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Revista Ideele N°296. Febrero 2021Las recientes declaraciones del expresidente peruano Martín Vizcarra tratando de justificar por qué -en su condición de jefe de estado- fue beneficiario de las vacunas contra el virus de la COVID-19 sin haberlo comunicado públicamente, invita a reflexionar sobre las representaciones en torno a las acciones heroicas en nuestras sociedades. En su primera intervención para responder las denuncias en su contra, el ex jefe de estado se refirió a su decisión de beneficiarse con la administración de las vacunas experimentales apelando a un justificativo moral: “Tomé la decisión valiente de sumarme a los 12 mil voluntarios y que me hagan la prueba experimental”.Esto, por supuesto, ha sido desmentido y lo que se conoce es que utilizó su poder en beneficio privado para acceder, junto sus familiares cercanos, a la vacuna.
Pero, más allá de las responsabilidades morales y legales del ex jefe de Estado, nos interesa resaltar dos aspectos fundamentales de su respuesta: el primero, respecto de la percepción que tiene sobre un acto de heroísmo, esto es, la decisión que él considera valiente como justificativo moral de su acción consciente y, por tanto, racional. El segundo aspecto es su distinción entre acto público o privado. Y es que en el acto de dar a conocer lo que hizo, reconoció que debió hacer pública su decisión de vacunarse. Esto nos llevaría a plantearnos lo que hoy en día constituye la imagen o la representación del héroe en el imaginario actual de la sociedad peruana y extrapolarlo, inclusive, para otras sociedades. Sin embargo, nos limitaremos a explorar el tema a partir de dos consideraciones: la relación entre lo público y lo privado y, también, las transformaciones en el sistema de valores actual.
Nuestro panteón nacional está ocupado por quienes han sido descritos y ensalzados a partir de sus actos públicos, escasamente desde aquellos privados. Nos enseñaron a admirarlos y emularlos por sus hazañas, pero aprendimos a no indagar en torno de su vida privada. En una sociedad acostumbrada a valorar las virtudes públicas era impensable que podían existir vicios privados. Y esto es hábilmente aprovechado por quienes no actúan con transparencia o por los que creen que los privilegios son parte de la vida privada.
El mito del héroe público y privado
Un héroe o heroína puede ser definido grosso modo como aquella persona que ha realizado una hazaña extraordinaria y es admirado por muchos. Se entiende, que el héroe es quien realiza una acción de impacto social en tanto es reconocida por otros. Algo a tener en cuenta, entonces, es que su reconocimiento tiene una dimensión pública, en el sentido de que es distinguible respecto de lo que se considera lo privado. Un acto de heroísmo, por tanto, tiene que ser público para ser reconocido.
Pero esto último conlleva a establecer una distinción importante en la construcción de la imagen o representación de un héroe: su vida pública y su vida privada. Como acabamos de señalarlo, el héroe pertenece ante todo al ámbito de lo público y no de lo privado, aunque este puede considerarse en función de lo público. Podríamos decir que es principalmente en las sociedades en las que se presenta esta división donde la figura del héroe adquiere esa dimensión de valor y reconocimiento. Obviamente, que las diferencias entre estas sociedades están mediadas culturalmente. Así, en la Grecia clásica, la narrativa en torno a un héroe como Ulises sitúa sus aventuras heroicas en el espacio público, mientras que aquello que era parte de su vida privada aparece más bien como su complemento, donde Penélope es el personaje central y sus desventuras mientras aguardaba el retorno del héroe, transcurren en el espacio privado del hogar.
En el cristianismo medieval, la dicotomía entre espacio público y privado en la representación del héroe también habría resultado problemática. La vida cotidiana, lo privado, podía resultar contradictoria en la construcción de las representaciones sobre las hazañas públicas del héroe y, posiblemente, una manera de resolver esa dicotomía era ocultando el lado privado o convirtiendo este en una cotidianeidad consagrada al estado de meditación, en tanto vida santificada. Al mismo tiempo, lo público adquiría la fuerza de capacidad taumatúrgica, en el sentido de que el héroe era aquel que obraba milagros y podía alterar el desenlace de lo futuro. Los héroes taumaturgos eran descritos y representados efectuando milagros y cumpliendo hazañas valerosas. Las crónicas escritas y relatos orales que narraban sus acciones buscaban fijar en la memoria colectiva los pasajes de su vida de santos, que tenían que guardar armonía con sus actos heroicos. En este sentido, las hagiografías sobre el espacio privado de los héroes se complementaban con la taumaturgia de su vida pública hasta la aparición del héroe moderno.
El héroe moderno: virtudes públicas y silencios privados
En la modernidad, las sociedades han delimitado con mayor nitidez el ámbito de lo público y lo privado; la vida pública separada de la privada. Nos atrevemos a sostener que las representaciones sobre el héroe están hechas para la esfera de lo público, mientras que el ámbito de lo privado se mantiene como tal. Proponemos, también que, en tanto la producción de tales representaciones ha pasado a ser principalmente atribución de especialistas, ellas están cada vez más mediadas por quienes tienen a su cargo la producción cultural en los estados modernos. Historiadores, literatos, periodistas y otros que tienen que ver con la producción de conceptos y significados adquieren mayor importancia en dicha tarea. Los héroes nacionales y/o locales, individuales o colectivos, responden a las maneras de producir culturalmente signos y significados además de sus atributos.
En tanto en las sociedades modernas los estudios sobre el héroe y sus acciones heroicas están ligadas al ámbito de lo público, pocas veces el ámbito privado aparece y solo como reconstrucción de los hechos heroicos en lo público. Es probable, también, que el positivismo histórico influyera en el modo de incidir en la dimensión pública para establecer los hechos, registrarlos y convertirlos en historia y memoria colectiva. La necesidad de mantener la autonomía de la vida privada ha acostumbrado a dar poca información sobre lo privado, obviamente esto tiene consecuencias negativas en sociedades donde la transparencia no es precisamente la norma.
En el Perú, la imagen del héroe moderno la que nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida republicana. Nuestro panteón nacional está ocupado por quienes han sido descritos y ensalzados a partir de sus actos públicos, escasamente desde aquellos privados. Nos enseñaron a admirarlos y emularlos por sus hazañas, pero aprendimos a no indagar en torno de su vida privada. En una sociedad acostumbrada a valorar las virtudes públicas era impensable que podían existir vicios privados. Y esto es hábilmente aprovechado por quienes no actúan con transparencia o por los que creen que los privilegios son parte de la vida privada.
Pero separar la vida privada del héroe y no mostrarla también ha servido para mantener las percepciones discriminadoras. En las representaciones de los héroes, sobre todo populares y colectivos, las consideraciones de raza, sexo y proveniencia geográfica han tendido a ser relegadas a la esfera de la vida privada. Nuestros héroes casi siempre están representados por el blanco corpóreo y por el rojo del acto sacrificial del heroísmo.
La difícil determinación del héroe y su representación actual
Las transformaciones culturales, sociales y el desarrollo de tecnologías relacionadas a la información que han tenido lugar en las últimas décadas han impactado en la representación e imaginarios en torno a los héroes. Dos de estos impactos están relacionados a la delimitación de lo público y privado y a la transformación del sistema de valores actual.
Respecto al primero, el avance tecnológico ha hecho posible que sea cada vez más difícil que lo privado se considere algo preservado a la mirada pública. Las intercepciones de la comunicación privada, las filmaciones de la vida íntima y otras prácticas similares han hecho que el espacio privado ya no lo es tanto. En este nuevo contexto, la representación del héroe moderno sustentada sobre esta división se ha puesto en crisis. Un héroe capaz de realizar hazañas públicas y, al mismo tiempo, mantener una vida privada sujeta al escrutinio axiológico es difícilmente alcanzable. Es quizás por ello que los héroes postmodernos ya no se construyen en base a un sistema de valores ético sino estético: deportistas principalmente. Pretender, entonces, algo parecido a una doble moral es riesgoso en estos tiempos. Los héroes de hoy no se sustentan en una ética del acto valioso, sino en la estética del mismo, y su vida privada también se rige por lo mismo. El ejemplo más emblemático es una estrella de futbol o una estrella de la música.
Pero volvamos al principio de esta reflexión, un expresidente que creía que su acto, supuestamente, valiente iba a ser reconocido como una hazaña cercana al sacrificio heroico no tomó en cuenta que el ámbito de lo privado no lo era tanto, y que la admiración y emulación ya casi no son los héroes modernos, sino las estrellas de lo estético.
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