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Crédito de imagen: Andina.peI. Las palabras y los testimonios
Mientras el presidente de la Republica señalaba en su discurso que como parte de las acciones educativas del actual gobierno para enfrentar los efectos negativos del COVID 19 se estableció que “para evitar exponer a nuestros niños y jóvenes al contagio decidimos suspender las clases presenciales, sin embargo, esto no significó la paralización del servicio educativo, en tan solo tres semanas, se organizó la estrategia de educación remota de emergencia”; dos semanas antes, un alumno de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga escribía como parte de su testimonio en plena pandemia[1]: “….el problema que tuve fue al momento de intentar regresar (…)a Huamanga puesto que iban a empezar las clases y en mi pueblo no tenía mucho acceso al internet, bueno, no solo las clases fueron los motivos para regresar sino que antes de la cuarentena yo trabajaba y como la economía se estaba reincorporando, tenía que volver al trabajo…”[2]
Mientras el presidente Vizcarra hacía referencia en su discurso a las becas que beneficiarán por un año los estudios de diez mil estudiantes universitarios de alto rendimiento académico (aunque es conveniente recordar que las universidades públicas no cobran pensiones por cada estudiante becado) un alumno de la universidad de Huamanga había escrito dos semanas antes: “….Iniciada la pandemia, todo de todo se detuvo, atrapados en sus casas, gastando sus ahorros, fue un duro golpe. Ahora que podemos salir para trabajar existen trabas; si para una persona con discapacidad en épocas normales es difícil conseguir un trabajo adecuado ahora es aún más tranca. Los horarios de trabajo exigen tiempo completo y no ser estudiante, claro no todos los trabajos, pero esos de medio tiempo son los más escazos…”[3]
Mientras el presidente Vizcarra hacía referencia en su discurso a la necesidad de contar con todas las herramientas que les brinda la educación de calidad y destacaba que no se puede jugar ni mezclar intereses políticos con el derecho “que tienen todos nuestros jóvenes a acceder a la educación que se merecen…” (en un mundo idealizado que no toma en cuenta las diferencias económicas y la realidad educativa de nuestros jóvenes); una alumna de la universidad de Huamanga escribió durante la pandemia: “….Antes que azotara la pandemia en el Perú estuve trabajando cuidando a un niño de 1 año y 7 meses y pues hubo un caso de COVID19 en nuestro país y el presidente Martin Vizcarra decreto cuarentena de 15 días hasta ese momento seguía trabajando y pensé que ya no trabajaría por el simple hecho de que todos tenemos que cumplir la cuarentena, pero los señores me dijeron que me necesitaban así que seguí trabajando, pero esta vez las horas de mi trabajo era menos que las de antes. A medida que pasaba el tiempo crecieron el número de contagiados de COVID19 y finalmente hubo un caso en Ayacucho, ahí se complicaron las cosas, los padres del niño que cuidaba me propusieron pasar la cuarentena con ellos, ya que sería peligroso para mi salud y la del niño y pues, al final acepte, me aleje de mi familia y me fui a vivir con ellos, en ese momento no pensé que la cuarentena duraría tanto más al contrario supuse que solo serían 15 días tal como lo dijo el presidente y que solo era un mal momento, pero fue todo lo contrario, terminé estresándome porque no podía salir del lugar donde estaba pasando la cuarentena la única persona que salía de ahí era el señor….”[4]
Y mientras al final de su discurso el presidente proponía cerrar la brecha entre educación urbana y rural con accesibilidad a educación virtual en todos los niveles para la educación pública y privada; un alumno de la Unsch describía su situación: “……creo yo que no soy el único que pasó por esa situación, (…) claro no me afectó mucho, pero si dolió gastar los ahorros que estaban destinados para comprar cosas, pero bueno. Yo solo vivo con mi madre, tengo un hermano solo somos 3, mi mamá es ambulante vende afueras del mercado Nery, productos como arveja, haba entre otros, yo trabajo también en el mercado, me ‘recurseo’ con trabajos ocasionales, tales como el descargue de un camión que trae mercadería de lima, o como ayudante de venta, y si no encuentro eso, ya en el peor de los casos, sacas la carreta, y de carretillero trabajaba. Ya con ese ingreso cubría las necesidades que yo presentaba como estudiante…”[5]
II. Narrativas, silencios y sensibilidades
Los contrastes entre el discurso presidencial y los testimonios basados en la experiencia directa de alumnos de la universidad nos permiten entender cómo la crisis actual ha develado aquello que en tiempos normales no es objeto de atención y, mucho menos de debate. La pandemia hace perceptibles las desigualdades, las narrativas distintas, inclusive opuestas y, al mismo tiempo, a quienes prefieren mirar hacia otro lado o guardar silencio respecto de lo que prefieren no hacer evidente.
Una vez más, el discurso sobre la educación mostró un carácter centralista y basado en decisiones tomadas de arriba hacia abajo, desde el centro hacia la periferia. Si las medidas tomadas como la suspensión de las clases presenciales y su sustitución por las virtuales han tenido consecuencias negativas en la educación regular, ellas han tenido efectos similares entre los estudiantes de universidades públicas como la de Huamanga. Cuando en Ayacucho todavía no se presentaban casos de contagio y era posible organizar formas alternativas o mixtas de clases virtuales, las medidas de urgencia impidieron el desplazamiento de los estudiantes entre la ciudad de Ayacucho y sus provincias y distritos. Igualmente, la implementación de las clases virtuales tomo más tiempo debido a las limitaciones presupuestales y a los controles burocráticos que se imponen desde las instancias del gobierno central a las universidades públicas que muchas veces no disponen de otros fondos que aquellos de los recursos directamente recaudados. La pandemia visibiliza un vez más el magro porcentaje del presupuesto estatal en educación que corresponde a las universidades públicas.
Por otro lado, frente al ofrecimiento de becas a los alumnos de alto rendimiento; es casi quimérico pensar que en caso de estudiantes de sectores de bajos recursos puedan beneficiarse en mayor proporción que aquellos de sectores más pudientes que usan los servicios de la universidad privada. El porcentaje de estudiantes de universidades públicas que deben trabajar para pagar sus estudios es muy superior a aquellos que no necesitan hacerlo; desde luego la relación es inversamente proporcional para las universidades privadas. Por tanto, el requisito de alto rendimiento para la obtención de becas servirá para pagar las pensiones que las universidades públicas están impedidas de cobrar por ley, salvo que se trate de un sutil mecanismo no explicitado en las políticas para la educación superior conducente a su privatización progresiva.
Y cuando el presidente señalaba que había que cerrar la brecha entre educación rural y urbana esta propuesta se desvanece frente a una realidad más compleja. El concepto de brecha se presta a diferentes interpretaciones y es usado como marcador de diferencias sociales y étnicas que al parecer subyacen en las representaciones construidas por quienes diseñan las políticas públicas en la educación peruana. Las universidades públicas, inclusive aquellas que se hallan licenciadas y se hallan en provincias, son percibidas básicamente como rurales, atrasadas y, por tanto, deben ser objeto de un tratamiento casi de intervención humanitaria (utilizando el término usado por Didier Fassin).
No sorprenda entonces que los discursos desde el Estado se pierden en consideraciones tales como las brechas, las ruralidades e inclusive el uso del discurso intercultural para no hacer evidente que las políticas sobre la educación universitaria se hacen desde un centro y desde una academia que las más de las veces no ha sido formada en la universidad pública y mucho menos desarrolla labores fuera de la capital. Cuando un especialista en el tema propone que la educación es un bien público y el interés colectivo debería estar por encima del particular, no menciona o mejor dicho, silencia el hecho de que él mismo trabaja para una universidad privada. Usted que me está leyendo y que probablemente proviene o está ligado a la educación privada en la capital ¿considera acaso que “la puerta giratoria” y el centralismo no influyen en el diseño de las políticas educativas en el país?
Las actuales circunstancias obligan a incorporar en el Pacto Perú la discusión democrática sobre las relaciones entre universidad pública y privada y ojala ésta se haga con la participación de los involucrados sin distinciones regionales y/o académicas.
(Revista Ideele N°293. Agosto 2020).
[1] Como parte de nuestra labor docente de atención a los estudiantes de la Unsch, les pedí escribir las dificultades que venían atravesando antes de recibir las clases virtuales. Los testimonios seleccionados son una muestra de todos los que me fueron enviados.
[2] Testimonio de Samuel estudiante de la UNSCH, 14/07/2020.
[3] Testimonio de Kevin, estudiante de la UNSCH, 10/07/2020.
[4] Testimonio de Virginia, estudiante de la Unsch, 14/07/2020
[5] Testimonio de Antonio, estudiante de la Unsch, 14/07/2020
Es muy cierto, las brechas sociales aún empeoran, pienso que las políticas públicas y/o económicas deberían ser planificadas.