Ser una mujer trans en plena pandemia en el Callao

Foto: Amigas por Siempre del Callao

“Con el alcalde Álex Kouri fue lo peor” recuerda Taki Robles. “Él empezó una de las peores cacerías de mujeres trans en el Callao”. Comenta cómo interponía denuncias ante la Defensoría del Pueblo contra sus agentes de seguridad ciudadana por enviar camiones municipales llenos de uniformados a meter palizas a las mujeres trans que se prostituían por las noches, para quitarle sus pertenencias y abandonarlas descalzas en la playa detrás del aeropuerto Jorge Chávez. “Era gente de mal vivir” acusa a los entonces fiscalizadores de la comuna, cuyo accionar refiere “uno de los peores casos de violación de derechos humanos” silenciada por la transfobia de la sociedad chalaca.

Taki Robles es una mujer trans, nació con sexo masculino, pero se identifica con el género femenino, y vive en la casa de sus padres en el asentamiento humano ex fundo Márquez, al norte de la provincia del Callao. Aunque sus padres, quienes hoy viven en el extranjero, sí respetan su identidad de género, conoce la discriminación institucional al acudir a un hospital, a una comisaría y ser tratada como “señor” por los funcionarios. La falta de oportunidades para acceder a un trabajo formal la empujó a prostituirse años atrás por un corto tiempo, donde conoció la realidad de otras mujeres trans que viven expuestas a la calle. “Imagínate

En 2008 contribuyó a fundar la Asociación Amigas por Siempre del Callao que actualmente agrupa a unas cien mujeres trans del Callao para defenderse de la violencia uniformada y la intolerancia y para tener un espacio propio. Mientras la prensa sólo resaltaba los enfrentamientos de las trabajadoras sexuales defendiéndose de los efectivos municipales, hasta hoy es inevitable sufrir las burlas y cuestionamientos de los policías cuando van a denunciar a una comisaría. “Te robaron, te dicen que seguro tú eres el choro” “Te mataron, te dicen que quién te manda exponerte a la calle” afirma quejándose de la criminalización de su comunidad.

Si bien muchas personas LGTBI encuentran trabajo en el rubro de la peluquería y cosmética, los prejuicios sociales que las juzgan por su aspecto, la marginación y el abandono de sus familias, crean la necesidad de las mujeres trans por cambiar su aspecto para vivir su identidad femenina, lo que comienza llevando a muchas al mundo de la prostitución para obtener ingresos inmediatos que les permita operarse y tener la imagen que la gente espera de ellas para discriminarlas menos. “Para la sociedad, si no te ves como mujer con buenas caderas, simplemente eres un loco con el pelo largo. Te dicen gay”.

“No conozco mujer trans de más de cincuenta años” comenta Taki. La violencia de las calles en las que viven las personas trans chalacas hace que la edad de prostituirse llegue a ser máximo los veinticinco años, luego de lo cual se debe buscar otro ingreso económico, prácticamente imposible. El VIH es otro factor de riesgo para la comunidad. Taki asegura que la actividad sexual en la que muchas se desempeñan arrastra a un cuarenta por ciento a estar infectada del virus de inmunodeficiencia.

La llegada del coronavirus supuso un choque económico tanto para las mujeres trans que se prostituyen como para quienes se dedican a la peluquería. Entre salones de belleza totalmente cerrados hasta la nula actividad nocturna en un Callao patrullado por blindados militares de la Marina de Guerra, muchas de sus compañeras a las pocas semanas no tenían ni para un plato de comida, en un primer puerto con millonarios ingresos por canon aduanero. Sobre los vejámenes sufridos por muchas personas trans detenidas en las comisarías, obligadas a hacer ejercicios físicos repitiendo “Quiero ser hombre”, sólo queda un recuerdo anecdótico de lo que fue otra muestra de la habitual homofobia policial.

En los primeros meses de la pandemia, recuerda que al ir al mercado vio una chica desmayándose por la paranoia que rondaba el barrio. “Una decía el fin del mundo”. Morían los ancianos en el ex fundo Márquez. Muchachos trabajadores del vecindario se enfermaban y tenían miedo de morir. La poca expectativa de vida de las mujeres trans, la mayoría muy jóvenes, hizo asintomáticas a las que se contagiaron del coronavirus. Pero se sumó al estigma social de estar infectadas del VIH y otras enfermedades venéreas.

Rápidamente su asociación Amigas por Siempre empezó a empadronar a las mujeres trans que necesitaban ayuda inmediata para sobrevivir, solicitando el apoyo de ONG’s como AHF e instituciones como el Ministerio de Salud, el Ministerio de la Mujer y la Universidad Cayetano Heredia, para hacer ollas comunes y llevarles víveres y medicinas. Aunque las ayudas siempre son eventuales.

Antes de la pandemia, Taki ya había participado como activista en temas de educación sexual y prevención del VIH con el barrio en general, por lo que ya es conocida entre los vecinos del ex fundo Márquez. En agosto se formó el comité anti covid en el barrio, por iniciativa del Ministerio de Salud y ella fue nombrada como coordinadora por una asamblea comunal. Esto despertó los recelos de dirigentes barriales hombres, a quienes Taki increpa no haberse interesado en participar antes.

Una de las funciones que ella viene desempeñando es asegurar el monitoreo de saturación de oxígeno entre los vecinos más ancianos y con enfermedades que los hagan vulnerables ante el coronavirus, para prevenir los contagios. Taki relata que nunca ha tenido problemas en interactuar con personas mayores ni ha recibido expresiones de transfobia cuando acude a sus domicilios.

También participa en las tareas de concientización en las medidas sanitarias de uso de mascarilla y constante lavado de manos entre las personas del vecindario, así como medidas de contingencia en caso de contagio. Coordina con las instituciones el acceso a medicinas, atención médica oportuna y ayuda humanitaria para los pacientes de riesgo y la presencia de campañas de vacunación y de pruebas de descarte en el barrio, e incluso auxiliar a las familias que sufren una pérdida por la pandemia.

Taki se enfermó de coronavirus en setiembre, pero lo superó rápidamente. Se encerró quince días en su casa y siguió organizando el comité anti covid por internet. Afortunadamente no contagió a su hermano con el que vive. Mientras, varias de sus amigas trans fueron retomando el trabajo sexual luego de la cuarentena, en las horas nocturnas previas al toque de queda. Desde luego, la clientela se redujo. De cinco servicios sexuales que acostumbraban brindar cada noche antes de la pandemia, el promedio se redujo a uno diario para sobrevivir, siempre con mascarilla, cobrándole veinte soles al parroquiano de turno.

Acusa que el actual alcalde del Callao, el conservador Pedro López Barrio, solamente se junta con la comunidad evangélica y no dialoga para nada con las diversidades sexuales. Mientras, el municipio de Lima anunció que contratará mujeres trans para labores de limpieza pública y parques y jardines, lo cual ha alegrado a sus compañeras.

Sobre el autor o autora

Alan Benavides Romero
Periodista redactor y fotógrafo de derechos humanos y conflictos sociales.

Deja el primer comentario sobre "Ser una mujer trans en plena pandemia en el Callao"

Deje un comentario

Su correo electrónico no será publicado.


*