Escrito por
Revista Ideele N°279. Julio 2018Hay muchas razones para sostener que la VIII cumbre de las Américas, realizada en Lima, entre los días 12 y 14 de abril ha sido un triunfo democrático. A diferencia de las anteriores, en las que el bloque de países del Alba tuvo una presencia determinante, esta vez los aires soplaban en dirección de fortalecer la Carta Democrática Interamericana de 2001, y así ha sido.
La primera pulsada de mano se ganó cuando se le retiró la invitación a la Cumbre al dictador Venezolano Nicolás Maduro debido al autoritarismo radical del régimen que encabeza. El tema no debió alzar aspavientos pues, en su hora, a su homólogo chileno Augusto Pinochet no lo recibían casi en ninguna parte y fue detenido en Inglaterra entre 1998 y 2000 a pedido del juez español Baltazar Garzón. Por su parte, Alberto Fujimori corrió la misma suerte y fue capturado en Chile el 7 de noviembre de 2005 y casi de inmediato extraditado al Perú para ser juzgado.
Pero cuando se le retiró a Maduro la invitación a la cumbre se alzaron voces de sus adláteres regionales denunciando que la medida era arbitraria; la misma postura adoptaron voceros de la izquierda peruana y analistas afines que porfiaban en que prohibir la asistencia del dictador venezolano supondría la abstención de más de una decena de mandatarios, lo que condenaría a la Cumbre al fracaso.
Nada de esto ocurrió. Al contrario, en el empeño democratizador de la región, el Estado peruano y su cancillería se fortalecieron y han asumido un importante liderazgo continental desde la reunión en Torre Tagle del “Grupo de los 8”, en febrero pasado, en donde cancilleres de varios de nuestros países expresaron que la presencia de Maduro no era bienvenida en la Cumbre de las Américas. De hecho, el súbito cambio de mandatario que afrontó el Perú hace apenas unas semanas no cambió nuestra posición, la que se mantuvo firme y coherente: he ahí la clave del éxito del que hoy disfrutan el presidente Martín Vizcarra y el canciller Néstor Popolizio.
Mientras tanto, en Caracas, el dictador Maduro denunció con su habitual vehemencia el abuso del que era objeto, proclamó que él se debía a los pueblos y amenazó con venir a Lima nadando. Su único acierto, en realidad, fue calcular que el físico no le daría para tanto, por lo que pocos días antes de iniciarse la Cumbre le restó importancia, y señaló que no valía la pena asistir allí donde semanas antes había amenazado con llegar braseando las agitadas aguas del Océano Pacífico.
Ya en la Cumbre, la nota disonante la dieron un puñado de propagandistas cubanos que intentaron frustrar una reunión del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, con representantes de la sociedad civil y de la resistencia venezolana en el Perú. De hecho, el colectivo “Amigos de Venezuela”, que reúne a dicha disidencia con diversos líderes políticos peruanos, logró convocar el jueves 12 al atardecer algo que hacía tiempo no se veía en el Perú: una multitudinaria manifestación en favor de la democracia en la Plaza San Martín. Aquí nos gusta marchar contra la “ideología de género” o contra el indulto, de allí el inusitado éxito de este potente llamamiento democratizador.
La Cumbre no dejó un colofón, dejó dos: el “Compromiso de Lima Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción” y la “Declaración sobre Venezuela”, en la que 16 países del Continente, entre ellos Estados Unidos, se comprometen a luchar por restablecer el orden constitucional en aquel país y apoyar a sus ciudadanos que sufren una crisis humanitaria de incalculable magnitud.
En Caracas, la dictadura prepara para mayo una nueva pantomima electoral para perpetuarse en el poder, pero en Lima, en la VIII Cumbre de las Américas, el Continente de Thomas Jefferson, Simón Bolívar y José de San Martín ha dejado claro que sigue apostando por la república democrática de los padres fundadores.
(REVISTA IDEELE EDICIÓN N° 279, JULIO DEL 2018)
Deja el primer comentario sobre "Un triunfo de la democracia"