Brechas, inequidades y muerte de mujeres: expresiones del patriarcado en el Perú

Foto: Frank Pérez

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En mi recorrido por el mundo de las ONG, los proyectos de desarrollo y en general en mi vida cotidiana, he ido encontrando múltiples situaciones que dan cuenta de un trato diferenciado a la condición de “lo masculino”, “lo femenino”, y también a aquello que no encaja en dicha dicotomía o en esta visión heteronormativa de nuestra sociedad.

Con el paso del tiempo, y gracias al aporte de algunos marcos conceptuales y analíticos, el uso de diversas herramientas generadas desde el enfoque de género, y en particular, a partir de las vivencias en campo, fui comprendiendo que este trato y valoración diferenciada tiene su origen en aquello que llamamos el sistema de género patriarcal o conocido también como patriarcado, que sobrevalora los atributos de la condición masculina y le otorga un mayor protagonismo en términos de roles, espacios, ejercicio de derechos y de poder; generando así situaciones de discriminación, subordinación, exclusión, tutelaje, violencia y vulneración de derechos para quienes no ostentan estos atributos y expectativas establecidas por las sociedades y culturas, afectando en especial la vida de las mujeres.

En el Perú, el patriarcado se evidencia en aspectos concretos como las brechas salariales donde las mujeres ganan 30% menos en comparación a los hombres, donde sólo el 7% de mujeres está presente en las juntas directivas de las empresas (siendo ellas el 45% de la fuerza laboral); en los altos índices de feminicidios (149 el 2018, y más de 50 en lo que va del 2019), violaciones sexuales, mujeres desaparecidas, casos de acoso sexual, entre otros, que nos colocan como uno de los países de la región con mayores índices de violencia de género.

También lo podemos observar en los desiguales niveles de participación política, que en las últimas elecciones regionales y municipales de 2018, lo ratificaron, donde ninguna mujer fue elegida en el cargo de gobernadora regional (de un total de 25 regiones), y sólo 7 mujeres fueron elegidas alcaldesas provinciales (de un total de 195) y 81 alcaldesas distritales (de un total de 1,665); o en el campo de la función pública, donde las mujeres sólo ocupan el 21% de los cargos de mayor poder en el Estado, sólo 36 mujeres son congresistas (de un total de 130), y sólo 22% de mujeres son jueces supremos.  Finalmente, también lo observamos en los contenidos de la publicidad, la música, y demás medios de comunicación masiva, que siguen cosificando a las mujeres y reforzando roles y estereotipos de género que buscan perpetuar esta condición de subordinación y exclusión para las mujeres y demás identidades que no encajen en los modelos de género hegemónicos.

A ello debemos de sumarle las demás discriminaciones que afectan a las mujeres en nuestro país, y no solo por su condición de género, sino también por aspectos relacionados con su pertenencia étnica, su condición socio-económica, su lengua materna, el contexto donde viven, su orientación sexual, entre otras categorías que, sumadas con el género subordinan y excluyen más a las mujeres, en particular a aquellas de contextos rurales, pobres, y pertenecientes a grupos étnicos andinos, amazónicos y afroperuanos.

Los ejemplos descritos dan cuenta de prácticas que tienen a la base aspectos como el machismo y el sexismo, dos categorías aliadas del patriarcado, que se constituye en uno de los principales sistemas de opresión para la humanidad, que resulta necesario poner en cuestión, analizar (desde una perspectiva interseccional) y desmontar, y que desde los feminismos y el enfoque de igualdad de género se sigue promoviendo en aras de tener sociedades donde mujeres, hombres y demás identidades puedan desarrollarse en igualdad de condiciones, derechos y oportunidades, sin importar el sexo con el que nacieron.

En este contexto, y como un paso clave para ir desmontando prácticas y visiones machistas, sexistas y androcéntricas, es fundamental promover y asegurar la incorporación del enfoque de igualdad de género en el currículo de educación, en todos los niveles, como se viene promoviendo desde el Estado peruano, de modo que las niñas, desde pequeñas asuman que tienen iguales derechos y oportunidades que los niños, y que las adolescentes y jóvenes tomen conciencia de su cuerpo y el ejercicio de su sexualidad (libre y responsable), de modo que se asuman como sujetos de derecho y como ciudadanas de igual categoría que los hombres.

Lima, 23 de abril del 2019

[1] Artículo de opinión elaborado como parte del Curso virtual “Introducción a las Teorías Feministas” realizado por la Facultad de Ciencias Sociales, el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG), el Núcleo de Investigación en Género y Sociedad Julieta Kirkwood y el Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, marzo – abril 2019.

(Revista Ideele N°285. Mayo 2019).

Sobre el autor o autora

Frank Pérez
Consultor en Género y Desarrollo.

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