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Revista Ideele N°273. Setiembre 2017El Perú es una de las seis regiones en el mundo donde surgieron civilizaciones prístinas. Esto significa que los pueblos que habitaron este territorio desarrollaron conocimientos, capacidades, cosmovisiones, formas de organización, sistemas económicos y sistemas socio-políticos muy complejos, partiendo desde cero, sin experiencias previas o un modelo paralelo para imitar o seguir. Además, en el caso de la civilización andina, esto se logró en una geografía sumamente complicada, que sin embrago se logró manejar exitosamente, de manera que en el siglo XVI esta civilización era una de las más avanzadas en el mundo. Los registros de su desarrollo se encuentran en lo que conocemos como Patrimonio Arqueológico, que más allá de su potencial turístico, es una fuente de información única y sin parangón para la humanidad entera. En este contexto, la protección e investigación de este patrimonio es una responsabilidad enorme para los que habitamos este territorio y somos herederos directos de la civilización andina. Los museos son un elemento clave para atender esta responsabilidad.
Contrariamente a lo que muchas personas pudieran pensar, un museo no es un lugar donde simplemente se exhiben objetos. Las salas de exhibición son –o deberían ser– solo la punta visible de un enorme iceberg donde existen colecciones, que deben pasar por varios procesos para que finalmente se pueda generar la información que llega al público a través de las exhibiciones o de publicaciones con distintos niveles de especialización. Lo primero que se requiere es conservar las colecciones, a fin de poder asegurar que estas sean accesibles para todos, ahora y en el futuro. Para ello se necesitan varias cosas: condiciones ambientales adecuadas para evitar el deterioro de los objetos; sistemas de monitoreo que permitan identificar y atender rápidamente objetos que se estén deteriorando; sistemas de registro que permitan conocer los volúmenes y componentes de cada colección y tener un acceso fácil a cada uno de los objetos; y sistemas de catalogación que ayuden a clasificar las colecciones de acuerdo a distintas variables (por ejemplo: tiempo, región, tipo de material), facilitando y orientando las investigaciones. Y cuando hablamos de estos procesos es necesario tener en cuenta que en el caso peruano nos referimos a cientos de miles de objetos, un número que va en aumento a medida que avanzan las excavaciones arqueológicas.

“El objetivo no es simplemente mostrar objetos, sino presentar a través de ellos los resultados de las investigaciones. Por eso las muestras museográficas deben ser renovadas periódicamente, para ir a la par con el avance de la ciencia”
Los procesos descritos son solo la base para una segunda etapa: el estudio de los objetos. La información contenida en colecciones arqueológicas es enorme y variada: por poner algunos ejemplos, los podemos abordar desde un punto de vista tecnológico y traer al presente conocimientos potencialmente innovadores. Desde un punto de vista biológico podemos conocer los efectos de la dieta, los fenómenos naturales, la guerra o determinadas formas de organización social, política o económica en la salud y el bienestar de las personas, y aprender de estas experiencias para replicarlas o no. Una visión más holística, ubicando las colecciones en su espacio y tiempo, permite conocer cómo surgieron ciertas formas de organización, creencias o conflictos, o cuáles fueron las respuestas –exitosas o no– que se dieron en el pasado a los retos que aún hoy plantea este difícil territorio. Y a medida que cambian las circunstancias actuales, van surgiendo nuevas preguntas que pueden ser respondidas con el estudio de colecciones arqueológicas.
Las exhibiciones museográficas son finalmente el resultado de todos estos procesos. El objetivo no es simplemente mostrar objetos, sino presentar a través de ellos los resultados de las investigaciones. Por eso las muestras museográficas deben ser renovadas periódicamente, para ir a la par con el avance de la ciencia. Además la cultura es exportable: cada año se prestan temporalmente piezas de nuestro patrimonio arqueológico mueble a museos e instituciones culturales en el exterior que desean mostrar nuestra cultura, y montan exhibiciones a las que el público asiste masivamente, generando rentas que permiten la conservación y el traslado de las piezas y el montaje de la exhibición, y dejan además un saldo para beneficio del organizador.
Sabiendo todo esto es lamentable comprobar el estado actual de nuestro patrimonio arqueológico mueble. Los depósitos existentes en los museos son insuficientes y aunque parezca increíble, muchas colecciones permanecen en custodia de los investigadores, a veces inclusive en casas particulares, por falta de espacio en los museos. Por otra parte, los depósitos que existen no siempre reúnen condiciones ambientales adecuadas para la conservación de los objetos. Tampoco existen suficientes laboratorios y por lo general, para poder investigar se tienen que acondicionar espacios que fueron diseñados para otros fines. La falta de espacio contribuye también a que muchas de las colecciones no estén accesibles para la investigación: se sabe que los objetos están en los depósitos, pero no se sabe exactamente dónde, porque a lo largo de los años las colecciones se han ido acumulando donde se podía y como se podía. En estas condiciones de hacinamiento tampoco es posible identificar y atender rápidamente los objetos que empiezan a deteriorarse de manera acelerada, por ejemplo por ataques de insectos o infestación de sales u hongos. Todo esto tiene que ver también con el hecho de que en muchos museos no existe suficiente personal calificado que pueda cumplir con las funciones de conservación, monitoreo, inventario, registro, catalogación e investigación.
“Han surgido algunas voces escandalizadas por el monto de la inversión. Sin embargo, lo que es escandaloso es que esta inversión no se haya realizado antes”
En este contexto es bienvenido el esfuerzo que está haciendo el Estado peruano para construir un Museo Nacional con depósitos, laboratorios, salas de exhibición y auditorios apropiados. Han surgido algunas voces escandalizadas por el monto de la inversión. Sin embargo, lo que es escandaloso es que esta inversión no se haya realizado antes. También se han puesto reparos respecto a la ubicación. Quizás podría haberse encontrado un lugar mejor, pero el proyecto ya está financiado y caminando, y tiene el visto bueno de los especialistas de la Unesco. Hubo también preocupación de que se despojara de sus colecciones a los museos existentes para abastecer al nuevo. Sin embargo esto no es recomendable ni necesario. No es recomendable porque los objetos se adaptan al ambiente en que están almacenados y cualquier cambio puede significar un serio deterioro. Por tanto se deberá evaluar en cada caso la conveniencia o no de trasladar colecciones al nuevo museo, dependiendo de las condiciones que existan en los museos de origen y la posibilidad de mejorarlas. El traslado de colección tampoco es necesario, porque como se mencionó anteriormente, hay muchas colecciones que ya no caben en los museos existentes y el número va creciendo.
Sin embargo no todo es color de rosa: el funcionamiento de este museo requerirá un presupuesto importante, tanto para el mantenimiento de la infraestructura como para dotarlo de personal capacitado para atender sus necesidades: el famoso gasto corriente que asusta a muchos pero que es fundamental para que el Estado pueda brindar servicios de calidad. Además será necesario formar a este personal, puesto que en la actualidad no existen suficientes especialistas en el manejo de colecciones arqueológicas. Esto abrirá una oportunidad de trabajo para muchos jóvenes. El primer paso está dado. Esperemos que todo prospere y llegue a un final feliz.
(REVISTA IDEELE N° 273, SETIEMBRE 2017)
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