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Los mercados se mueven vía una asustadiza manada: ¿es el brote el espantajo al que le debemos temer?
En el mundo del conteo –de momento y a propósito del coronavirus COVID 19- se habla de alrededor de 180 000 contagios y más de siete mil muertes, y es desde este entorno donde los mercados bursátiles y de divisas han resentido con caídas estrepitosas que no se veían desde hace más de tres décadas; en el “mejor” de los casos desde el 2008 año de la crisis sistémica y financiera global.
Pese a estas señales, muchas de ellas replicadas desde economistas colgados una prensa económica y financiera “tailor made” de bancos, fondos y firmas gestoras de activos, hay razones para diseñar escenarios donde el vaso a medio llenar prevalece frente a catastróficas portadas.
Además del hecho de que ni los mercados e índices de acciones así como el cruce del dólar versus otras monedas, no son termómetro de absolutamente nada.
Centrales al rescate
En las últimas dos semanas, los bancos centrales del planeta han iniciado la movilización de su artillería pesada de cara a bombardear el fantasma recurrente y especulativo de los mercados de renta fija, renta variable y monedas o forex.
El Banco Popular Central de China, con una inyección de US$ 22 000 millones a favor de la economía real, buscaba adelantarse a un impacto y en el camino estimular la demanda, el empleo y el consumo: tres componentes claves para cualquier economía industrializada.
La porfía del central chino funcionó el año pasado a propósito de la guerra comercial Pekín versus Washington, no hay razón –no obstante el bajón histórico en febrero del sector manufactura- para suponer que la maniobra monetaria no activará a las industrias sensibles de la segunda economía más grande del planeta: la pequeña y mediana empresa, y –cómo no- las poderosas industrias de automóviles y tecnológicas.
Tras el emisor chino le siguieron el banco de Japón con recurrentes inyecciones, siendo la última hace unos días con US$ 4 000 millones dirigidos hacia la economía real.
La semana pasada el Sistema de la Reserva Federal [FED], recortó en cien puntos la tasa de referencia de corto plazo hasta dejarla en un rango de entre 0% a 0,25%; otro tanto, inyectó alrededor de US$ 1,5 billones en REPOS en valores y monedas tras subastar estos instrumentos en el mercado bancario.
Finalmente, el banco central estadounidense estudia lo que el trading llama “la bazuca” monetaria o un plan de relajación cuantitativa que tiene como objetivo trasladar dinero a la economía real.
El Banco Central Europeo [BCE], aunque no ajustó las tasas prometió ayudas; lo mismo el ahora independiente Banco de Inglaterra. Y desde los gobiernos centrales, una España tardía en reaccionar contra el coronavirus COVID 19 prometió un fortísima inyección de 14 000 millones de euros como estímulo reactivador.
Lo cierto es que en estos momentos de nerviosismo y de pánicos innecesarios no ganamos y no sumamos. El encierro es crítico, no sólo para frenar el ritmo de los contagios sino para retomar el gasto de capital o inversión pública y con ello la senda de desarrollo. ¿Y los lobos de Wall Street? dejen que aúllen. Lo importante es el trabajo, consumo y demanda: esas tres sí sirven, la bolsa no.
Desde otra orilla, la del Fondo Monetario Internacional [FMI], encontramos que el prestamista ya advirtió de flujos de ayuda hacia las economías globales y regionales de cara a darle soporte fiscal al combate del patógeno y sus estragos económicos.
No obstante, la respuesta de los mercados ante todas estas señales, fría.
Las bolsas colapsaron y el índice dólar -que mide el cruce de esta divisa estadounidense contra una cesta de monedas duras- avante y fortalecido. Contra el miedo, la especulación y la timba –de bancos, fondos y firmas gestoras- poco o nada hacen las estrategias monetarias en un inicio.
Sin embargo, se espera –más allá de los mercados que en todo caso responden a un comportamiento primitivo, casi rústico, aquel de compra barato para después vender caro- que las economías vayan saliendo del túnel oscuro de contagios, aislamiento social, cierre de fronteras y comercio, cierre temporal de empresas, negocios, servicios, vuelos de aerolíneas y oficinas públicas.
Autoridades sanitarias desde Pekín señalan que a fin de este mes ya tendrán el brote bajo control, o al menos en fase tres de diseminación que es la etapa cuando la enfermedad empieza a ceder entre la población económicamente activa; otro tanto se espera en el resto de las regiones. En América Latina, la luz al final del túnel se verá entre junio y julio indican agencias y medios.
Y con ello, poco a poco, el ritmo fabril se irá dinamizando en China. Sobre todo en la generación de empleo, demanda y consumo. Se percibirá mejor en el sector automotriz y tecnológico, en el comercio internacional y en el flujo de mercancías, lo mismo en el flujo de pasajeros.
El Perú
La rápida reacción de las autoridades políticas y sanitarias [aislamiento social, de negocios, actividades laborales y comerciales y cierre de fronteras], hace suponer que el impacto económico no tendrá mayor nivel de afectación más allá de la zozobra del papel higiénico y los acaparadores de toda la vida.
China, de controlar el brote, volverá a mover la palanca de la fábrica y con ello el cobre –y sus despachos en concentrado y bruto- podrá fluir desde los puertos locales.
No todo es entusiasmo sin embargo.
El Banco Central de Reserva [BCR] no sale de su letargo y no se suma a la fiebre de ajustes de sus pares globales, y es que una dureza monetaria que deja en plano la tasa de corto plazo para tan sólo intervenir con esporádicas incursiones en los mercados de dinero poco o nada aporta el emisor local.
Preocupa simultáneamente el frente fiscal. La ministra de Economía, María Antonieta Alva, ya indicó que el gasto está –de alguna manera- en la agenda pero no entró en detalle. ¿Esperamos mayor deuda?
Lo cierto es que en estos momentos de nerviosismo y de pánicos innecesarios no ganamos y no sumamos. El encierro es crítico, no sólo para frenar el ritmo de los contagios sino para retomar el gasto de capital o inversión pública y con ello la senda de desarrollo.
¿Y los lobos de Wall Street? dejen que aúllen. Lo importante es el trabajo, consumo y demanda: esas tres sí sirven, la bolsa no. FIN.
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