Escrito por
Revista Ideele N°296. Febrero 2021El congresista ideal tendría que ser antes que nada honesto y debería tener como objetivo servir a su comunidad, a su patria y a la humanidad. Esas características principales habría de volcarlas en conseguir que el país en que vive sea un poco mejor el día que deje sus funciones.
El congresista ideal necesita tener un paquete de proyectos de ley que exhibir en las áreas de su especialidad que deben coincidir con el plan de gobierno de su partido; tener un historial limpio o en todo caso mostrar sincero arrepentimiento por sus errores del pasado (todos los hemos cometido).
Debería ser una especie de ‘guardián’ de la república platónica; estar dispuesto a trabajar por el bien común del pueblo y su país con una conducta transparente que no se preste a malas interpretaciones y en la que sus amigos sepan que no puede hacerles favores si éstos no sirven también para los demás.
Tendría también que ser austero y cuidadoso con el gasto y evaluar bien sus proyectos desde el costo o beneficio que significarán para el país no sólo en el corto, sino también en el mediano y largo plazo, salvo que se refieran a una emergencia.
Hay algo que casi ninguno de los congresistas ha tenido en su proceder: tiene que estar en contacto permanente con sus votantes y cumplir con lo que les ha ofrecido y si no va a hacerlo tendría que explicarles por qué y conseguir su conformidad. Tiene que tener presente que sólo es un mandatario de sus electores y que la liberación del mandato imperativo es excepcional y sólo referente a objeciones de conciencia o cuando se enfrenten intereses locales a nacionales; que sus funciones de representar, legislar y fiscalizar están unidas y que la principal es la primera a la que deben estar subordinadas las otras dos, salvo casos excepcionales.
Necesita tener planes realistas y poder volcarlos en normas que beneficien al país en especial a los más necesitados. Como los congresistas no actúan solos y más bien son parte de decisiones conjuntas, esto pasa por ser parte de un partido con candidatos como él mismo, honestos, trabajadores, transparentes y que busquen sacar adelante su propio plan de gobierno en lo que respecta al Congreso. Los partidos tendrían que tener uno que a su vez debe coincidir con el plan de gobierno del Ejecutivo. Los planes de gobierno tienen que ser realistas y condicionar una parte a tener mayoría en el Congreso. No es honesto ofrecer cosas que después no se pueden cumplir porque ‘no tenemos mayoría en Congreso’. Hay ofertas electorales que se pueden cumplir desde el Ejecutivo, pero las más importantes requieren de la aprobación de Congreso.
Si el partido tiene que pactar, como probablemente tenga que hacerlo cualquiera que resulte elegido, tendría que tener principios y líneas que no puede quebrantar en ningún caso. Tener muy claro en que pueden ceder y en qué no. Por lo general, en política es necesario ceder, pero tampoco se puede estar dispuesto a venderle el alma al diablo. Por otro lado, hay líneas y planes incompatibles. Se pueden hacer grandes esfuerzos, pero todo tiene un límite.
El congresista ideal tiene que ser independiente de los poderes fácticos, recordar que las leyes tienen por objeto ponerle límites a los más poderosos, dejarlos que hagan sus negocios con libertad, pero ética y legalmente, sancionándolos duramente cuando inflijan las leyes o pretendan inmiscuirse en la promulgación de normas que los favorezcan. Hay que separar la política de los intereses económicos.
Antes de que existieran leyes regía la ley del más fuerte. Las leyes tienen por objeto proteger a los más débiles de los abusos de los más fuertes, con ellas nace el concepto de justicia que ha evolucionado en el tiempo y de acuerdo a las circunstancias, pero que siempre conserva ese elemento fundamental de ser contraria los abusos. Con el desarrollo de la doctrina de los derechos humanos los límites a los excesos se han hecho universales. La humanidad de nuestros tiempos tiene como principio el respeto al ser humano que, como dijo Kant, es siempre un fin y nunca un medio y así lo ha consignado el artículo 1 de nuestra Constitución.
Deja el primer comentario sobre "El congresista ideal"