La política económica del Gobierno

Foto: La República

El nuevo gobierno se ha propuesto una meta de crecimiento del PBI de 5% durante el quinquenio.

Según el Marco Macroeconómico Multianual del MEF (setiembre), para 2016 y 2017 se espera un crecimiento económico de 4% y 4.8%, respectivamente. El BCRP –según el Reporte de Inflación (setiembre)- espera un crecimiento de 4% y 4.5%, para los mismos años.

Ello contrasta con las expectativas de los analistas económicos encuestados por el mismo BCRP. A fines de setiembre, éstos esperaban cifras de 3.8% y 4.2%, para éste y el próximo año. Al respecto, pensamos que las cifras estarán más cercanas a un 4.2% y 3.9%, respectivamente. Ello porque de acá a fin de año se notarán los efectos estadísticos de la mayor producción minera y la segunda campaña de pesca, lo que contrastará inversamente con los números del 2017.

Al margen de lo que ocurra finalmente con las cifras de PBI en 2016 y 2017, para sostener tasas cercanas al 5% durante el resto del quinquenio, las autoridades económicas buscan aumentar la inversión privada y pública así como avanzar en la formalización de la economía. De este modo, se alcanzaría una mayor acumulación de capital y aumentos en la productividad, lo que llevaría a alcanzar la cifra del 5% anual.

Dadas las mejoras en la confianza y en las expectativas empresariales, es muy probable que la inversión privada comience a mostrar cifras positivas durante el próximo año. Si a esto se le añade éxitos en destrabar inversiones públicas grandes y las relacionadas a las asociaciones público/privadas, es factible alcanzar esta meta intermedia de mayor acumulación de capital. El impulso a inversiones en los gobiernos subnacionales también ayudará a tener mejores números de inversión pública.

Sin embargo, avanzar en la formalización de la economía será más difícil. Por lo menos con las políticas anunciadas hasta ahora. Y, además, que esto signifique per se un aumento en la productividad entra en serios cuestionamientos sobre la causalidad de éstos fenómenos.

Existen estudios que vinculan la formalización con el crecimiento económico. Aquí la causalidad entra en problemas. Ambos fenómenos parecen ir de la mano y en todo caso, es más plausible que vayan de crecimiento económico a la formalización y no a la inversa. Si de pronto relajásemos toda la normatividad vigente que define la informalidad misma, no ocurriría mucho sobre las firmas y los trabajadores realmente existentes. En este sentido, parece excesiva la confianza del gobierno sobre la meta del 5% de crecimiento durante el quinquenio gracias a la formalización laboral.

También se puede decir que la formalidad está muy correlacionada con el PBI per cápita. Pero de ahí no es útil colegir que entonces con el crecimiento económico desaparecerá la informalidad. Ciertamente lo hará, pero muy lentamente. Existen políticas que pueden influir directamente en la formalidad, mientras que el desarrollo económico hace su trabajo.

Al margen de lo que ocurra finalmente con las cifras de PBI en 2016 y 2017, para sostener tasas  cercanas al 5% durante el resto del quinquenio, las autoridades económicas buscan aumentar la inversión privada y pública así como avanzar en la formalización de la economía

Política Fiscal

El MEF ha publicado unas estimaciones sobre los efectos de la formalización sobre los ingresos fiscales. Hay que tener cuidado con ese tipo de resultados econométricos. Pueden estar escondiendo la relación entre países desarrollados e ingresos tributarios. Si se avanza en 10 puntos porcentuales en formalizar a trabajadores de bajos ingresos en firmas de subsistencia o a trabajadores independientes, es difícil pensar en incrementos de recaudación del orden de US 2,800 millones y menos de US$ 6,400 millones, como sugieren esas estimaciones.

Por otro lado, la adecuada consolidación fiscal planteada por el MEF implica leves impulsos fiscales contractivos que jugarán su papel en la reactivación de la demanda agregada. El reciente dispositivo para reducir el gasto público hasta fin de año no ayudará a la reactivación de la demanda interna, que pasa por un momento de máxima debilidad no observada en años.
Asimismo, las reducciones de los principales impuestos del país en un contexto de creciente déficit fiscal (3.4% del PBI anual a agosto) no parecen ser una buena idea, ni “formalizadora”, ni reactivadora.

En otras palabras, la dinamización de la inversión privada sería el único factor que pueda determinar el éxito en la reactivación económica. Es posible que -en esa línea- el consumo privado también se vaya acelerando aunque más lentamente.

Las restricciones fiscales autoimpuestas no dejan mucho más espacio. La anunciada amnistía tributaria y la declaración de rentas extranjeras tendrán un efecto transitorio en el déficit fiscal de 2017. Pero si se insiste en la reforma tributaria de reducción de tasas y bases imponibles, el déficit puede mostrar una cara poco amable en 2018.

Informalidad

La reducción de la informalidad ha sido escogida como una de las principales metas del gobierno. Pero la formalidad tiene varias dimensiones. Dependiendo de qué transacciones se hacen de espaldas a las normas legales vigentes, se habla de diversos tipos de informalidad.

En ese sentido, existe informalidad empresarial, tributaria y laboral. A veces los tres tipos coinciden, otras no. Es decir, existen empresas que no operan bajo la normatividad de su sector. Otras que si lo hacen, pero evaden impuestos y tienen trabajadores dependientes al margen de las leyes laborales. Cada tipo de informalidad tiene sus propias causas.

Es decir, la informalidad minera, pesquera, industrial, de construcción y servicios refleja las normativas sectoriales, tributarias y laborales. Pero, sobre todo refleja la productividad de las firmas y las personas.

Las metas gubernamentales se han planteado sobre la formalización laboral. Según el presidente en su primer discurso oficial el 28 de julio, la meta es duplicar la formalidad laboral. De tasas actuales de 30% de la fuerza laboral ocupada hasta un 60% hacia el 2021.Sin embargo, el jefe del gabinete ministerial, en su también oficial discurso por el voto de confianza ante el Congreso de la República redujo la meta de 60% a 40% de formalización laboral. En un evento académico en la PUCP la primera semana de octubre, el Ministro de Trabajo afirmó la meta de duplicar la formalidad laboral. Mucho cambio en tan pocas semanas. Si la formalización laboral es realmente central para el gobierno, la meta no puede ser tan volátil.

La informalidad laboral tiene dos componentes: la de empleados dependientes y la de los trabajadores independientes. Los primeros pueden trabajar tanto en empresas formales como informales. Si se trata de empresas formales, entramos en el campo de la Sunafil. Si se trata de empresas informales, entramos en el mundo desconocido. No existen para el Estado. No son “multables”.

La pregunta aquí es porqué existe este segmento de trabajadores informales dentro de empresas formales. ¿Será un tema de rigidez y costos laborales? ¿Lo pide el propio trabajador? ¿Lo decide la empresa?
Si hablamos de los independientes informales, estamos hablando de los que trabajan y no tienen RUC. Taxistas, estibadores de mercado, recicladores, cobradores de combi, choferes, gasfiteros, obreros de construcción civil, lava autos, guardianes. ¿Con solo darle un RUC los vuelve formales?

En general, si las empresas y las personas fuesen más productivas, las leyes menos rígidas y su cumplimiento menos flexible, habría menos informalidad empresarial y laboral. Ese es el camino correcto. Es largo, pero es el definitivo.

La propuesta del gobierno es que con diferentes esquemas tributarios (impuesto a la renta e IGV), las empresas se formalicen primero y luego paguen sus impuestos y al mismo tiempo contraten con las leyes laborales vigentes.

En resumen

Que la agenda de formalización ocupe tan alto lugar entre las prioridades del gobierno entrante es algo que tenemos que saludar.
El gobierno de Humala tuvo una frase que resumía bien sus intenciones de política económica: “incluir para crecer”. A juzgar por el discurso de las principales autoridades políticas y económicas, el objetivo de este lustro se podría resumir con la frase: “formalizar para crecer”.

Lamentablemente, los primeros instrumentos anunciados no parecen ser los más poderosos, pero es un buen comienzo si no se arriesgan los resultados fiscales.

Sobre el autor o autora

Elmer Cuba
Economista, Macroconsult.

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