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Revista Ideele N°294. Octubre 2020Esta crisis producto de la pandemia Covid-19 llama a una restructuración profunda de la economía y de la relación entre la economía, la sociedad y el Estado. Por ejemplo, resalta ahora como el neoliberalismo ha generado a nivel mundial obesidad, diabetes, hipertensión y diversos problemas de salud, asociados a la mortalidad por Covid-19. En todos los estudios a nivel internacional está muy claro que las personas que tienen sobrepeso y obesidad, con mayor riesgo de diabetes e hipertensión, todos factores asociados a un riesgo de mortalidad muchísimo mayor. Tenemos una epidemia mundial, que viene creciendo hace 30 años, de obesidad. Para el Perú las estadísticas indican que más de la mitad de las mujeres y hombres adultos en el Perú tiene sobrepeso u obesidad, bajo esta política de “libre mercado” y que las empresas vendan lo que quieran sin avisos ni advertencias claras para que cada consumidor resuelva por su cuenta, con los grandes monopolios de comida chatarra oponiéndose a esta defensa elemental de la salud pública.
También se ha hecho patente el problema de salud y seguridad en el trabajo. Hay minas en el Perú que tienen cientos de contagiados en una sola empresa, lo que además significa que esos trabajadores mineros van a contagiar a la comunidad que está a su alrededor generando un serio problema. Este es solo un ejemplo que se repite en otros sectores productivos. Los problemas de salud de trabajadores y salud ambiental, con la contaminación de metales pesados, riesgos de accidentes y todo lo que se conoce como ´salud y seguridad laboral´, se han dejado bastante de lado. El neoliberalismo ha vendido la idea de “la tramitología”, insistiendo en que no hay que ponerle trabas a las empresas y dejarlas que hagan lo que quieran porque supuestamente ellas solitas cuidarían a sus trabajadores, pero se ha mostrado ahora la carga de enfermedad y muerte que esa política trae.
Este tema es parte de uno más amplio referido a la lógica de la economía respecto de los riesgos. Hasta ahora la economía se ha planteado bajo el objetivo de crecer y producir más, más y más sin ninguna consideración de los riesgos. En un simplismo neoliberal controlar riesgos es visto como un gasto inútil, y cuando no se produce el riesgo se señala que se ha gastado por gusto, cuando en realidad se debe gastar precisamente para que el riesgo no se materialice. Desde el neoliberalismo y la economía convencional se considera y se contabiliza en el PBI sólo lo que se produce materialmente y no los riesgos que se evitan. Cambiar esto nos plantea una gran restructuración de la economía y del pensamiento económico, que es particularmente necesario en el escenario de cambio climático y el enorme riesgo para la humanidad que plantea una economía mundial basada en petróleo y combustibles fósiles.
Como en América Latina no tenemos un sistema de seguridad social económica de este tipo, los problemas de alimentación, subsistencia y alta inseguridad económica han llevado a que miles hayan tenido que salir a ver como consiguen unos cuantos centavos para el día, generando mayor transmisión de la enfermedad.
La misma idea se vincula al sistema de seguridad social. Así como hay riesgos de salud para las personas, también hay problemas económicos porque una persona enferma deja de poder producir y también otros riesgos sociales y económicos como el desempleo, la discapacidad, la ruptura de lazos familiares y sus implicancias sobre el sostenimiento de los niños y niñas, el soporte económico en años avanzados cuando no podamos trabajar, etc. Esto requiere un fuerte sistema de seguridad social, que en muchos de nuestros países no tenemos. En el Perú y en varios países de Latinoamérica hay ahora muchísima gente desempleada y los Estados no tienen sistemas para darles ayuda económica. En Europa y en Estados Unidos funciona el seguro de desempleo, y ahora ante esta emergencia los Estados sólo amplían los beneficios de ese sistema. Como en América Latina no tenemos un sistema de seguridad social económica de este tipo, los problemas de alimentación, subsistencia y alta inseguridad económica han llevado a que miles hayan tenido que salir a ver como consiguen unos cuantos centavos para el día, generando mayor transmisión de la enfermedad.
En esta lógica, podemos entender que, ante el empobrecimiento masivo que vivimos, es necesario replantear las prioridades e insistir en las necesidades básicas: alimentación, salud, educación y servicios e infraestructura pública. Hay una serie de rubros como el turismo, los viajes, los restaurantes y una serie de servicios y cosas superfluas que nos hacen la vida mejor pero que no son básicas, y que tienen que dejarle lado a las necesidades básicas, que esencialmente son alimentación, salud y educación, infraestructura pública de transporte y agua potable. Hacia ahí hay que reorientar la economía y el crecimiento, no podemos regresar a una economía como la del pasado que garantice estos elementos básicos para toda la población.
Si el punto anterior tiene que ver con la producción, un tema fundamental en el funcionamiento de la economía y la vida misma de las personas y la salud, es la circulación y el transporte. En el Perú un neoliberalismo extremo ha llevado a un transporte público muy mal regulado, que se convirtió en Lima, en otras grandes ciudades y a nivel interprovincial en un foco de contagio tremendo. Las personas tienen que permanecer mucho tiempo en un espacio cerrado, donde alguien que está enfermo tose, bota el virus y este se queda flotando y se transmite a otros. Hemos favorecido un sistema de transporte muy inequitativo que privilegia el carro antes que el transporte público, la bicicleta y el peatón, aumentando el tiempo que las personas pierden en el transporte, el estrés y la contaminación ambiental. Esto nos plantea la necesidad de transformar el transporte y el transporte público de una manera en la cual sea más amigable para la vida, para la salud e incluso para la economía, porque andar a pie, en bicicleta o en un buen transporte público es mucho más barato que andar en carro. Esto implica darle al transporte y a la circulación de personas una importancia mucho mayor, vincularla con las necesidades que tenemos de una buena vida y una vida saludable, y darle un enfoque donde predomine lo público.
Regreso al inicio: el asunto fundamental es recordar que no hay economía sin salud y no hay reactivación posible sin control de la epidemia. El neoliberalismo ideológicamente ha vendido la idea de que podemos construir una economía como si no importara la salud, y por eso los 30 años anteriores se relegó la salud pública, pensando que la economía podía seguir creciendo para adelante, sin tener en cuenta este aspecto. Ya no es posible mantener ese punto de vista. Es indispensable tener un enfoque más integrado entre la economía y la salud, en el cual la salud debe tener preponderancia.
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