Definidos los resultados electorales y tomada la pertinente distancia del fenómeno antes de ser interpretado, es importante declarar que la configuración del nuevo Congreso debe ser entendido como efecto de algunas variables que forjaron este escenario. Aquello considerado como normal, apenas lo es en apariencia. De ahí la necesidad de elaborar una interpretación, o por lo menos una breve explicación sobre el fenómeno en referencia.
A primera vista, algunos procesos se configuran como tendencias. La fragmentación del sistema partidario y los partidos que sufren una estrepitosa derrota electoral inmediatamente después de que han sigo Gobierno. Esta situación que se ha expresado de forma constante desde 2001. Ya un punto fuera de la curva, en estas elecciones, es la inexistencia de un partido que haya competido apoyado en la figura del actual Presidente, este dato aunque parezca irrelevante tiene sin duda un peso significativo en las futuras relaciones Ejecutivo-Legislativo.
El hecho más contundente estuvo asociado a la decisión del Presidente de cerrar el Congreso, lo cual generó no solo el apoyo de la opinión pública, sino también, que el principal adversario perdiera el brazo en su pulseo con el Ejecutivo, dado que se que actuaba bajo una lógica de suma cero. Esta decisión, en cierto grado polémica, tuvo múltiples efectos en la construcción e interacción estratégica de los diversos actores políticos, como mencionaremos:
A. El tiempo para implementar una campaña. La implementación de una nueva elección fue muy corto, lo cual obligó a los partidos a adecuarse a un ajustado cronograma electoral. Acá se puede distinguir a los partidos más antiguos de los recién creados. Los primeros, con más organicidad y presencia regional, como es el caso Alianza para el Progreso (APP) y Acción Popular (AP) que cuentan con 4 y 3 gobernadores cada uno, colocaron la maquina a funcionar y en esta elección terraplenaron el camino para así llegar con mayor musculatura a las elecciones de 2021. En la otra orilla, los recién catapultados en la escena nacional fueron obligados a improvisar, sea en materia de estrategias de comunicación, como de movilización, así por ejemplo el Partido Morado obtuvo un resultado excepcional de 7,4% de los votos válidos.
Los partidos de izquierda como Nuevo Perú, confirman la incapacidad de tejer alianzas beneficiosas desde que se desconectó del Frente Amplio. No alcanzaron a pasar la valla electoral, y el registro de su voto fue disperso en todo el país. Apenas consiguió ser competitivo en la región de Lambayeque, donde alcanzaron la segunda mejor votación. Democracia Directa fracasó también por segunda vez, en 2016 alcanzaron 4,3% -su mejor record de votos-, pero en 2020 apenas obtuvieron el 3,7%, ya el Frente Amplio se mantiene como un partido competitivo entre las diversas organizaciones que sobrevivieron desde que cerraron el Congreso en setiembre de 2019.
Se suma también la no posibilidad de reelección inmediata, la misma que condicionó la velocidad e intensidad de la campaña, inclusive las prácticas de clientelismo tuvieron menos expresión. El mandato tapón – corto periodo de tiempo de mandato- desincentivó a muchos dirigentes a que participen; ya los buenos candidatos, evitaron no elegirse para guardar energías y recursos para las elecciones de 2021. Los partidos con mas experiencia buscaron, naturalmente, fortalecerse orgánicamente y con ello ampliar su esfera de influencia electoral para 2021, ya los candidatos de los partidos más jóvenes prefirieron optar por una campaña de baja intensidad con el compromiso de ser intensificada en 2021, es decir, dejando el cuerpo flojo para evitar ser electos, o en todo caso para después ser electos.
B. Baja polarización e insatisfacción generalizada: La baja polarización es propia de elecciones proporcionales, es decir, la elección no centrifugó el centro político, aún así, algunos partidos tradicionales de centro y centro derecha tuvieron dificultades para afirmarse como alternativa de ese modo, el Partido Popular Cristiano (PPC), el Partido Aprista Peruano (PAP), Contigo (ex-PPK) y Solidaridad Nacional, que si sumados sus resultados juntos, no alcanzaron ni el 10% de los votos válidos, quedando sin representación. Apenas han sobrevivido algunas personalidades autoproclamadas como liberales, pero desconectadas de partidos, como es el caso de Alberto de Belaunde y Gino Costa.
La información recogida en algunos focus groups en 2019 identificó un grado de insatisfacción generalizado y una alta desconfianza sobre la clase política, creemos que asociada a las condiciones de precariedad en la que sobrevive parte del segmento C, de forma amplia el D y por extensión el E. Fuerza Popular tuvo cierta hegemonía en este segmento distribuido en todo el país, su fracaso se refleja de forma explicita en las circunscripciones donde las elecciones se realizan bajo una lógica mayoritaria, y donde se da una pauta política más polarizada, como ha sido su derrota en las regiones donde se disputaron hasta tres escaños. En regiones donde se disputan más escaños, la lógica proporcional tornó más diluida esa polarización por lo que Fuerza Popular tuvo más éxito en retener parte de su capital político, al final de cuentas perdió si 58 escaños desde 2016.
Los mayores beneficiarios del despojo del fujimorismo fueron AP, el FREPAP, en buena medida APP y Somos Perú y de forma localizada PODEMOS. Somos Perú arrancó espacio a Fuerza Popular en Ucayali y Amazonas, en Ancash le ganó tanto a Fuerza Popular como al Frente Amplio, ya en las regiones en la se disputan cinco o más escaños tuvieron un éxito semejante al del Frepap y AP. Los populistas se hicieron con por lo menos doce o más congresistas del segmento que dominaba el fujimorismo u once en las regiones en la que se disputan menos de 5 escaños. AP avanzó sin competidores hacia el segmento D obteniendo éxito en las regiones de mayor concentración de electores. En la capital se destacó PODEMOS quienes venían compitiendo sin mucho éxito en algunas elecciones regionales contra Alianza para el Progreso (APP). En Lima tuvo más éxito sobre APP dado que su principal candidato Daniel Urresti con atributos de relevante carisma catapultó la organización política ocupando el segundo lugar entre los partidos con mayor votación. En el otro extremo, el Partido Morado junto con AP consiguieron posicionar en el segmento abandonado por PPK.
El FREPAP fue una de las organizaciones que capitalizó también el descontento popular, ocupando un espacio sin mediaciones como también lo hizo Unión por el Perú (UPP), los segundos si bien no tuvieron éxito en la capital, eligieron por lo menos un congresista en casi todas las regiones del sur andino, incluyendo Arequipa, Tacna y Madre de Dios. UPP consiguió traducir el arraigado pensamiento autoritario en el país, solo que travestido de nacionalismo y/o de reivindicaciones étnicas, mientras que el FREPAP consiguió sintonizar con un segmento conservador entre los electores pobres del país.
Los resultados de investigaciones previas demuestran una constante insatisfacción y desconfianza de un segmento importante de los electores, que se suma en la forma en la que son confirmadas las candidaturas al congreso y que recuerda el dictado atribuido a Bismark en la que: ¨los ciudadanos no dormirían tranquilos si supiesen como se hacen las salchichas y las leyes¨ agregándole también en este caso, de cómo se definen las candidaturas al congreso por los partidos políticos, las elecciones primarias apenas confirman las decisiones de los dueños de los partidos, colocando a los ciudadanos rehenes de decisiones incoherentes al promover candidaturas contrarias a sus expectativas.
Como se verifica en el cuadro, en la última década se ha acentuado una distancia de los electores a respecto del sistema, esto es, electores que por diversos razones no traducen sus votos en escaños (representación) y que afecta la legitimidad del sistema representativo, ese distanciamiento puede explicarse por una multiplicidad de variables que necesitan ser correlacionadas entre ausentismo, la baja calidad de la oferta electoral (candidatos) que se presentan, los efectos negativos del sistema electoral, como es el caso del tamaño de los distritos, la magnitud del distrito, los efectos no proporcionales paradójicamente del propio sistema proporcional y que invisibilizan la heterogeneidad social del país como es el caso de la barrera electoral, la sobre representación provocada por el método D`Hont que beneficia a los mayores partidos en el Congreso, la naturaleza de la participación ciudadana en un contexto de precariedad laboral y demandas postergadas y el arraigo de cierto valores políticos, temas que son desconocidos en las instancias que buscan promover una reforma política y solo reproducen una continua legitimidad apoyada en el vacío.
Algunas reflexiones finales
El resultado electoral como variable dependiente no solo es afectado por las estrategias de los partidos políticos, también tiene un peso significativo el propio sistema electoral. Se pueden observar patrones de inestabilidad política asociados al diseño institucional, las mismas que condicionan las estrategias de los actores políticos y además tienen implicancias en las conexiones post electorales, esto es cuando los candidatos convertidos en congresistas desarrollan sus trabajos al interior del legislativo.
El mayor ganador -luego de desatado el nudo del conflicto entre Legislativo y Ejecutivo- fue el Presidente Vizcarra que debido a la fragmentación partidaria se impidió la articulación de una oposición radical al Ejecutivo. Además de la capacidad institucional que posee el Ejecutivo para imponerse en el proceso decisorio. En resumen, estas elecciones han sido una especie de gran encuesta, solo que esta vez con mayor y mejor registro de la realidad, los resultados expresan la necesidad de afinar estrategias dada la combinación de elecciones proporcionales y mayoritarias. El resultado obliga a los partidos a cualificar mejor sus estrategias (selección de candidatos, trasparencia, uso de recursos, etc.), y dada la fragmentación y dispersión del voto se espera que se incentive la necesidad de establecer alianzas en la que los actores promuevan posiciones más moderadas en vista de que debe primar la gobernabilidad en el corto plazo.
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