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Crédito de imagen: Europapress.esCuatro meses después del inicio de la pandemia del Covid-19, constatamos una recomposición general del orden político mundial que tendrá consecuencias importantes en los años venideros. Aun cuando sea algo temprano analizar las transformaciones geopolíticas en ciernes — porque no sabemos el tiempo que va a durar esta crisis sanitaria, ni su magnitud, ni la manera en que será superada —, es posible plantear algunas tendencias de orden general. Estas se ordenan alrededor de cuatro factores centrales: (1) la transformación del orden bipolar a partir de la caída del bloque comunista en 1989; (2) el desorden multipolar y la debilidad de la Organización de Naciones Unidas [ONU]; (3) la emergencia del poderío económico de China, sus ambiciones de volverse la primera potencia mundial, y su guerra comercial con Estados Unidos; y finalmente (4) la desunión y la crisis actual de la Unión europea.
En ese nuevo contexto geopolítico, Rusia ha perdido su antiguo poderío y se encuentra aislada, aunque sigue siendo protegida por la China. Los grandes países emergentes, India y Brasil, se encuentran replegados en sus fronteras por sus gobiernos nacionalistas y autoritarios. América Latina se encuentra también aislada, aunque siempre en la órbita de los Estados Unidos y sin ninguna instancia supranacional de coordinación independiente. Como en el caso de otras pandemias históricas [la peste en el siglo XIV, la gripe española de 1918-19[1]], la reorganización geopolítica actual revela que esta pandemia de Covid-19 conduce a los gobiernos a tener que escoger entre dos alternativas extremas: proteger la salud de la población o retomar la economía. Hoy como ayer, las modalidades de aplicación de esas alternativas están asociadas al tipo de gestión política adoptada en el marco de la economía capitalista a la que adhieren todos los Estados-naciones: los regímenes autoritarios y los regímenes democráticos. China, el país dictatorial donde empezó la pandemia, y la mayoría de países del mundo [salvo la administración federal de Estados Unidos y de Brasil] han escogido privilegiar la salud y han tomado las mismas medidas adoptadas desde el siglo XIV: el aislamiento social para frenar (no impedir) los contagios y reducir la presión de los hospitales. Es una decisión inédita en la historia humana.
Sin embargo, hay que reiterar que el aislamiento, que implica el abandono de la mayoría de sectores económicos, es una norma muy difícil de concretizar pues depende del nivel económico de los países y de las clases sociales. Los países del Norte y las clases medias y altas están afrontando el aislamiento en mejores condiciones que los países del Sur y las clases trabajadoras del Norte y del Sur donde son muy numerosas (más del 60% de la población). En efecto, los países subdesarrollados de América Latina, África y Asia están afrontando esta crisis sanitaria en situación muy precaria. El subdesarrollo está asociado a sus economías centradas sobre la exportación de materias primas; en coyunturas de crisis como la que vivimos los precios de éstas bajan, causando el deterioro general de la economía y del nivel de vida de las mayorías. Actualmente, el comercio a larga distancia está prácticamente detenido, por lo cual la situación económica de América Latina y de África es muy crítica y, por desgracia, el nivel de empobrecimiento aumentará. En efecto, el empobrecimiento en América Latina ya era preocupante en 2019 pues según la CEPAL[2] aumentó a 30,8%; el Perú tiene 16% de pobres, entre los cuales 3,7% de pobres extremos. La gran mayoría de latinoamericanos (76,8%) pertenece a los estratos de ingresos bajos o medios-bajos; en cambio la riqueza de los estratos de ingresos altos ha aumentado a 3%. Estos índices explicitan la gran desigualdad social de nuestro continente y el bajo nivel de desarrollo que seguimos teniendo. Los países que están en peor situación económica son los que han gastado menos en el campo social. La situación se va agravar a corto plazo, la CEPAL estima que la caída será de
-5,3% en 2020. Esperemos que los gobiernos puedan tomar medidas urgentes para afrontar la calamidad socioeconómica anunciada y empezar las reformas sociales urgentes, respetando los imperativos medioambientales pues el calentamiento global continua a deteriorar la situación de la humanidad.
En este texto trataré de explicitar los factores que entran en juego en la recomposición del orden político mundial (en el cual América latina no tienen ningún rol), recordando algunos hechos históricos y algunas decisiones coyunturales y teniendo en cuenta que la geopolítica mundial se ordena alrededor de la evolución de la pandemia del Covid-19.
La transformación del orden bipolar a partir de la caída del bloque comunista en 1989
Antes de la pandemia, ya se sabía que el orden internacional que regía bajo el liderazgo de los Estados Unidos después la Segunda Guerra mundial [1945], no era adaptado al siglo XXI. El fin de la guerra fría, la desaparición de la URSS y la ascensión de China en tanto nueva potencia mundial han desestabilizado la balanza de poder político y económico que tenía como base la dualidad norteamericano/soviética. Después de la caída del orden bipolar, a partir de 1989, se ha instalado progresivamente un orden multipolar bajo el liderazgo de la otrora primera potencia mundial, los Estados Unidos. Este orden más o menos estable y bastante maltrecho desde hace 30 años, ha sido brutalmente sacudido en primer lugar por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2016 y ahora por la pandemia del Covid-19, y por el nuevo rol político y sanitario de China, donde, no por casualidad, empezó esta nueva plaga mundial.
Recordemos que las pandemias son el resultado de la actividad humana nefasta contra el medio ambiente y China es uno de los países más contaminados del mundo a causa de la desforestación indiscriminada y de la industrialización exagerada que practican; además hasta febrero de 2020 se permitía la caza y el consumo de animales salvajes que son portadores de virus mortales para los seres humanos. Por lo cual, no debe extrañarnos que China haya estado al origen del Covid-19, como en 2002-2003 estuvo al origen del SRAS, otra zoonosis de origen animal. Según los científicos, el nuevo coronavirus fue transmitido en 2019 por los murciélagos a los pangolines y/o a las civetas en el mercado de Wuhan [ver Villasante, El coronavirus y su expansión internacional].
Como sabemos, el derrumbe del comunismo empezó simbólicamente con la destrucción del Muro de Berlín en noviembre en 1989, y la primera consecuencia fue la reunificación de Alemania. En 1991, la Primera Guerra del Golfo afirmó el poderío de Estados Unidos y de sus aliados, al menos durante un tiempo. La URSS empezó su proceso de deconstrucción en 1991 a partir de las reformas introducidas por Mikhail Gorbachov desde que se instaló en el poder en marzo de 1985. La tímida liberalización del sistema autoritario y dictatorial de Moscú fue suficiente para acelerar el proceso de independencia de la mayoría de repúblicas de la URSS en agosto de 1991. El 8 de diciembre, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia crearon una Comunidad de Estados Independientes (CEI); y el 25 de diciembre Gorbachov renunció a la presidencia de una URSS que ya no existía. Desde ese periodo, la guerra fría entre el Este-comunista y el Oeste-demócrata desapareció y se afirmaron el capitalismo liberal y la mundialización. Aparecieron también entidades regionales que contrabalanceaban la “pax americana”, pero que eran incapaces de frenar los violentos conflictos que emergieron en Ruanda, Argelia, Medio Oriente y Yugoslavia. Esas guerras fueron locales y ya no tenían lazos con el mundo bipolar (Enciclopedia Universalis).
En 1989, cuando el Muro de Berlín era destruido, el control dictatorial del Partido Comunista Chino (PCC) fue también cuestionado vigorosamente a través del movimiento de jóvenes universitarios, intelectuales y obreros que manifestaron en la Plaza Tian’anmen de Pekín, denunciando la corrupción y exigiendo reformas políticas democráticas. Este movimiento social, el más importante después de la Revolución cultural de 1966 [que produjo entre 20 y 50 millones de muertos], se extendió a Shanghái y a otras grandes ciudades. El gobierno, dirigido por Deng Xiaoping, ordenó la represión brutal del movimiento contra la dictadura china, se instauró la ley marcial y se hizo intervenir al Ejército en junio de 1989. Se estima que la represión sangrienta produjo entre 7 mil (OTAN) y 10 mil (Estados Unidos, Reino Unido) víctimas civiles. Los dirigentes favorables fueron puestos en residencia vigilada, en particular el secretario general del PCC, Zhao Ziyang. Todas las reformas en curso fueron paralizadas, se expulsaron a los periodistas extranjeros y la represión brutal fue duramente criticada a nivel internacional. En 1992, el Consejo de seguridad de la ONU adoptó sanciones económicas y un embargo de venta de armas a China. Sin embargo, el gobierno chino pudo continuar su política de desarrollo de la economía de mercado y de control total de la población. Durante los años 1990, el alto nivel de crecimiento económico permitió hacer “olvidar” la brutal represión del movimiento pro democrático de la Plaza Tian’anmen; la consigna general era “hay que enriquecerse”. Sin embargo, la protesta social no se ha terminado, en 2009 muchas asociaciones y personalidades chinas reclamaron una encuesta oficial en el 20° aniversario del movimiento, pero el gobierno respondió bloqueando las redes sociales y las publicaciones extranjeras sobre este tema; la tendencia se reproduce hasta el presente (Le Monde y Wikipedia). Desde 1949, China fue y sigue siendo un país dictatorial y represivo.
El desorden multipolar y la debilidad de la Organización de Naciones Unidas
La pandemia del Covid-19 ha demostrado fehacientemente que no existe ninguna instancia internacional que coordine en modo coherente la respuesta mundial, tanto a nivel sanitario, como a nivel económico y político. El secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, fue uno de los primeros que habló de “estado de guerra” ante el nuevo virus, sin provocar ninguna reacción notoria, su palabra es recibida con gran indiferencia. Lejos de suscitar un esfuerzo internacional de envergadura, como sucedió luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001 en Estados Unidos, el Covid-19 ha provocado solamente medidas nacionales en los Estados afectados y algunas iniciativas de apoyo de la ONU, del FMI y del Banco Mundial.
Actualmente, la ONU brilla por su ausencia y sólo continua algunas operaciones de mantenimiento de la paz y ayuda humanitaria en países en guerra, como Siria. Para ser efectivas, las medidas de la ONU deben ser enmarcadas en el campo del “estado de guerra”, en este caso sanitaria, como se hizo con el virus del Ebola y del SIDA. Algunas resoluciones habrían permitido al Consejo de seguridad actuar de concierto sobre la base de los RETEX (retornos de experiencias) para anticipar la propagación del Covid-19. Pero en vez de ello, la ONU demuestra nuevamente su decadencia y su incapacidad para adaptarse a las nuevas amenazas mundiales: ciber guerras, terrorismo internacional y crisis sanitarias globales.
El declive del multilateralismo se ha afirmado desde la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016 pues para este lamentable personaje la ONU representa una instancia de control exterior que se opone a la “soberanía” de los Estados Unidos y a su lema ultra nacionalista “America primero”. Las otras potencias han actuado en modo similar, cada una por su lado y priorizando sus propios intereses (Marianne del 15 de abril[3]).

Otra falla mayor de la Organización Mundial de Salud [OMS], instancia sanitaria de la ONU, fue la alerta tardía de la aparición del Covid-19 en China. El 23 de enero una petición internacional a la ONU pidiendo la renuncia del director de la OMS, etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha recogido mas de un millón de firmas[4]. ¿Por qué la OMS ha actuado de esa manera irresponsable? Porque se encontraba bajo la influencia de China. En efecto, en 2007, la China apoyó la elección de Margaret Chan, de Hong Kong entre 2007 y en 2017 sostuvo la elección de Tedros Adhanom Ghebreyesus. En ese marco, la rivalidad comercial entre la China y Estados Unidos se ha exacerbado alrededor de acusaciones mutuas sobre el origen del nuevo coronavirus. La administración de Trump acusa a Pekín de haberlo creado en un laboratorio, y China responde que ha sido una creación de laboratorios militares norteamericanos. Excedido por este conflicto, el 14 de abril Trump decidió congelar la contribución financiera que su país aportaba a la OMS, cerca de 400 millones de dólares anuales (BBC Mundo del 14 de abril[5]).
La ascensión política de China ha desestabilizado totalmente lo poco que quedaba del sistema multilateral de la ONU. El Consejo de Seguridad, formado por cinco potencias mundiales está bloqueado a causa de la profunda división de los regímenes políticos totalmente opuestos. China y Rusia, países autoritarios ex comunistas, se oponen a los otros miembros democráticos de este Consejo: Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. Estos tres países eran aliados desde 1945, pero desde que Trump llegó al poder se opone sistemáticamente, y a menudo incivilmente, a Francia y Europa en general, a Rusia y sobre todo a la China. Además, Trump ha acusado a China y a Rusia de coordinar la desinformación sobre su campaña presidencial, y ha bloqueado una resolución liderada por Francia, Rusia y Túnez para un cese del fuego en los territorios en guerra (Siria, Yemen, Irak y Afganistán, donde ha reaparecido el grupo terrorista Estado Islámico). En fin, el 10 de mayo, el ex presidente Barak Obama ha declarado que la gestión de la pandemia por Trump es “un desastre caótico total” (BBC Mundo del 10 de mayo[6]).
La emergencia del poderío económico de China y su guerra comercial con Estados Unidos
Las ambiciones de Xi Jinping, que asumió la presidencia de China en 2013 son muy claras, él ha declarado que quiere remplazar el poderío económico y militar de Estados Unidos en 2050, el centenario de la “revolución popular china”. Para lograr ese objetivo, desarrolla una política expansionista en Asia y en el resto del mundo y, gracias al alto nivel de crecimiento de los últimos 20 años, China produce y vende mercancías a todos los Estados, a precios muy bajos, y al mismo tiempo invierte y compra mercancías indispensables para su inmensa sociedad de más de 1,4 mil millones de personas: productos mineros y agropecuarios.
China se volvió capitalista hace cuarenta años. En efecto, en 1978, el Partido Comunista Chino lanzó una gran reforma económica, hacia la liberalización capitalista, bajo la dirección del secretario general Deng Xiaoping. La política maoísta de la autarquía fue abandonada para privilegiar el comercio mundial, las inversiones extranjeras, y la creación de zonas económicas especiales. Entre las consignas de la época se decía: “Hay que volverse rico pronto”, “volverse rico es glorioso”. La industrialización moderna y agrícola fue privilegiada, sin tener en cuenta ningún marco ecológico. Entre 1978 y 2005 el PIB de China aumentó en 9% par año en promedio. En pocos años China se convirtió en una potencia económica importante y, gracias a su peso demográfico enorme, el principal país exportador de mercancías al mundo entero. América Latina y África son considerados los graneros de China y este país desarrolla una estrategia muy agresiva de intercambios comerciales y de influencia política.
La China es el primer socio comercial del Perú y ello crea una dependencia económica importante. Nuestra economía está ligada a los intercambios de mercaderías manufacturadas chinas (que dañan la industria nacional), contra nuestros recursos naturales, y la disminución del comercio mundial tendrá efectos directos sobre nuestra economía que va a contraerse. No obstante, si los empresarios peruanos reorganizan sus actividades en modo coherente, pensando en el país y no sólo en sus ganancias, esta transformación puede ser muy benéfica para afirmar nuestra independencia productiva, innovando en la fabricación de bienes de consumo de base, y creando miles de nuevos puestos de trabajo.
¿Cuáles son las características del poderío económico de China?
Un informe reciente del Instituto francés de relaciones internacionales (IFRI 2019[7]) aporta precisiones interesantes. Actualmente, China emerge como una potencia económica mayor, pero desarrolla una estrategia coherente para afirmarse como la más grande potencia mundial en todos los ámbitos, militar, diplomático, político e ideológico. China quiere erigirse en modelo de desarrollo y de gobierno nacional, pero también pretende realizar una restructuración de la gobernanza mundial. Luego del debilitamiento de las antiguas potencias — Reino Unido en el siglo XIX, Estados Unidos en el siglo XX —, China proyecta ser la potencia dominante del siglo XXI.

Es evidente que la apertura al liberalismo y al capitalismo iniciada en 1978 por Deng Xiaoping — un hecho que pasó desapercibido para los militantes iletrados de Sendero Luminoso que creían que China seguía siendo un faro comunista gobernado por Mao Zedong —, ha contribuido al poderío económico chino. Pero los especialistas reconocen que su excelente resistencia a la crisis de 2008-2009 ha colocado el país más poblado del mundo en segunda posición mundial, después de Estados Unidos. En el campo económico el modelo de crecimiento ya no se basa sobre las exportaciones, como en los países del Tercer Mundo, sino en el consumo interno, la innovación y un mejor uso de recursos financieros internos. En el ámbito militar, el Ejército se ha modernizado, se promueve la integración civilo-militar. La modernización tecnológica incluye inversiones masivas en la investigación científica en las universidades e institutos especializados para promover la Inteligencia Artificial (IA) y los Big data, esenciales en el futuro tecnológico, y la exploración del espacio. El poderío diplomático se refuerza con el aumento de representaciones en el extranjero, y con la participación en múltiples redes de cooperación bilateral y multilateral.
Esas estrategias han suscitado fuertes reticencias y oposiciones abiertas de los Estados Unidos y de Europa. Pero si es evidente que existe una competición tecnológica, institucional y económica, el fondo del conflicto es ideológico y político pues China, las otras potencias occidentales y el resto del mundo tienen visiones opuestas sobre el rol del Estado en la economía, la sociedad y los derechos humanos de las personas consideradas libres y autónomas. Como noté en la introducción, se trata de dos tipos de gobierno opuestos; para los dirigentes chinos, que siguen llamándose “comunistas”, la dictadura autoritaria es superior a la democracia y a los derechos humanos, y el “desarrollo social” adquirido en los últimos años son una “prueba” de la pertinencia de esta posición. Sin embargo, la apertura del país al capitalismo ha provocado la emergencia de profundas desigualdades sociales entre las clases populares y las nuevas clases ricas; y también ha provocado la afirmación de una demanda social por un cambio radical de régimen, hacia la democracia, la libertad individual y los derechos humanos.
¿Cuál es la situación de la guerra comercial?
Hasta antes de la pandemia, el crecimiento económico habría podido favorecer la continuación de las políticas autoritarias y capitalistas de China; pero después del Covid-19 la situación ha cambiado. La recesión mundial y la disminución del crecimiento chino ponen en gran dificultad los objetivos de Xi Jinping. Podemos incluso plantear la hipótesis que será muy difícil conservar el autoritarismo y la represión en un contexto de empobrecimiento general, y que una ola de protestas sociales podría comenzar nuevamente para instalarse durante varios años. ¿Hacia donde podría entonces dirigirse la China? El desarrollo de movimientos sociales que reclaman la democracia y el fin de la “dictadura del proletariado” dependerá en gran medida de los apoyos que pueden ofrecer los Chinos de la diáspora y los países occidentales.
El poderío de China en tanto “fábrica del mundo” ha suscitado conflictos comerciales con el resto de potencias mundiales, sobre todo con Estados Unidos; esta situación ha empeorado desde 2016, cuando aparecieron informes sobre las pérdidas financieras importantes para ese país y para la Unión Europea. China es el primer exportador del planeta desde 2009 y la primera economía mundial desde 2014. Durante la campaña presidencial de 2016, Trump denunció la relación asimétrica entre su país y la China que él acusa de “robar”. En 2018, la balanza comercial era muy deficitaria para los Estados Unidos (China exportó 558 mil millones de dólares hacia los Estados Unidos, y éstos exportaron sólo 178 mil millones de dólares hacia China). En realidad, China no respeta las normas comerciales internacionales fijadas por la Organización Mundial de comercio (OMC), practica el dumping [vende bienes baratos para ganar partes del mercado], desde 2001 los Estados Unidos han depositado 34 denuncias contra China ante la OMC; y la UE ha depositado 8 denuncias. Las empresas extranjeras pueden invertir en China a condición de realizar una transferencia de todas sus tecnologías. De ese modo, China busca apropiarse de las nuevas tecnologías y sacar brevetes que puede incluso vender a terceros. Para los dirigentes chinos se trata, en fin de cuentas, de reemplazar todas las economías hight-tech del mundo.
Desde marzo de 2018, la guerra comercial se ha organizado alrededor de los impuestos de aduana. En Estados Unidos, las importaciones de acero han aumentado en 25% y las de aluminio en 10%, y 1,300 productos chinos fueron gravados. En represalia, China aumentó entre 16% y 25% de impuestos de 128 productos norteamericanos. Sin poder entrar en los detalles de esta guerra de impuestos, notemos que China ha sufrido a causa de la devaluación de su moneda y que las empresas norteamericanas importadoras de bienes chinos (acero y aluminio sobre todo) han anunciado pérdidas importantes en sus actividades. La Unión Europea ha sufrido también de los efectos negativos de esa guerra comercial (FranceInfo del 11 de agosto de 2019[8]).
A inicios del mes de mayo, la guerra comercial se concentró sobre las críticas mutuas sobre la emergencia de la pandemia y su gestión. Trump acusaba a China de haber creado el virus en un laboratorio de Wuhan, lo cual era calificado de “demente” por los Chinos, que además acusaban a los militares norteamericanos de haberlo creado para hacerles daño. Además, China se vanagloria de haber podido detener la pandemia en su territorio, con un número reducido de muertos, gracias a la aplicación de medidas de aislamiento propias a su régimen autoritario. Una situación que es bien distinta en Estados Unidos y en varios países europeos, donde se encuentran los epicentros del Covid-19. Sin embargo, los dos países han retomado sus acuerdos iniciados en enero de 2020. Los Estados Unidos se han comprometido a no aumentar más los impuestos de aduana, y China se ha comprometido a aumentar en 200 mil millones de dólares las importaciones de productos norteamericanos. No obstante, la recesión actual puede cambiar las cosas pues la caída de la demanda en Estados Unidos y en Europa va a reducir las exportaciones chinas; e, inversamente, la exportación de bienes norteamericanos ha bajado mucho y probablemente no se podrá respetar el acuerdo establecido (La Tribune del 8 de mayo[9]).
Las elecciones presidenciales de noviembre están directamente asociadas a este enfrentamiento entre Estados Unidos y China (ver BBC Mundo, 3 de mayo[10]). El 14 de mayo, Trump ha reiterado que la pandemia es de entera responsabilidad de China que no alertó al mundo de inmediato, y, por primera vez, ha evocado la posibilidad de romper relaciones diplomáticas con ese país. es evidente que se trata de declaraciones electoralistas, pero han suscitado mucha preocupación por lo insensato del contenido en una coyuntura mundial sumamente preocupante (L’Obs del 14 de mayo, New York Yimes del 16 de mayo[11]).
La desunión y la crisis actual de la Unión europea
La mayoría de los 27 países de la Unión Europea han adoptado medidas de aislamiento para proteger a sus naciones [salvo Suecia, Reino Unido, Países Bajos] y ha habido bastante apoyo sanitario entre Estados vecinos para atender a los enfermos; sin embargo, la UE no ha sabido afrontar la pandemia coordinando su solidaridad sanitaria y económica con los Estados más afectados, Italia y España. Durante el mes de marzo, lo que ha primado ha sido el egoísmo estatal y el retorno de las fronteras del espacio Schengen, pilar del mercado único. Pero el 2 de abril, la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, ha pedido perdón a Italia por haber tardado en ofrecer el apoyo necesario ante la crisis del Covid-19 y ha anunciado la disponibilidad de 100 mil millones de euros para los países mas afectados. Leyen ha reconocido también la fractura importante que se estaba manifestando entre los países del Sur (sobre todo Italia y España, apoyados por Francia), y los países del Norte (Alemania, Austria y Países Bajos) que se negaban a mutualizar la deuda para afrontar esta grave crisis (Huffpost del 2 de abril). Las cosas han mejorado desde entonces, como veremos en breve.

Europa cree todavía en el multilateralismo, el presidente Macron es uno de sus grandes defensores, junto con la canciller de Alemania Angela Merkel, pero ambos se dan cuenta de la dificultad de esta posición geopolítica en un mundo en crisis sanitaria y económica, sin dirigentes mundiales legítimos. Por otro lado, las relaciones bilaterales con Estados Unidos se han enfriado considerablemente desde que Trump llegó a la Casa Blanca, China pretende ocupar el lugar privilegiado que tenía Estados Unidos, pero Europa no confía en ella por sus muestras de opacidad constantes. Los Chinos no inspiran confianza a los dirigentes europeos. En fin, Rusia se encuentra algo aislada, Macron trata de mantener buenas relaciones con Putin para evitar que siga cometiendo errores y participando en conflictos internacionales, como lo ha hecho en Siria y en Libia; por su lado la UE mantiene relaciones comerciales basadas en su necesidad del gas ruso que está siendo construido a través el Mar Báltico en Alemania.
Joseph Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea, ha declarado que el orden mundial estaba muy dañado antes de la pandemia, “el multilateralismo estaba en dificultades porque Estados Unidos se retiro del enfoque multilateral, de los problemas mundiales. Ya desde ese tiempo el orden mundial ya no estaba acorde con la distribución real del poder que emergió al final de la Segunda Guerra Mundial. Ahora “vivimos en un mundo desordenado y necesitamos reconstruir un nuevo multilateralismo en el que la UE pueda desempeñar un papel importante.” Según Borrell, Europa está desempeñando un papel importante, un “soft power” [poder blando] en la lucha contra el coronavirus y está ayudando a África y América Latina, además de haber constituido un fondo de casi 8 mil millones de euros para financiar la investigación científica (Euronews, 11 de mayo[12]).
Pero la realidad es mucho más dura de lo que piensa Borrell. En efecto, a fines de marzo, el Primer Ministro italiano Giuseppe Conte, propuso a los países más afectados por la pandemia, reclamar al presidente del consejo de la UE, Charles Michel, “un instrumento común de deuda”, para permitir un financiamiento solidario de gastos de reconstrucción europea. Francia estuvo de acuerdo, pero para no recomenzar un enfrentamiento Norte/Sur, como durante la crisis del euro de 2009-2012, propuso aumentar el círculo a Irlanda, Luxemburgo, Bélgica, Eslovenia, que se sumaban a Italia, España, Portugal y Grecia. Se redactó entonces una carta de los “Nueve países europeos”. El 26 de marzo se reunió el Consejo europeo por videoconferencia en un clima de tensión muy fuerte. Los primeros ministros Pedro Sánchez (España) y Giuseppe Conte (Italia), rechazaron el proyecto de declaración común que no tomaba en cuenta la demanda de los “Nueve”. Ambos se opusieron con energía a Angela Merkel y a Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, que se negaron a mutualizar las deudas (los llamados coronabonds). Macron apoyó a Italia y a España, aun cuando ello implique un aprieto paralelo para la unidad franco-alemana, pilar de la diplomacia europea (Le Monde del 30 de abril[13]).
La evolución de la pandemia de Covid-19 y el nuevo orden mundial
Finalmente, el 9 de abril, los 27 países europeos han adoptado un acuerdo financiero para hacer frente a los efectos de la pandemia, creando un fondo de más de 500 mil millones de euros, repartido en tres ejes: el Mecanismo europeo de estabilidad (MES) o fondo de seguro de la zona euro (240 mil millones de euros), un fondo de garantía para las empresas (200 mil millones) y otro fondo para apoyar el desempleo parcial (100 mil millones de euros). Los “coronabonds” que deberían mutualizar las deudas no han sido evocados en el acuerdo pues es una línea roja que Berlín y La Haya se niegan a pasar por desconfianza hacia los países del Sur, considerados laxistas en su gestión económica (France24.com del 9 de abril). Además, el 8 de mayo, día de conmemoración de 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial, los 19 países de la zona euro se pusieron de acuerdo para solicitar al MES préstamos de urgencia que pueden llegar hasta el 2% del PIB para hacer frente a los efectos exclusivamente sanitarios de la pandemia (Le Monde el 9 de mayo). Desde que comenzó esta pandemia, la UE ha suspendido las reglas que normaban la ayuda de los Estados a las empresas, lo cual era imposible de imaginar antes.
La pandemia del Covid-19 ha traído como principal consecuencia un proceso de transformación total de las sociedades humanas, el hecho es inédito en la Historia contemporánea. A mediano y a largo plazo, es muy probable que no regresemos a la “normalidad” del ultra liberalismo, de la irresponsabilidad ecológica y social. Podemos incluso esperar (con optimismo) que el nuevo orden mundial post-coronavirus se reorganice alrededor de la ecología y de la revalorización de la vida humana como lo sugieren muchos filósofos y pensadores, que insisten también en la urgencia de la solidaridad global para afrontar esta crisis y evitar otras catástrofes futuras (ver Harari, 20 de marzo[14]). El hecho que la gran mayoría de Estados haya decidido privilegiar la protección de las vidas de los ciudadanos, ordenando el aislamiento social (donde ello es posible), y dejando en segundo lugar la economía, es un hecho positivo que va en esa dirección. Sin embargo, pasado el momento de crisis que hemos vivido hasta los meses de abril y de mayo, y una vez iniciado “el retorno al trabajo”, la concurrencia entre la salud y la economía aparece como el factor central de la metamorfosis en proceso y de la recomposición geopolítica mundial. Dos puntos merecen ser precisados.
• En primer lugar, los científicos consideran que el Covid-19 va a quedarse en el mundo hasta fines de 2021. Según un estudio predictivo de la Universidad de Minnesota (CIDRAP[15]), que toma en cuenta las pandemias precedentes, el Covid-19 debe durar entre 18 y 24 meses, tiempo necesario para que se desarrolle la inmunidad colectiva de la humanidad (60% a 70% de la población). A partir de los datos existentes, los científicos del CIDRAP han propuesto tres escenarios.
Escenario 1: la primera ola actual será seguida por varias olas más pequeñas a partir del mes de junio, durante un año o dos. La intensidad de esas olas dependerá de los países y del tipo de medidas adoptadas y respetadas por las poblaciones. La norma de aislamiento será actualizada y paralizada regularmente.
Escenario 2: después de la ola actual habrían dos olas: la primera ola, más grande que la actual, llegaría entre septiembre y diciembre de 2020; luego vendría otra ola de menor intensidad en 2021; o varias olas pequeñas. Las medidas de aislamiento deberán regresar sobre todo en setiembre-diciembre. Este modelo es similar al de la pandemia de “gripe española” de 1918-1919.
Escenario 3: la ola actual no sería seguida de otras olas pequeñas sino de una extinción lenta del virus. El Covid-19 infectaría a la humanidad de manera constante, sin seguir ningún esquema, ni picos epidémicos. Este modelo no necesitaría aislamientos sociales. La intensidad de la extinción del nuevo coronavirus podría variar en función de los continentes.
Teniendo en cuenta esos escenarios epidemiológicos, los científicos del CIDRAP sugieren: (1) que los gobiernos integren en sus políticas la idea que la pandemia va a durar cerca de dos años y las sociedades deben prepararse a retornos periódicos de la enfermedad; (2) las autoridades sanitarias deben prepararse al escenario n° 2 de olas sucesivas, el más difícil de controlar sobre todo sin una vacuna disponible; y (3) los gobiernos deben adoptar métodos concretos de protección del personal médico y prever planes coherentes para retomar las medidas de aislamiento si los picos de la enfermedad retornan. Precisemos que muchos laboratorios de Estados Unidos, Europa, China y de otros países, están buscando la vacuna, aunque se prevé que estará disponible solamente dentro de 18 meses.
• En segundo lugar, los gobiernos y las sociedades deben comprender que el “retorno al trabajo” no se hará como si nada hubiera sucedido y como si la pandemia no estuviera presente en el mundo durante largos meses. La “nueva normalidad” del periodo post-Covid-19 implica: (1) la restricción de la libre circulación de personas y de mercancías, y de la sociabilidad humana para tratar de protegernos de este virus y (2) un empobrecimiento general de la mayoría de la población mundial. Recordemos también que el Covid-19 puede ser benigno en 80% de casos y nocivo sólo en casos especiales (personas obesas y con otras patologías, mayores de 65-70 años, en particular los hombres que tienen una higiene de vida mediocre).
Reflexiones finales
• La reorganización del orden político mundial es totalmente dependiente de la evolución del Covid-19. Si todavía no sabemos cual será esta evolución, si seguirá los escenarios menos dolorosos de olas sucesivas, o el escenario de la lenta extinción del virus, podemos considerar desde ahora que tanto los gobiernos como las sociedades deben adaptarse rápidamente para proteger la vida humana y la naturaleza en general en los años venideros. El riesgo de extinción por esta pandemia y/o por el calentamiento climático es una realidad patente.
• El multilateralismo político representado por la ONU desde 1945, no pudo adaptarse nunca a los cambios mundiales consecutivos a la caída del bloque comunista, entre 1978 y 1989. El declive se profundizó desde que Trump llegó a la Casa Blanca en 2016, introduciendo un repliegue nacionalista (que se profundiza con la propaganda actual de los “supremacistas blancos”) y un abandono de los compromisos que los Estados Unidos habían aceptado en tanto primera potencia mundial. Desde diciembre de 2019, la pandemia del Covid-19 ha jugado el rol de revelador de esta situación de fracaso total del modelo de “unidad internacional” forjado para enfrentar peligros mundiales; antes eran las guerras, ahora se trata de una pandemia que pone en peligro el planeta entero.
• Actualmente se oponen tres grandes polos geopolíticos, representados por la China que pretende remplazar los Estados Unidos en su rol de primera potencia mundial; por los Estados Unidos que intentan oponerse a las pretensiones de China; y por la Unión Europea que trata de restructurarse pues se encuentra en grave peligro de disolución. Los países emergentes y aquellos en vías de desarrollo se alinean con estas potencias según su situación geográfica y su dependencia histórica.
• Las luchas geopolíticas están reorganizándose en función de la pandemia del Covid-19. Las potencias y los Estados deben afrontar una alternativa crucial que se resume a la disyuntiva siguiente: ¿debemos proteger las vidas humanas dejando de lado la economía, o debemos privilegiar la economía dejando de lado la salud y la vida de las poblaciones? Hay que destacar que la paralización de la economía mundial es un hecho inédito en la Historia contemporánea y que debemos tomar en cuenta este hecho en todo análisis del tema geopolítico. Desde el inicio de la pandemia, las respuestas políticas oponen autoritarismo y democracia. China, que ha disimulado la emergencia del Covid-19 esperando quizá ocultarlo, hace valer la superioridad de su posición dictatorial y represiva en la gestión de la crisis sanitaria, en cambio los países occidentales critican el autoritarismo e intentan actuar en el respeto de la democracia. Dicho esto, es probable que la gran mayoría de seres humanos que deben trabajar duramente para poder alimentarse, o simplemente para sobrevivir, ya han elegido privilegiar la obtención de dinero, aun cuando ello implique el riesgo de infección. Ante la alternativa de “aislarse” y ver morir de hambre a sus familias, y el “trabajo ordinario” es evidente que los padres y madres eligen la segunda opción.
• La coyuntura actual es muy crítica pues estamos en recesión mundial y las clases trabajadoras se vena a empobrecer aún más. El empobrecimiento ya es una realidad en Estados Unidos que registra más de 14% de desempleados (más de 33 millones de personas), y las cifras son muy preocupantes en Asia, América Latina y en Europa. La Organización Internacional del Trabajo estima que sobre un total de 3,3 mil millones de población económicamente activa, más de 4/5 están afectados por el cierre total o parcial de sus puestos de trabajo. El empobrecimiento de las poblaciones traerá como consecuencia una transformación de la situación política mundial. En un país dictatorial como China, los alzamientos sociales que han estado siempre reprimidos con brutalidad pueden crecer y volverse incontrolables; las ambiciones chinas podrían desvanecerse. En Europa y en los Estados Unidos la crisis y el desempleo están influenciando el retorno de los reflejos nacionalistas que ya se han manifestado durante la crisis financiera de 2008. En Estados Unidos, los extremistas neonazis y los “supremacistas blancos” están aprovechando de la pandemia para difundir su ideología de odio y reclutar nuevos miembros, sobre todo jóvenes pobres y sin ocupación (The New York Times del 3 de mayo).
En Europa, el Primer Ministro de Hungría Viktor Orban ha aprovechado de la crisis para obtener los plenos poderes del Parlamento en el marco de un “estado de emergencia ilimitado”; la oposición ha denunciado este acto “desproporcionado” que consolida el poder autoritario del gobierno nacionalista y conservador. Recordemos que Orban está en el poder desde 2010 y que ya ha sido denunciado por dirigir el país hacia una dictadura, la única en Europa (Le Monde del 30 de marzo).
• En ese contexto preocupante, América Latina podría empezar una gran transformación hacia la unidad política y económica. En efecto, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, ha sugerido que la crisis actual puede llevar a crear un polo latinoamericano para afirmar los lazos que unen nuestros países y reforzar la integración económica, social y política en el nuevo orden mundial[16]. Ojalá sea escuchada por los dirigentes latinoamericanos que pasan demasiado tiempo debatiendo inútilmente sobre temas exclusivamente nacionales, sin evocar nunca la urgencia de incluir en sus agendas la construcción de una Unión de Estados Latinoamericanos, o de una América Latina Unida. El futuro geopolítico ya no puede seguir siendo nacional, es imprescindible construir espacios internacionales capaces de afrontar desafíos planetarios como el que estamos viviendo en este periodo aciago.
[1] Sobre las pandemias en el mundo ver Villasante, La pandemia del coronavirus y las nuevas políticas en el mundo y en el Perú, en prensa, Memoria, IDEHPUCP, mayo de 2020.
[2] Ver CEPAL, , https://www.cepal.org/es/publicaciones/44969-panorama-social-america-latina-2019
[3] Ver Marianne, https://www.marianne.net/debattons/billets/l-onu-paralysee-et-impuissante-est-condamnee-se-reinventer
[4] Ver la petición https://www.change.org/p/united-nations-call-for-the-resignation-of-tedros-adhanom-ghebreyesus-who-director-general
[5] BBC Mundo, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52289020
[6] BBC Mundo, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52603147
[7] IFRI, https://www.ifri.org/sites/default/files/atoms/files/ramses2019_bat_ekman.pdf
[8] FranceInfo, https://www.francetvinfo.fr/monde/chine/l-article-a-lire-pour-comprendre-la-guerre-commerciale-entre-la-chine-et-les-etats-unis_3567797.html
[9] La Tribune, https://www.latribune.fr/economie/international/malgre-le-coronavirus-les-etats-unis-et-la-chine-promettent-de-ne-pas-relancer-la-guerre-commerciale-847271.html
[10] BBC Mundo, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52510375
[11] New York Times, https://www.nytimes.com/es/2019/05/16/espanol/economia-global-eeuu-china.html
[12] Euronews, https://es.euronews.com/2020/05/08/borrell-necesitamos-construir-un-nuevo-multilateralismo-en-el-que-la-ue-tenga-un-papel-imp
[13] Le Monde, https://www.lemonde.fr/idees/article/2020/04/30/les-somnambules-de-l-europe-face-a-la-crise-du-coronavirus_6038197_3232.html
[14] Ver el texto de Harari publicado en Financial Times del 20 de marzo, traducido al castellano: https://cpalsocial.org/3311.html
[15] Center for Infectious Disease Research and Policy, University of Minnesota, https://www.cidrap.umn.edu/sites/default/files/public/downloads/cidrap-covid19-viewpoint-part1_0.pdf Ver también https://www.numerama.com/sciences/623585-coronavirus-3-scenarios-pour-le-futur-de-la-pandemie.html
[16] Ver CEPAL, https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-covid-19-llevara-la-mayor-contraccion-la-actividad-economica-la-historia-la
Buenos días, les felicito por el artículo publicado al cual he tenido acceso y he podido informarme mucho más de lo que suponía. Efectivamente muy pocas personas vemos y entendemos esta realidad…, mucha gente la toma únicamente como la pandemia que es causa del malestar colectivo; sin conocer y menos aún conocer los antecedentes o fundamentos para vivir la realidad actual. Nos falta aprender muchísimo…