Un episodio de la serie de Los Simpsons popularizó la leyenda de la legendaria rivalidad entre los compositores Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri, interpretados por Burt y por Lisa Simpson, mientras el Señor Burns asumió el papel del emperador José II. Este capítulo fue una parodia de la célebre película de Milos Forman, “Amadeus”, premiada con varios premios “Oscars” en el año 1985, un film que se ha elevado a la categoría de uno de los grandes clásicos del cine, además, de consagrar la supuesta rivalidad entre Mozart y Salieri como una leyenda indisputada de la historia de la música. Milos Forman como Los Simpson han incorporado esta leyenda a la cultura de masas internacional, siendo aceptada sin reservas, tanto como que Yoko Ono fue la causante de la separación de Los Beatles.
No obstante… ¿hasta qué punto, la supuesta competencia entre ambos compositores tiene asideros históricos reales? El musicólogo británico Christoph Wolff ha investigado en los pliegues de esta leyenda, sacando a la luz, nuevos hechos históricos que difuminan la idea consolidada por el arte, la literatura y el cine. Al contrario de lo intrigante, lo misterioso y lo fascinante que nos puede representar la rivalidad entre dos genios musicales, los hechos históricos nos devuelven dos personas, mucho más cercanas entre ellos, unidos por la admiración y la colaboración artística mutua en el mundo musical vienés de la segunda mitad del siglo XVIII. Este ambiente era proclive a los rumores y a las campañas de desprestigio, alimentadas a la sombra del favor de la Corte Imperial, la fuente principal de empleos remunerados y de prestigio para todo músico que aspirase a la consagración bajo el manto del monarca reinante.
En este hecho concreto, quizás, está en parte, los orígenes de la leyenda sobre la competencia entre Mozart y Salieri, porque el cargo de Kapellmaister de la Corte Imperial (o maestro de capilla del Emperador), era el cargo mejor remunerado de todo el Sacro Imperio Romano, además del prestigio anexo que permitía el acceso al creciente mercado musical europeo, integrado por las casas de óperas y las editoriales de música de las principales capitales del continente. Otro factor no menor de esta especie de “ministerio musical” de la Corte Imperial, era que desde este despacho dependían los dos teatros de ópera más concurridos de Viena: la “Compañía Italiana”, y la “Compañía de Singspiel” con sede en el Burgtheater. Ambas compañías tenían compositores residentes y cantantes contratados con sueldos fijos, lo que le brindaba un trabajo seguro y el estatus inherente a ser parte del personal al servicio del Emperador.
En este punto, José II, tenía muy en claro que la música era un eficaz medio de propaganda en favor de sus políticas reformistas, justificando en un principio la existencia de la “Compañía de Singspiel”, cuya misión era la representación de ópera en idioma alemán, lo que abría las puertas a la burguesía y a las clases populares vienesas al mercado lírico. La colaboración de Mozart a este nuevo estilo de ópera “más popular” fue su hoy célebre, “Un Rapto en Serallo”, estrenada en 1782, mientras que el ascendente Antonio Salieri, era parte del equipo musical de la Compañía Italiana cuya producción eran obra de corte más “serio” de temática mitológica o comedias livianas de corte bufo italiano. En este ambiente, la música de Mozart tuvo un éxito mayor entre el público, porque la ópera “Un rapto en el Serallo” alcanzó una gran popularidad frente a la ópera “Der Rauchfangkeherer” (El deshollinador)de Salieri, estrenada en 1781.
Este circuito lírico en crecimiento, sufriría una drástica reforma en 1787, cuando el emperador José II, acuciado por los gastos que la guerra contra el Imperio Otomano, y con el fin de ahorrar gastos al tesoro imperial, decidió disolver la “Compañía de Singspiel”, además de revisar la planilla salarial del personal musical adscripto a la corte. De este modo, en marzo de 1788, la reestructuración de la capilla imperial determinó que Antonio Salieri fuese promovido al cargo de Kapellmeister con un salario de 1.200 florines anuales, mientras que Wolfgang Amadeus Mozart recibió el nombramiento de Kammermusik (o Músico de Cámara), con un salario de 800 florines anuales. Este cargo había sido ocupado anteriormente por Salieri, significando que las obligaciones de Mozart se reducían a responder los requerimientos específicos de obras musicales solicitadas por la Corte, a la par que podía continuar su carrera como empresario teatral o compositor independiente sumando otros ingresos. En cambio el cargo de Salieri implicaba la dedicación a tiempo completo, porque no sólo debía supervisar los cuerpos musicales de la capilla del Emperador, sino también, componer música para las celebraciones litúrgicas, ópera o cantatas para celebraciones especiales del Emperador o su familia. No obstante, los corrillos musicales vieneses murmuraron sobre estas designaciones porque a pesar de la popularidad de Mozart, el elegido para el cargo mejor remunerado y más prestigioso había sido Salieri.
Christoph Wolff sostiene que la designación de Salieri para el cargo de Kapellmeister era una selección lógica, tanto por la carrera del italiano, como por la juventud de Mozart, porque aunque muy talentoso que fuese, no poseía un nombre consolidado para aspirar al máximo cargo del mundo musical vienés. Una muestra del trabajo de ambos compositores en la Corte sucedió en el año 1786, cuando la visita de la hermana del Emperador a Viena determinó que se encargasen dos óperas cortas a Mozart y a Salieri para que fuesen interpretadas como intermedios durante una recepción en los jardines del Palacio de Schoenbrum. Así fueron compuestas, ”Der Schauspieldirektor “ por Mozart y “Primo la música, poi la parola” por Salieri, recibiendo ambos compositores pagos muy distintos entre sí por su trabajo: Mozart recibió 50 ducados, mientras que Salieri cobró 100 ducados.
Si Mozart se sintió afectado por estos sucesos, es materia de especulación, aunque todos los biógrafos coinciden en que los problemas financieros del compositor estaban a la orden del día. Algo de esta situación se deduce de una petición elevada por Mozart al Archiduque Francisco, hermano del Emperador, en mayo de 1790, mediante la cual solicitaba un nombramiento como segundo Kapellmeister de la Corte:
“…Me atrevo a pedirle a su Alteza Real, con todo el respeto que use su benéfica influencia sobre su Majestad Imperial, el Rey en relación con mi humilde petición a Su Majestad. Movido por el deseo de notoriedad, por mi amor hacia el trabajo y por la convicción de poseer amplios conocimientos, me he atrevido a solicitar el puesto de segundo Kapellmeister, especialmente porque Salieri, ese Kapellmeister dotado de un gran talento, nunca se ha dedicado a la música religiosa, mientras yo estoy familiarizado con ese estilo desde mi juventud”. [1]
Esta petición ha sido interpretada en el sentido sobre que Mozart, con un lenguaje cuidado pretendía colocarse a la par de Salieri, para luego socavar su prestigio ante la Corte. Sin embargo, las palabras de puño y letra del compositor, expresan lo contrario, su notoria admiración por Salieri. El verdadero trasfondo eran los problemas financieros de Mozart, quien no sólo tenía que mantener a su propia familia, sino también, ayudar a su madre viuda y a su hermana. La vida bohemia del compositor parece haber incidido en la búsqueda de nuevos ingresos, porque, aparentemente, los 800 florines anuales provenientes de la Corte resultaban insuficientes, aun cuando Mozart recibía encargos musicales de los teatros de la ciudad y de mecenas privados. La carrera de Mozart en la búsqueda por cargos bien remunerados, no cesaría, aunque al menos pudo lograr cierto desahogo financiero cuando en 1790 fue nombrado en el cargo de Maestro de Capilla de la Catedral de San Esteban, con un salario aproximado de 2000 florines anuales.
No obstante, las relaciones profesionales con Salieri fueron de una corrección y admiración mutua que ha quedado registrada en las pocas referencias al italiano que existen en las cartas de Mozart. Aunque el punto más cercano a la tensión entre ambos sucedió por causa de un tercero, el famoso escritor Lorenzo da Ponte, autor de los libretos de las óperas más conocidas del repertorio dieciochesco, tales como “Ifigenia en Táuride” Christoph Willibald Gluck, o las “Las Bodas de Fígaro” y “Don Giovanni” de Mozart.
Hacia 1788, Da Ponte presentó a la consideración de Salieri, un libreto de una pieza de intrigas amorosas titulada “La Scuola degli amanti” cuyo argumento estaba centrado en la creencia en la fidelidad de dos oficiales que parten a la guerra, confiando en la lealtad de sus dos prometidas. Salieri se entusiasmó con la obra, llegando a poner en música fragmentos de la misma, pero debido a sus obligaciones laborales y administrativas de su cargo de Kapellmeister, no pudo avanzar con la composición. El decepcionado Da Ponte ofreció el libreto a Mozart, quien lo aceptó entusiasmado y en menos de un año lo había convertido en una ópera titulada “ Cosí fan tutte” ( Así lo hacen todas), estrenada el 26 de enero de 1790 por la Compañía Italiana. Se puede especular que a Salieri no le debe haber agradado conocer que el libreto de “su ópera” había alcanzado los escenarios gracias al talento de Mozart.
En una carta de fines de 1789, Mozart escribió a un amigo invitándolo a un ensayo privado de “Cosi fan tutte” señalando que “Solamente voy a invitarte a ti y a (Joseph) Haydn. Te explicaré personalmente algunos tejemanejes de Salieri que sin embargo han quedado en la nada”. Quizás esta es la única referencia documental del propio Mozart realizó sobre un desacuerdo artístico con Salieri, pero no aclaró en que pudieron consistir los tejemanejes del italiano en el mundo musical vienés. El tema pareció concluir porque no volvió a ser mencionado en la correspondencia de Mozart, porque el propio Salieri hizo su aparición en una carta dirigida a su esposa Constance Weber, fechada el 14 de octubre de 1791. Allí, Mozart describía como Salieri, acompañado de su amante, la cantante Caterina Cavalieri, lo acompañaron en su palco durante una representación de su nueva ópera, “La Flauta Mágica”:
“…No puedes imaginar lo amables que fueron y cómo disfrutaron, no sólo de mi música, sino también del libreto y de todo lo demás. Los dos me dijeron que era una ópera adecuada para representarla en una gran festividad, ante el monarca y que irían a verla muchas veces porque nunca habían visto un espectáculo más bonito y agradable. Salieri escuchó y miró con gran atención desde la obertura hasta el coro final no hubo ni una sola escena que no le arrancare un “bravo” o un “bello”. El y Cavalieri no pararon de darme las gracias por aquél gran favor.”[2]
Este es la fuente documental más concreta de Mozart sobre los vínculos entre ambos compositores, la cual no coincide con la leyenda que se levantó al poco tiempo de su inesperada muerte, el 5 de diciembre de 1791. El mundo social y musical vienés recibió con estupor la noticia, comenzando a correr rumores sobre la misteriosa muerte del compositor, las cuáles adquirían ribetes más sensacionalistas a medida que pasaban de boca en boca. Se habló del asesinato de Mozart por parte un grupo de masones decepcionados por su conducta, y por haber expuesto sus misterios en la ópera “La Flauta Mágica”; o que uno de sus alumnos, Franz Xavier Süssmayr había contribuido a su asesinato por que estaba enamorado de su esposa; aunque la más creíble especulación fue el envenenamiento realizado por Salieri para eliminar a un joven rival que competía por su fama.
La viuda de Mozart, Constance, alimentó con posterioridad esta última versión con comentarios nada amables hacia Salieri, respondiendo más a una estrategia propagandística, porque con la muerte de Mozart la leyenda de una muerte misteriosa contribuiría a aumentar la venta de las partituras de música de su extinto esposo. Esta versión permaneció en el imaginario de los amantes de la música, atravesando las primeras décadas del siglo XIX, llegando a los oídos del no menos célebre escritor ruso, Alexander Pushkin, quien en 1830 escribió una breve pieza teatral en verso, que describía el envenenamiento imaginario de Mozart por Salieri.
Esta última obra luego serviría de inspiración para que el célebre compositor ruso, Nicolai Rimsky Korsakov compusiese una ópera llamada precisamente, “Mozart y Salieri” estrenada en 1896. En estas dos piezas literarias y musicales está el corazón de la leyenda de la rivalidad entre Mozart y Salieri, que atravesó casi todo el siglo XX, alcanzando una visibilidad inusitada cuando en 1979, el dramaturgo Peter Schafer estrenó su obra teatral “Amadeus”. Y en este punto, esa pieza teatral fue la base del guión de la película del mismo nombre de Milos Forman, estrenada en 1984, cuya estética la ha convertido en el paradigma de la visualidad historicista del mundo rococó del siglo XVIII. Más aún, esta película nos ha brindado el imaginario de un chispeante Mozart, actuado por el exuberante Tom Hulce y el taciturno, agrio y sombrío Salieri de Murray Abraham. Esas imágenes reforzaron nuestra creencia en esa rivalidad imaginaria, pero que es sólo eso…una leyenda, que no tiene reflejo en la documentación histórica, ni tampoco en el transcurso de la historia de la música occidental.
Inesperadamente, Lima volvió a ser el escenario de esa leyenda. El “Lima Ópera Fest” supo explorarla, como un anzuelo novedoso para derribar prejuicios culturales. Un acontecimiento musical original que trajo a la luz la historia de un genio indiscutido y de un músico, cuya obra sobrevive precisamente gracias a esa leyenda: Antonio Salieri, quien fallecería en 1825. No obstante, el legado de Salieri fue tan perdurable como el de Mozart, porque fue el maestro de un joven apasionado llamado, Ludwig Van Beethoven y de un músico soñador cuyo nombre era Franz Schubert…y el resto es historia y música.
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