Necropolitica: historia de la compleja relación entre Amazonia peruana, epidemias y salud pública

Escrito por Crédito de imegen: Andina.pe

Según los cálculos de la prestigiosa universidad Johns Hopkins, el 29 de agosto de 2020, de acuerdo al índice de mortalidad por la difusión del virus COVID-19, el Perú se posicionó como el primer país con una mayor mortalidad en el mundo con 87.53 muertos por cada 100 000 habitantes. Además de ser el noveno país en el mundo con mayor cantidad de muertos totales[1]. Datos que, como sabemos, no reflejan que en parte la situación real del país, ya que en muchas regiones periféricas domina la imposibilidad de poder cuantificar con precisión el número de enfermos y muertos diarios.

Desde el comienzo del periodo de la emergencia sanitaria en Perú, a partir de la mitad de marzo 2020, la Amazonía y los pueblos indígenas han aparecido como las poblaciones más expuestas  al contagio del Covid 19. Uno de los primeros informes sobre la emergencia sanitaria y las formas de intervención, realizado por Ojo Público, evidenciaba cómo de los 12 laboratorios preparados para realizar pruebas moleculares fuera de Lima, solamente dos se encontraban en contextos amazónicos (Loreto y San Martin)[2].

Contrariamente a todas las expectativas de la OMS, que asumía que el calor era un elemento climático que hubiera podido contrarrestar el avance del virus, el fuerte contagio que se expandió en Iquitos a inicios de abril mostró la debilidad de esta teoría. Mientras que, en un primer momento, las poblaciones urbanas de Iquitos y Pucallpa fueron las más golpeadas por la propagación del virus, a mitad de mayo el contagio ya estaba difundido dentro de numerosas comunidades indígenas presentes en las cuencas de Loreto, Amazonas, San Martín y Ucayali. Efectivamente, encontramos una acelerada difusión del virus entre esas realidades indígenas que ya estaban cotidianamente conectadas con los centros urbanos, a través de las carreteras, por sus habituales intercambios económicos. Las iniciales preocupaciones, para la suerte de las poblaciones indígenas localizadas en zonas de frontera, pronto se mostraron muy acertadas[3].

Los factores que facilitaron la propagación del virus fueron múltiples. Como bien describe Alberto Chirif (conversación personal)*, además de la difusión del contagio en las comunidades por la reincorporación de los jóvenes provenientes de los centros urbanos, las formas de distribución de los bonos por parte del Estado jugaron un papel importante. Tanto la distribución de los bonos del Programa Juntos, como los bonos por la emergencia sanitaria fueron distribuidos a partir de los bancos presentes en los centros urbanos, lugares que constituían los mayores centros de contagio. Al enterarse de la posibilidad de cobrar un bono estatal, muchos indígenas decidieron quebrar su estado de aislamiento y corrieron al Banco de la Nación más cercano. De esta forma, terminaron por contagiarse con el virus y luego, al volver a su comunidad de origen, lo llevaron a todos sus familiares. En este sentido, encontramos importante el trabajo de visibilizar el rol del Estado cómo “vector de propagación de la epidemia”, realizado por antropólogos y activistas (Rodrigo Lazo, Carolina Rodríguez, Luisa Elvira Belaunde entre los primeros)[4].

La falta de atención gubernamental acerca de la manera en que las ayudas económicas venían repartidas terminó siendo extremamente dañina, terminando por debilitar las medidas de protección y autocuidado efectuadas por los indígenas (información confirmada por Wilson Atamain*). Otro importante factor de propagación del virus ha sido la ola migratoria de jóvenes indígenas que decidieron volver a sus comunidades, frente a la dramática perspectiva de la reclusión por cuarentena sin posibilidad de trabajo dentro de las periferias urbanas. La ausencia de algún plan institucional bien estructurado de acogida, acompañamiento y prevención sanitaria frente a este tipo de movimiento masivo ha posibilitado una propagación del virus sin precedentes en contextos regionales, donde los servicios de atención medica son prácticamente inexistentes.

 Si miramos la historia de la salud publica en Perú a lo largo de los últimos cien años, encontramos una dramática forma de impasse y una incapacidad crónica, por parte de las estructuras del poder político, de repensar a los conceptos de “ciudadanía” y “derecho a la salud” hacia toda su población. Este es un elemento que deja profundas (y lamentables) consecuencias dentro de los sectores más vulnerables de su población[5].

Los indígenas amazónicos son conscientes de esta situación y saben que sus experiencias de epidemias están vinculadas con las relaciones de intercambio y las políticas de inclusión dentro de la sociedad nacional, proceso donde siempre faltó alguna mirada hacia su condición de salud y sus vulnerabilidades. Efectivamente, desde la época colonial, y particularmente en los últimos cien años, toda la historia de los pueblos amazónicos está marcada por dramáticas etapas de epidemias, violencia y muerte. Mientras que la historia contemporánea de los países del primer mundo se caracteriza por los grandes avances en el campo del saber médico, desde la microbiología hasta la mega industria farmacéutica -con un gran desarrollo y difusión de vacunas y terapias para muchas de las enfermedades consideradas letales a inicios del siglo XX-, este mismo periodo ha correspondido a la etapa histórica más dura para los pueblos indígenas de la Amazonía, a causa de largas y violentas epidemias. Un número importante de grupos indígenas ha desaparecido entre los años 20 y 80 del siglo pasado y otros han sido fuertemente diezmados a causa de enfermedades consideradas “banales” en el primer mundo (diarrea, varicela, sarampión, gripe …), y esto por no tener medicinas ni atención médica adecuadas (solamente las brindadas por los misioneros, que en muchos casos no alcanzaban por el número de los pacientes y la complejidad de los casos).

Ninguno de los procesos de construcción de la carretera de penetración Fernando Belaúnde Terry, o del Oleoducto Norperuano o de los violentos procesos de colonización de tierras bajas por manos de los agricultores andinos y costeños en el nombre de fortalecer las “fronteras vivas” ha venido acompañado de algún proyecto de salud pública, ni por la perspectiva institucional de brindar apoyo médico-sanitario a este sector de la población nacional que, teóricamente, también hubiera tenido que ser beneficiado por la construcción de dichas obras de “modernización” (según el eslogan político del tiempo).

Este panorama histórico -que no resulta ser muy alejado de la realidad de los últimos meses- nos recuerda como el tema de la salud siempre ha representado un punto de inflexión entre las diferentes perspectivas que los conceptos de “modernidad”, “desarrollo” y “avance” del Perú del siglo XX, en particular, dentro del proceso de inclusión de las tierras bajas en la sociedad nacional. Desde los años ’60, los indígenas amazónicos, además de luchar para recuperar el control sobre su territorio- a través de los procesos de titulación de tierras comunales o reconocimiento de zonas protegidas y parques- han tenido también que luchar por defender su propia sobrevivencia, siendo atacados por la propagación de epidemias de las que no tenían ni conocimientos ni curación.

Todas estas informaciones terminan ofreciendo las bases adecuadas para introducir otro término de definición acerca de la mirada del Estado hacia las poblaciones indígenas: la realización de una “necropolítica”. A través de este término nos referimos a una política del Estado que favorece la eliminación de específicos sectores de su misma sociedad

Si la medicina occidental ha podido avanzar rápidamente a lo largo del último siglo, un rol preponderante han jugado los saberes indígenas sobre plantas medicinales que los laboratorios científicos del primer mundo han podido incorporar. Sin embargo, los resultados obtenidos por estos descubrimientos científicos nunca han sido pensados para ser accesibles para todos de manera igual: dentro del proceso de mercantilización de la salud medicinal, solamente un pequeño sector de la sociedad mundial tiene la posibilidad de acceder a un cierto tipo de servicios de curación y atención médica.

A lo largo de los últimos meses, dentro del dramático panorama de la pandemia, los conocimientos sobre plantas medicinales han demostrado ser el recurso más adecuado para la mayoría de los indígenas afectados por el Covid 19. Según Wilson Atamain*, Gil Inoach*, Luciana Dekentai* (líderes e intelectuales awajún de Amazonas, San Martin y Loreto), la más elevada esperanza de curación por los indígenas se ha quedado en la utilización de ciertas prácticas medicinales locales (plantas, técnicas de vaporización, dietas, ect…) en lugar de buscar ser atendidos por una clínica o un hospital “y morir en el piso del hospital esperando ser atendido” (palabras de Wilson Atamain*). Aunque todavía no tenemos confirmaciones oficiales sobre los resultados de estas técnicas de curación, es cierto que los indígenas han ido aprendiendo cuales plantas medicinales o qué dieta poder aplicar frente a ciertos casos de enfermedad, y están mostrando una espontánea disponibilidad en divulgar estas informaciones entre todas las redes de parientes, amigos, familiares o conocidos en cada rincón de la Amazonía. “Aunque han estado lejos físicamente, gracias al teléfono, todos los awajún en cada punto del país no han parado de comunicarse con los demás y transmitir informaciones o consejos en como sanarse a través de las plantas” (Palabras de Gil Inoach*). 

Si las industrias farmacéuticas encontraran útiles estos conocimientos indígenas y pasaran a apropiarse de ellos para elaborar nuevas terapias contra el COVID- 19, ¿serían estas medicinas alcanzables para los indígenas? Una vez descubierta la vacuna y mercantilizadas las prácticas de curación contra este virus pulmonar, ¿podrán los indígenas beneficiarse de estas? ¿Será posible elaborar un plan de salud pública que pueda garantizar a los indígenas el acceso a un servicio de salud digno, funcional y respetuoso de sus usos y costumbres?

Todas estas informaciones terminan ofreciendo las bases adecuadas para introducir otro término de definición acerca de la mirada del Estado hacia las poblaciones indígenas: la realización de una “necropolítica”. A través de este término nos referimos a una política del Estado que favorece la eliminación de específicos sectores de su misma sociedad. Según el concepto de “necropolitica” elaborada por Achille Mbembe (2006)[6] si por un lado el Estado no aplica alguna intervención violenta directa, tampoco se involucra para realizar alguna medida concreta a fin de evitar esas muertes. Hasta, se puede afirmar que en muchos casos sus acciones parecen favorecer las condiciones de la muerte de dichos individuos. Esta necropolítica nace por la óptica estatal de considerar la desaparición de algunos sectores de su población como un aspecto ineluctable, o quizás necesario, afín de llegar a la exitosa realización de una “modernización” del país. La relación entre salud pública y necropolítica tampoco es nueva dentro del panorama histórico peruano, por ejemplo, podemos pensar en las políticas de biogenética acompañadas por los planes de esterilización forzada que el Ministerio de Salud junto con el Ejercito aplicó en diferentes contextos marginales del país durante la dictadura fujimorista (Ballón, 2014[7]).

Volviendo al contexto actual de pandemia, vemos que estos regímenes políticos obedecen al esquema de «hacer morir y dejar vivir», y utilizan el uso de los recursos cómo nueva forma de control de la población durante un cierto periodo. ¿Cómo podríamos- de otras manera- explicar la ineficiencia y el retraso en la actuación de la Ley de Emergencia para los pueblos indígenas? O finalmente, ¿cómo explicar la falta histórica de una perspectiva de salud pública para los pueblos indígenas, que pueda brindar un mínimo de respuestas frente a este tipo de amenazas estructurales?

Como bien subraya Gustavo Zambrano, “la emergencia nacional frente al coronavirus puso al país ante un inmenso reto en materia de salud pública. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos, se desnudaron las precariedades […] La salud pública no ha sabido responder con enfoques diferenciados.”[8] Efectivamente, a lo largo de los últimos cinco meses, tanto en las formas de esbozar las leyes y las prevenciones en salud pública, el Estado ha demostrado tener serios problemas en temas de diseño y miradas hacia una política intercultural en materia de salud. Además, ha reafirmado su incapacidad de poner en discusión el imaginario acerca del “ciudadano peruano de clase A”, único sujeto (aparentemente) digno de ser parte de la sociedad “moderna” de este país. Esperamos que la sociedad nacional de la pospandemia pueda poner en discusión todas estas condiciones históricas, de jerarquía, racismo y de violencia a baja intensidad.

* El presente artículo ha sido realizado gracias a la colaboración y los intercambios con: Alberto Chirif (Antropólogo, experto en Amazonia y pueblos indígenas); Wilson Atamain (Antropólogo, awajún, originario de San Martin), Gil Inoach (Abogado, líder e intelectual indígena, awajún, originario de Loreto), Luciana Dekentai (lideresa, awajún, originaria de Amazonas).


[1] https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/coronavirus-peru-cinco-factores-explican-que-es-nid2435188

[2] https://ojo-publico.com/1714/doce-laboratorios-fuera-de-lima-pueden-detectar-covid-19

[3] https://www.servindi.org/actualidad-noticias/17/04/2020/es-urgente-atender-los-pueblos-indigenas-para-que-sobrevivan

[4] https://rodrigolazo.lamula.pe/2020/05/06/desplazados-awajun-y-wampis-frente-a-la-violencia-estructural-del-estado/rodrigo.lazo/?fbclid=IwAR2Awx5WTd1stqPwG-6zYP0nY2M2uL0ObAMN18xvCS82LSljTr1ybLFQxQo

[5] https://www.servindi.org/actualidad-opinion/22/04/2020/conocen-en-el-ministerio-de-cultura-que-significan-las-palabras

[6] Mbembe, A. (2006). Necropolitique en treversseés, diasporas, modernités. Tenerife: Melusina.

[7] Ballón, Alejandra (dir.) 2014. Memorias del caso peruano de esterilización forzada. Lima: Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú.

[8] http://www.parthenon.pe/esp/interdisciplinario/balance-en-materia-de-pueblos-indigenas-luego-de-mas-de-100-dias-de-cuarentena-toca-revisar-el-enfoque/?fbclid=IwAR1uV4yET-cM3CwHOx89esVHTdP6zatlb-M-a9ud1vvx_n4QWuGRhRrKW0c.

Sobre el autor o autora

Silvia Romio
Antropóloga especializada en conflictos socioambientales en la Amazonía.

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