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Luego que Alberto Fujimori huyó del país en el 2000, el fujimorismo en el Perú era acosado por diversas denuncias de corrupción, se obligaron a entrar en modo hibernación. Así, los resultados de las elecciones en 2001 no los colocaba ni siquiera entre las cinco fuerzas políticas más importantes. Sin embargo, su crecimiento fue exponencial, si colocásemos como punto de partida el 2001, el fujimorismo en adelante fue la fuerza política más eficiente y más competitiva que las otras organizaciones políticas.
A medida que algunas de las más importantes fuerzas políticas en 2001 fueron ganando elecciones presidenciales, inmediatamente después de gobernar fueron extinguiéndose, ya en sentido inverso, el fujimorismo crecía en las elecciones parlamentarias, la tendencia señalaba que le tocaba el turno para ganar las próximas elecciones presidenciales (Ver: Cuadro 1).
Cuadro 1 – Resultados electorales con base a los votos válidos de las principales fuerzas políticas que tuvieron mayor continuidad entre 2001-2016

Dependiendo del tipo de sistema electoral, este provoca diversos impactos en los resultados. Por ejemplo, la fórmula D´Hont que es un modelo matemático para convertir votos en escaños causa mayores desequilibrios en los partidos pequeños, esto es favorece a los partidos mayores. Se suma a esto, el tamaño de la circunscripción electoral o magnitud del distrito -es decir, el número de curules que deben ser votadas- y que, en el caso del Perú, el tamaño de la magnitud de la mayor parte de las circunscripciones es pequeña, que hace que las elecciones se tornen mayoritarias y no proporcionales.
Si hubo un conjunto de partidos que acumuló rechazo ciudadano desde 2001 por malas gestiones y acusaciones de corrupción, el fujimorismo obtuvo ventaja de esta situación en estas circunscripciones. Esto es, el fujimorismo electoralmente creció no con base a sus virtudes sino por cuenta de los vicios y defectos de los otros partidos.
Otro elemento que acentúa las distorsiones anteriores es la ausencia de controles y fiscalización ex ante por parte de los órganos electorales, que permite la amplificación del clientelismo o la compra de votos como muy bien se entiende y que transgrede el sentido de la voluntad popular.
De esa forma, si el sistema electoral debe buscar la proporcionalidad, los resultados son diametralmente opuestos a lo que se pretende (Ver cuadro2) . En el sentido, de que el número de escaños en el Congreso que se supone debería ser proporcional al número de votos por el partido, tiende al contrario, a la excesiva la desproporcionalidad. Por ejemplo, considerando los votos válidos (Ver cuadro 2) se verifica ese fenómeno.
Cuadro 2 – Elecciones legislativas: % de Votación y % de Escaños obtenidos por las dos agrupaciones mayoritarias en el Congreso (2001 – 2016)

En el caso puntual de Fuerza Popular, esta organización obtuvo el 36% de los votos válidos para el legislativo y tradujo esos votos en el 56,1% de la representación en el Congreso, esta sobre-representación inflacionó su representación en el Congreso a sabiendas que su representación se daba en buena parte en el vacío.
Perdidos y sin brújula
Es correcto decir, que el comportamiento legislativo no puede ser explicado por la simple conexión electoral y sí por los procedimientos con los que disponen los líderes partidarios al interior del legislativo para dar dirección política a los parlamentarios, y de acuerdo a ello podemos afirmar que el fujimorismo consiguió bien o mal mantener una mayoría relativa y algún tipo de cohesión bajo el liderazgo de Keiko Fujimori. Las expectativas de que ella pudiese ser presidente era sólo una cuestión de esperar las próximas elecciones. Sin embargo, la baja calidad del reclutamiento de sus cuadros dejó trasparecer situaciones cuestionables a los ojos de la opinión pública.
El fujimorismo con Keiko Fujimori perdió la elección presidencial de forma ajustada, pero con una mayoría parlamentaria inédita. Sin embargo, Keiko quien orientaba el accionar de sus parlamentarios evidenció que no tenía agenda política e orientó a su bancada a presionar a PPK. Abandonaron la noción de que ellos también hacían parte del gobierno -dado que el gobierno no es solo el Ejecutivo-, y entre traducir su plan de gobierno en proyectos de ley, promover la implementación de políticas públicas, optaron por una agenda revanchista e implementaron una estrategia contra PPK en la lógica de un juego de suma cero.
Considerando que el Presidente tiene amplios poderes (recursos y agenda), y en circunstancias en la que el se encuentra en minoría puede establecer algún tipo de alianza para poder llevar adelante la política general de gobierno, en compensación, los grupos de oposición disfrutan de amplios mecanismos de control político, este diseño produce una dinámica semejante al dilema del prisionero, pero que no llega a ser un juego de suma cero. Y desde la oposición se exigió una excesiva presencia de los ministros de Estado que provocó una cierta parálisis gubernamental con la finalidad de atender el pedido de los congresistas.
Un ejemplo se observa que en los periodos legislativos de julio de 2016 a julio de 2018 existe un padrón de interacción de relación profusa, donde los Ministros de Estado frecuentaron 389 veces el Congreso de la República, visitando las comisiones ordinarias del Congreso, en el pleno del Congreso y en la comisión permanente, ya sea informando o sometidos a los instrumentos de información y control político como parte de las prerrogativas del legislativo.
Cuadro 3 – Presencia de Ministros ante los órganos parlamentarios del Congreso de la República (2016-2018).
Órgano Parlamentario | Periodo 2016 – 2017 | Periodo 2017-2018 | Total |
Pleno del Congreso | 50 | 73 | 123 |
Comisión Permanente | 4 | 0 | 4 |
Comisiones Ordinarias | 145 | 117 | 262 |
Total | 199 | 190 | 389 |
Fuente: Área de Redacción de Actas – Oficina de Gestión de la Información y Estadística. Congreso de la República.
Mientras la mayoría opositora ejercía un estricto y disciplinado control político, ignoraban reformas, que entes como el JNE sugería sean aprobadas, como el Código Electoral, y al contrario, aprobaron leyes que marcaban significativos retrocesos, como es el caso de la ley 30689 que modifica el art. 42 de la ley 28094 (ley de los partidos políticos) la misma que tornó permisivo el clientelismo, el candidato en campaña puede entregar regalos a los electores, desnaturalizando el sentido y propósito de una elección.
Luego de la renuncia de PPK, Martín Vizcarra asume la presidencia, en esas circunstancias el fujimorismo tuvo una pequeña fractura interna, sin embargo, simuló algunos juegos de cooperación, al mismo tiempo que amenazaba sutilmente con la vacancia al Presidente. Nuevamente, sin una agenda política, se acentúo la falta de dirección del fujimorismo con la prisión de Keiko Fujimori. En una tentativa de blindar a personajes cuestionados en la expectativa de ser beneficiados en los procesos abiertos contra su lideresa, buscó influenciar el Poder Judicial, mientras que frente a las demandas de la opinión pública, apenas buscó posicionar un discurso ultra-conservador con cuadros parlamentarios de baja credibilidad lo que contribuyó a un grave desgaste.
La mayoría obtenida, la que bien pudo ser mostrada como una virtud terminó resultando en una maldición. El capítulo asociado al cierre del Congreso es efecto, la amplia aprobación por parte de la opinión pública fue abrumadora, independiente de si la medida tuvo apego a la constitución. Lo real es que la narrativa de victimización del fujimorismo no ha encontrado apoyos reales. Es poco creíble un fujimorismo que defienda las instituciones democráticas, las opciones que enfrentan en el corto plazo de cara a las elecciones de enero de 2020, es presentar cuadros intermedios y buscar ser eficientes en sus estrategias clientelistas. La narrativa de la ¨eficiencia¨ asociada a la imagen de Alberto Fujimori quedó muy atrás y ensombrecida tanto con Keiko encarcelada y el continuo estigma de la corrupción.
(Revista Ideele N°288. Noviembre 2019).
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