Vida normal de la ciudad y cómo ha sido afectada durante la pandemia

Escrito por Foto: Andina.pe Revista Ideele N°296. Febrero 2021

La ciudad debe construirse en base a la generación de calidad de vida de las personas y bajo dos pilares: la escala humana y la sostenibilidad. En esta pandemia hemos visto que las dinámicas urbanas han sufrido tanto avances como retrocesos, o grandes omisiones.

Entre los retrocesos vemos la brecha social que sigue originando la crisis sanitaria y las medidas aplicadas para combatirla, dejando un panorama desolador para miles de personas en el país, que han perdido empleos o emprendimientos; es decir, el sustento para sus familias. Esta pandemia ha desnudado, también, la incapacidad de los gobiernos locales y sus alcaldes para apoyar a las familias afectadas en casos de crisis extrema. Hoy es la propia comunidad organizada en comedores populares, u ollas comunes, la que sustituye a estos gobiernos para dotar a sus miembros de asistencia alimentaria. Los gobiernos locales tampoco cuentan con iniciativa alguna para lanzar programas de carácter social y económico para la población más afectada. Soy un creyente de que los gobiernos locales deben impulsar la creación de empleo; hasta ahora ninguno se atreve a ello. Mucho hubiese beneficiado a la población la activación de programas laborales.

Las medidas anti Covid-19 han afectado la utilización de los espacios públicos, los parques, las playas, las plazas y los cauces de los ríos. Justamente, lugares donde el distanciamiento se da con naturalidad, reduciéndose con ello los índices de contagios. Estas medidas son un peligroso retroceso, tanto hoy como hacia el futuro. Paradójicamente, las mismas no alcanzan a los centros comerciales, donde sí se dan las grandes aglomeraciones. 

Dentro de los avances debemos destacar la pronta reacción de algunas autoridades locales para apoyar el desplazamiento seguro de las personas en la ciudad, diseñando ciclovías y promoviendo el uso de la bicicleta. Algunos alcaldes se atrevieron a más, al reducir un carril antes destinado para el automóvil; mientras que otros, lamentablemente, solo tomaron unos escasos centímetros con el afán de cumplir para la foto. Sin embargo, creo que es un avance importante, considerando la cantidad de nuevos ciclistas que se han incorporado y que hoy pueden transitar de manera más segura y en circuitos más interconectados que antes.

Preocupa que las medidas para evitar el aglomeramiento (central en la lucha contra el Covid-19) afecten el impulso y las reformas pendientes en el transporte público. La reducción drástica de aforo genera una limitante para que este servicio esencial se siga expandiendo a más personas cada día, incentivando por el contrario la informalidad de los colectivos; así como un mayor uso del automóvil particular que, pasada la pandemia, será sumamente complejo de revertir, al haber creado condiciones que fomenten la insostenibilidad ambiental y afiancen un modelo de ciudad que atenta contra la calidad de vida de las personas en el mediano y largo plazo.

Sin espacio público no hay ciudad, no hay calidad de vida urbana. Las medidas anti Covid-19 han afectado la utilización de los espacios públicos, los parques, las playas, las plazas y los cauces de los ríos. Justamente, lugares donde el distanciamiento se da con naturalidad, reduciéndose con ello los índices de contagios. Estas medidas son un peligroso retroceso, tanto hoy como hacia el futuro. Paradójicamente, las mismas no alcanzan a los centros comerciales, donde sí se dan las grandes aglomeraciones. 

Y en medio de todo, como un flagelo que golpea al país desde hace varias décadas, la corrupción ha sido un común denominador trasversal a muchos gobiernos locales. Malas autoridades, usando a la pandemia como camuflaje, se han aprovechado de los recursos públicos para fines personales, ilícitos y festinación de trámites, muchos de ellos vinculados al tráfico de terrenos y la especulación inmobiliaria. Una vez más, las ciudades de nuestro país se han visto afectadas por el cáncer del tráfico de terrenos, que hace imposible la planificación urbana y que las familias accedan a una vivienda digna y con servicios de calidad. El tráfico de terrenos y la especulación inmobiliaria no han respetado ni las zonas de fragilidad ecológica como los humedales o lomas. En otros casos, las obras de las propias municipalidades han depredado áreas verdes, como en Lima, que, con la ampliación del Sistema del Metropolitano hacia Carabayllo, arrasó el arbolado de la Av. Universitaria y mutiló parte del Parque Zonal Sinchi Roca, afectando gravemente el derecho de los vecinos de Comas a respirar aire limpio.

Los efectos negativos en la salud, la economía y los avances sociales, urbanos y de calidad de vida en el país (y en el planeta entero), no solo lo veremos pos-covid, sino ya lo estamos viviendo. Salir del mismo, no solo es un esfuerzo individual, tal como nos los ha pintado el liberalismo a ultranza, sino un trabajo que compromete a ciudadanos y autoridades locales, regionales y nacionales. Acá los alcaldes están obligados a asumir un liderazgo para preservar aquellos hitos alcanzados mediante la consolidación de políticas públicas e institucionalidad; pero, además, para enfrentar temas fundamentales como el empleo, la alimentación y el fomento de emprendimientos que ayuden a dinamizar la economía del país.

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