del aire.

Lima necesita obras de escala metropolitana, que ayuden a reducir los niveles de contaminación atmosférica y logren avances en la adaptación y mitigación al cambio climático. Será revolucionario cuando se destine una gran parte del presupuesto para la puesta en marcha del Parque Metropolitano o el Jardín Botánico de Lima, será revolucionario cuando se priorice la vida por sobre el cemento, entendido como desarrollo.

Las gestiones municipales tienen aún un reto más grande, el correcto manejo de los residuos sólidos; es común que las y los vecinos de Lima Metropolitana muestren su descontento con la acumulación de estos residuos en avenidas principales o botaderos informales. Lima aún carece de un eficiente Sistema de Gestión Integral de los Residuos Sólidos.

La revolución ciudadana

A modo de balance, el año pasado el alcalde Jorge Muñoz se enfrentó a la justa desconformidad de las y los estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por la obra del By Pass en la Av. Universitaria, lo que implicaba el recorte de las áreas del terreno estudiantil, fue en este contexto que el alcalde evidenció su mal manejo del dialogo y la nula intención de hacer valer la opinión de la ciudadanía.

El problema inicia cuando son solo los momentos de estallido, de enfrentamiento o descontento, los que se usan para el “dialogo forzado”. No hay una cultura permanente de participación de la ciudadanía en la construcción de la ciudad y menos en la toma de decisiones. La revolución ciudadana tiene como objetivo, democratizar la ciudad, para lograrlo es necesario entender que la ciudadanía es diversa, al igual que sus anhelos; el reto entonces será implementar mecanismos o profundizar el proceso que haga posible una participación determinante y vinculante, donde tomemos las decisiones que modifican nuestra vida en la ciudad de Lima.

La revolución del manejo del territorio

Innumerables veces nos hemos referido a Lima como una ciudad fragmentada y no planificada, son justamente estás dos características que la hacen aún más desigual. ¿Será imposible planificar una ciudad ya construida? El crecimiento de Lima es imparable y al parecer la mayoría ha renunciado a su competencia de planificarlo, dejándole al “urbanismo privado e ilegal” su desarrollo.

La revolución del manejo del territorio permitiría garantizar el derecho a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo, a la recreación, entre otros; ya que estos están condicionados por la ubicación que se les otorgue dentro del territorio. Por tal motivo, es urgente exigir a la actual gestión metropolitana que garantice el uso adecuado del suelo, devolviéndole su función social. Actualmente se está desarrollando el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano al 2040, una oportunidad para planificar el desarrollo de nuestra ciudad en función del bien común y tomando en cuenta la participación de todos los agentes de la ciudad.

Debemos revolucionar nuestra vida en la ciudad, para eso es urgente revolucionar las gestiones municipales, organizarnos es un primer paso. Avancemos en el objetivo mayor que es usar, ocupar, producir y gobernar la ciudad; hacer uso de nuestro derecho a la ciudad.


[1] The Traffic Index (2019). The TomTom Traffic Index

[2] World Air Quality Report (2018). World most polluted cities. 

Sobre el autor o autora

Sasha Chumpitaz
Arquitecta y miembro de la Unión de Estudiantes de Arquitectura de Lima

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