El horizonte de las posibilidades políticas que tendrá el gobierno de PPK empezó a labrarse desde antes de saberse que sería el elegido, si consideramos las características que tuvo su candidatura y las vicisitudes de un proceso electoral fuera de lo común. En esa línea, con mayor contundencia que en el proceso del 2011, la última candidatura de PPK careció de una definición precisa, pareciéndose más a una oferta de “eficiencia gerencial” que a una apuesta política o la colocación de un programa sobre la mesa que -y esto debe ser el primer dato fuerte a tener en consideración- no obtuvo mayor significación electoral sino cuando se hicieron presente contingencias que no estuvieron en el cálculo de nadie.
Entre enero y marzo, mientras las posiciones de Keiko Fujimori se consolidaban las de PPK estaban sujetas a lo que sucedía a otras candidaturas.En diciembre del 2015, era el segundo en las preferencias hasta que irrumpió César Acuña, quien lo alcanzó en enero y ese mismo mes se inició el auge de la candidatura de Julio Guzmán, llegando al 18% en febrero. En marzo, puestos de lado Acuña y Guzmán, la amenaza provino desde la izquierda, cuando en vísperas de los comicios Verónika Mendoza alcanzó el 12% el 27 de marzo y 15.5% el 3 de abril, mientras PPK marcaba 16% y 16.8% respectivamente.
En otras palabras, visto en perspectiva, PPK pasó a la segunda vuelta no tanto por méritos propios sino por lo sucedido con las candidaturas de Acuña y Guzmán. Queda para la conjetura las progresiones que manifestaron las intenciones de voto de PPK y Mendoza en el último tramo de la campaña para la primera vuelta. En suma, y esto es lo que se quería remarcar, lo de PPK no fue un clarísimo segundo lugar electoral aunque siempre subrayando que nada resulta más imprudente para estos casos que los ejercicios contrafactuales.
Luego, conocida la historia que sobrevino con la segunda vuelta, no pareciera ser lo crucial dilucidar si Fuerza Populares el regreso de un pasado aciagoo una metamorfosis para plasmar un fujimorismo potable. Sus voceros dan seguridades plenas que, detallesmás detalles menos, es el mismo de siempre. En su lugar, deberíamos reflexionar sobre la legitimidad y las reales potencialidades de un Ejecutivo sin partido, sin experiencia política a la vista en el reducidísimo círculo que acompaña al mandatario electo y, por lo mismo, si les va a alcanzar para manejar una situación nacional muy compleja el solo expediente del “tecnocratismo”, cuyo rango de variabilidad va desde unos poquísimos funcionarios convencidos de su trabajo hasta conocidísimos lobistas con mucha habilidad para esconder grandes negocios tras la cobertura de la “especialización”.
En otras palabras, no creamos que el nuevo gobierno signifique necesariamente nuevos enfoques o planteamientos originales. Es más, puede suceder que solo garantice la continuidad de políticas que no sólo tuvieron impactos muy relativos sino que serán muy probablemente ineficaces en nuevos contextos. Es lo que puede proyectarse de lo afirmado hasta el momento por PPK y después de conocerse su Gabinete Ministerial.
En suma, no propone nuevos planteamientos para manejar situaciones sustancialmente diferentes a las que hemos tenido recientemente en el ámbito económico. Tampoco ha identificado nuevas metas a donde arribar. En ese sentido, semejante al razonamiento de los antiguos entrenadores de fútbol, “equipo que gana no se cambia”, insiste, por ejemplo, en el mismo ministro de Educación del gobierno saliente, argumentando falazmente que si lo hizo bien, lo hará bien. Con lo cual no se está cuestionando las calificaciones de Saavedra en el MINEDU sino las justificaciones políticas de su continuidad.
De otro lado, se ha buscado comprender la composición del Gabinete PPK como una opción “tecnocrática” frente a una “política” que en el imaginario de gran parte de los peruanos aparece como sinónimo de “ineficiente”, en contraste con la primera. Aun cuando está claro que necesita muchísimas competencias políticas –que no las evidencia hasta el momento- para gobernar con un Congreso abrumadoramente en contra, lo cierto es que incluso el término “tecnocrático” parece quedarle sumamente ancho para caracterizar al Ejecutivo que se viene.
Diera la impresión haber sido confundida la tecnocracia con las habilidades gerenciales de las personas. La tecnocracia –tal como debemos entenderla actualmente- no sólo remite a la gestión adecuada –resultados- según reglas y procedimientos establecidos sino también (y sobre todo) a la garantía dada por el funcionario del cumplimiento de los derechos de los ciudadanos. En ese sentido, el discurso de PPK es abundante en algunos elementos “técnicos” concernientes a las políticas públicas, pero completamente huérfano en garantizar ejercicios de derechos, salvo referencias a la mantención de programas sociales asistencialistas.
Este asunto remite a otras cuestiones que deben abordarse como, por ejemplo, que la voluntad política del gobernante debe ser ejecutada por un aparato que la haga suya. Es decir, el gobierno necesita un buen grupo de altos funcionarios –no solo un Gabinete Ministerial- que exprese la misma orientación que las autoridades. Lo que llaman funcionarios de confianza. Según SERVIR, en el Perú existen actualmente un millón 300 mil servidores públicos. El 45% de éstos, están adscritos al Gobierno Nacional. De ellos, se estima muy conservadoramente que no menos de dos mil personas son consideradas como “personal altamente calificado”. ¿Puede cubrir el gobierno de PPK, que aspira a darse legitimidad con una imagen tecnocrática, esta nomenclatura?
Entonces, PPK tal vez no tenga las mismas connotaciones del fujimorismo pero tampoco es portador de las credenciales necesarias para ser reconocido como una derecha liberal, con todo lo que significa el término. Ahora bien, además de las definiciones que no se dan, PPK tiene que resolver un ámbito más práctico para darse gobernabilidad. Al ganar la segunda vuelta, como estamos viendo, los grupos económicos y las diferentes variantes de la derecha política han empezado a presionar muy fuerte para la afirmación de una super-convivencia PPK-KF, que tendría como objetivo “despejar” la arena política y asegurar el monopolio de las decisiones a un bloque de derecha que sería liderado por su fracción económica.
Así, el denominado gobierno tecnocrático de PPK corre el peligro de no tomar en cuenta que 1) La burocracia es necesaria y es una garantía ciudadana, en tanto su misión desborda la simple conducción y administración de procesos; 2) que el Estado no puede ni debe funcionar como una empresa privada, la función pública es necesaria y en ella no cabe la figura del “gerente”; 3) que los ciudadanos deben analizar y debatir el papel de las normas, y no presumir su inexistencia; y 4) que si bien una condición necesaria para cualquier aspiración de buen gobierno es garantizar un núcleo mínimo de funcionarios calificados, no es suficiente si estos no tienen las herramientas indispensables para llevar a cabo su tarea.
Sin embargo, el entrampe político no solo es PPK y su poco margen de maniobra. Traigamos a colación el hecho de que ninguno de los recientes candidatos presidencialescon opción de triunfo propuso algo diferente a continuar haciendo lo mismo que hemos estado haciendo en los últimos 25 años. Y lo que mejor garantiza esta continuidad es la enorme ausencia de mecanismos de evaluación que caracteriza al Estado peruano: no sabemos cómo estamos y esto provoca la humana fantasía de creer que estamos bien, que los problemas son “disfunciones” que podemos corregir, aplicando mejor las políticas públicas que recomiendan las multilaterales. Pero, resulta que muy posiblemente no estemos bien. Keiko Fujimori y su arraigo popular es un enorme y evidente síntoma de que algo anda gravemente mal entre nosotros.
¿Qué viene para adelante con PPK? El gran reto auto-asumido, que debe conseguirlo con un fujimorismo que es de lejos la primera fuerza política del país, es garantizar el crecimiento de la economía en medio de la caída de los precios de los minerales. Bien, parece que optarán por “diversificar”, léase promover el crecimiento de otros sectores extractivos como la agro-exportación, la pesca y la industria forestal. ¿Tiene el Estado los medios necesarios para impedir que la historia depredadora de los recursos continúe con una versión corregida y aumentada, más aun cuando algunos de ellos –como el agua- han llegado a situaciones altamente críticas?
Deja el primer comentario sobre "PPK, grandes límites y pocas oportunidades"