El director noruego Egil Håskjold Larsen fue galardonado como mejor cineasta emergente en la pasada edición del prestigioso festival de cine documental de Toronto, HotDocs, por su cinta 69 minutos de 86 días, queretrata el drama de los refugiados sirios a través de los ojos de una niña de tres años. Håskjold Larsen conversó con Revista Ideele en Toronto.
¿Cómo fue que nació 69 minutos de 86 días?
Este proyecto nació en 2015. Mi esposa y yo hablábamos en casa con mucha preocupación sobre lo que acontecía en Siria. En la prensa se leía constantemente sobre la violencia, la destrucción, el maltrato que recibían los que huían, y se hablaba mucho sobre los miles de refugiados que llegaban a Europa y de los que morían intentando llegar a las costas de Europa. Sin embargo, mucha gente sentía pavor por las consecuencias de esta ola migratoria. Muchos se preguntaban: ¿Cuántos migrantes podemos recibir?, ¿qué clase de refugiados está llegando?, y ¿qué se puede esperar acá de ellos?
Luego llegaron las imágenes del niño ahogado frente a las costas de Turquía y las del otro niño que aparecía en brazos de su padre. Estas fueron las imágenes que avivaron la polémica sobre la crisis migratoria en Europa… Fue allí que yo sentí esa necesidad de contar la historia de un niño o de una niña para ponerle un rostro humano a esta tragedia, porque, para mí, la niñez representa algo puro e inocente. Me dije: ¿Cómo se puede culpar a un niño que intenta escapar de los estragos de una guerra? ¿Cómo no reaccionar ante tal acto de desesperación y, a la vez, de esperanza? Es así que empieza la idea de mi proyecto.
¿Cuándo empezaste a filmar?
Empezamos a filmar a los pocos meses, a mediados de septiembre de 2015.
¿Qué tan grande fue tu equipo cinematográfico?
Éramos solo tres. Llegamos los tres a la isla griega de Kos, que es una de las islas donde llegaban la mayoría de refugiados desde Turquía, pero luego uno de nosotros se quedó allí – simplemente por falta de espacio en las embarcaciones – mientras que yo y mi intérprete seguimos de cerca a Lean en el transcurso de su viaje.
¿Y por cuánto tiempo filmaron ese viaje? ¿Por 86 días?
No, 86 días es lo que dura el peligroso viaje que hizo Lean junto a su familia desde que huyeron de Grecia.
¿Y 69 minutos se refiere a lo que dura el documental?
Efectivamente.
¿Cuántas veces intentaron Lean y su familia llegar a Europa?
Lean y su familia vivían en Damasco. De allí intentaron cruzar la frontera hacia Turquía en dos oportunidades. La primera vez no tuvieron éxito. Las fuerzas turcas no solo les impidieron ingresar al país sino que también les quemaron todas sus pertenencias, todo su equipaje. Luego, toda la familia tuvo que esperar un mes a que llegue un barco para poder negociar con la “mafia” de los llamados “coyotes” de migrantes. Tampoco tuvieron suerte en esa oportunidad. Estas historias afectaron mucho a Lean, quien siempre hablaba del equipaje que perdieron en aquel inmenso mar.
¿Tuviste problemas con los “coyotes” de migrantes mientras filmabas?
No, porque nunca estuvimos en Turquía, que es donde ellos negocian el transporte de los miles de sirios que huyen de la guerra. Ellos cruzan a los refugiados y luego los abandonan a su suerte en alta mar. Y, claro, no lo hacen gratis. Nosotros empezamos a filmar en Grecia ya que lo que queríamos hacer era contar una historia europea con la que se pudieran identificar los europeos.
¿En tu búsqueda por ese protagonista principal esperabas encontrar a alguien cuyo destino final fuera Noruega en vez de Suecia?
No, para nada. Para mí eso no era importante, pero a lo mejor sí lo era para el Instituto Noruego de Cinematografía. Y para serte sincero, la idea de Suecia me fue gustando cada vez más ya que Suecia ha manejado muy bien la crisis migratoria. En cambio Noruega da vergüenza. Tenemos un gobierno ultra-derechista en este momento, un gobierno que le ha cerrado las puertas a los refugiados.

“Lean y todos los niños que realizaban ese viaje habían pasado por cosas horribles en Siria; vieron y vivieron cosas terribles, y creo que todo eso los hizo madurar de un momento a otro. Esa madurez emocional se veía en sus ojos”.
¿Cómo reaccionaba Lean cuando la filmabas?
Muchas veces ella casi no se daba cuenta que la estaba filmando, porque yo mantenía mi cámara a la altura de mis caderas de modo que ella casi siempre me miraba a los ojos y no a la cámara. Es decir, yo no estaba detrás de la cámara y ella no era consciente de la misma.
En el transcurso de aquel viaje viste muchas cosas que no forman parte de tu documental. ¿Qué fue lo que más te impactó en toda esa odisea?
Hay muchas cosas de las cuales uno no puede hablar. Sin embargo, algo que me sorprendió mucho del drama de los refugiados que huyen de la guerra fue la madurez emocional de los niños. Lamentablemente la guerra los convirtió repentinamente en personas maduras. Crecieron muy rápidamente. Por ejemplo, a Lean no se la ve llorar en el documental. Ella nunca le creó ningún problema a su familia. Es como si ella pudiese captar, a los tres años de edad, la ansiedad, la alta presión y el estrés que afrontaba su familia en esos momentos. Es decir, ella no los quería molestar por el simple hecho de ser una niña. Lean y todos los niños que realizaban ese viaje habían pasado por cosas horribles en Siria; vieron y vivieron cosas terribles, y creo que todo eso los hizo madurar de un momento a otro. Esa madurez emocional se veía en sus ojos. Eso fue algo que me impactó mucho.
¿Y la familia de Lean no tuvo ningún problema para que los filmaras?
No, al contrario. Ellos querían que se conozca a fondo la trágica situación del pueblo sirio.
¿Nos puedes poner al día sobre Lean? ¿Cómo le va en Suecia?
Lean tiene ahora cuatro años y medio. Va a la escuela. Cursa jardín. Habla sueco. Lo habla mejor que toda su familia. Está haciendo una nueva vida en Suecia; tiene muchos amigos y amigas. No sabemos qué es lo que va a pasar con ella y su familia cuando termine la guerra en Siria, pero por ahora lleva una vida europea bastante tranquila. Le va muy bien.
¿Algo más que quieras agregar?
Solo espero que este documental ayude a la gente a ver a los sirios como seres humanos. Los refugiados no son cifras ni estadísticas. Son seres humanos con sueños, anhelos y esperanzas como cualquiera. En el mundo entero hay familias, madres, padres, hijos, hijas, que tienen el potencial de convertirse en algo hermoso cuando se les presentan oportunas condiciones.
Y creo que no hay que enfocarse solo en el horror de la guerra, porque esas imágenes de la violencia y la guerra se convierten en lugares comunes, lo cual conlleva mucho peligro para nuestra sociedad. Eso es lo que nos da a entender Susan Sontag en su libro Ante el dolor de los demás.
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