Luego de una primera vuelta cargada de nubarrones y maniobras oscuras, que cuestionaron por lo menos la legitimidad de todo el proceso electoral, ya se ha definido los candidatos para la segunda elección que, nos guste o no, son Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. Con este panorama toca volver a revisar las propuestas sectoriales de ambos candidatos, en este caso en cultura.
En semanas anteriores, diversas notas periodísticas en redes y medios hicieron notar el escaso interés por el tema cultural en los programas de gobierno de los partidos en competencia1. En la mayoría de los casos no había ninguna mención al tema, o a lo más, una breve alusión como parte complementaria de iniciativas en áreas de turismo o educación, lo que revela la escasa comprensión de lo que es cultura y su importancia para el país. Las únicas excepciones significativas fueron el Frente Amplio y Peruanos por el Kambio, que si desarrollaron sus propuestas para el sector, dentro de su perspectiva política e ideológica particular.
De esta manera, en el caso del FA ellos colocaban a la cultura y el dialogo intercultural como uno de los ejes transversales de todo su programa político, desarrollando varias propuestas para el sector, que podrían ser criticadas por falta de concreción en algunas puntos o ausencias en otros, pero quedaba claro cuál era la orientación general en este campo, que era revalorar el espacio de la cultura como forma de participación y expresión de nuestra diversa y compleja identidad popular, tanto pasada como presente y futura.
Para privatizarte mejor
En cuanto a PPK, con el título de “Cultura Viva” se presentó un estudio y planteamiento general de acciones en el sector que ocupa 11 páginas del programa, incluyendo referencias bibliográficas de diagnósticos, leyes y acciones llevadas a cabo en los últimos años, tanto dentro como fuera del país. El enfoque es claramente tecnocrático, con incidencia en experiencias importantes como los Puntos de Cultura, centrado más en políticas de prevención social antes que de participación ciudadana, y con un claro énfasis hacia la transferencia y delegación de funciones y presupuesto al sector privado para el impulso de actividades y acciones en áreas como patrimonio cultural e industrias culturales y artes. Resulta interesante y positivo que se hable de elaborar un Plan Nacional de Cultura, con la participación de diferentes actores del Estado y particulares, pero sin precisar cual sería la orientación específica que la agrupación tiene al respecto.
Sobre Fuerza Popular hay muy poco que decir, porque dicen muy poco o casi nada del tema en su plan de gobierno. Para Santiago Alfaro2 se descuartizan las funciones del Ministerio de Cultura con menciones erráticas en asuntos de educación, turismo y gestión de conflictos, lo que parece una percepción muy común en nuestros políticos, que más que invisibilizar a la cultura, la conciben solo como un complemento o adorno de otras actividades, útil si sirve para lo decorativo pero no en cuanto se plantea como problemática.
Pero más allá de los planes, es importante también juzgar los discursos concretos y acciones de los políticos, para saber si existen armonía entre ambos, o a quien deberíamos creerle. Hay que indicar, por ejemplo, que en más de una ocasión al inicio de la campaña, Kuczynski anunció la eliminación de varios ministerios, entre los cuales se incluía el de Cultura, lo que se contradice con los anuncios de fortalecimiento institucional, mejora del presupuesto y modernización del ministerio señalado en el Plan.
Yendo más atrás, debe recordarse, como lo he señalado en otra nota3, que la cabeza de esta agrupación y candidato presidencial fue Ministro de Economía y Primer Ministro en la administración de Toledo, donde se bloqueó las iniciativas para la ley del libro, y se siguió incumpliendo la ley de cine, así como se eliminó la exoneración tributaria para las películas peruanas y culturales, como se había hecho también con el impuesto a los espectáculos culturales (que finalmente se revirtió por la masiva protesta de los artistas y teatreros). Y quien lo acompaña en la plancha fue Ministra de Economía de García, y durante su gestión se opuso férreamente a una posible ley de Mecenazgo, a pesar de que era impulsada por congresistas del Apra, cuando el gobierno en aquellos años anunciaba una boyante economía.
En otras palabras, la “experiencia” de PPK en la gestión gubernamental, por más primo cineasta y afición a la flauta que exhiba, no fue precisamente auspiciosa para el sector cultural, así como tampoco de la gente que lo acompaña en los altos niveles, ni siquiera para iniciativas como la ley de donaciones e incentivos privados que mencionan en su plan, y que de no ser bien implementada podría implicar una mayor concentración y elitización en cuanto a las manifestaciones artísticas y culturales (por ejemplo si se terminara privatizando el Gran Teatro Nacional).
¿Han cambiado con el tiempo? Esta por verse, y va a depender mucho de la disponibilidad presupuestaria que encuentren, pero no parece haber una clara voluntad política del candidato en ese sentido a juzgar por las declaraciones que el patrimonio no debería oponerse al progreso, lo que hace temer la profundización de la política de privatización y desapego del Estado frente a sus obligaciones con la cultura y el legado cultural del país, so pretexto de no desalentar las inversiones. Por lo demás, y en el mejor escenario, la administración sería una prolongación de la actual hoja de ruta, con sus logros parciales y también sus múltiples limitaciones.
La amenaza naranja
De otro lado, durante la década que el fujimorismo regentó el país nunca mostró mayor interés ni preocupación por el tema cultural, en ese entonces bajo la administración del INC, a no ser que le sirviera a sus planes de usufructo y perpetuación del poder. De esta manera, si bien dio una nueva ley de cine, vigente en lo fundamental hasta hoy, no hay que olvidar que fue en compensación a que un par de años antes había derogado la anterior con veinte años de aplicación, y que además fue el primero en incumplirla, a no darle los recursos establecidos en el texto legal para los concursos y premios a las obras cinematográficas. En su gobierno también se derogó la normativa para exonerar impuestos por actividades culturales, que si bien tenía muchos vacíos y se prestaba al aprovechamiento de empresarios inescrupulosos; al no proponer nada a cambio dejó a los artistas y productores culturales con cada vez menos alternativas para financiar sus emprendimientos. Paradójicamente, el 2011 Keiko quiso presentar como el mayor logro de su pobre gestión parlamentaria la reducción del impuesto municipal de los espectáculos no deportivos, lo que fue de inmediato desmentido por la congresista aprista Luciana León, declarada abanderada de esa iniciativa que promovió la avalancha de conciertos de grupos extranjeros en el país. De todas maneras, el incidente sirvió para mostrar que la candidata es consciente del valor de la cultura, y que se valdrá de ella en la medida que la pueda favorecer, no importa si de forma ficticia o falsa, con tal que la mantenga en la vitrina mediática.

Hay que indicar, por ejemplo, que en más de una ocasión al inicio de la campaña, Kuczynski anunció la eliminación de varios ministerios, entre los cuales se incluía el de Cultura. (Foto: Andina).
Un ejemplo de lo que fue el fujimorismo en cultura, por así decirlo, es el tratamiento que le dieron a la muestra de los restos del Señor de Sipán en los años 90, tratando de reconstruir para uso turístico, comercial y mediático una historia de fastos mochicas y pasado imperial con harto oro, vendida al exterior por un Presidente que proclamaba en cuanta oportunidad tenía, su desinterés por la historia y héroes del Perú. Y es que al igual al alcalde Castañeda, la mayoría de los fujimoristas sienten desprecio y hasta hostilidad hacia la actividad cultural, que identifican como reducto caviar de denuncia y prestigio internacional (incluido al odiado Vargas Llosa), y que no dudarían en arrasarla como hizo el municipio con los murales y las actividades artísticas de la gestión anterior, y que ahora se podría repetir en espacios como el LUM o iniciativas tipo Puntos de Cultura.
Perono necesariamente el “keikismo” quiera enajenarse a la opinión pública por este asunto, por lo menos en lo inmediato,como si lo harían sus cuadros más termocéfalos, antiguos y recientes. Tal vez, si resulta elegida, opte por nombrar una figura mediática y hasta farandulera para el Ministerio de Cultura con la intención de contrarrestar la oposición de artistas y figuras públicas a su candidatura, como los protagonistas de “Al fondo hay sitio”. Sin embargo, más allá del gesto y la publicidad, eso no representará nada porque no tienen nada que decir ni proponer, más allá de seguir en lo mismo y aprovechar lo que pueda ser negocio. Ténganse en cuenta que su bancada dirigió en los últimos cinco años la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso de la República, con un rendimiento casi cero, salvo por la derogatoria del proyecto de Leypara la concesión de bienes arqueológicos que propuso el Ejecutivo. Porque a diferencia de PPK y otros neoliberales ortodoxos, los fujimoristas son pragmáticos en este y otros asuntos, y si la corriente de la opinión pública y los negocios no van en camino de privatizarlo todo, no se harán problemas en defender lo contrario, sean gobierno u oposición.
Lo más peligroso de la opción naranja en cultura no es pues su desconocimiento o desinterés manifiesto por el asunto, ni siquiera su intento de aprovechar mediáticamente las expresiones, o utilizarlas demagógicamente, sino la vocación, como en otros niveles del Estado, de cooptar y corromperlo todo con el clientelismo y el chantaje económico y mediático,usándolo para beneficio de sus allegados y seguidores, y envileciendo lo que se le oponga o pueda destruir. Los cineastas vivimos la experiencia de la “Ley Raffo” que se trató de impulsar aparatosamente a finales del segundo gobierno aprista, buscando financiar al cine nacional con la cesión voluntaria por parte del impuesto exonerado por el Congreso para las empresas exhibidoras y distribuidoras de películas en el país. En otras palabras, sometiendo al cine peruano al dominio irrestricto de las trasnacionales que manejan su propio mercado con dinero del fisco, y un Estado impávido frente a las tropelías de los poderosos.
Al borde del abismo
En suma, en cualquier de los dos escenarios del “ballotage” el panorama para el mundo de la cultura no es el más auspicioso. Será muy difícil, por no decir imposible, que ideas de soberanía cultural como la cuota de pantalla, o el apoyo al editor nacional frente a la voracidad de las editoriales españolas puedan tenar algún posibilidad siquiera de ser discutida, y más bien es muy posible que se profundice la transnacionalización con la puesta en marcha del TPP y otros acuerdos comerciales internacionales.
Ni hablar tampoco de los medios de comunicación y su rol en la cultura, absolutamente ajeno para casi todas las agrupaciones y políticos, y que por supuesto seguirá intocado o manipulado, sea por el “laissez faire, laissez passer” de PPK, o el control corrupto y la degradación fujimorista, de la que tuvimos bastante en los noventa.
Y en cuanto al campo intercultural, ameritaría un artículo aparte para abordar lo poco que se avanza (y lo mucho que se omite) en ambos programas más allá de las generalidades y promesas de rigor, como la de “respetar la consulta previa”, pero que la práctica, la mayoría de veces suele ser letra muerta. Lo que hace temer la prolongación e incluso crecimiento de los conflictos sociales a lo largo y ancho del país, con su consiguiente costo de víctimas, paralización económica y desencuentros culturales que no se quieren ver ni abordar en toda su dimensión y complejidad.
Finalmente, y ante la perspectiva del bicentenario de la independencia nacional, el Perú parece otra vez, como decía Basadre, un problema irresuelto, pero también una posibilidad, que hay que construirla no desde las altas esferas del poder degradado y ajeno, sino desde la diversidad cultural de nuestra gente y los movimientos populares en pugna. Y la cultura ocupando un rol fundamental para construir ciudadanía y capacidad crítica en sus creadores y beneficiarios, porque todos somos cultura.
1https://unojosalvaje.wordpress.com/2016/01/13/planes-de-gobierno-que-dic…
2https://poder.pe/2016/02/04/00753-cultura-en-el-papel/
3http://blogdelchw.blogspot.pe/2016/01/planes-sin-cines.html
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