Guerra comercial y tecnológica entre EE. UU. y China

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No pasa un día sin que salga una noticia de una escalada en el conflicto entre China y EE. UU., que empezó con un tema comercial en el 2018 pero que se ha extendido a todos los niveles. Lo último que se sabe es que las negociaciones comerciales que deberían haber tenido el pasado 15 de agosto fueron canceladas sin explicación alguna y sin haberse fijado una nueva fecha de reunión.

EE. UU. y China, las dos economías más grandes del mundo, están enfrascados en un conflicto sin visos de solución y que se agudizan con la cercanía de las elecciones presidenciales de noviembre en EE. UU. ¿Qué puede suceder de aquí en adelante?  En este artículo se pretende responder eso.

Las razones del conflicto

El conflicto entre estos dos gigantes se veía venir con el discurso de Trump cuando aun era candidato, en el que acusaba a China de ser la causa de muchos de los males de EE. UU. Al asumir el gobierno en enero del 2017 reafirmó esas acusaciones, y en diciembre de ese año, en el documento de seguridad nacional publicado por su gobierno, catalogó a China y Rusia como los competidores estratégicos de Estados Unidos, con el argumento de que las dos naciones tienen el objetivo de socavar el poder económico y político del mundo usando medios vedados.

Pero su señalamiento siempre fue especialmente a China. El jefe de Estado americano sostenía que, a pesar de que su país le abrió su mercado y le permitió el ingreso a la Organización Mundial de Comercio en el 2001, China no cambió su modelo estatista y autoritario. Además, señalaba que el país asiático se apropiaba de la tecnología norteamericana y restringía el ingreso de empresas y productos a su territorio.

China es actualmente otro país, ya que siente que tiene un sistema económico y político superior que le ha permitido, entre otras cosas, controlar en gran parte la pandemia a un menor costo para su sociedad y su economía.

La razón fundamental del conflicto es la competencia económica y tecnológica entre estas dos grandes potencias ya que China, que durante gran parte de los últimos dos mil años fue la potencia más adelantada del mundo, está retomando el lugar que siempre tuvo. El peso que tenía China en la economía mundial cayó estrepitosamente desde que fue abierto a la fuerza en 1839-40 con la Guerra del Opio que le hizo Inglaterra. Desde ese tiempo hasta 1949 China fue invadida por potencias extranjeras, y después, con el establecimiento de la República Popular China, el país se sumió en una etapa de casi aislamiento de la economía mundial hasta 1979, en el que sus reformas económicas lo abrieron al mundo e iniciaron los tiempos de crecimiento, en el que el país asume cada vez más un rol importante, no solo en la economía sino en la política mundial.

Este conflicto entre naciones se origina cuando China crece bajo el liderazgo de un Partido Comunista que sostiene una economía donde el Estado juega un rol muy importante. De hecho, China protege su economía de la competencia extranjera y ha ayudado a sus empresas a poder competir con gigantes de estadounidenses. En el campo tecnológico, por ejemplo, ha apoyado a Huawei, Tencent y Alibaba, compañías que ahora compiten con Apple, Facebook, o Amazon; en el rubro de computadoras ha asistido a empresas como Lenovo (que compro la División de IBM de computadoras personales); y en el sector automotriz, le ha dado la mano a empresas como Great Wall o BYD, que actualmente compiten con Ford y GM.   

Las medidas de cada nación

En el 2018 EE. UU. tomó medidas para restringir el acceso de productos chinos a su mercado poniendo aranceles y dio inicio a una escalada comercial que se extendió todo durante el 2018 y el 2019, con China respondiendo en la misma forma. La situación creció tanto que llegó un punto en el que la mayor parte de los bienes comercializados entre ambos países se encontraban con aranceles. Ante la amenaza de Trump de imponer aranceles a la totalidad de productos de China, se llega a un acuerdo en enero del 2020.

En ese pacto, llamado “primera fase de un acuerdo comercial”, China se comprometió, entre otras cosas, a comprar el 2020 y 2021 unos 200 mil millones de dólares adicionales al monto que normalmente compraba a EE. UU., basado en los niveles del 2017. La paz momentánea parecía llegar, pero el conflicto se agudizo con la llegada de la pandemia del COVID-19 en enero del 2020.



La competencia tecnológica

EE. UU. acusó que China ocultó y demoro en avisar el inicio de la pandemia y la real magnitud de esta. Estas acusaciones se han vuelto más estridentes a medida que la pandemia causa más muertos e infectados en EE. UU. y el impacto en su economía es mayor. Pero también las acusaciones de Trump contra China esconden la incompetencia de su gobierno en enfrentar esta pandemia, quien al inicio de esta le restaba importancia, diciendo inclusive que la COVID-19 era un simple resfriado que desaparecía en el verano.

Es así como China se convirtió en el chivo expiatorio del presidente norteamericano que, con las elecciones a la vista en noviembre de este año, lo hizo su objetivo favorito de ataques. Pero las cosas se complican cuando, sumado al conflicto económico y tecnológico, el gobierno americano acusó a China de ser un régimen cada vez más autoritario por reprimir a su propia gente y a la población uigur musulmana en la provincia de Xinjiang y también por aplicar la ley de seguridad nacional en Hong Kong, terminando efectivamente el régimen de “un país dos sistemas”.

Lo anterior ha sido acompañado con sanciones a empresas y dirigentes chinos sobre lo que pasa en Xinjiang y Hong Kong, la clausura del Consulado chino en Houston, la amenaza de cerrar las operaciones en EE. UU. de Tiktok y WeChat, dos aplicaciones chinas, y la imposición de mayores restricciones a la venta de chips, partes, y de tecnología de EE. UU. que usan empresas como Huawei para la producción de sus aparatos.

Si Joe Biden ganara las elecciones sería probable que la retórica del enfrentamiento entre China y Estados Unidos baje y pueda iniciar un proceso de negociación. Se debe tener en cuenta que en el país norteamericano existen grandes empresas que tienen negocios en China y que no les conviene una escalada en ese conflicto: China es importante para ellos, no solo como una fábrica del mundo, sino cada vez más, como el mayor mercado de consumo del mundo.  

Las implicancias del enfrentamiento de China con EE. UU. en el mundo son enormes, no solo porque estos dos países constituyen el 38% de la economía mundial, son las dos más grandes potencias comerciales y los dos más grandes inversores, sino porque este podría obligar al resto de países a tomar partido por alguno de ellos. La campaña de EE. UU. por impedir que otros países asuman la tecnología de Huawei para la instalación de la infraestructura del 5G es ese caso.

Huawei es sin duda la empresa actualmente más adelantada del mundo en el campo del 5G y la que ofrece el menor costo para su instalación, pero EE. UU. presiona a otros países a no adoptar su tecnología, sosteniendo que los datos que pueda recolectar terminarán en manos del gobierno chino, poniendo en riesgo su seguridad. EE. UU. ya ha ejercido presión a Reino Unido, Australia y Japón para que no adopten la tecnología de Huawei. Ya el Secretario  de Estado de América Mike Pompeo estuvo en abril del 2019 en 4 países de Latinoamérica, entre ellos el Perú, diciendo lo mismo. Existe el peligro de que los paises se vean forzados a escoger entre la posición de China o la de EE. UU., y si lo hacen por uno se verían afectados por sanciones por el otro (como lo han insinuado ambos países).

Un posible desenlace

¿Cuál puede ser el desenlace de este conflicto? El conflicto entre EE. UU. y China parece que continuará, pues la competencia entre estos dos países por el dominio económico y tecnológico es real. Además, China, comparado con hace algunos años atrás, no le teme al conflicto.

China es actualmente otro país, ya que siente que tiene un sistema económico y político superior que le ha permitido, entre otras cosas, controlar en gran parte la pandemia a un menor costo para su sociedad y su economía. Por otro lado, su líder Xi Jinping tiene una meta trazada de alcanzar el “sueño chino” de recuperar el sitial que el país siempre ha tenido, como un país líder y adelantado como ningún otro en el mundo. Además, China sabe que tiene cada vez una mayor influencia en el mundo.

China es el mercado más grande para los productos de exportación de la mayor parte de los países del mundo y el más grande inversor y prestamista de muchos países en Asia, África y Latinoamérica. Esta tendencia va a continuar, ya que solo China está en la posición de ofrecer su mercado para las materias primas y al mismo tiene financiamiento para inversiones, requerimientos básicos de los países en desarrollo.

Si Joe Biden ganara las elecciones sería probable que la retórica del enfrentamiento entre China y Estados Unidos baje y pueda iniciar un proceso de negociación. Se debe tener en cuenta que en el país norteamericano existen grandes empresas que tienen negocios en China y que no les conviene una escalada en ese conflicto: China es importante para ellos, no solo como una fábrica del mundo, sino cada vez más, como el mayor mercado de consumo del mundo.  

El Perú en el conflicto

¿Cuál debería ser la posición del Perú? Para el Perú, China y EE. UU. son sus principales socios comerciales e inversores. Además, nuestro país tiene lazos históricos bastante antiguos con ambos y, dado que son las dos mayores potencias mundiales, es conveniente mantener buenas relaciones con ellos.

Dicho lo anterior, el país no debería tomar partido por ninguno de ellos. Las decisiones que se tengan que tomar para la adopción de alguna medida debe tener en cuenta los intereses del país. Llegada la hora, se deberá sopesar los costos y beneficios de adoptar la tecnología 5G, siempre poniendo por delante la seguridad nacional. Es probable que el Perú, por ser un país pequeño y alejado geográficamente de esas potencias, no sea tan importante para ninguna de las dos potencias.

La necesidad del Perú en términos de financiamiento es tan grande que está abierta a la participación de todos los países. Por eso, Perú no debería depender de ningún país en particular y debería mantener una relación equilibrada con todos.         

Por último, habría que contemplar la posibilidad de tener una posición conjunta con otros países de la región, como con la Alianza del Pacifico. Entre países pequeños lo mejor es tratar de tener una posición común en temas de relevancia internacional.  

Sobre el autor o autora

Carlos Aquino
Coordinador del Centro de Estudios Asiáticos, UNMSM. Especialista en Economía y Política Asiática.

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