Racismo en los tiempos de epidemia

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Referencia: San Francisco Call, Volume 87, Number 16, 16 June 1900. p.7

El pasado jueves 19 de marzo, el presidente de Estados Unidos (Donald Trump) se dirigió a la nación para hablar sobre a la pandemia de Coronavirus que afecta a todo el mundo y a dicho país en particular. Lo que más llamó la atención de dicha conferencia fue la forma en que el presidente se refirió a la pandemia, al llamarla el “virus chino”, denominación que no pasó desapercibida para los periodistas presentes, quienes cuestionaron lo racista del término. El presidente y su equipo de asesores defendieron su uso y negaron cualquier señal de racismo detrás, argumentando que sólo se referían al foco de contagio. Sin embargo, diversas personas y organizaciones solicitaron no usar denominaciones que alientan la discriminación, en este caso, a personas de Asia y sus descendientes.

 Las crisis epidémicas sacan a relucir lo mejor, pero también lo peor de las personas. Motivadas por miedo, real o infundado, estas no dudan en culpar a ciertos grupos -especialmente a inmigrantes y pobres- de ser causantes de la propagación de enfermedades, dejando en un segundo plano las condiciones estructurales que permiten la rápida expansión de virus y gérmenes: sistemas sanitarios precarios, hacinamiento en viviendas, o un gran número de la población sin seguro de salud. La historia nos ha enseñado que la discriminación y la violencia a personas enfermas ocasiona a su vez un gran problema de salud pública, pues los contagiados con el fin de protegerse, tienden a ocultar síntomas, generando un aumento de casos no detectados y con ello una mayor posibilidad de propagación.

 La historia de la salud nos demuestra que la asociación entre epidemias y racismo ha sido una constante, y que los inmigrantes chinos han sido un blanco de ataques en tiempos de epidemias. En las últimas semanas se han reportado casos de ataques físicos y verbales a ciudadanos chinos en Estados Unidos, Inglaterra y otros países de Europa, un fenómeno que también comienza a tomar fuerza en América Latina, como lo demuestra un reportaje de La Tercera sobre Chile. Pero este fenómeno no es nuevo y los ejemplos abundan. Durante la epidemia de peste bubónica que afectó a varias ciudades portuarias entre 1900-1905, los chinos fueron señalados como responsables de causar la propagación de las epidemias.

 En el caso de San Francisco (California), las autoridades políticas y de salud señalaron que el barrio chino de la ciudad era una fuente recurrente de enfermedades y epidemias, tanto por la forma de vida como por la condición racial de sus habitantes, a quienes consideraban menos civilizados que los europeos y los inmigrantes ‘blancos’. A inicios de 1900, surgieron las primeras noticias de posibles enfermos contagiados por peste bubónica en el barrio chino. Pese a no existir una verificación definitiva, la oficina de salud de la ciudad de San Francisco decidió implementar un cordón sanitario alrededor del barrio chino, segregando a dicha comunidad del resto de la ciudad tan solo en base a prejuicios raciales. La prensa no tardó en caricaturizar dicha situación discriminatoria. (Ver imagen que abre el presente artículo).

A lo largo de su historia, Perú no ha estado ajeno a la asociación entre epidemia y xenofobia. A través del ejemplo de la epidemia de fiebre amarilla (1868) y la peste bubónica (1903) podemos observar cómo las autoridades y la población local han responsabilizado a ciertos grupos de la población de expandir enfermedades en el país.

 Según las crónicas médicas, el verano de 1868 fue uno de los peores que los limeños tuvieran recuerdo. Durante ese año, los rumores que hace meses circulaban en la ciudad sobre la llegada de una gran epidemia de fiebre amarilla proveniente desde Guayaquil se hicieron realidad. En un par de meses, más de 10,000 limeños (casi el 10% de la población) sufrió de vómito negro y otros síntomas asociados a la fiebre amarilla. Una enfermedad que hoy sabemos es transmitida por el mosquito aedes aegypti, pero que en esos años se creía se transmitía por el aire.  El shock que ocasionó el contagio masivo de la epidemia permitió que las instituciones de salud implementaran medidas a las que normalmente los habitantes se rehusarían, como las visitas domiciliarias. Sin embargo, la epidemia no sólo permitió el avance de la ciencia y la medicina al interior de las casas de los habitantes de Lima y El Callao, sino que visibilizó el prejuicio contra los inmigrantes chinos que habían comenzado a llegar al Perú desde 1849.

 Entre las muchas medidas que llevaron a cabo las autoridades de ese entonces fue la prohibición que en el puerto de El Callao desembarcaran chinos, pese a que muchos de estos barcos habían pasado ya los controles sanitarios correspondientes y no existía evidencia de contagio. Además de la prohibición de desembarco, el Capitán de Puerto obligó a todos los chinos a hacer cuarentena en la Isla de San Lorenzo, pues su sola condición de chinos significaba una serie de prejuicios en materia de salud pública. Existía un discurso que iba tomando forma respecto a la necesidad de prohibir la inmigración china al país, culpando a estos inmigrantes de traer al país enfermedades, vicios y degradación física.

 Las acusaciones contra los chinos tomarían fuerza las siguientes décadas. La epidemia de peste bubónica que se inició en 1903 reveló nuevamente los prejuicios raciales hacia la población china. Poco después de conocerse los primeros casos de personas contagiadas, las autoridades de salud peruanas comenzaron a referirse a la enfermedad como “el flagelo asiático”, perpetuando en el imaginario la responsabilidad de “los amarillos” en la expansión de la enfermedad. Como señala Marcos Cueto, en muchas localidades se creyó que el inicio de la peste se debía a los chinos, a pesar de la evidencia clínica presentada por médicos de la Facultad de Medicina de la UNMSM que indicaba lo contrario. Por esta razón, y al igual que en 1868, varias localidades decidieron realizar “cuarentenas preventivas” contra los chinos, como sucedió en Pacasmayo.

Poco después de conocerse los primeros casos de personas contagiadas de peste bubónica, las autoridades de salud peruanas comenzaron a referirse a la enfermedad como “el flagelo asiático”, perpetuando en el imaginario la responsabilidad de “los amarillos” en la expansión de la enfermedad.

Las autoridades de salud reforzaron el discurso anti- chino durante la epidemia. Este se replicó a la población en general y llevó incluso a que miembros de la comunidad china sufrieran ataques físicos y verbales. En 1905, el Inspector de Higiene de Lima, el doctor Juan B. Agnoli, elaboró un informe donde señalaba que el “paciente cero” de la epidemia era el cocinero chino Manuel Hubí, residente en Lima y trabajador de El Callao, información que no era veraz, según informes de médicos de la Facultad de Medicina de la UNMSM. En este informe, el Inspector arremetió contra los habitantes del llamado Barrio chino. Agnoli informó a las autoridades que “las zonas habitadas por la colonia china en las calles de Hoyos, Albaquitas y Capón” eran las más afectadas por la epidemia. Esta información resulta particularmente interesante si consideramos que en la calle Capón residían 471 habitantes, pero según la estadística entregada por Agnoli solo 29 chinos habían enfermado, un número bastante menor a los 211 indígenas contagiados. Según el Inspector de Higiene, la mayor tasa de mortalidad recaía en los “amarillos” y se explicaba por las condiciones de vida “de aquellos infelices […], con su absoluto desconocimiento de toda higiene, con su abuso de tóxicos”, y que a diferencia de los “blancos”, que presentaban la menor mortalidad, estaban “mal alimentados, vivían aglomerados, no cuidaban de su aseo personal ni acudían al médico en caso de enfermedad”. Pese a la evidencia científica, los chinos residentes en Lima continuaron siendo responsabilizados de la propagación de la enfermedad en la ciudad y el país, y fueron objeto de ataques y escrutinio por parte de los organismos de salud.

 La historia de las epidemias en Perú nos demuestra la estrecha conexión entre enfermedad y discriminación, siendo la población de orígen chino uno de los grupos que más ha sufrido esta asociación y que el Covid-19 ha puesto nuevamente en evidencia. Durante los últimos brotes epidémicos al racismo se ha incorporado un componente de clase. Hasta hace poco los pobres eran responsabilizados por propagar enfermedades, como sucedió durante la epidemia de cólera de 1991, donde varios sectores no dudaron en señalar que el cólera era la enfermedad de la “mugre” y los “cochinos”, estigmatizando a sus víctimas y sin ahondar en las condiciones médico-sociales responsables de propagar epidemias. Hoy, los responsables son en cambio los “pitucos” o la clase alta, quienes han viajado durante sus vacaciones a Europa, Asia y han traído el virus al país.

Esperemos que el aumento de casos, el desgaste físico y mental del encierro no conlleve un aumento de la violencia hacia los contagiados sin importar su nacionalidad o grupo social. La responsabilidad es individual, pero también colectiva. La “caza de brujas” no contribuye a frenar la epidemia, como la historia nos ha enseñado.

*Este artículo se basa en los siguientes trabajos: Patricia Palma. “Sanadores inesperados: medicina china en la era de migración global (Lima y California, 1850-1930)”; http://www.scielo.br/pdf/hcsm/v25n1/0104-5970-hcsm-25-01-0013.pdf y Patricia Palma & José Ragas. “Enclaves sanitarios: higiene, epidemias y salud en el Barrio chino de Lima, 1880-1910” http://www.scielo.org.co/pdf/achsc/v45n1/0120-2456-achsc-45-01-00159.pdf

 Para conocer más sobre este tema, recomiendo estas lecturas:

 “Trump’s ‘Chinese’ Virus Is Part of a Long History of Blaming Other Countries for Disease”, Time (EEUU), 20 de marzo de 2020. https://time.com/5807376/virus-name-foreign-history/

 “Xenofobia en tiempos de crisis”, La Tercera (Chile), 22 de marzo de 2020.

https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/xenofobia-en-tiempos-de-crisis-me-escupieron-porque-pensaban-que-tenia-coronavirus/2XBVYQUBT5AIFLSAIFEGKXNUBI/?fbclid=IwAR09ylJo_Kei8nUf3V6L3D2B4RIeMhVTS9FQNq7OtiR8mt4Udd6ISVeWck8

 Jorge Lossio. Acequias y gallinazos: salud ambiental en Lima del siglo XIX (Lima: IEP, 2002) disponible: http://repositorio.iep.org.pe/bitstream/IEP/570/2/lossio_acequiasygallinazos.pdf

 Marcos Cueto. El Regreso de las Epidemias. Salud y Sociedad en el Perú del siglo XX (Lima: IEP, 1997)

https://www.researchgate.net/publication/304716714_El_regreso_de_las_epidemias_Salud_y_sociedad_en_el_Peru_del_siglo_XX

 Sally Inga y Carlos Carcelén. “La epidemia de fiebre amarilla en el puerto del Callao durante 1868” https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/espiral/article/view/17141

Sobre el autor o autora

Patricia Palma
Licenciada en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile, y doctora en Historia de América Latina por la Universidad de California, Davis.Actualmente se desempeña como investigadora en el Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas de la Universidad de Tarapacá (Chile). Sus intereses de investigación incluyen salud y migración, salud mental y medicina alternativa y complementaria (CAM/TM) en Perú y América Latina. Recientemente ha publicado “George Deacon and the circulation of homeopathic therapies in Lima (1880-1915)” y “Desenmascarando a los impostores: Los médicos profesionales y su lucha contra los falsos médicos en Perú” con José Ragas.

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