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Imagen de libro “Manual de codicia”Comencemos por recordar que en el Mundo funcionan dos tipos de capitalismo: el capitalismo privado y el capitalismo de Estado. El primero es el de la explotación del hombre por el hombre; el segundo, el de la explotación del hombre por el Estado. Ninguno de los dos debiera ser admitido por los hombres libres. Por supuesto, nada hay perfecto sobre la Tierra, sin embargo, el sistema que más ha demostrado tener un rostro humano y que además ha propiciado desarrollo, es el de la social-democracia, que ha prevalecido en Europa. Es aquel sistema ejemplar que ha proporcionado estabilidad social, económica, cultural y sobre todo calidad democrática, en las sociedades avanzadas en las que rige sus destinos.
El viejo continente es el escenario donde se practica, en mayor escala, tal tipo de sistema político. Los países escandinavos: Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia, son los líderes del sistema de la democracia social, no por nada, se hallan entre los principales países más desarrollados del mundo. Tal vez por ese camino transitan Costa Rica, el país que se despojó del ejército y Uruguay, la tierra de Artigas, una ejemplar democracia. En aquellas sociedades no tienen lugar ni los fanáticos totalitarios del capitalismo de Estado, ni los insensibles desalmados del capitalismo privado, a los que sólo les interesa acumular riqueza material, explotar sin tasa ni medida y robarle al erario, contando para todo eso, con fámulos en el Palacio de Gobierno y en las instituciones claves de la sociedad.
En medios como el del Perú, donde prima la más nítida expresión del desprecio por el ser humano, espanta hablar de democracia socialcporque los caciques y sátrapas, herederos de la explotación criolla, los sin alma, son los que como Nerón, gozan al ver sangrar a miles de seres humano sumidos en la más catastrófica inopia, que no les conmueve. Ni siquiera les importa el estado de excepción, de emergencia o de cuarentena, generada por el coronavirus, porque ellos disponen de paradisíacas mansiones, instaladas en zonas exclusivas, donde no tienen nada que extrañar, y están mejor dentro que en el exterior, porque cuentan con espacios, terrazas, piscinas, gimnasios, bosques, jardines, bares, almacenes, y una inexpugnable privacidad, de mucho más difícil acceso para terceros, muy similar a los tradicionales territorios de los sistemas prohibidos e inexpugnables.
El espantoso corona virus ha servido, a modo de una radiografía, para retratar la dimensión de la calaña y despotismo de los inescrupulosos, usufructuarios, representantes del capitalismo privado, que gozan con el dolor ajeno. Son los insensibles emisarios del desprecio, son los intocables dueños de poderosas y especuladoras empresas de toda índole, como aquellas encargadas de las pensiones de los trabajadores y de su salud, y que simulando falencia económica, ya recurrieron al BCR, para arrancarle 800 millones de dólares, en tanto sus esclavizados sostenedores, los trabajadores deben luchar para poder retirar algún pequeño porcentaje de los depósitos que son suyos. Son los indolentes, practicantes de la explotación y del sadismo, engendros de aquel outsider, que incursionó en la política criolla peruana, en 1990, tenebroso ejemplar que se burló del país, y que felizmente, por lo menos se halla de prisionero, -aunque en una prisión dorada- fiel y buen alumno de aquel tirano chileno, asesino y ladrón profesional, de apellido Pinochet, que para favorecer a sus aláteres, inventó las ADP, ONP y EPS, trasplantadas al Perú para desgracia de millones de trabajadores que perdieron la soga y la cabra.
El capitalismo privado es inconmensurable, igualmente lo es el capitalismo de Estado, ambos son negativos. Parecería que entre ellos se practicara una suerte de competencia, para ver quien explota y mata más. No son de la misma camada, son enemigos entre sí, con ponzoñas diferentes, pero igualmente letales. La diferencia consiste en que el capitalismo de Estado o totalitarismo se impone por la violencia y la sangre, en cambio, el capitalismo privado con manos de seda, cuenta con sirvientes que le despejan la senda por donde caminan sobre la base del soborno, de la sumisión de politicastros aceitados con pitanzas y convertidos en una especie de amaestrados cancerberos. Este segundo caso, es el que oprime hoy al país. La incapacidad y pintoresca conducta del huésped de Palacio no les incomoda a los capitostes del mercado, al contrario, les ha caído como anillo al dedo y darían todo por tenerlo siempre por los siglos de los siglos.
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