Enfoque de género y currículo educativo: falta incorporar todas las voces en el debate

Foto: Andina

Hace un par de años, como parte de la sistematización de un proyecto educativo en Catacaos, Piura, tuve la oportunidad de conocer a un grupo de estudiantes de escuelas públicas rurales de nivel primario, cuyas actitudes y discursos para con la igualdad de género me sorprendieron gratamente. A pesar de su juventud, llamaba la atención la madurez y claridad con la que me explicaban asuntos como que niñas y niños tenían las mismas oportunidades y derechos, que ninguna persona debía ser discriminada, que el bullying era perjudicial, y que nadie tenía derecho a violentar a las mujeres. La mayoría de las niñas eran alcaldesas, regidoras, fiscales y policías escolares. Varios de los niños manifestaban que de grandes querían ser cocineros, artistas, pintores, o políticos, y varias de las niñas querían ser ingenieras, alcaldesas, congresistas y hasta presidentas del Perú.

Así como este grupo de estudiantes, me he ido encontrando con otros grupos de niñas/os y adolescentes en diversas regiones del país, que comparten los mismos valores e ideales, y que asumen que no deben existir impedimentos de ningún tipo para su desarrollo como personas. Ellas y ellos forman parte de las nuevas generaciones, esas generaciones que desde hace algunos años vienen siendo educadas bajo los principios y enfoques del Currículo Nacional de Educación Básica, del que se viene hablando últimamente.

Hasta hace algunas décadas las mujeres no tenían acceso a la educación, y resultaba impensable que asuman protagonismo al interior de las instituciones educativas como lo hacen hoy en día, ejerciendo cargos de directoras, docentes, alcaldesas escolares (en el caso de las estudiantes), entre otros, o que entre sus expectativas de futuro manifestaran interés por seguir estudios superiores, y menos en campos tradicionalmente masculinos. Estos cambios han sido consecuencia de las demandas del movimiento feminista y otros movimientos sociales, así como del aporte de varias disciplinas, en particular de las ciencias sociales, al reconocer situaciones de desigualdad y discriminación que afectaban a las mujeres y a otros grupos vulnerables. Además, estos cambios son fruto de la incorporación de enfoques clave en las políticas públicas educativas, como el enfoque de género o el enfoque de derechos, que promueven el desarrollo de un clima democrático y de igualdad de oportunidades al interior de las instituciones educativas.

El enfoque de género, como debiera ser llamado, y no “ideología” como algunos sectores conservadores y religiosos lo llaman últimamente -queriendo desvirtuar sus aportes-, resulta clave para los procesos de desarrollo humano, por ello que su incorporación en las políticas públicas es fundamental, además es parte de los compromisos internacionales asumidos por el Estado peruano, que ha suscrito múltiples convenciones y tratados que promueven la igualdad de género y el respeto de los derechos de todas y todos.

Traigo a colación estos elementos previos, pues en las últimas semanas venimos asistiendo a un debate nunca antes visto, con una campaña demoledora de parte de sectores conservadores y religiosos, que ponen en cuestión la inclusión del enfoque de género en un instrumento de política pública educativa como lo es el Currículo Nacional de Educación Básica, cuya última actualización entró en vigencia este año y al parecer preocupa a muchas personas.

¿Pero por qué este tema viene generando tanta polémica en algunos sectores? ¿Por qué les aterra que a las/os estudiantes desde el nivel primario se les hable de educación sexual, o que aprendan que tanto mujeres y hombres tenemos las mismas oportunidades, deberes y derechos?¿Por qué asusta que se les enseñe que no hay colores, juegos, y profesiones “solo para mujeres” o “solo para hombres”? ¿Qué de malo hay en que las/os estudiantes aprendan a que ninguna persona debe ser discriminada en razón de su género, raza, clase social, lengua materna u opción sexual?

Detrás de estas posiciones contrarias y discursos encubiertos de moralina y valores religiosos, no hay más que el interés de mantener el statu quo, de perpetuar un sistema educativo, social y cultural que subordina la condición femenina, que sanciona y reprime “lo diferente”, y que afianza el modelo hegemónico patriarcal, heteronormativo que rige nuestra sociedad.

Tampoco debe sorprendernos que detrás de ello existan intereses políticos, pues el tema de la inclusión del enfoque de género en las políticas del actual gobierno ha sido uno de los pretextos para poner en cuestión la gestión del anterior ministro de educación, seguir haciéndolo con la actual ministra, y así con el resto de ministras “respondonas” que entienden que la igualdad de derechos y el respeto a la diversidad hace parte de las políticas públicas, y son una expresión del carácter democrático y laico que debe tener nuestro Estado, al margen de sus creencias y apuestas personales.

“Es necesario bajar los apasionamientos religiosos y dejar de lado los temores infundados que se han generado a lo largo de este intenso debate”.

En relación al actual debate público, me llama la atención que este solo ha concentrado voces “adultas”, en particular de voceras/os de los colectivos a favor y en contra del tema, de académicos/as, periodistas, activistas, y líderes/as de opinión, cuyos aportes me parecen valiosos; sin embargo no hemos escuchado las voces de directoras/es, de maestras y maestros, quienes ya vienen aplicando el currículo desde hace algunos años y algo tendrían que decirnos al respecto. En esa línea, una voz que también me parece fundamental incorporar a este debate, es la voz de las niñas, los niños y adolescentes, pues quién mejor que ellas y ellos, con quienes se viene impartiendo el currículo, para que compartan sus opiniones y vivencias.

Tenemos plataformas como la Comisión Nacional por los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, los Consejos Regionales por los Derechos del Niño y el Adolescente, y otros espacios locales a lo largo del país, los cuales están integrados por muchas/os estudiantes, cuyos testimonios me parecería importante sumar a esta discusión.

Así como es necesario superar las visiones y prácticas machistas y el tutelaje masculino respecto a la condición femenina, también resulta fundamental superar las visiones andragógicas (de adultos) y darle espacio a la voz de niñas, niños y adolescentes, de modo que seamos coherentes con la aplicación del enfoque generacional, y dejar de pensar que ellas y ellos no tienen la capacidad de opinar y discernir. Muchas veces somos las/os adultas/os los que transmitimos nuestros prejuicios, miedos y temores a nuestras/os hijas/os, impidiendo que sean ellas/os quienes elaboren sus propios juicios de valor y contribuyendo así a reproducir prácticas machistas, homofóbicas y racistas.

Es necesario bajar los apasionamientos religiosos y dejar de lado los temores infundados que se han generado a lo largo de este intenso debate, y estando a puertas del inicio del nuevo año escolar, valorar la aplicación del nuevo currículo educativo como una oportunidad para formar ciudadanas y ciudadanos mejor informados, empoderados, y comprometidos con la no discriminación y la igualdad de derechos.

Más allá de decir si hay ganadores o perdedores en este debate, considero que los grandes ganadores serán nuestras niñas, niños y adolescentes, y este es el mejor legado que como Estado y sociedad podemos dejarles, enseñándoles que la diversidad, en todas sus expresiones, es un valor y no un problema.

Sobre el autor o autora

Frank Pérez
Consultor en Género y Desarrollo.

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