El profesor mensajero

Escrito por Revista Ideele N°297. Abril 2021

La carrera de Educación ha sido, hasta el año 2016, la carrera más estudiada en las zonas rurales del país. Solo en los últimos años ha sido alcanzada y superada por la carrera de Ingeniería (INEI 2019). Su protagonismo en la vida de las peruanas y peruanos de las zonas rurales responde a varias razones, de algún modo todas vinculadas al ámbito político, dado que el acceso a la educación ha sido y es utilizado desde los primeros años del siglo XX como una herramienta de poder tanto para el gobierno, los grupos económicos locales y regionales, como para la población excluida que sabe con claridad que acceder a ella cambia sus condiciones de vida. De todas, la razón que aquí comparto es el papel de mensajero que nuestros docentes (hombres, sí, en su mayoría) han jugado en importantes episodios de nuestra historia, dotando de voz a sectores marginados de nuestra población.

En las dos primeras décadas del siglo XX, se consolidaron terratenientes y gamonales en las principales zonas productivas de la sierra peruana. En Puno, la intensidad comercial de la lana de camélido con Europa se consiguió mediante la expropiación de tierras y ganado a los nativos (el número de haciendas en Puno aumentó de 705 en 1850 a 3219 en 1920). Los gamonales, decididos a quitarles e impedir el acceso de los indígenas al mercado pecuario, masificaron la servidumbre y el analfabetismo, obligando a intervenir al Estado en numerosas ocasiones, pues llegaron a incendiar propiedades y masacrar familias enteras.

En ese contexto, surgieron los “mensajeros”, una agrupación de indígenas aimaras y quechuas alfabetizados decididos a liberarse del sometimiento bajo el que se encontraban y a integrarse al mercado de lanas. Los “mensajeros” viajaban a Lima para denunciar los hechos y pedir al Estado escuela para los indígenas, mientras creaban escuelas clandestinas de alfabetización. A ellas asistían adultos que luego debían enseñar a sus hijos. Por este acto, fueron torturados, encarcelados y asesinados por los gamonales.

En 1908, Manuel Zúñiga Camacho fue encarcelado por el Obispo de Puno Valentín Ampuero, por negarse a aceptar el dejar de enseñar a los indios a cambio de una hacienda. Como respuesta, viajó a Lima en busca del respaldo de la Asociación Pro-Indígena de Pedro Zulen, Dora Mayer y Joaquín Capelo, y de la Misión Adventista, logrando que la Misión enviara maestros a Puno. En 1913, por segunda vez con el pretexto de herejía, Ampuero lo encarceló. Tuvo que intervenir el presidente Guillermo Billinghurst, conformando una Comisión para investigar la situación de los indios del Altiplano. Como consecuencia, en 1915 se promulgó la Ley de Libertad Religiosa que permitió abrir nuevas escuelas indígenas. Un año más tarde, ya atendían a cerca de 2200 alumnos (Vilca et al. 2018).

En ese contexto, surgieron los “mensajeros”, una agrupación de indígenas aimaras y quechuas alfabetizados decididos a liberarse del sometimiento bajo el que se encontraban y a integrarse al mercado de lanas. Los “mensajeros” viajaban a Lima para denunciar los hechos y pedir al Estado escuela para los indígenas, mientras creaban escuelas clandestinas de alfabetización. A ellas asistían adultos que luego debían enseñar a sus hijos. Por este acto, fueron torturados, encarcelados y asesinados por los gamonales.

El movimiento Tahuantinsuyo

El Comité Central de la Asociación Pro-Indígena se disolvió ese mismo año, 1916. Sin embargo, sus delegados seguían trabajando en diversas provincias del interior del Perú y se reorganizaron en el Comité Central Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo, que fue fundado en 1919. Como señala Carlos Arroyo (2005), su ubicación en Lima les permitió contar con una base de apoyo urbana integrada por emigrantes provincianos y obreros anarcosindicalistas. Además del respaldo de Zulen y Mayer, también contó con el apoyo de los indigenistas José Antonio Encinas, Hildebrando Castro Pozo y Erasmo Roca, que consiguieron la aprobación del presidente Augusto B. Leguía; con este respaldo y gracias al gran arraigo que tuvo entre las comunidades del sur del país, el Comité Tahuantinsuyo llegó a convertirse en la primera organización del campesinado indígena peruano.

Por influencia del anarquismo y su creencia en la capacidad emancipadora de la ciencia y la razón, en sus comunicados reclamaban insistentemente la creación de escuelas hasta en los últimos rincones del Perú. Cuando lo conseguían, los profesores de estas escuelas, por lo general, eran indígenas que habían aprendido a leer y escribir en Lima u otras ciudades.  Se impartían también lecciones de justicia social y utopía andina, desarrollada por los dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo.

Con el tiempo, los gamonales se dedicaron a atacar su labor con más furia, pues temían que se sublevasen los indios y asaltaran sus grandes haciendas. A la par que los estigmatizaban en la prensa acusándolos de violentos y socialistas, los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había construido y a perseguir a sus alumnos y profesores. La sublevación de Huancané de 1923, fue resultado del fusilamiento ordenado por el hacendado de tres campesinos de Wilakunka sólo porque habían asistido a una de estas escuelas. En 1924, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató que los terratenientes habían incendiado más de sesenta locales escolares. Pero de poco sirvió, pues Leguía, después de haber apoyado la iniciativa de la realización de los congresos indígenas, comenzó a perseguir a los dirigentes más radicales del Comité. Finalmente, en agosto de 1927, prohibió su funcionamiento en todo el país y la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar.

Los líderes indígenas que se formaron con la Pro-Derecho Indígena participaron de la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. En 1931, Eduardo Quispe y Quispe fue lanzado como candidato a la Presidencia de la República por Eudocio Ravines y el Partido Comunista.

La cultura chola

Al mediar el siglo pasado, en las zonas rurales del Perú la escuela empezó a levantarse en los caseríos más remotos. De esta manera, el maestro se convirtió en los pueblos donde no había juez, ni médico, ni policía, en el único vínculo con el Estado peruano. Patricia Oliart y Carlos Contreras (2014) sostienen que el enseñar en distintas provincias del Perú y el tener que ir y venir desde los pueblos remotos hasta las ciudades constantemente, provocó un movimiento de indígenas y mestizos andinos que con su oficio de maestros y sus continuos desplazamientos fue creando una auténtica cultura nacional. Las bases para ella surgen de condiciones de vida que incluso hoy se mantienen: vivían en chozas y modestos lugares que las comunidades les cedían, sin bancos ni carpetas, sentados en ladrillos, con estudiantes que no podían afrontar la compra de útiles. No tenía esa cultura cómo no ser reivindicativa.

En pocos años se trastocaron las relaciones sociales en el mundo rural. Los hombres alfabetos ganaron agencia para realizar los trámites frente al Estado y al desplazar el control de los mayores, cuestionaron las normas tradicionales locales. Los maestros buscaban que sus estudiantes participaran de excursiones, campeonatos deportivos y “actuaciones cívicas” que constituyeron novedosas formas de socialización interprovincial. Los alumnos conocieron las ciudades mestizas, se relacionaron con muchachos de otros pueblos y salieron por primera vez de su provincia. Es así como surge el “cholo”.

Tiempos violentos

A diferencia del acceso a la educación superior de las clases medias urbanas y provincianas, a través de la carrera docente eran los hijos de campesinos pobres quienes accedían a la universidad. La Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga en ese contexto recibió una gran cantidad de estudiantes de las provincias pobres de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica que representaban el 64,1% de los matriculados en 1968. El 40% de estos estudiantes se concentraron especialmente, en la Facultad de Educación donde enseñaba Abimael Guzmán. Mientras se encontraban viviendo cambios en su identidad, en sus condiciones de vida, eran a la par testigos de la pobreza, de la exclusión y la marginación en lugares remotos y empobrecidos. Las injusticias y maltratos expusieron a jóvenes maestras y maestros de diverso origen social a discursos radicales y promesas de transformación. Muchos de ellos tomaron postura del lado más sometidos en los pueblos a los que eran enviados. De esta forma, el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso fue expandiéndose por la región, conforme los estudiantes que adoptaron su mensaje se graduaban y eran enviados como maestras y maestros a los colegios secundarios de diversas capitales provinciales y distritales. Años con un mensaje distorsionado por la justicia popular, la sangre y la violencia que culminó con la muerte, persecución y estigmatización de maestros de secundaria y docentes y estudiantes de Educación.

Resultados bicentenarios

Tras el conflicto armado, los cambios que tuvieron lugar en el sistema educativo en los años noventa se dieron en el marco de un modelo neoliberal en la economía y en la gestión del Estado. El sindicalismo estuvo en profunda crisis. Los marcos legales se modificaron y se permitió una descontrolada privatización del servicio educativo. Pero este intento de superar la crisis educativa no consideró que los lugares más pobres y alejados, los que sufrieron el periodo de violencia, no son atractivos para un mercado educativo que busca ganancias. Tras las mejoras económicas mal distribuidas, hoy, con las medidas de restricción social de la pandemia se ha profundizado esta segmentación del sistema educativo, creando nichos para determinados grupos sociales y produciendo circuitos educativos de desigual acceso y calidad.

En ese contexto, de acuerdo con la recopilación de testimonios de René Zubieta (2021), los docentes, hombres y mujeres, de las regiones donde Pedro Castillo en estas elecciones presidenciales ha obtenido más votos, se han organizado y utilizado recursos propios para conseguir el triunfo de Perú Libre y de un dirigente que consiguió quitarle el liderazgo al histórico SUTEP separando a los sindicatos regionales durante la prolongada huelga magisterial del año 2017 que le dio protagonismo. Lo han descrito como a un profesor que ha palpado la realidad de las comunidades en temas centrales en estas regiones como la educación y agricultura, frente a otros políticos (casi todos con estudios universitarios en el extranjero, ninguno docente).

Durante la campaña, sin poder asistir a las escuelas, el hecho de que toda la población estudiantil y sus docentes hayan tenido que utilizar la Internet por razones de trabajo y estudio junto a la familia, enlazó a gran parte de peruanas y peruanos, a pesar de las dificultades de conectividad, con las televisoras y radioemisoras locales que transmiten sus programas a través Facebook. Los conductores, en algunos casos docentes, le dieron el espacio a Castillo para que se explayara sobre la “revolución educativa” y el “olvido del pueblo peruano”.

Y así fue como en esta ocasión, llegó el mensaje.

Referencias

Arroyo, Carlos. “La experiencia del Comité Central Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo” en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol 15, No 1, Universidad Tel Aviv, 2005

Contreras, Carlos y Patricia Oliart. Modernidad y educación en el Perú. Serie diversidad cultural 8. Lima, Ministerio de Cultura, 2014

Guadalupe, César et al. La larga noche de la educación peruana: comienza a amanecer. Documento de discusión, Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, DD1806, 2018

Instituto Nacional de Estadística e Informática. Perú: Indicadores de Educación por Departamentos, 2008-2018, Lima, 2019

Vilca Apaza, Henry et al. “Maestros indigenistas y sus experiencias socioeducativas en el altiplano peruano en el siglo XX”. Comuni@cción, Puno, v. 9, n. 2, p. 90-100, dic. 2018  

Zubieta Pacco, René. “Pedro Castillo: las voces y razones detrás del voto por el candidato de Perú Libre”. El Comercio, Lima, 18 de abril de 2021

Sobre el autor o autora

Carla Sagástegui Heredia
Escritora y humanista. Doctora en Arte, Literatura y Pensamiento por la Universidad Pompeu Fabra y licenciada en Lingüística y Literatura con mención en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

1 Comentario sobre "El profesor mensajero"

  1. Guillermo Figueroa Luna | 30 abril 2021 en 14:51 | Responder

    Así es. Pero más que “herramienta de poder”, la profesión de profesor parece herramienta de defensa contra el poder del dinero. Herramiengta de relativa eficacia, por cierto. Cualquier gamonalito, mediano comerciante o abogado ha llegado con mayor frecuencia que los profesores a ser miembro de los municipios, prefecturas o subprefecturas. Y en las direcciones regionales de educación, sus jefes rápidamente se alían (si no lo estaban ya) con las élites regionales del poder del dinero, transformándose en verdugos de sus ex-colegas. ¿Cuál instrumento del poder si sus pensiones de jubilación son miserables y no todos llegan a tener casa propia?

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