Pedro Pablo Kuczynski fue un candidato de la derecha con un programa e ideario presentado como de centro. Cuando recibió sus credenciales del Jurado Nacional de Elecciones nos sorprendió al hablar de una revolución social. Y coherentemente en su discurso inaugural ante la representación congresal impactó al país al desarrollar este concepto a través del acercamiento del Estado a la gente, reconociendo los derechos a la educación, a la salud y a los servicios sociales indispensables como la provisión de agua potable y de energía eléctrica para todos los peruanos las 24 horas del día.
Esta es la transformación social que PPK desea durante su gobierno, en pro de la modernidad y de la igualdad de oportunidades. Este esquema que podría parecer desideologizado y simple, conecta bien con la esperanza de la gente y le ha dado un gran capital político de partida. A partir de sus sueños personales, que se enraízan en los de sus padres, verdaderos misioneros sociales, nuestro flamante presidente se ha revelado como un desconocido grato para las ilusiones y las demandas sociales. Ha conectado con las emociones más que con las razones o las ideologías. Y ese es su capital político ahora, el que deberá cuidar para invertirlo en legitimidad y gobernabilidad sin que ésta implique repartija de prebendas ni acuerdos ocultos para privilegiar intereses. Gobernabilidad no puede significar pactos políticos a espaldas de lo que el pueblo quiere y exige con toda razón.
Por esto hicieron bien los congresistas en pedir esclarecimiento sobre cómo dejó el gobierno de Ollanta Humala el país. Este reclamo ocupó gran parte del debate político de investidura que obtuvo el gabinete Zavala con solvencia. La gran mayoría congresal fujimorista debió concederla atendiendo el pedido de la calle reflejado en las encuestas.
El balance correcto respecto de las cuentas fiscales que nos dejó el nacionalismo debió ser el punto de partida de las propuestas del gobierno puesto que el presupuesto es un factor esencial de la factibilidad.
Por eso el país ha recibido bien el deslinde del gobierno sobre un presunto pacto de impunidad. Porque la democracia es rendición de cuentas y debe ser permanente transparencia y nunca cortina premeditada y menos acordada. Más aún todo el país quiere superar esa política contaminada con dicterios, investigaciones sistemáticas, persecuciones de inteligencia y ataques que prevaleció durante el quinquenio pasado. El Perú mantiene una de las economías con mayor pobreza y desigualdad del continente y lo que menos necesita es perder tiempo en batallas bizantinas aunque tampoco requiere de silencios cómplices.
PPK ha logrado conectar con la esperanza de la gente que le perdona sus dislates en tanto encuentra detrás de ellos buena fe y franqueza tan escasa en la práctica política. Pero no la tiene fácil, le toca rectificar el nivel de gasto público en salud, educación y políticas anti-pobreza. Y precisar cómo gobernará y cómo logrará redistribuir. Sus méritos personales, que muchos desconocían, son la base de su prestigio. Tiene la confianza de la comunidad internacional financiera y seguramente la de los inversionistas más importantes pero su escenario interno está por ser conquistado, debe ganar y mantener la legitimidad que lo acompañará.
PPK ha alimentado la expectativa de un cambio social. Tiene la autonomía para adoptar políticas que Humala no implementó. No debería replicar retrocesos programáticos y menos proteger la corrupción pasible de ser castigada porque cualquier impunidad arreglada merecería repudio general. Si como dijo Fernando Zavala la base de este gobierno será la cooperación, y conectar con lo que une más que con lo que separa, ahí tenemos el Acuerdo Nacional para extender y precisar la acción del Estado y aumentar el gasto público sin temor a las críticas de la derecha. PPK con su notable equipo técnico, tiene la capacidad para implementar reformas que vayan más allá del neoliberalismo y aumenten el rol del Estado en beneficio de la sociedad que lo eligió.
El país quiere gobernabilidad y la exigirá al gobierno y a la oposición. Ni los fujimoristas podrán ser obstruccionistas ni los izquierdistas desestabilizadores. PPK no tiene un gran partido de gobierno pero tiene todo el país que lo respaldará si no decepciona. Mucha suerte.
Deja el primer comentario sobre "El capital de la esperanza"