Las distintas infancias y el Covid 19

Escrito por Crédito de imagen: Andina.pe

Vivimos momentos de incertidumbre, de angustia por la pandemia, por la crisis económica y política. De lo que sí estamos seguros es que un porcentaje muy significativo de niños y niñas no la están pasando muy bien, pero por razones muy diferentes a las que el Presidente, su Primer Ministro, congresistas y funcionarios públicos nos dicen.

La primera y única medida dirigida a los niños y niñas, dada por el gobierno, fue recluir a los niños en sus casas y decretar educación remota. Esa decisión marcó claramente que para las autoridades los niños tienen una única identidad: la de “estudiantes” y que tanto en las zonas urbanas y rurales, así éstas fueran muy alejadas del epicentro del contagio, todos los niños y niñas deberían quedarse en casa. Semanas despúes, y ante el reclamo de los padres de familia, las autoridades permitieron que los niños y niñas con algunas discapacidades podían pasear, por media hora. Poco tiempo después se extendió a todos los niños y niñas porque “el encierro en casa crea estrés y angustia en los niños”. Nuevamente, se equivocaron, el profesor y experto italiano Francesco Tonucci se pregunta: ¿por qué los niños iban a estar estresados si estaban protegidos por sus padres? Los niños extrañan a sus amiguitos para jugar. Pero, se les pasa pronto.  

Lo cierto es que los niños y niñas menores a 8 años, de hogares de clase media, estaban felices de gozar a sus padres “para ellos solos”. Encuestas realizadas en hogares de sector medio en Lima, nos permitieron saber que los niños “cocinaban con sus padres, sobre todo con las mamás, ya sean niños o niñas, todos preparaban postres, ordenaban la casa y hacían las tareas con sus papas, y toda la familia se reunía para jugar y ver, todos juntos el mensaje del Presidente Vizcarra”. El trabajo remoto de las madres permitió, las primeras semanas, pasar más tiempo con los niños. Desde el mes de mayo y, en la medida que tanto el sector privado y público se iban organizado, el trabajo remoto se hizo más intenso, ocupando muchas horas de los padres, y las relaciones se han vuelto un poco más difíciles con los niños porque los adultos ya no tienen tanto tiempo para dedicarles.

El hacinamiento en los hogares pobres ha agudizado las relaciones e intolerancia entre los miembros de la familia, no hay un mínimo de escape para la individualidad “porque no hay a donde ir”. El estrés al interior de las pequeñas viviendas se ha incrementado y se calcula que la violencia contra los niños y niñas ha aumentado hasta en un 80%. Ya no hay pretexto para salir de la pequeña casa o habitación, no hay escuela, no hay trabajo, no hay a donde ir. 

¿Pero qué pasó con los hogares urbanos mayoritariamente pobres? Sabemos que la pandemia no ha golpeado a todos por igual. Los chicos nos cuentan que ellos cumplieron con la cuarentena a pesar de que: “nos pidieron quedarnos en casa pero no nos aseguraron el alimento”, “nos dijeron que tendríamos clases a distancia, pero, no aseguraron la “recarga de los celulares”. Los adolescentes dicen que el gobierno tuvo buena voluntad en las decisiones tomadas, pero no les dieron los recursos a sus padres y, que no tomaron en cuenta que en la mayoría de hogares pobres -actualmente se calcula que sería un tercio de la población del país-, los adolescentes ayudan en el negocio familiar, en la venta ambulatoria,  y/o con otros trabajitos para pagarse la internet, los materiales de la escuela y sus gustos. “Ahora tenemos que trabajar donde nos digan nuestros padres y nadie nos paga y si no aceptamos nos pegan”.

El hacinamiento en los hogares pobres ha agudizado las relaciones e intolerancia entre los miembros de la familia, no hay un mínimo de escape para la individualidad “porque no hay a donde ir”. El estrés al interior de las pequeñas viviendas se ha incrementado y se calcula que la violencia contra los niños y niñas ha aumentado hasta en un 80%. Ya no hay pretexto para salir de la pequeña casa o habitación, no hay escuela, no hay trabajo, no hay a donde ir. 

El gobierno tampoco tuvo en cuenta y, una vez que tuvo el dato, no tomó ninguna política de prevención frente a la violencia sexual contra las niñas. De 900 violaciones sexuales cometidas contra mujeres, durante la cuarentena, 640 de las víctimas (71%) son menores de edad. La mayoría de estos abusos tendrían que haberse cometido en los propios hogares de las niñas. ¿Están los docentes, el Ministerio de la Mujer, aprovechando el contacto digital con los hogares de los NNA, para dialogar sobre este problema con los cuidadores y la forma en qué deben proteger a sus niños, especialmente a las niñas? La violencia sexual contra la niña es una pandemia de larga data a la que nadie parece declararla en emergencia.

¿Cómo han vivido su sexualidad los adolescentes sin ver a sus pares, confinados con toda la familia sin ningún tipo de privacidad? ¿Tenemos algún dato sobre los niños LGTBI? Sin pandemia se les niega a los adolescentes LGTBI el derecho a la SSR, igual que a todos los adolescentes, pero con estos niños en particular el Sistema de Salud se ensaña en el maltrato. De ésto ni se habla y debería hacerse.  EL MIMP con el Sector Salud y el MINEDU deberían visitar hogares y/o abrir servicios o ayuda remota dirigida a orientar a los adolescentes; o quizás aprovechar bien las clases virtuales.

El mundo entero fue testigo de las grandes diferencias y discriminación entre niños de la costa y la sierra, entre los que viven en la ciudad y en el área rural en nuestro país cuando un video mostró a pequeños niños de Puno caminar 15 kilometros en búsqueda de una antena repetidora que les permitiera escuchar su clase.

En cuanto al acceso a la educación a distancia de calidad también hemos visto grandes diferencias entre los niños y niñas de las escuelas privadas de sectores altos, medio alto y de ingresos bajos y la escuela pública. Ciento diez mil solicitudes de traslado de niños de escuelas privadas -principalmente ubicadas en distritos pobres-, a públicas se presentaron hasta el mes de mayo al MINEDU y no fue solamente por un problema económico, también fue un problema en la calidad de la educación remota.  Los chicos cuentan que “los profesores no son didácticos, nos ponen un PDF en la pantalla”, “no saben usar las redes y herramientas sociales, les hacemos una pregunta por Wasap y nos responden dos días después”. “Muchos de nuestros profesores no tienen internet ni computadoras, sus clases son aburridas, nuestros profesores sólo hablan frente a la cámara, no nos motivan”. Otro hecho que levantan los niños es: “nos dicen que nos lavemos el agua y en la mayoría de las casas no hay agua”.

Asimismo, el mundo entero fue testigo de las grandes diferencias y discriminación entre niños de la costa y la sierra, entre los que viven en la ciudad y en el área rural en nuestro país cuando un video mostró a pequeños niños de Puno caminar 15 kilometros en búsqueda de una antena repetidora que les permitiera escuchar su clase. De igual manera, los niños afrodescendientes, hijos de campesinos, dicen que la escuela no toma en cuenta su realidad. Asimismo, la poca pertinencia de nuestra escuela la resume una niña de 9 años cuando dice en relación al Covid-19 “es que no sabíamos porque estábamos en la escuela”.

Antes de la pandemia el atraso escolar era del 30% en la zona rural y 20% en la urbano marginal. Más del 40% de los hogares en la zona rural de la sierra y de la selva no cuentan con agua ni desague y el 50% de los hogares más pobres no cuentan con electricidad por lo que no tendrán conectividad ni internet para acceder a sus clases a distancia, y no vemos acciones en dirección a una pronta solución. De acuerdo a la UNESCO, un 20% de los jóvenes de América Latina son analfabetos funcionales, es decir, son personas que pueden leer y escribir pero no pueden identificar, entender, interpretar, crear, comunicar y calcular, mediante el uso de materiales escritos e impresos, relacionados con distintos contextos. ¿Qué adolescentes y jóvenes tendremos después de pasada la pandemia?

En el mes de julio, el gobierno aprobó algunas medidas económicas en relación a los niños y niñas: bonos por orfandad de S/.200 mensuales, priorizándose a los niños en situación de pobreza y la asignación de 200 Soles a 442 mil hogares con niños menores de 24 meses residentes de los distritos que superan el 15% de pobreza. Y, a través del Programa Qali Warma, se entregarán alimentos a un millón de personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, serían más de 5 millones de niños y niñas quienes necesitan recibir alimentos. Todas estas medidas son necesarias pero insuficientes.  

Los contagios de niños y niñas han aumentado. De acuerdo con ESSALUD, en un 75% en las últimas semanas de julio son más de 26,000 los niños que han dado positivos. Este dato y muchos otros más debería llevar a las autoridades a adoptar políticas más comprensivas frente a la niñez y a no profundizar, aún más, las diferencias entre las distintas infancias del país.   

Sobre el autor o autora

Teresa Carpio
Activista por los derechos humanos de los niños, niñas y adolescentes. Ha sido asesora para América Latina y el Caribe para Save the Children Suecia; también, ha sido directora de Save the Children en Peru. Asimismo, ha sido consultora de UNICEF sobre niñez afectada por la violencia política y social; también, directora de Amnistia Internaciona en Peru, entre otras responsabilidades.

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