Cinco necro-lógicas

Escrito por Crédito de imagen: Ilustración de Jaime Choclo

1.

Entre finales del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, el pueblo Huni Kuin en Perú salvó su existencia primero explotado, y después, huyendo y guerreando con los shiringueros. No bien habían terminado de reponerse de aquellas revueltas que, lideradas por Chanemaiti, les hicieron retirarse al monte, cuando a mediados de los cuarenta Awa Detsati propuso salir hacia las orillas y volver a tomar contacto con los blancos, patrones madereros de quienes podían obtener hachas y machetes. Fue en las orillas que los encontró el sarampión en 1950 o 1951. Los sobrevivientes de la fiebre del caucho y su descendencia, unos quinientos para entonces, quedarían reducidos a apenas un centenar. Desde entonces, con algunos grandes asentamientos de referencia entre Perú y Brasil, las familias Huni Kuin han estado moviéndose continuamente, según las posibilidades y peligros del intercambio con uno u otro Estado. Del lado brasileño, donde son más numerosos, los incendios forestales de 2019 arrasaron buena parte de los bosques de su territorio ancestral.

Cuando estuve en el Purús hace unos quince años, conocí a hermanos y hermanas del pueblo Huni Kuin, pero bajo el nombre que le daban los mestizos y los otros pueblos del entorno: cashinahua (“gente murciélago”). Por ese nombre aún hoy se conoce oficialmente su lengua. En el siglo XXI, los Huni Kuin del lado peruano son la etnia demográficamente dominante en la provincia de Purús, Ucayali. De un aproximado de 1800 personas Huni Kuin calculadas por el Estado peruano, en el último censo solo 675 se autoidentificaron como tales, aunque fueron 1074 quienes declararon el cashinahua como la lengua en la que aprendieron a hablar en su infancia. Para impulsar la enseñanza pública bilingüe, en 2012 las autoridades educativas peruanas iniciaron el proceso de oficializar el alfabeto cashinahua, con participación de diecisiete huni kuin que dominaban el idioma de la etnia. Uno de ellos, Tufi Torres (60), diestro en el manejo de plantas medicinales, ha pasado a la historia como el primer miembro de un pueblo indígena amazónico peruano muerto por Covid-19.

Ojeo el diccionario cashinahua preparado por el célebre Instituto Lingüístico de Verano en 1981. En la entrada del verbo morir se lee: – Maxinan teseaki -nun imiski, juni mavakenan. –Ya no piensa más, decimos cuando una persona muere.

Mujer Huni Kuin fotografiada por Harald Schultz a inicios de los años cincuenta. Informaciones sobre los indios del Alto Purús, por Harald Schultz y Vilma Chiara. Crédito: etnolinguistica.wdfiles.com

2. 

HOSPITAL es un libro póstumo del poeta Pablo Guevara, publicado en 2006. Entre las incoherencias del insomnio y la lucidez de quien lidia con el fin, Guevara presenta al Rebagliati como un trasatlántico acoderado entre las avenidas Salaverry y Arenales. Una gran agitación se vive a sus alrededores y en su interior, los botes-cama siguen siendo pocos a pesar de los discursos los enfermos muchos muchísimos. La tripulación no conoce descanso y los turnos tienen que hacer milagros se renuevan cada mañana cada tarde cada noche ¿será así hasta el fin del mundo?. Si no hasta el fin del mundo, así fue al menos hasta la pandemia de 2020.  Primero hicieron agua los más grandes navíos de Lima -Almenara, Dos de Mayo, Loayza, María Auxiliadora, Bravo Chico- luego todas las bolicheras y chalupas del país. El colapso empezó en las emergencias, siguió en los pabellones, repasó las UCI y desde ahí bajó a los parqueos y mortuorios. Los yates de lujo de la capital se remecían en el mar encrespado. Sin lugar ya para pasajeros o polizontes, llegó la hora de los temibles piratas.

Casi un mes tomaron las conversaciones para fijar una tarifa de atención de los enfermos derivados del Sistema Integral de Salud al sistema privado. Por lo demás, acuerdos puntuales que dejarían intactas las bases del negocio de la salud: el lucro descontrolado, la concertación disfrazada en los precios de los medicamentos y la integración entre aseguradoras, clínicas y distribuidoras farmacéuticas. Del lobo un pelo: reducir los ceros acumulados a la derecha de los montos que se les imponían a las familias de pacientes asegurados en alguno de los dos sistemas públicos que no alcanzaban ya no una cama o un ingreso a UCI, sino siquiera un ticket de atención en la puerta de un establecimiento público. Una de estas familias es la de Juan Jesús Minaya, 22 días de permanencia en la clínica Jesús del Norte tras rebotar en el Almenara durante una crisis respiratoria. Huérfano de un obrero de la Cerro y llegado a El Agustino a inicios de los sesenta, Juan Jesús deja a los suyos el ejemplo de una vida de sacrificio y una deuda de 146 mil 596 soles, hoy en disputa.

“Un hospital como este por región y tres como mínimo solo para Lima/ este ya cumple su quinta década de existencia y no se ha hecho otro mayor en 50 años” Pablo Guevara, 2005. Crédito: Construcción del Hospital del Empleado. Seguro Social- Essalud.

3

En Bultos, selladores y gringos alados: percepciones indígenas de la violencia capitalista en la Amazonía peruana, un artículo publicado en 2010, los antropólogos Fernando Santos Granero y Frederica Barclay definen la extrema presión que supone la infraestructura extractivista sobre pueblos amazónicos como el asháninka y el awajún-wampis en los siguientes términos: “Acosados por compañías petroleras, mineras y madereras, invadidos por constructores de carreteras, oleoductos, helipuertos y represas, y amenazados por una avalancha de decretos legislativos y políticas estatales que se propone acabar con el andamiaje legal que con tanto esfuerzo se construyó a través de los años para proteger sus territorios y poblaciones”. A un año del Baguazo, Santos y Barclay repasan el devenir del pueblo awajún-wampis de los ríos Santiago, Marañón, Nieva y Cenepa. La configuración acoso-invasión-amenaza sobre el  territorio encuentra correlato en el cuerpo del awajún. La circulación oral y electrónica de advertencias sobre apariciones maléficas- los bultos, selladores y gringos alados del título del paper-, indican una imaginación asediada por fantasías donde al cuerpo unas veces se le sustraen partes o sustancias -al modo del pishtaco o el sacaojos-, otras veces se le instalan dispositivos contaminantes. Se sugiere que la activación de la enfermedad en el cuerpo hace analogía del status territorial, desguarnecido tras la ruptura del pacto entre las Fuerzas Armadas y los awajún wampis, vigente hasta que estas tierras dejaron de representar suelo patrio a defender de emerretistas o ecuatorianos, y pasaron a enunciarse como un vasto denuncio minero o petrolero.

La enfermedad misma hacía lo suyo. De un promedio de catorce casos anuales de VIH en la región Amazonas durante el primer lustro del siglo XXI, el contador saltó en 2006 a la treintena, y a los tres dígitos en 2013. Si bien los hombres son mayoría entre los portadores, los números han crecido a costa de las mujeres jóvenes, incluso adolescentes. Los infiernos de la mujer awajún, un estremecedor reportaje interactivo de Ojo Público ubica el cuerpo de la mujer indígena como intersección de una serie de asociaciones desafortunadas: la cosecha de yuca y el cambio climático, las dragas en el río Santiago y la disponibilidad de peces, la fiebre del oro y los intercambios sexuales de sus maridos. A diferencia de los varones de su etnia, la movilidad hacia las ciudades próximas o hacia la gran Chiclayo, no aparece como una opción realista. La escapatoria es kajeemat, también el barbasco. Las mujeres awajún viven una epidemia de VIH y una epidemia de suicidios. Pero pronto llega el Covid-19. Lloramos a los apus. Seguimos las estaciones del calvario de Santiago Manuin (63): Hospital I de Santa María de Nieva, Hospital Essalud de Bagua, Hospital Heysen de Chiclayo. Muerte. Santiago Manuin, hijo notable de la provincia, indígena católico, resurrecto sobre el asfalto de la Curva del Diablo, redimido de una cadena perpetua, plusvivo con una bala en el estómago y una amputación por diabetes. Hermano mayor de las adolescentes suicidas de Condorcanqui.

Transporte de los restos de Santiago Manuin. Un avión del Ejército peruano lo devuelve de Chiclayo a Amazonas. El viaje hacia su comunidad se completó por río. Crédito: Capturas de vídeo registrado por la Municipalidad de Condorcanqui.

4

“Somos el enemigo y somos soldados”. La frase se la soltó Pilar Mazzetti al grupo de funcionarios regionales y trabajadores de la salud reunido con motivo de su visita a Arequipa como líder del llamado Comando Covid, la primera semana de abril de 2020. El registro de su discurso se viralizó. Para entonces, la conciencia crítica de Occidente ya se había volcado de lleno al examen de la retórica bellum contra morbum actualizada a propósito de la primera pandemia instantánea de la historia de la humanidad. El discurso de Mazzetti en el primer mes de la crisis sanitaria en Perú, el país sudamericano que menos invirtió en salud en la última década, ciertamente no despertaba alarma sobre, por ejemplo, los peligros de declarar una guerra de baja intensidad bajo la dirección de un Estado Total. Su arenga a las “Fuerzas Armadas de la Salud” no alcanzaba tampoco la añoranza de un Estado de Bienestar (nunca gozado). Lo inquietante de su discurso estaba, como varios analistas han apuntado, en el reparto de roles: el enemigo no es el virus, sino quien porta el virus y lo disemina; el soldado, porte o no el virus, es quien lo detiene allí donde está. “No actuar, en una guerra, es traición a la patria”, también dijo Mazzetti, agregando al drama el personaje del traidor.

Este reparto de roles va al centro de los comportamientos ciudadanos con la pretensión de convocar un compromiso activo, ineludible. Exactamente como ocurre en una guerra, en la que hay que tomar un bando. Pero deja de lado todas las desigualdades entre los potenciales portadores del virus. Muy pocos están en capacidad de ser soldados, las mayorías parecen condenadas a ser enemigos. O traidores. Y como en el Perú la guerra contra un enemigo externo no tiene un referente temporalmente muy inmediato, los enemigos y los traidores a la patria se equivalen con lo más cercano que conocemos: los terrucos o los delincuentes de banda, esos brutos que no respetan nada y no creen en nadie, y por tanto merecen, unos y otros, una justicia sumaria: pena de muerte. Y como para bien y para mal el gobierno de Vizcarra no logra mantener una misma postura sobre nada por más de un trimestre, ya hemos pasado de la metáfora bélica a la semántica fiscal: no seamos cómplices.

Meses después del de Mazzetti, otro viral arequipeño fue el de Celia Capira, la mujer que persigue la camioneta en la que el Presidente Vizcarra deja atrás el hospital Honorio Delgado. Ocurrió en julio, poco antes de declarar la región en emergencia y enviar desde Lima un equipo interventor. La señora Capira pedía a gritos que el presidente regrese y vea la carpa en la que se amontonaba a los pacientes de Covid-19, a la espera de atención médica. ¿Quién era Celia Capira? ¿soldado o enemiga? ¿traidora o heroína?. Su esposo, Adolfo Mamani Tacuri (57), que falleció sin obtener una cama hospitalaria, ¿es inocente o cómplice?

“Ocho guerras perdidas con el extranjero; pero, en cambio, cuántas ganadas contra los propios peruanos”, sentencia la voz narrativa en la crónica novelada Redoble por Rancas, de Manuel Scorza.

Pilar Mazzetti, líder del Comando Covid a su llegada a Arequipa en abril. Hoy es Ministra de Salud. Crédito: Flickr Ministerio de Salud

5

“Los días históricos no suceden de un momento a otro, empiezan mucho antes”, dijo Salvador del Solar el 6 de agosto de 2019 durante una ceremonia en Datem del Marañón, Loreto, en la que como Primer Ministro del gobierno de Martín Vizcarra ofrecía la preparación de un plan llamado Cierre de Brechas, para atender las demandas sociales de lo que el Estado peruano define como el “ámbito petrolero”. Esta gestión era un pendiente para Del Solar, que había jurado el cargo cinco meses antes, el mismo día en que los líderes indígenas de las cuencas loretanas donde hay actividad petrolera reclamaban soluciones y anunciaban protestas para las semanas siguientes. El “ámbito petrolero” está compuesto por 25 distritos de 5 provincias de Loreto. En una de ellas, Requena, se encuentra la comunidad de Bretaña, distrito Puinahua, que alberga los 11 pozos del Lote 95 que explota PetroTal, una firma domiciliada en Calgary, Alberta, Canadá. Una de las varias que ha pasado por Loreto en casi cincuenta años de intensiva extracción de petróleo.

En 2020 Del Solar ya no es Primer Ministro. En febrero, cuando se celebró la última gran reunión sobre el Plan de Cierre de Brechas para anunciar su próxima puesta en marcha, el oferente era Vicente Zeballos, quien se mantuvo en el cargo hasta el 15 de julio. La semana de su salida, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana-Aidesep declaró el “Estado de emergencia indígena” ante el Covid-19. La organización calculaba en al menos diez mil los contagios y en trescientos los fallecidos entre los miembros de pueblos indígenas, a la par que lamentaba que no se considere adecuadamente la identidad étnica en los registros de la pandemia. “Nuestras comunidades se cerraron, pero el virus entró y avanza por los errores estatales”, reza el documento entregado a la prensa. Para los líderes de las federaciones, es incoherente que el gobierno promueva la reactivación económica y la actividad extractiva mientras no asegura la atención del Covid-19 en la Amazonía indígena.

En el entorno de las instalaciones de Petro Tal, había inquietud. La atención por Covid-19 era deficiente, y no había novedad de los acuerdos alcanzados con el gobierno tras la última protesta, cuando paralizaron el Lote 95 y forzaron el diálogo con Del Solar. Petro Tal tampoco se había manifestado durante la pandemia, y nada se decía ya sobre la provisión de energía eléctrica que habían prometido solucionar para la localidad de Bretaña, Puinahua, donde llega solo a cuatro horas diarias. A mediados de julio, cuando ya había 65 covid confirmados en el distrito, los comuneros de Huacrachiro realizaron el Plantón por la Defensa de la Vida y Territorio; exhibiendo sus lanzas, demandaron más personal de salud para atender casos de Covid-19. Al iniciar agosto varias decenas de comuneros se concentraron en Bretaña, provenientes de Huacrachiro, Áncash, Victoria, Las Palmas y otros puntos de la margen derecha del Canal Puinahua, el brazo del Ucayali que articula este territorio inundable en el que conviven gentes achuar, candoshi, matse, shawi y kukama. Los manifestantes rodearon la instalación petrolera, en el puerto antiguo. El sábado 8, cerca de medianoche, la policía que custodiaba el campamento abrió fuego contra ellos. Al amanecer del 9, día internacional de los Pueblos Indígenas, cantó el wipipi. Chemilton Flores Crispin (37), de Bretaña, William López Ijuma (29), de Huacrachiro, y Elix Ruíz Ortís (35), de la comunidad Ancash, heridos de bala, fallecerían en las siguientes horas. Los tres eran de la etnia kukama. Los días históricos no suceden de un momento a otro, empiezan mucho antes.

“Awa umanutshen wipipi iwana. El ataulero es mal agüero, la gente muere” Diccionario Kukama-Kukamiria* Castellano. 2015. FORMABIAP y AIDESEP. Crédito: Ilustración de Jaime Choclo.

(Revista Ideele N°293. Agosto 2020).

Sobre el autor o autora

Teresa Cabrera Espinoza
Escritora. Editora de la Revista Quehacer.

1 Comentario sobre "Cinco necro-lógicas"

  1. Mario Zolezzi Chocano | 9 septiembre 2020 en 03:34 | Responder

    Inigualables crónicas desde una percepción y sensibilidad que incendian el espiritu del lector. Una metodología sorprendente para desgarrar la cobertura gastada de los burdos informes sobre la realidad de esos meses que querremos olvidar. Muy bien. Gracias.

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