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Revista Ideele N°272. Agosto 2017Para alguien que cree verdaderamente en los derechos humanos y que siempre ha trabajado a favor de su vigencia, haber votado por Humala y hasta haber promovido su candidatura, en mi caso, como mal menor, sin expectativas, resulta hoy (hoy) perturbador.
De terminar de verificarse los audios y testimonios que están apareciendo -y todo indica que son ciertos- estaríamos frente a quien, aprovechando el poder que tenía en el año 1992, como jefe de una base militar ubicada en una zona de violencia, desapareció personas. Y encima compró testigos para no ser condenado penalmente.
Me produce dudas, desasosiego, ira. Lo reconozco abiertamente. De ahí la necesidad personal de hacer una evaluación de lo ocurrido, con apego a la verdad y con toda sinceridad.
Pongo por delante las cuatro conclusiones a las que he llegado, producto de las reflexiones que se presentarán luego:
1. Si hubiera conocido esos audios sobre la compra de testigos, las diversas declaraciones de los militares que estuvieron con él en Madre Mía y las exhumaciones que se están logrando hacer, creo que no hubiese promovido la candidatura de Humala como el mal menor, sino que hubiera optado por prepararme junto a muchos otros para responder al regreso del fujimorismo.
2. Pero, si volviéramos a estar en las circunstancias del 2011, lo volvería hacer.
3. No por tener los sentimientos expresados debo callar frente a quienes quieren aprovecharse de lo sucedido con fines políticos e ideológicos, o para tapar sus propias culpas respecto a, precisamente, violaciones de derechos humanos o a casos de corrupción. Tampoco respecto a los que levantan lo de Madre Mía, para poder decir, con mucha satisfacción, que ellos tenían la razón cuando en el 2011manifestaban que Humala no era el mal menor.
4. Debe investigarse a fondo las violaciones a los derechos humanos cometidas por el capitán Carlos (todo parece indicar que se trata de Humala), en base a todas las pruebas que existen, y sancionar drásticamente a los responsables, así como reparar a las víctimas.
Año 2011: Democracia o dictadura
Ubiquemos lo que pasó en su contexto real.
Abril del 2011, segunda vuelta: ¿Humala o el regreso del fujimorismo?
Aparte de los humalistas convictos y confesos (nacionalistas, integrantes de las organizaciones de Izquierda aliadas y simpatizantes), de un lado, y de los fujimoristas convictos y confesos del otro ( Fuerza 2011, aliados y simpatizantes), una gran parte del país tuvo que optar una vez más por el mal menor. Un sector creyó que lo era Humala, otro que se trataba de Keiko y uno último consideró que daba lo mismo cualquiera de los dos, por lo que solo había que esperar los resultados.
Un amplísimo sector del país creía que el triunfo de Keiko era la reivindicación de todo lo que significó la dictadura de los 90, encabezada por Fujimori y Montesinos: golpe de Estado, corrupción generalizada, control de instituciones y de medios de comunicación, politización y perversión de las Fuerzas Armadas, utilización política del SIN, Grupo Colina, entre muchas otras cosas más propias de una dictadura.
Reivindicación y, al mismo tiempo, retorno al poder del fujimorismo, ya que era la misma gente, dirigida por la primera dama de esa época, Keiko, quien no era nadie fuera de ser la hija de Alberto Fujimori. Todos representantes de un sector político que, lejos de ser críticos frente al pasado, lo defendían y consideraban como la mejor época de nuestra historia.
No se trataba de odio, como se quiere hacer creer ahora, sino una posición política producto del análisis de lo ocurrido y del momento.
La idea era: Keiko = regreso de dictadura fujimorista = lo peor para el país.
Una convicción que un buen grupo negó en el 2011, pero no así en las últimas elecciones, al punto que fue esa idea la que hizo ganar a Pedro Pablo Kuczynski. No nos olvidemos que quienes hoy día gobiernan llegaron a decir que con el triunfo del fujimorismo el Perú se volvería un narcoestado y que no nos salvaríamos de la corrupción, porque hija de ladrón siempre sería ladrón. La frase “Tú no has cambiado nada pelona” fue prácticamente el cierre de campaña.
Y eso que en las recientes elecciones se enfrentó a una Keiko que pretendió aparentar un cambio, al no llevar en su lista a personas como Martha Chávez o a Luisa María Cuculiza, y que presentó en la universidad de Harvard un discurso en el que hasta respaldaba a la Comisión de la Verdad.
La opción del mal menor
Es entonces, frente a las amenazas que representaba el fujimorismo, que Humala se convierte, para muchos, en el mal menor. Se creía que era la única manera de salvar a una democracia que ya duraba diez años consecutivos, y que había pasado por tres presidentes.
O nos resignábamos a la vuelta de quienes representaban a la dictadura de los 90, o se intentaba preservar una democracia que, con todos sus problemas, resultaba mucho mejor a todo nivel. Esta fue la encrucijada en que el país nuevamente nos puso: democracia o dictadura.
Sin embargo, quienes despotrican contra los que optaron por Humala como el mal menor, ocultan adrede este dato fundamental del contexto: la opción por Humala se dio en un contexto en que se jugaba la continuidad de la democracia frente al regreso del fujimorismo.
¿Por qué no el voto en blanco? Porque al final iba ganando el fujimorismo y si no se hacía algo eficaz para revertir esa situación, era un hecho que ganaba Keiko. Salvando el abismo que hay entre Humala y PPK, la situación era parecida a lo que ocurrió en las últimas elecciones. Faltando unas tres o cuatro semanas para el día de las elecciones, el triunfo de Keiko era inminente, y si no ocurrió fue porque hubo un llamado de PPK al No a Keiko y a todas las fuerzas políticas, incluyendo a la izquierda, la que a regañadientes tuvo que aceptar y llamar a votar por PPK.
No era, además, la primera vez que se tenía que optar por el mar menor. Para muchos Toledo fue el mal menor frente al fujimorismo (se le necesitaba inevitablemente para la recuperación de la democracia) y para evitar el regreso de García. Cinco años después, García pasó a ser el mal menor frente a la posibilidad del triunfo del Humala del 2006. Y hasta en las últimas elecciones, una gran parte del país votó por PPK como el mal menor frente a Keiko.
Sin embargo, aun así, en el 2011, muchos dudábamos de votar por Humala. Había el peligro de que volviera a ser el Humala del pasado, que pretendiera quedarse en el poder, que en realidad fuera un populista de izquierda radical, que se convirtiera en un satélite de Chávez y muchos otros riesgos.
Fue por eso que surgió la idea de exigirle a Humala hacer un juramento formal a favor de la democracia, en presencia de un número amplio y variado de testigos, Se le presentó así un texto con un conjunto de promesas que él asumió y leyó en la Casona de San Marcos (compromiso en defensa de la democracia y contra la dictadura), en presencia de más de cien personas que –sin ser parte del partido nacionalista– aceptaron estar en la ceremonia en calidad de testigos (no garantes). De todos los invitados, solo unos cuantos se negaron a participar. Sus argumentos fueron absolutamente comprensibles.
No se creía ingenuamente que un acto así garantizaría el comportamiento de Humala como presidente. Pero en algo lo comprometía y, sobre todo, podría ser visto como el gesto que hacía falta para que los que no querían votar por nada del mundo por Keiko, terminaran de animarse de hacerlo por Humala, como de hecho ocurrió.
Y, valgan verdades, Humala, en concordancia con este juramento, permitió la continuidad democrática, al haber realizado un gobierno que no la puso en riesgo, sino que más bien permitió que continuara por cinco años, al haberse elegido democráticamente a un nuevo presidente. Esto sin negar, en lo más mínimo, que las denuncias que hoy existen contra él –tanto respecto a violaciones de derechos humanos como a actos de corrupción– son gravísimas y lo obligan a responder penalmente.
Madre Mía: dudas pero no certezas
Otra de las acusaciones contra Humala en el 2011se refería, precisamente, a lo ocurrido en Madre Mía. Se le acusaba de ser el capitán Carlos y haber cometido graves violaciones de derechos humanos. Un punto que para muchos –como para el autor de este artículo– era el más difícil de superar.
Sobre este tema, reitero que si hubiera existido lo que hoy se está descubriendo (audios, testigos, exhumaciones), no habría votado por Humala. Y creo que esta habría sido la posición de la gran mayoría de quienes en el 2011 asumimos la misma posición del mal menor frente al fujimorismo.

Pero, nuevamente: si volviéramos a estar en el 2011, en el contexto que se vivía en ese momento, sí votaría por Humala como el mal menor.
El analista Steven Levitsky, refiriéndose a las acusaciones que durante la campaña se hacían insistentemente contra cada uno de los candidatos, acuñó la frase: sobre Humala hay dudas, mientras que frente a Keiko hay certezas.
Y en esta misma lógica, eran dudas y no certezas las que se tenían respecto a que Humala era quien había cometido las violaciones de derechos humanos, como el capitán Carlos. (Dudas, pero no certezas). Lo que quiere decir también, leido al revés, que no había certezas de que Humala fuera el capitán Carlos.
Es falso decir que en el 2011 se tenía la certeza sobre la responsabilidad de Humala en Madre Mía, pero también sería mentir no reconocer que había dudas, y que esas dudas para muchos era el punto más sensible para decidir apoyar a Humala.
Y esta incertidumbre provocó, precisamente, que muchos de los que veíamos a Humala como el mar menor, tomáramos la decisión de mencionarla, cada vez que hablábamos de él, agregando que las investigaciones debían continuar.
En mi caso, por ejemplo, en un artículo que escribí a favor de Humala como mal menor, califiqué las violaciones de derechos humanos en Madre Mía, como “el punto más sensible” en relación a dicha opción. Agregué, además, que “siguen en curso las investigaciones por violaciones de derechos humanos cometidas durante el conflicto armado, incluidas las que podría haber cometido Humala”, concluyendo que “nadie que haya sido un violador de derechos humanos está a salvo” (Columna semanal, publicada en Diario 16, el 9 de mayo de 2011).
Cómo habrá sido considerado de importante el tema, que se le exigió a Humala incorporar en su juramento un punto, cuyo contenido se refería obviamente a Madre Mía: “Respetaré los derechos humanos de todos, y no permitiré ningún tipo de influencia política en las investigaciones que sobre la violación de estos derechos estén en curso o se abran en el futuro” (punto 6).
Es absolutamente falso, entonces, que la gente de derechos humanos no haya dicho ni una palabra sobre Madre Mía por conveniencia política. Mentira. Siempre se mencionó el caso como parte de las dudas frente a Humala.
Frente a la información que en esos años salió contra Humala por lo sucedido en Madre Mía, el Poder Judicial dijo, en última instancia, que los delitos estaban demostrados, pero que no había las pruebas para identificar a los autores o partícipes.
Es cierto que en el Perú lo que diga una sentencia muchas veces no es garantía de nada.
Pero no se trataba de cualquier sentencia, ya que esta involucraba a diez magistrados, entre jueces y fiscales, y en el grupo estaban varios de los magistrados de mayor prestigio en cuanto a probidad y capacidad profesional. A nivel de Corte Superior, la Sala a cargo del juzgamiento del caso estaba presidida por Jimena Cayo y el fiscal superior era Víctor Cubas, mientras que a nivel de la Corte Suprema, la sala estaba bajo la presidencia de San Martín y el fiscal supremo era Pablo Sánchez, actual Fiscal de la Nación.

Como ha recordado el juez San Martín en estos días, dicha sentencia se expidió, además, luego de interrogar y confrontar a casi ochenta personas y de realizar una serie de diligencias, incluidas exhumaciones. Según él, hubo muchos testimonios que se contradecían entre sí y que las declaraciones de algunas personas eran cambiadas una y otra vez.
El fallo se dio, además, en el 2009, dos años antes de que se iniciara el proceso electoral del 2011, cuando Humala no estaba todavía entre los candidatos con mayores posibilidades de llegar a ser presidente.
Una prueba más de que, en esa época, había razones para no estar seguros sobre la responsabilidad de Humala en los hechos de Madre Mía, es que, posteriormente, la Sala de la Corte Suprema presidida por Villa Stein concluyó que no hubo compra de testigos. ¿Alguien como Villa Stein queriendo favorecer a alguien que tal vez podía llegar a ser rival de Keiko Fujimori?
Tampoco hay que olvidar que las autoridades (civiles y militares) se negaron, como es habitual, a proporcionar información de los militares que habían estado en Madre Mía y sobre los hechos sucedidos en la zona, pese a las reiteras solicitudes que se hicieron. Esta negativa impidió que se pudiera contar con los testimonios que hoy se cuentan acerca de la participación de Humala y que permitió que se hablara hasta de la existencia de dos capitanes Carlos.
Otra de las razones que contribuyó a que no estuviera claro qué era cierto y qué era falso acerca de Humala fue que, cuando pasó a la segunda vuelta, se desató una guerra sucia feroz contra él y a favor de la candidata del fujimorismo. Una guerra sucia que, como tal, se basaba muchas veces en mentiras.
En esta guerra sucia participaron casi todos los medios de comunicación, además de poderosos grupos empresariales, de quienes se decía habían hecho bolsas de dinero para solventar campañas contra Humala en zonas rurales.
Dicho sea de paso, los mismos medios de comunicación y sectores empresariales que en el 2011 defendieron a muerte a keiko Fujimori contra Humala, en las últimas elecciones atacaron a Keiko a favor de PPK, habiendo despertado por eso las iras de Keiko contra ellos.
Para que el caso de Madre Mía no fuera determinante en el apoyo a Humala como el mal menor, influyó también el hecho de que el caso de todas maneras seguiría siendo investigando, por diversas razones.
Primero, porque las violaciones de derechos humanos no prescriben por el transcurso del tiempo (son imprescriptibles), y, en segundo lugar, porque la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, en el 2010, había interpuesto una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, solicitando que se ordene al Estado peruano investigar los hechos de Madre Mía.
Este último hecho hay que destacarlo, porque revela otra de las mentiras que se está diciendo. No es cierto que los grupos de derechos humanos no hayan hecho nada en relación al caso de Madre Mía. Fue la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos la que impulsó las acciones nacionales y la demanda ante la Comisión, como se ha dicho. Es por esto, además, que víctimas y familiares de los desaparecidos de Madre Mía siguen siendo patrocinados por la Coordinadora.
Las certezas de las violaciones de derechos humanos bajo el régimen de Fujimori y Montesinos
A todas estas razones se suma un hecho importantísimo: las gravísimas y totalmente comprobadas violaciones de derechos humanos que habían ocurrido durante los más de diez años del régimen de Fujimori y Montesinos. Evidentemente, no se trata de hacer una comparación para concluir quién mató más o quién desapareció a más personas. Basta que alguien haya violado los derechos humanos de una sola persona para que deba ser castigado igual que quien ha violado los derechos humanos de varias o muchas personas.

Sin embargo, era inevitable la comparación entre las dudas frente a Madre Mía y las certezas en cuanto a violaciones de derechos humanos ocurridas durante los 90, las mismas que ni siquiera eran reconocidas por Keiko y sus seguidores. Se podrían mencionar innumerables situaciones, pero nos limitamos a recordar las matanzas realizadas por el destacamento militar Colina (Barrios Altos, Cantuta, periodista Pedro Yauri, pobladores del Santa y de Pativilca, familia Ventocilla, entre muchos otros), los miles de inocentes que fueron encarcelados, acusados injustamente por terrorismo y las miles de mujeres esterilizadas contra su voluntad.
Apoyo a Humala como mal menor, de manera gratuita y a plazo fijo
Fue así que un número significativo de personas decidimos jugarnos por el mal menor, pese a las dudas y los riesgos existentes.
Y se podría decir que hasta era más difícil promover la candidatura de Humala públicamente, que guardar silencio o mantener una posición equidistante frente a ambas candidaturas. Apoyarla significaba enfrentarse a todo el poder mediático, económico y gran parte del poder político (incluido PPK), que –como se ha dicho– estaban activamente a favor de Keiko, y dispuestos a hacer de todo contra Humala. También era enfrentarse a quienes, si bien no votarían jamás por Keiko, veían a Humala como una a candidatura indefendible, por encarnar peligros, que de hecho se podían cumplir.
No es lo mismo, además, defender una candidatura de manera positiva y por convicción, que defenderla resignadamente como mal menor.
Pese a todo, muchos decidimos jugárnosla por lo que estaba en riesgo. Y fuimos muchos los que lo hicimos de una manera absolutamente gratuita, y no buscando algún tipo de beneficio, como algunos, maliciosamente, quieren que hoy se crea.
No solo no estaba mal, sino que era lo lógico que quienes creían en Humala como alternativa política y económica, asumieran cargos (congresistas, ministros y funcionarios de diferentes niveles, entre otros), y es cierto, además, que Humala logró agrupar y convocar a gente de primera, en términos profesionales y de trayectoria personal.
Pero también es comprensible que quienes lo apoyamos como mal menor, lo hiciéramos comprometiéndonos a que en el hipotético caso de que se nos convocara en un eventual gobierno de Humala, no aceptaríamos. Tanto para que se vea que la única motivación era defender una democracia que se acababa de reconquistar, como porque resultaba indispensable que se retomara un rol fiscalizador, frente a una opción que podía ser mejor que el fujimorismo, pero que también era peligrosa desde una perspectiva democrática.
Por esas razones, recuerdo, por ejemplo, que en el IDL hubo una prohibición expresa de participar en el gobierno de Humala.
Y de hecho, terminadas las elecciones, asumimos un rol especialmente fiscalizador. Un solo ejemplo, pero importantísimo: ¿quién hizo la denuncia que provocó la renuncia de Chehade a la primera vicepresidencia? IDL Reporteros, bajo la dirección de Gustavo Gorriti, quien apoyó la candidatura de Humala, como mal menor, y que públicamente ha dicho que sigue estando plenamente convencido de que hizo bien.
Es por todo lo dicho que no me siento en falta, en relación a mi compromiso con la defensa de los derechos humanos, por haber creído que había que votar por Humala como mal menor para impedir la vuelta del fujimorismo. Creo, más bien, que actué conforme a mis convicciones (la defensa de un marco democrático esencial para la vigencia de los derechos humanos) y que me compré un pleito que podría haber evitado.
Las acusaciones interesadas contra quienes apoyaron a Humala como mal menor
A pesar de lo dicho, pienso que preguntarse si se debió o no apoyar la candidatura de Humala como mal menor en el 2011 es un tema discutible, tanto en ese momento como ahora, pues caben argumentos a favor y en contra.
Sin embargo, debe distinguirse entre ese debate válido y las acusaciones que, motivadas por razones políticas e ideológicas y para tapar culpas propias, se vienen haciendo contra los organismos de derechos humanos, políticos de izquierda y determinados medios de comunicación y periodistas que apoyaron la candidatura de Humala.
Igualmente, hay que separar dicha discusión, que tiene razón de ser, y que puede resultar hasta fructífera, de las altisonantes acusaciones provenientes de quienes las hacen solo para decir que ellos tuvieron razón cuando en el 2011 se opusieron a apoyar a Humala como mal menor, optando por el fujimorismo, de manera abierta o solapada. No importa la verdad, los intereses del país o la víctimas de Madre Mía, sino el poder decir “yo tuve razón”.
La utilización de los derechos humanos y de las víctimas
Lo primero que hay que remarcar es que estas críticas provienen, en su gran mayoría, de personas, instituciones o medios de comunicación que jamás han movido un dedo a favor de los derechos humanos, pese a ser un país en el que ha habido graves violaciones de estos durante veinte años.
Peor aún, muchas veces se trata de quienes son conocidos por justificar las violaciones de derechos humanos, al considerarlas como la cuota inevitable que había que pagar para derrotar a la subversión.
Prueba de ello es que el único caso que les interesa es el de Madre Mía. El horror que les debería producir que en el Perú haya habido 16 mil desaparecidos, se reduce solo a la preocupación por los que hubo en Madre Mía. Lo fundamental es tener un motivo más para encarcelar a Humala. Y si hay que utilizar a los desaparecidos para ello, se hace sin el menor escrúpulo.
Si hubiera verdaderamente la más mínima preocupación por los desaparecidos en el país, se habría traducido, por ejemplo, en el gran impulso que requiere urgentemente el plan oficial que a nivel del Ministerio de Justicia existe para ubicar, precisamente, los restos de quienes están en la larga lista de desaparecidos.
En el caso de Humala les interesa sobremanera que haya violado los derechos humanos, pero cuando votaron por Alan García como mal menor, el 2006, no les importó que durante su primer gobierno haya habido miles de desaparecidos y ejecuciones extrajudiciales, además de haber existido un grupo paramilitar autodenominado Rodrigo Franco.
En la misma línea, como el objetivo de muchos de los que levantan los hechos de Madre Mía es fundamentalmente golpear a Humala y a quienes promovieron su candidatura, tratan de ocultar que los hechos denunciados se produjeron cuando gobernaban Fujimori y Montesinos, años en los que se aplicaba una estrategia antisubversiva que provocó innumerables violaciones de derechos humanos, similares a las de Madre Mía. Un tipo de estrategia que generalmente ellos niegan, prefiriendo hablar de excesos y hechos aislados.
Es decir, se acusa –con razón– a quien actuó de acuerdo a una estrategia antisubversiva de la época, pero poniendo a salvo a quienes la diseñaron y mandaron a ejecutar.
Se omite también el hecho de que las violaciones de derechos humanos cometidas por Humala, y todas las que ocurrieron entre 1980 y 1996, habrían quedado cubiertas definitivamente por el manto de la impunidad, si no fuera porque los organismos de derechos humanos lograron que la Corte Interamericana de Derechos Humanos anulara las leyes de amnistía aprobadas por el régimen fujimorista.
En efecto, fueron los grupos de derechos humanos los que consiguieron que la Corte expidiera una sentencia en ese sentido, en respuesta a la demanda que interpusieron de manera conjunta por la matanza de Barrios Altos. Esto quiere decir que si Humala hubiera sido condenado oportunamente por las violaciones de derechos humanos en Madre Mía (1992), a los pocos años hubiera sido liberado y perdonado en aplicación de las leyes de amnistía referidas, las mismas que, pese a que fueron la principal causa de impunidad, no se mencionan en el debate que se ha generado a partir de las violaciones de derechos humanos en Madre Mía que comprometen a Humala.
Una crítica selectiva
Otro punto que demuestra los intereses que hay bajo la mesa cuando se critica a quienes apoyaron a Humala en el 2011, es la de manera tan selectiva en que se selecciona a quienes criticar.
El primer blanco está constituido, como ya se ha visto, por todos aquellos que apoyaron a Humala como mal menor frente al fujimorismo: organismos de derechos humanos, algunos medios de comunicación y periodistas, así como algunos colectivos ciudadanos (No a Keiko).
El otro blanco de dichas críticas son los integrantes de las organizaciones de izquierda que se aliaron al partido nacionalista, es decir, a quienes no votaron por Humala como mal menor, sino por tener expectativas políticas sobre lo que podría hacer como presidente.
En relación a los sucesos de Madre Mía, estos sectores pueden alegar a su favor los mismos fundamentos que se han expuesto. Ahora, en términos políticos, dicha alianza implica un análisis mucho más amplio que les corresponde hacer a sus propios protagonistas.
Sin embargo, no se puede negar que las imputaciones que se les hace, a partir de lo que se ha ido constatando sobre Humala, tienen ese tufillo tan característico de la total intolerancia frente a ese sector político. Todo es aceptable, hasta una dictadura como la fujimorista, pero muchos creen que la izquierda no debería existir y mucho menos tener la posibilidad de gobernar, como se ha vuelto a ver en las últimas elecciones, a partir de la satanización de Verónika Mendoza.
Se critica y acusa a todos estos sectores, pero sorprendentemente no se hace lo mismo con quienes posteriormente se vincularon a Humala y no de manera gratuita.
Como se sabe –aunque ahora pretenda negarse– Humala ganó las elecciones por la izquierda pero rápidamente pasó a gobernar por la derecha, lo que provocó que gran parte de sus aliados de izquierda se alejaran, y que varios sectores de la derecha o de los sectores A y B se convirtieran en sus nuevos aliados. Prueba de ello es que en el Cade del 2012, Humala tuvo una aprobación del 75%.
Entonces, si se sigue la lógica que estamos cuestionado, debería también pedírsele cuentas a los empresarios por trabajar con un presidente que había matado, torturado y desaparecido a personas en Madre Mía.
Tampoco son señalados con el dedo acusador quienes durante el gobierno de Humala fueron vicepresidentes, ministros y embajadores, o a quienes ocuparon cargos de confianza o de alto nivel. Nuevamente, si estuviera bien la lógica que a nosotros nos parece absurda, habría que preguntarles a todos ellos: si ya en el 2011 se conocía a ciencia cierta las violaciones de derechos humanos cometidas por Humala, ¿cómo así pudieron integrarse a un gobierno conducido por un asesino?
Reitero que no estoy diciendo que esa pregunta sea válida, sino que me parece incoherente que se crea que corresponde hacerla en algunos casos (defensores de DDHH, organizaciones de izquierda, testigos, algunos medios y periodistas), pero no a otras personas e instituciones, a pesar de que tuvieron una mayor cercanía a Humala y por mucho más tiempo.
Peor aún. En muchos de los casos de quienes han sido del entorno más íntimo de Humala y de Nadine desde el 2006, no solo no se les increpa nada, sino que se les ha pasado a presentar casi como héroes de la democracia y símbolo de la honestidad en la política, por tener “el valor” de reconocer en público que fueron engañados o cojudeados por la pareja presidencial, y de contar todo lo que saben de cada uno de ellos, producto del contacto personal y privado que mantivieron con ambos. A varios de ellos se les ha convertido hasta en analistas políticos, sumamente demandados.
El caso de Chehade es muy elocuente e increíble. Pese a haber sido el abogado de Humala en el caso de Madre Mía, además de primer viceministro y amigo personal de Humala y Nadine, se le ha perdonado todo por haberse convertido en un rabioso enemigo de sus exjefes, quienes inclusive lo salvaron de una acusación penal, en el conocido caso de las Brujas de Cachiche. Hasta ha escrito un libro muy celebrado sobre cómo de un incondicional de Humala y Nadine pasó al desencanto e indignación frente a ellos.

Durante los cinco años de Humala hubo setenta y cuatro ministros. ¿Habría que decir, entonces, que esas setenta y cuatro personas aceptaron ser ministros de alguien que ya desde el 2011 se sabía que era un asesino? No tiene sentido.

¿O, en el caso de ministros, se podría alegar que ellos entran en calidad de técinicos con el fin de trabajar para el Estado y no para el Gobierno? Y, por tanto, para ellos no tiene importancia la trayectoria del gobernante de turno.
Un argumento así sería absolutamente absurdo, ya que se estaría diciendo que solo los organismos de derechos humanos, por definirse así, están obligados a condenar las violaciones de derechos humanos, mientras que todo aquel que no integra estos organismos no tienen dicha obligación.
Tampoco se puede alegar el argumento que en todo gobierno hay pistas paralelas que van por cuerdas separadas, argumento que le he escuchao decir a un exministro.
Humala hasta inauguró el Lugar de la Memoria
Lo que pasó en realidad fue que durante los cinco años de gobierno de Humala en ningún momento se dio por hecho que ya estaba demostrado que él era el asesino de Madre Mía.
Qué más prueba de que fue así, que fue el expresidente Humala quien inauguró el Lugar de la Memoria ( LUM) en diciembre de 2015.
En el mismo sentido, podría mencionarse las innumerables veces que Humala fue recbido por Jefes de Estado y representantes de organismos internacionales, sin que en ningún caso se cuestionara su presencia por tratarse de un violador de derechos humanos.
Recién están apareciendo los nuevos elementos probatorios que van permitiendo afrmar que Humala es el responsable de las desapariciones y torturas ocurridas el año 1992 en Madre Mía. Y es por eso que no se puede analizar las posiciones adoptadas en el 2011, y hasta en años posteriores, aplicándose retroactivamente lo que se sabe en el 2017. Es el típico anacronismo que todos los analistas saben que hay que evitar, a no ser que se persigan efectos perversos, como es el caso.
2017: ¿Defender la opción del 2011 o negarla?
Pero, así como en el año 2011 era más fácil asumir una posición pasiva que la de promover la candidatura de Humala como mal menor, por tratarse –como se ha dicho– de una candidatura indefendible para muchos y que efectivamente implicaba dudas y peligros, ahora resulta más fácil asumir algunas de las posiciones que permiten ponerse de perfil y no tener que defender y reivindicar lo que se hizo en el 2011 o posteriormente, de acuerdo a las circunstancias del momento.
La primera posición es la que ya se ha mencionado: Decir que fueron engañados, tratando de hacer creer que no están obligados a explicar cómo ese engaño pudo durar tantos años, tratándose de personas tan cercanas a la pareja presidencial y que no tienen un pelo de zonzos sino todo lo contrario. Otros apelarán al argumento de la decepción para evitar hablar de política en general (ya no quiero saber nada de la política). Y, claro, quines critican a los sectores mencionados, a estos no los tocan, porque les resulta funcionales
Otra posición para exculparse de todo es la de quienes reconocen que si bien estuvieron durante mucho tiempo con el gobierno, como al final se les maltrató, ya no tienen nada que explicar sobre los años que ocurrieron cuando fueron parte del gobierno. ¿ Alguien le pregunta algo a Marisol Espinoza, Vice Presidenta en el anterior régumen? Como no existen las razones politicas por las que se golpea a los otros sectores vinculados a Humala, se le ha permitido reciclarse sin el menor obstáculo.
En el caso de los empresarios, ellos simplemente repiten que tienen que tener buenas relaciones con todos los gobiernos, incluido Humala, sin importar su trayectoria en derechos humanos.
No son pocos los que recurren al olvido, manifestando que fueron otros y no ellos los que aceptaron a Humala como mal menor, cuando en realidad no fue así. Tampoco lo son quienes afirman que si apoyaron a Humala fue porque estaban cien por ciento seguros que él no había cometido violaciones de derechos humanos, certeza que –como se ha dicho– era imposible tener por las denuncias que ya había sobre los hechos.
El rendidor mea culpa o pedida de perdón es otro de los recursos que se usa para no tener que explicar nada, sin importar que ello implique justificar los ataques contra las que prefieren reivindicar lo que se hizo en el 2011.
Están por último los que creen que las acusaciones van a pasar, por lo que es mejor sentarse simplemente a esperar, sin darse cuenta que es verdad el “miente miente que algo queda”.
Todas estas situaciones han sido determinantes para que no haya una respuesta contundente frente a quines pretenden usar lo ocurrido con Humala con el objetivo de desprestigiar y debilitar a determinados sectores en función de intereses y razones políticas. Son contados con los dedos de una mano los que han salido a dar la battalla, un error que tendrá consecuencia futuras, a no ser que haya un cambio de actitud y de posición
Lo fundamental: Justicia y verdad frente a las violaciones de derechos humanos en Madre Mía
Todas esas reflexiones- que hay quienes consideran necesario hacer- son absolutamente secundarias frente a lo principal: las desapariciones y torturas ocurridas en Madre Mía son gravísimas, por lo que el Ministerio Público ha hecho bien en reabrir el caso, debiéndose llegar hasta las últimas consecuencias en términos de verdad y justicia.
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