Perú en un mundo apolar, anárquico y violento

Tulatv

El orden bipolar de la guerra fría dio estabilidad mundial por cuarenta cinco años. Si bien infectó casi todos los conflictos del llamado Tercer Mundo, sirvió al mismo tiempo para controlarlos. La rivalidad norteamericana-soviética fue un orden internacional regulador de violencias étnicas y rivalidades históricas. Los conflictos locales se seleccionaban, se limitaban, se controlaban, se les daba “baja intensidad”. La bipolaridad fue así una suerte de violencia controlada por los Estados Unidos y la Unión Soviética para evitar un enfrentamiento directo.

Con el derrumbe de la Unión Soviética y el colapso de la unipolaridad norteamericana debido a las guerras asimétricas de Afganistán, Irak y el colapso de Wall Street, se rompió el dique estratégico que el orden bipolar mundial había creado para contener la violencia en el mundo,abriéndose una nueva era geopolítica, que yo denomino: “apolar”, donde los EEUU no son más el Sheriff del mundo pero ninguna otra potencia puede ni quiere reemplazarlo (*).

En efecto, ahora en la era apolar ninguna de las grandes potencias tienen capacidad para establecer un nuevo orden mundial porque los fuerzas nucleares y convencionales de los Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China han perdido valor estratégico frente a unnuevo tipo de conflicto global, como es el “conflicto asimétrico” que hace posible que los Estados más poderosos militarmente, estén expuestos a los ataques de células terroristas internacionales diseminadas por todo el planeta. La nueva era apolar es así un mundo anárquico y violento, repleto de infernales conflictos étnicos y religiosos que producen terrorismo, genocidios y olas de refugiados.

También, la economía global que implica mover personas, bienes y servicios a escala planetaria de la manera más libre y rápida sufre hoy las consecuencias de este conflicto asimétrico. Hoy extremos controles de seguridad afectan la circulación de capitales, mercaderías, servicios y personas. La sospecha de terrorismo es omnipresente en toda transacción. Además, las libertades ciudadanas, inclusive en los países más democráticos, han sido recortadas, y a pesar de todo ello, hasta ahora no existe ningún instrumento efectivo global para combatir el terrorismo internacional.

Entre los conflictos más infernales están la Yihad radical islámica contra Occidente y la guerra sectaria entre Chiitas y Sunnís en los países árabes, guerra de la cual ha emergido el monstruoso Estado Islámico. Ni Europa se salva de la anarquía con el peligroso conflicto de Ucrania y el tsunami de refugiados proveniente del Medio Oriente y África. Además, esta anarquía apolar ha permitido que un régimen tiránico- paranoico como el de Corea del Norte y un Estado inviable, rodeado de talibanes como es Pakistán, se doten de armas nucleares

Hoy, las grandes potencias no pueden controlar un mundo apolar caótico y tumultuoso y consecuentemente tampoco funcionan las Operaciones de Paz de las Naciones Unidas. La respuesta de las grandes potencias ante el desorden mundial actual es siempre una combinación de extrema prudencia con cinismo, que disfraza su falta de poder. Esta es la causa principal de la disfunción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se ignora o se quiere ignorar criticándose a a la ONU por su “falta de la operatividad”, como si esta organización fuera en sí misma una gran potencia mundial, y no el reflejo de la falta de poder de las grandes potencias para sacar al mundo de esta era apolar.

También, frente a esta anarquía apolar los organismos regionales de paz y seguridad, como la OEA y UNASUR han probado ser totalmente disfuncionales, y el desorden y la anarquía apolar han llegado así a Sudamérica, donde existe hoy una carrera armamentista comenzada por Chile a la cual se unieron más luego Brasil, Venezuela, Colombia y el Perú, que no pudo quedarse atrás. Al mismo tiempo que esto pasa, el statu quo limítrofe resultado de la guerra del Pacifico está siendo contestado. Bolivia ha revivido su reclamo marítimo con Chile, y este último ha inventado el “triángulo terrestre”, que no es otra cosa que una peligrosa revisión del Tratado de Límites entre el Perú y Chile de 1929.

En este mundo apolar, anárquico y violento, los Estados solo se adaptan y sobreviven luchando por su intereses nacionales. El Perú no puede ser una excepción, y por ello debe practicar una política internacional descarnadamente realista, totalmente desprovista de percepciones idealistas e ideológicas, solo guiada por sus interese nacionales.

Esta realpolitik tiene que tener como objetivo “una autonomía estratégica,” que aumente nuestro poder de negociación internacional, como resultado de políticas y alianzas estratégicas con los países más poderosos del mundo. En este orden de ideas, debemos mantener excelentes relaciones con los Estados Unidos, pero manteniendo al mismo tiempo, nuestra recientemente alianza estratégica con Rusia y la intensificación de nuestras relaciones económicas con China.

En el plano Sudamericano nuestra autonomía estratégica consiste en fortalecer la alianza estratégica de 2003 con el Brasil, y al mismo tiempo ejercer un liderazgo en la Alianza para el Pacifico con el objetivo de convertirnos en un importante “pívot geopolítico” entre el Pacifico y el Atlántico sudamericano

Además, frente a los problemas que existe o puedan surgir en Sudamérica debemos enfocarlos solo de acuerdo a nuestro interés nacional, y por lo tanto, no debemos alinearnos por razones ideológicas en favor o en contra de ningún gobierno sudamericano sino, por lo contrario, ser un país “mediador de conflictos”, buscando con otros países sudamericanos soluciones a los problemas que surjan, como son hoy, por ejemplo, la situación en Venezuela y el colapso de la paz en Colombia.

Ante la carrera armamentismo en Sudamérica, que no inició el Perú, debemos superar esa candorosa percepción idealista, muy peruana, que consiste en pensar que comprar armas es un gasto inmoral inútil, ya que la paz es hija del desarme, inclusive del suicidad desarme unilateral que alguna vez practicó el Perú.

Esta percepción idealista no tiene ningún valor porque el desarme nunca se ha logrado en ninguna región del planeta, y menos se va a lograr ahora en un mundo anárquico y violento. Entonces, si el Perú quiere vivir en paz, debe seguir modernizando sus fuerzas armadas hasta lograr “un poder de disuasión creíble,” que permita mantener la paz, puesto que en el brutal mundo apolar en que vivimos, los conflictos internacionales que se creían imposibles se vuelven probables.


(*) Libro del autor: El Mito del Desarrollo y la Crisis de Civilización, traducción del Ingles por el Fondo de Cultura Económica. Lima-Perú.

Sobre el autor o autora

Oswaldo de Rivero
Diplomático peruano retirado. Autor del libro: "El mito del desarrollo".

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