¿Venezuela construye el socialismo?

Foto: Jorge Silva/Reuters

Escrito por Revista Ideele N°273. Setiembre 2017

Han pasado varios años desde que aquel desconocido comandante del Ejército de Venezuela, Hugo Chávez Frías, trató de sacar del poder, a través de un golpe de Estado, al entonces presidente constitucional de dicho país, Carlos Andrés Pérez, el socialdemócrata, adeco (por el Partido Acción Democrática) corrupto y compadre de Alan García. De la noche a la mañana Chávez salió de su anonimato para convertirse en un posible “salvador supremo”, como caracteriza la transcendencia latinoamericana de los caudillos militares populistas, desde Vargas hasta Perón.

Fue apresado y presentado ante las cámaras de televisión, el gran error de Carlos Andrés. Chávez siempre fue uno de esos personajes que ama a los medios y los medios lo amaban a él. De ahí en adelante se convirtió en el Comandante por ahora, frase histórica que lanzó supuestamente a sus camaradas de armas que lo acompañaron en la aventura bonapartista, pero más bien, según él, iba dirigida a los venezolanos.

Estuvo algunos años en la cárcel, mientras su aureola de héroe aumentaba, según cuenta el periodista cubano Luis Báez en Chávez Nuestro; las mujeres hacían cola para visitarle y conocer a Chávez -relata Báez-, que se había convertido en un sex symbol. Sin embargo, el Comandante tenía una sola obsesión: no morirse sin conocer a Fidel Castro. Pero curiosamente, Castro había condenado su intentona golpista a su otrora amigo Carlos Andrés. Es el viejo político de izquierda venezolano Luis Miquilena, ya fallecido, quien tenía estrechos lazos de amistad con los cubanos, que le propicia a Chávez su primer viaje a La Habana, una vez liberado por la amnistía decretada por el extinto presidente Rafael Caldera.

Chávez relata la emoción que lo embargó al conocer a Fidel, fue algo más allá de lo posible para él cuando el propio Castro lo recibió al pie de la escalerilla del avión. No se puede decir que fue el mismo encuentro entre Fidel y el Che en casa de la cubano-mexicana María Antonia, pero para Hugo Chávez sí lo fue.

A partir de ahí surgió la relación de amistad para uno (Chávez) y de interés para otro (Castro). Chávez se mostró ante la plana mayor de la dirigencia cubana con un encendido discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, que “enamoró” a los allí presentes por su lenguaje y encendido verbo revolucionario, en los momentos en que Cuba se había quedado sola, a mediados de la década de los noventa.

Después de esto, y la victoria de Hugo Chávez y posterior asunción de mando como presidente de Venezuela, el resto es historia, desde el juramento ante la “moribunda constitución” de Punto Fijo, pasando por el fallido golpe de abril del 2002, hasta su cáncer y muerte. En todo momento la figura omnipresente y omnipotente de Fidel Castro estuvo junto a él, fue su mentor; atrás quedó Miquilena y otros tantos viejos líderes de izquierda que creyeron en su momento tener influencia en Chávez.

“A partir de ahí surgió la relación de amistad para uno (Chávez) y de interés para otro (Castro)”

Castro le aconsejó desde cómo construir el socialismo, la creación de las milicias, no confiar en la Fuerzas Armadas hasta que no la politizara y creara el Partido al interior de la misma; la creación de los programas sociales, crear fuertes órganos de seguridad del Estado (Inteligencia y Contrainteligencia) al estilo KGB, depurar sus filas políticas creando un partido de vanguardia más guevarista que leninista, etc. Pero sin embargo, el mayor consejo de Castro a Chávez fue no acelerar el proceso. Le expresó: “No cometas los mismos errores que nosotros; y en especial, recuerda que tu enemigo fundamental son los yanquis, ese debe ser tu caballo de batalla, la famosa teoría del ‘Linkage’. Los enemigos internos son basura, son gusanos, son escuálidos. Esto va a dar un discurso internacional de David contra Goliat”.

Durante la agonía de Chávez, se realizó la llamada minicumbre de La Habana a la clínica CIMEQ, en la participaron el moribundo Chávez, el enfermo Fidel, Raúl Castro, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello para saber qué rumbo tendría la Revolución Bolivariana y quién sería el sucesor designado. Maduro y Cabello competían por la sucesión, los Castro querían continuar llevando las riendas del proceso revolucionario y además garantizar el suministro de petróleo para que la isla siguiera funcionando.

Se acordó que el sucesor sería Nicolás Maduro, la carta de los Castro; hombre que desde la década de los ochenta había estado vinculado al Departamento América del Partido Comunista de Cuba y había sido formado en la Escuela Ñico López del PCC en La Habana, cuando era un líder sindicalista. Para los Castro, Cabello no era muy confiable, demasiado nacionalista y lo veían como una especie de Noriega. La información que tenía el gobierno cubano no era muy positiva sobre este. Nicolás Maduro, el glotón, como lo llamaba Chávez, fue el elegido.

Hoy en día, acudimos a los desmanes de Maduro. Entre tantos errores, uno de ellos es su imitación total de Hugo Chávez en su forma de dirigirse al pueblo, su vestimenta, sus gestos, su bravuconada, pero sin el carisma de su antecesor. Pero además con gran descontrol. Raúl Castro debe estar pensando en la necesidad de la presencia de Fidel para contener a este señor que comete a diario errores tras errores. Paradójicamente, el belicoso y desatinado presidente de los Estados Unidos Donald Trump lo está ayudando con sus estúpidas declaraciones de invadir militarmente a Venezuela, pues ha despertado el trauma de los pueblos latinoamericanos que tantas veces hemos sido pisoteados por la bota yanqui, desde los tiempos de la Doctrina Monroe, pasando por la Doctrina de las Cañoneras hasta nuestros días.

“Le expresó: ‘No cometas los mismos errores que nosotros; y en especial, recuerda que tu enemigo fundamental son los yanquis, ese debe ser tu caballo de batalla, la famosa teoría del Linkage. Los enemigos internos son basura, son gusanos, son escuálidos'”

Pero si hay un grave error en Maduro es la desconstrucción del Estado venezolano, pues con la implementación de una Asamblea Constituyente plenipotenciaria, que está por encima de todos los poderes del Estado, ha efectuado un golpe de Estado que no tiene precedentes en América Latina. Primero, el sistema de partido feneció. Segundo, hasta su propia envestidura como presidente de la nación queda aislada. Tercero, ahora sí pasa a ser Venezuela un régimen totalitario, sin ninguna careta democrática como hasta entonces trataba de aparentar. Cuarto, algunos empresarios, todavía fieles al gobierno, deben estar temblando pues podría pasar algo idéntico a lo que ocurrió en Cuba, en donde en 1968 se intervino hasta las pequeñas fábricas, bodegas y hasta kioscos de venta de revistas y periódicos. “La ofensiva revolucionaria”, ningún vestigio de capitalismo y enriquecimiento individual. Quinto, el poderío de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, con más de 105 generales enquistados a los que no retiran por su fidelidad a Maduro, y con una tropa de 100 mil soldados, en la que los oficiales subordinados no ascienden. Sexto, el engranaje del Partido Socialista Unido de Venezuela quedará en una nueva constitución como la fuerza dirigente del Estado y la sociedad.

En resumen, Venezuela se cubanizó totalmente. En los próximos meses asistiremos a un proceso violentista desde arriba, legislando y creando más leyes que garanticen el paso al socialismo. No del “Socialismo del Siglo XXI” que Chávez enarboló, sino el socialismo gris soviético, que en Cuba se volvió tropical y en Venezuela llanero, pero en el fondo lleva la triste realidad de los “apparatchik” que se entronan en el poder.

(REVISTA IDEELE N° 273, SETIEMBRE 2017)

Sobre el autor o autora

Luis Francisco Popa
Internacionalista. Profesor de la PUCP.

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