Retorno a la guerrilla

Foto: Diario UNO

Con este título, Héctor Béjar, publicó en 2015 el libro que un año después ha merecido una reimpresión1 . Entretejido de recuento histórico, memorias y reflexiones sobre la experiencia de la lucha política y la lucha armada, el texto nos traslada al país de los años sesenta y a la Cuba de la revolución, para mostrarnos –en la versión del autor– a los protagonistas y los vericuetos de una época en la que “tomar las armas” e “irse al monte” parecía el norte definido en cualquier grupo de izquierda.

Las más de cuatrocientas páginas del volumen –que incluye un anexo con fotografías poco o nunca conocidas– no pueden ser fácilmente etiquetadas como memorias o reportaje histórico, aunque tienen de ambos géneros y, al decir del autor, una nítida dimensión de “libro interior”. A los ochenta años, Béjar ha escrito su recuento de los hechos pero también un conjunto de reflexiones que lo acompañan, valiéndose de un diálogo imaginario entre varios personajes –uno de los cuales es él mismo–, que representan distintas actitudes y perspectivas para examinar esos hechos desde cierta distancia. Resalta la reconstrucción de época que enmarca sucesos y anécdotas de la experiencia revolucionaria. Una reconstrucción que, casi telegráficamente, refiere lo que pasa en el mundo y, en una evocación más personal, retrata la Lima de esos años.

¿Por qué volver a la insurgencia que apareció breve pero trágicamente en el país durante el primer gobierno de Fernando Belaunde? Más aún si el autor había producido1965: Apuntes sobre una experiencia guerrillera, libro escrito en prisión que en 1969 ganó el premio Casa de las Américas y ha sido objeto de múltiples ediciones y varias traducciones. Una razón importante para retomar el tema viene del hecho de que aquel libro, comparado con el último, contó poco y tuvo mucho de justificación de la aventura de la lucha armada en un país donde predominaban abusos y desigualdades.

Retorno a la guerrilla es un libro con mucha información sobre los grupos insurgentes –incluyéndose los nombres de diversos protagonistas– y la izquierda radical de los años sesenta, en el que aparecen diversos temas de interés. Aunque no es nuevo, uno de ellos es el papel de Cuba en las intentonas guerrilleras de los países de la región. Béjar lleva al lector de la mano al despacho del comandante Manuel Piñeiro, el célebre Barbarroja, quien desde su despacho en La Habana organizó, abasteció y guió esas empresas.

De singular interés, en el caso peruano, es la versión que ofrece Béjar acerca del “malentendido” que da lugar a la incorporación de una parte del contingente de lo que fue el Ejército de Liberación Nacional – ELN. A comienzos de los años sesenta, Cuba propuso al Partido Comunista Peruano el envío a la isla de un grupo joven para recibir adiestramiento militar. En manos de la dirección del Partido Comunista Peruano y la de la Federación Universitaria de San Marcos, el llamamiento se convirtió, por razones que se desconocen pero pueden intuirse, en un concurso de becarios para estudiar en Cuba. Los ganadores fueron enviados a La Habana desde Arica y allí Fidel los sorprendió al saludarlos como futuros combatientes. Javier Heraud estaba entre los “becarios” que, puestos ante la opción, devinieron guerrilleros.

En términos comedidos pero sugerentes, el texto es portador de una crítica a las armas que tal vez pueda resumirse apretadamente en una frase deslizada a propósito de la derrota: “El mundo seguía su marcha, imperturbable e indiferente a la suerte de quienes querían cambiarlo” (p. 351). El diálogo entre el personaje que representa al autor y Abimael Guzmán, en Ayacucho –discusión amigable que el futuro “presidente Gonzalo” da por concluida con su negativa a apoyar las acciones armadas– (pp. 272-273), recuerda al lector que este texto ha sido escrito después de que el país sufriera el vendaval del conflicto armado interno en los años ochenta. La guerrilla “foquista” que alentó Cuba quince años antes, pese a la tragedia vivida por sus protagonistas, no alcanzó una dimensión comparable con la guerra de Sendero.

Sin embargo, cuando el presidente Belaunde admitió que su gobierno enfrentaba una insurgencia, la respuesta militar frente a los débiles frentes guerrilleros que abrieron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria – MIR y el ELN en varias partes del país fue un ensayo general de “guerra sucia”. Descritos en el accionar de los años sesenta como “hombres-máquinas de muerte”, Béjar atribuye a los comuneros la percepción de los militares a cargo de combatir la insurgencia como “seres armados, tan amenazadores, crueles, sobrehumanos e inhumanos a la vez, hombres y bestias, hombres—bestias, azote despiadado de alguna fuerza extraña y lejana” (p. 333). Como en la década de los años ochenta ocurrió con muchos detenidos, también veinte años antes hubo orden de matar después de agotarse el interrogatorio.

Así como el poder se expresa con las armas, estas parecen otorgar –cuando menos subjetivamente– poder a quien las tiene. El autor interpreta el sentimiento de un futuro combatiente, aún en entrenamiento: “Quería ser soldado. Encontró que se realizaba en el uniforme de entrenamiento, empezaba a ser alguien, al fin era alguien” (p. 81). Ser alguien era una sensación que provenía indudablemente de portar armas: “Qué sensación de poder sobre el mundo, qué seguridad en el dominio de las personas y las cosas” (p. 307). El apunte resulta de interés más allá del caso examinado en el libro.

Si el libro de Béjar puede ser leído como memorias, es una lástima que la historia concluya con la detención del autor a comienzos de 1966. No obstante, quien años después se convertiría en uno de los civiles destacados del gobierno militar del general Velasco ve en “Faustino Aguilar”, un oficial del Ejército, el desarrollo conducente al golpe de 1968, a partir de la experiencia antisubversiva. En esta, el oficial “descubre” la motivación de los insurgentes y siente rechazo por la acción militar de la que fue partícipe, al punto de admitir que “era un asesinato premeditado y sistemático contra los propios nacionales” (p. 353). Este apunte apenas sugiere aquello que Béjar podría contar y reflexionar acerca de su experiencia en el gobierno militar.


1Héctor Béjar. Retorno a la guerrilla. Lima: AcHeBe ediciones, 2016 1ª. reimpresión. 407 pp.

Sobre el autor o autora

Luis Pásara
Luis Pásara es doctor en derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde fue profesor entre 1967 y 1976. Realizó estudios de post grado en la Universidad de Wisconsin. En 1977 fundó el Centro de Estudios de Derecho y Sociedad (CEDYS), en Lima, del que fue director e investigador durante diez años. Ha trabajado sobre el sistema de justicia en Perú, Argentina, Ecuador, Guatemala y México y ha publicado: Jueces, justicia y poder en el Perú (CEDYS, Lima, 1982), Derecho y sociedad en el Perú (El Virrey, Lima, 1988), Las decisiones judiciales en Guatemala (MINUGUA, Guatemala, 2000), Ley, justicia y sociedad en América Latina (UNAM, México D.F., 2010), Tres claves de la justicia en el Perú (Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2010), La producción judicial en Ecuador (UNAM, México, D.F., 2011) y Una reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014). Fue fellow del Woodrow Wilson International Center for Scholars, en Washington D.C. en 1980 y en 2011-2012, y de la Universidad de Notre Dame, en 1985 y entre 2000 y 2002. Entre 2002 y 2004 fue profesor investigador visitante en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en México, D.F. Desde 2004 hasta 2011 fue investigador del Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica, de la Universidad de Salamanca. Es senior fellow en Due Process of Law Foundation. Reside en España.

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