El tiempo lo dirá

Foto: Diario Correo

Dentro de todas las dificultades y problemas que han resultado de esta última elección presidencial algo bueno que se ha logrado con que la oposición tenga mayoría en el Congreso es dejar claro que vivimos en una democracia con separación de poderes en la que el Presidente no es un rey y en consecuencia no puede hacer y deshacer como se cree y venden los candidatos durante el período eleccionario. El Poder Ejecutivo tiene sus límites y no puede dar órdenes en el Congreso (como ha ocurrido cuando el oficialismo ha tenido mayoría en el hemiciclo), ni tomar decisiones judiciales como alguna gente cree. Entonces los hechos han cumplido el papel del magisterio y nos han enseñado a todos los límites del mandatario que elegimos y eso es conveniente en un país como el Perú en que hay un importante sector del electorado con poco nivel educativo y que puede ser manipulado por los candidatos y las campañas de marketing.

La coyuntura vivida recientemente nos muestra que sería conveniente que una ley definiera lo que es ‘responsabilidad política’, porque las interpretaciones de su significado pueden llegar al absurdo de atribuírsela a quien no se le ha demostrado ninguna relación con los hechos como es el caso del ministro Saavedra. Pareciera que el fujimorismo y el aprismo han confundido ‘responsabilidad política’ con ‘responsabilidad civil objetiva’ lo que de por sí es un despropósito.
Más allá de que la censura no puede sostenerse racionalmente, considero que ha sido un grave error del fujimorismo y que tendrá efecto de boomerang en la percepción pública de esta agrupación.

La decisión de no hacer de la censura a Jaime Saavedra una cuestión de confianza puede haber sido trascendental para el gobierno de Kuczynski y me imagino que fue fruto de un profundo y meditado análisis, mas hubiera convenido que se haga antes para evitar la idas y vueltas en las declaraciones del Presidente que un día decía una cosa y poco después lo contrario.

Como sabemos es casi imposible prever el futuro y las consecuencias de la decisión tomada. Si se hubiera optado por lo contrario, es decir por hacer de la censura una cuestión de confianza, se hubiera creado un enfrentamiento complicado, más si se hubiera insistido en mantener a los mismos ministros haciendo un enroque entre Zavala y Saavedra como alguien recomendaba. Sin duda el Congreso lo hubiera tomado como una afrenta e incluso como un desafío, mas no se hubiera atrevido a censurar a nadie más, aunque probablemente se hubiera dedicado a boicotear la labor del Ejecutivo e incluso a pensar en vacar al Presidente. Este camino hubiera llevado presumiblemente a la búsqueda de cerrar el Congreso convocando a nuevas elecciones, difícil si el Congreso no hubiera vuelto a censurar a nadie; o al Golpe de Estado que también hubiera terminado de la misma manera. En pocas palabras este hubiese sido un camino que no tenía retorno y que conllevaba una declaración de guerra al fujimorismo y al aprismo.

La alternativa tomada parece ser más sensata, pero sólo el tiempo lo dirá, porque también corre el peligro de que luego de ceder frente a un Congreso prepotente, que luego de esta ‘victoria’ insistirá en imponer ciertas reglas y condiciones, se pueda terminar también muy mal y quizá peor, porque con el paso del tiempo el Gobierno se debilitará aún más y sus márgenes de maniobra serán más estrechos. No quiero arriesgarme a decir que éste será el caso, pero a veces la guerra abierta resulta más conveniente que la guerra fría toda llena de zancadillas y engaños.

Esperemos que nuestro Presidente haya aprendido que amenazar sin estar dispuesto a cumplir con la amenaza no es nunca una buena alternativa. Hubiera sido mejor que la cuestión de confianza sólo se mencionara desde el Ejecutivo si estaban dispuestos a dar el paso y no sólo para ver si lograban amedrentar al fujimorismo.

Sin embargo, hay que reconocer que todo este proceso ha servido para desnudar al fujimorismo, haciendo evidente su corte autoritario y su tinte dictatorial, porque parece que en esa agrupación ‘las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones’ como suele decirse en el Ejército. La Keiko de Harvard ha quedado en el olvido y ha resucitado ese estilo prepotente e impositivo que vimos en los noventa.

Sobre el autor o autora

Alonso Núñez del Prado Simons
Magíster en Derecho de la Integración y en Derecho Constitucional. Master of Business Administration (MBA), graduado en Lingüística y Literatura, Filosofía. Fundador y director ejecutivo del Observatorio de Cumplimiento de Planes de Gobierno. Profesor universitario, árbitro de la Cámara de Comercio y conferencista. Presidente y director de varias entidades del sistema asegurador.

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