Thomas Duve: “La migración trae enfrentamientos entre la población y hay necesidad de reformar las normas”

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Este jurista alemán plantea la necesidad de que los Estados realicen transformaciones estructurales para adaptarse a los cambios que ha traído la globalización económica. El más visible: la ola de migraciones a nivel mundial. El reto específico que surge en este nuevo escenario es cómo adaptar el Derecho a la diversidad cultural.

Desde este lado del mundo tenemos la idea de que Europa es una región homogénea, pero eso no es cierto.
Hay que diferenciar entre Alemania y otros países. Si uno mira las cifras migratorias, desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, más o menos 45 millones de personas han migrado a Alemania. Esta migración ha tenido características muy diferentes: las provenientes de la guerra, las que trajeron los trabajadores huéspedes que vinieron de Europa del sur cuando se produjo el “milagro alemán” y se requería de mucha mano de obra, y luego las que han producido otras olas que han venido después.

¿Se puede decir que Europa construyó su identidad a partir de la diversidad cultural?
Sí, claro. Ha habido violentos encuentros entre culturas y un gran mestizaje cultural. La misma conciencia de ser un continente se formó en la interacción con otras regiones. Esto ha llevado a que se resalte la diversidad en la unidad. Se ha logrado crear un acervo común de valores que permite las particularidades culturales. Seguramente el cristianismo ha sido una fuerza unificadora de la cultura europea, así como la cultura latina.

¿Cómo influyen las migraciones en la organización política de los Estados?
En Alemania, mucho. Con cada emigración emergió un régimen migratorio: un conjunto de normas y prácticas en torno a esa situación. En Alemania los trabajadores huéspedes vinieron para regular el mercado laboral, no impactaron a primera vista. Aunque si uno ve la gran presencia de estos grupos y de su cultura se da cuenta de que sí lo hicieron. Hemos tardado mucho en reconocer que Alemania es un país de migración, recién en los últimos años hay un consenso sobre esto. Está claro que con las últimas migraciones se van a cambiar algunas estructuras públicas del país, comenzando por la aritmética política. Una gran diferencia con Bélgica, Francia, Inglaterra. A diferencia de estos países, Alemania nunca ha sido una potencia colonizadora en el sentido clásico. Nunca ha habido una “colonización a la inversa”, es decir, un flujo migratorio desde la excolonias.

Es inevitable que todo cambio venga acompañado de convulsiones sociales y políticas. ¿Cómo se expresa esta violencia en Alemania?
Hay enfrentamientos entre la población, tendencia a la xenofobia, el surgimiento de un partido de ultra derecha que tiene una adhesión fuerte del 10% o 20%. Hasta el año pasado, públicamente Alemania mostraba una actitud receptiva – debido a nuestra propia historia, y a que tenemos un derecho de asilo muy abierto porque muchos alemanes también han tenido que exiliarse – pero esto ha cambiado y hoy en día gran parte de la población no está contenta con la manera como el Gobierno ha respondido a la última ola migratoria.

¿Cuánta capacidad de inclusión tiene una sociedad como la alemana?
Esto también ha cambiado. Las olas migratorias que tienen 20 años se han producido en paralelo a los cambios en las comunicaciones, específicamente a la digitalización de la cultura, que permiten un mayor reclamo de participación cultural y presencia política por parte de los grupos minoritarios. Antes se conformaban con su existencia marginal y no les interesaba ser representados por su propia gente.

Es diferente al caso norteamericano. Ese país manifiesta una fuerte resistencia a la migración, que se expresa en Donald Trump. Pero el hecho de que un afrodescendiente como Obama haya llegado a ser presidente revela que ha habido otro proceso de integración. Esto no se ve en los países europeos.
Lo que sí es cierto es que ahora, en la generación que tiene entre 40 y 50 años, han surgido políticos de origen turco. No son muchos, pero ahí están. Se están recogiendo mucho los reclamos de los diferentes grupos de la población. Durante el gobierno de Ángela Merkel se ha dado una cierta convergencia de posiciones de la izquierda y de la derecha hacia un centro inclusivo que trata de abrirse.

Hay un nuevo tipo de migración que proviene de los conflictos armados. ¿Qué particularidades tiene este tipo de ola migratoria?
La primera gran diferencia es su masividad. Durante el año pasado han llegado a Alemania alrededor de 900 mil personas. Este año han sido 280 mil personas. Son cifras impactantes y mucho mayores que las de otro tipo de migraciones. Además, vienen de contextos culturales muy lejanos al alemán: de países como Siria o de África. Esta migración de los últimos dos años obviamente presenta un mayor desafío de integración porque estas personas, en su mayor parte, se han refugiado. No han tomado la opción voluntaria de trasladarse e integrarse a una vida en Alemania. Vienen con sus costumbres y las reproducen en ese nuevo contexto porque piensan que en un futuro cercano vana a retornar a su país.

Hablemos de su especialidad: el Derecho y la diversidad cultural. Hay un gran reto por delante para toda Europa.
Lo que se necesita para adaptar el Derecho a estos cambios mundiales y, específicamente, para que sea útil a estas minorías y grupos sociales, es determinar cuál es el tratamiento jurídico adecuado, cómo se adapta este canon rígido. En Latinoamérica se pueden encontrar algunas respuestas. Paralelamente, debe haber una adecuación de las normas y leyes que de ello se desprenda. Por último, los Estados deben reaccionar y establecer políticas de reconocimiento que impacten a nivel social y político.

Lo que se necesita para adaptar el Derecho a estos cambios mundiales y, específicamente, para que sea útil a estas minorías y grupos sociales es determinar cuál es el tratamiento jurídico adecuado, cómo se adapta este canon rígido.

Como usted dice, en Latinoamérica hay una tendencia a incorporar los aspectos interculturales en las sentencias, y hay normas supranacionales que permiten que éstos se introduzcan y modifiquen los criterios con los que se imparte la justicia.
Ese es uno de los grandes desafíos que el sistema público está enfrentando. Hasta qué punto queremos abrirnos a otros valores y percepciones culturales. En Alemania, en general, tenemos la base común que es la Constitución y los valores fundamentales, y dentro de eso hay gran apertura; pero se han dado algunos casos en los han chocado con los valores fundamentales de estas poblaciones. Por ejemplo, la posición y trato con las mujeres. Alemania postula la igualdad de género, pero hay otras culturas que no lo ven así. Hay choques en otros campos como el de la educación religiosa y vestimenta religiosa, como el conflicto que ocurrió en Francia. ¿Hasta qué punto se quiere permitir que funcionarios públicos que enseñan en los colegios se vistan de acuerdo a sus creencias religiosas?

Muchos grupos hoy en día reclaman legitimidad y respeto a sus formas de vida.
Así es. Y lo que se produce es una mayor fragmentación de las sociedades. Por ejemplo, los grupos LGTB demandan respeto por su definición de identidades y surge el gran problema: ¿hasta dónde debe llegar la aceptación de los reclamos y cuál es el límite de la tolerancia? Hubo dos tendencias que prevalecieron a lo largo del tiempo: una integracionista que obliga a que las culturas se subordinen a la oficial, y otra diferencialista que incorpora la diversidad y baja las exigencias de integración al mínimo. Hoy día predominan, más bien, los acercamientos pragmáticos que postulan buscar soluciones para cada caso y de esa manera poder encontrar una manera de convivir.

Un integracionista no permitiría el uso de la burka y un diferencialista sí.
Es un buen ejemplo. En los años 90 y primeros años de 2000, por ejemplo, existía la idea de que una sociedad multicultural podía funcionar sin problemas. Pero esto funcionaba mientras no se veían los problemas. En estos momentos, la situación es diferente porque saltan a la vista. Esto hace que haya una actitud mucho más escéptica hacia las tendencias diferencialistas. Debido a algunos eventos muy llamativos la población llegó a la convicción de que hay que presionar más para que se dé la integración.

¿Recuerdas algún caso?
En Colonia hubo incidentes en los que se acusó a unos refugiados de molestar sexualmente a mujeres, y esos no fueron casos aislados. Esto hizo que hubiera un cambio en el clima del debate. Por ejemplo, las feministas están a favor de que el Estado intervenga para impedir que ciertas costumbres relacionadas al maltrato de la mujer o de la familia se reproduzcan en el país, y son las mismas que antes hubieran sido más proclives a defender la libertad de estos grupos.

¿El uso de la burka se permite en Alemania?
Depende para qué uso. Por ejemplo, no para los empleados públicos. Pero si la mujer camina por la calle no hay ningún problema.
Te queríamos preguntar sobre un tema que nos toca de manera directa a todos los latinoamericanos y se relaciona con la paz en Colombia. El acuerdo de paz conlleva un grado de impunidad.

¿Cuáles son los límites de la justicia en un caso así?
Lo que hemos visto en los últimos años son muchas experiencias relacionadas a la justicia transicional. Cada sociedad necesita de alguna forma entender qué es lo que le pasó y atribuir responsabilidades, sean éstas penales o aceptadas en una Comisión de la Verdad. Pero el momento en el que las sociedades inician este proceso es muy doloroso, y hay que encontrar un acuerdo entre los principios. En muchas sociedades se ha necesitado un paréntesis para poder empezar a hablar sobre experiencias traumáticas.

En países como el nuestro hay mucha resistencia a las cortes internacionales. ¿Cómo ves la tendencia en el mundo? ¿Hay un fortalecimiento de la justicia y normas supranacionales?
En los últimos treinta años ha habido un gran avance de la justicia internacional que empezó con los tribunales ad hoc de Yugoslavia, Ruanda, etcétera. Lo mismo se aplica a la justicia transicional que reúne un conjunto de formas variadas para trabajar los conflictos en los países. Ha sido tan exitosa que hasta se ha formado un mercado que ha hecho pensar a cierta gente que ya se está desvirtuando su sentido, pero eso no quita que hayamos visto muchos procesos que valen la pena.

¿A qué te refieres con que se ha formado un mercado?
En la década del 90 aparecieron ciertos actores llamados “empresarios legales”: ONGs, abogados, compañías que han visto que ahí hay un campo de trabajo que resulta lucrativo o que les puede traer beneficios simbólicos.

La justicia que se acerca a un modelo intercultural emplea los peritajes antropológicos. ¿Cuál es la importancia de este tipo de herramientas?
Son muy importantes porque pueden aportar los conocimientos necesarios para entender las diferentes situaciones. No sé si en la práctica tienen la misma relevancia, pero conceptualmente son muy importantes. Es una de las grandes falencias de la educación jurídica. Por ejemplo, en Argentina, que es un país que yo conozco bien,no hay formación en antropología para los jueces ni los funcionarios públicos. No se les forma para entender a las otras culturas.

Como europeo cómo ves la unidad europea a la sombra de lo que ha pasado en Inglaterra. ¿Hay una tendencia a la ruptura o es un hecho aislado?
El caso de Gran Bretaña es muy particular porque económicamente es tan fuerte que puede atreverse a estar solo. Eso sería imposible en países como España. La Unión Europea tiene que aprovechar esa situación para plantearse seriamente cómo quiere construir su futuro. Ir a una mayor integración o a una diferenciación.

En América Latina hay muchos estados fallidos, con ruptura constante de la democracia y dificultades para que se las instituciones funcionan.En Europa, a pesar de Berlusconi y otros personajes impresentables, hay un continuismo democrático e instituciones sólidas. ¿Por qué crees que la diferencia es tan grande?
Los datos sociológicos y circunstancias históricas son muy diferentes. Un factor que contribuye enormemente a la estabilidad política y al funcionamiento de las instituciones es si hay una clase media formada que no sea fácilmente manipulable políticamente. Ese sector es fuerte en Europa. Se formó durante el largo proceso de industrialización y después continuó durante el crecimiento económico. Creo que la gran diferencia está en las estructuras sociales y eso tiene una consecuencia en la estabilidad política de los países.

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