Un análisis estructural de la informalidad

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Revista Ideele N°297. Abril 2021

Uno de los problemas más importantes del mercado laboral peruano es la llamada “informalidad”. Asimismo, la pandemia y el confinamiento han puesto en agenda nuevamente la importancia de su combate, el cual no ha tenido importantes resultados, puntualmente en los sectores donde está más generalizada (microempresas e independientes).

Pasemos a desentrañar este fenómeno, en principio, desde el concepto utilizado. Si es que existe “lo informal”, se presume, también, la existencia de “lo formal”. Esta idea hace referencia a la ausencia de regulación del Estado, es decir, parte de una mirada normativa. Esta perspectiva estatal genera la impresión de que existen dos economías, como si se tratara de dos compartimentos estancos (Jaramillo, Rodríguez y Sparrow, 2004). Sin embargo, basta con observar cualquier cadena productiva para comprobar que, en la economía real, de flujos económicos, no sucede tal dualidad (Pinto, 1991; Filippo, 2009). Por ejemplo, el antropólogo Marcos López (2015) muestra cómo en el proceso de confección de un polo publicitario en Gamarra, a solicitud de un banco (gran empresa), la formalidad y la informalidad son atravesadas una y otra vez de manera fluida.

Del mismo modo, un ejercicio sencillo de observación del mercado de servicios personales permite llegar a la misma conclusión. Por ejemplo, pensemos en un microempresario sin registro en la SUNAT: paga IGV por sus compras cuando va al supermercado, desayuna en un servicio de alimentación informal, puede ahorrar en un banco formal, toma un taxi o colectivo informal para llegar a su trabajo, paga servicios básicos de luz y agua de empresas formales y puede tener una familia en la que algún miembro que aporta a la canasta de consumo familiar está en la planilla de alguna empresa (formal). Si entendemos la dinámica de la economía peruana como una unidad, como un todo, la división normativa entre formal/informal distorsiona la realidad integrada.

Sin embargo, si el concepto de informalidad tiene alguna utilidad práctica en materia laboral es porque permite identificar a un sector importante de los trabajadores en condiciones de total vulnerabilidad. Al ser así, la no formalidad sería un componente de un fenómeno mayor y más preciso, relacionado con la precariedad, la inestabilidad y la baja productividad de un sector amplio de la mano de obra, que podemos agrupar bajo un concepto mejor definido: marginalidad o, de forma más acotada, mano de obra marginal[1].

A diferencia de los países industrializados, el desempleo en el Perú no es el principal problema laboral, sino la informalidad, la cual presenta muchas formas y es altamente heterogénea. En principio, podríamos desagregar esta compleja categoría entre dependientes e independientes o empresarios. Para los primeros (asalariados privados, públicos o trabajadores del hogar), se encontrarían en situación de informalidad los trabajadores que no cuenten con un contrato laboral o la tenencia de un contrato de locación de servicios (para los asalariados públicos)[2]. Para los independientes o empresarios, su negocio calificaría dentro del sector informal si dicho negocio no se encuentra registrado en la SUNAT, es decir, no cuenta con RUC. Definida así, la tasa de informalidad general bordea el 70% al 2019.

Figura 1 PERÚ: TASA DE INFORMALIDAD SEGÚN CATEGORÍA OCUPACIONAL, 2004-2019

Nota: Se excluyen de la gráfica a los TFNR ya que la totalidad se consideran informales. Se consideran informales a los dependientes (asalariados privados y trabajadores del hogar) que no cuentan con un contrato laboral o tienen un contrato de locación de servicios (asalariado público), mientras que en los independientes o empleadores, se considera informal aquellos que no cuentan con RUC registrado en la SUNAT.
Fuente: Encuesta Nacional de Hogares, 2004-2019.

Como se puede ver, considerando los últimos 16 años, no se evidencia una reducción importante en las tasas de informalidad, principalmente, en las dos categorías más importantes (asalariados privados e independientes). La gráfica revela una amplia heterogeneidad entre diferentes categorías ocupacionales. Asimismo, también evidencia que la vulnerabilidad de los trabajadores del hogar (95,3% mujeres al 2019) es generalizada, ya que casi la totalidad de estas trabaja en hogares ajenos sin un contrato laboral. Por otro lado, dentro del aparato público, 1 de cada 5 trabajadores del Estado labora bajo un contrato de locación de servicios, es decir, no tiene derecho a un seguro de salud, vacaciones, CTS, gratificaciones o cualquier derecho laboral conquistado por la clase trabajadora, a pesar de trabajar de manera regular, como cualquier asalariado.

Asimismo, otra característica importante de la heterogeneidad de la mano de obra marginal en el Perú es que esta se concentra en los negocios o empresas con menor número de trabajadores, es decir, más pequeñas. Esta informalidad se puede ver tanto en los trabajadores que laboran en empresas sin registro en la SUNAT, como en los asalariados privados que trabajan sin un contrato laboral. Para la primera, luego de la elevada tasa de informalidad de los independientes, 7 de cada 10 trabajadores en empresas de 2 a 10 trabajadores en el Perú (microempresas), entre empresarios y trabajadores, labora en empresas sin registro en la SUNAT. Para la segunda, más del 90% de asalariados privados que laboran en empresas de 2 a 5 trabajadores no cuentan con un contrato laboral. Como se puede observar, estos porcentajes van disminuyendo a medida que aumenta el tamaño de la empresa donde se trabaja.

Cuadro 1 PERÚ: Tamaño de empresa privada según registro en la Sunat y tenencia de contrato de los asalariados privados, promedio 2017-2019.

Fuente: Encuesta Nacional de Hogares, 2017-2019

Caracterizado así el mercado laboral peruano, pasemos a la explicación de las causas de la informalidad. En primer lugar, se debe considerar que no es posible problematizar el mercado laboral sin identificar las características fundamentales de la economía peruana. A continuación, veremos un mapeo general de la composición del PBI, el empleo que lo acompaña y la productividad media[3] de cada sector económico.

Una característica importante de la estructura económica es el importante aporte de la minería en el producto nacional (13,8%). Asimismo, se observa que este sector emplea tan solo el 1,2% del total de trabajadores en el Perú. Por otro lado, la agricultura aporta poco al PBI (5,8%); sin embargo, su participación en el empleo nacional es del 24,0%. En este sentido, se observa que los sectores considerados de productividad alta (minería) no emplean a tantos trabajadores como los sectores de productividad baja (agricultura). Esta es una característica estructural de la economía peruana.

Cuadro 2 PERÚ: Actividad económica y rango por tipo de productividad según productividad media PBI y empleo promedio 2017-2019.

Fuente: Encuesta Nacional de Hogares, 2017-2019. BCRP

Asimismo, una de las características principales de las actividades de alta productividad es que la mayoría de sus trabajadores labora en empresas grandes, como las ramas de minería y finanzas. Por otro lado, sucede todo lo contrario con las actividades de menor productividad media, como comercio, agricultura o alojamiento y restaurantes, donde la mayoría de los trabajadores labora como independientes o en microempresas.

En ese sentido, hay una relación directa entre productividad y tamaño de empresa, donde los trabajadores de las actividades de mayor productividad laboran en empresas grandes y los de menor productividad están en microempresas. Esta es una característica estructural del mercado laboral peruano, que responde a la estructura económica peruana.

Cuadro 3 PERÚ: Actividad económica y rango por tipo de productividad según tamaño de empresa privada, promedio 2017-2019

Fuente: Encuesta Nacional de Hogares, 2017-2019

Así, la estructura económica y laboral configura un cuello de botella inevitable[4]. En tanto que las migraciones del campo a la ciudad generaron, naturalmente, que existan más personas buscando un empleo, la demanda de trabajadores no genera, en tanto no lo necesita, los suficientes empleos para la cantidad de trabajadores disponibles[5]. El resultado de esto es que una porción cada vez más grande de trabajadores se ve obligada a “inventarse” su empleo, sobreviviendo con actividades productivas de corte familiar o independiente, con recursos escasos, con casi nula tecnología y formando como un círculo de precariedad e inestabilidad laboral alrededor de los sectores productivos, al modo de márgenes (Ver Anexo 1). Así, en cada rama de actividad tendríamos grandes capitales rodeados de polos más o menos extensos de actividades altamente rezagadas a nivel tecnológico, concentradas, fundamentalmente, en servicios de baja calificación y ocupando a los trabajadores “sobrantes” de la economía formal, que tendrán que autoemplearse o ser empleados en condiciones de gran precariedad por micro y pequeñas en los sectores menos productivos. La alta concentración de independientes sin RUC y trabajadores en microempresas sin contrato laboral que se mostró anteriormente refuerzan esta teoría.

El propio carácter de la acumulación capitalista en el Perú y su incapacidad de generar empleo formal de calidad suficiente en sectores productivos estarían detrás de este fenómeno de la “informalidad”. No es una economía aparte, sino un ámbito estructural del funcionamiento de la economía. Puesto así, este problema no puede ser atendido, en consecuencia, como un problema normativo. Se puede bajar a cero las regulaciones y derechos laborales y el problema seguirá, pues es un problema productivo. En una economía y mercado laboral configurado de esta manera, una reducción de los derechos laborales, los cuales son presentados como “sobrecostos” por la visión hegemónica, tiene como resultado solo el aumento de los márgenes de ganancia de las empresas (mark-up) y no una mayor formalización de la economía y los trabajadores.

El problema central es que el capital se orienta a sectores de alta productividad, poco intensivos en mano de obra. Como ya se explicó, esto es así por el tipo de matriz productiva y por el modelo de crecimiento económico que sigue la economía peruana. Somos un país orientado por y para la exportación primaria. La minería, que es el sector que asegura los mayores ingresos de divisas y determina los ciclos de crecimiento o estancamiento de la economía, solo genera 1% del empleo directo y sus vínculos con otros sectores económicos es sumamente escaso en producción y empleo (Tello, 2016)[6]. En este sentido, el sector servicios es el sector de refugio de la mano de obra marginal urbana y la agricultura es la rama donde laboran las familias rurales más pobres del país, en parcelas generalmente de autoconsumo, que compiten con la importación de alimentos con bajos aranceles. Sectores como la industria, con una dinámica procíclica en términos de generación de puestos de trabajo, emplean apenas al 9,1% de los trabajadores y son poco atractivos para la inversión, ante un modelo económico de libre mercado, donde las manufacturas importadas vienen con precios bajos de países como China o Estados Unidos, con los que hay tratados de libre comercio.

En síntesis, dada la matriz productiva nacional y el modelo económico actual, hay una gran cantidad de trabajadores que estarán permanentemente fuera del trabajo asalariado formal y se verán obligados a ocuparse en la informalidad. Este “cuello de botella” laboral, donde hay muchos más trabajadores buscando empleo que puestos de trabajo disponibles para ellos, es el hecho estructural que está en la base de la llamada “informalidad” y uno de los rasgos del problema de la marginalidad. Sus causas las encontramos en el carácter de la acumulación capitalista en países periféricos como el Perú, donde la división internacional del trabajo nos asigna el rol de proveedores de materias primas y de receptores de mercancías importadas.

Bibliografía

Di Filippo, A. (2009). Estructuralismo latinoamericano y teoría económica. Revista de la CEPAL, 98, 181-202. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/11303/1/098181202_es.pdf

Jaramillo, M., J. Rodríguez y B. Sparrow (2014). Crecimiento y segmentación del empleo en el Perú (2001-2011). Documento de Investigación N° 72 – GRADE.

López, M. (2017). En los límites del discurso sobre la informalidad: un estudio de caso sobre la producción y venta de un polo publicitario en Gamarra. En: Producción, trabajo y acumulación de capital en el Perú. Cuadernos de Investigación N° 2. Escuela permanente de estudios de la realidad peruana – Emancipación.

http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/69864/Cavero_Cuadros_Lopez_produccion_trabajo.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Pinto, A. (1991). América Latina: una visión estructuralista. México, D.F., Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México.

Anexos

Anexo 1 PERÚ: PEA ocupada según segmento laboral, promedio 2017-2019

Fuente: Encuesta Nacional de Hogares, 2017-2019


[1] Habiendo quedado claro, a partir de ahora, se utilizará de manera indistinta el término de informalidad y mano de obra marginal.

[2] Otro grupo de dependientes son los Trabajadores Familiares No Remunerados (TFNR), los cuales son todos informales, ya que no cuentan con ningún contrato de trabajo.

[3] PBI entre PEA ocupada.

[4] Las próximas líneas siguen de cerca el texto elaborado por Burga, Cavero y Quispe (2018) sobre el análisis de la visión de la informalidad presente en la Política Nacional de Competitividad y Productividad (PNCP). Este texto aún no se publica.

[5] Como se ha mostrado, la estructura económica peruana se compone de actividades altamente productivas, como la minería y las finanzas, en la que se emplean una pequeña proporción de trabajadores, y otras actividades con una bajísima productividad e ingresos, pero que concentran a un importante número de trabajadores.

[6] El autor señala, además, que los bajos efectos multiplicadores agregados mineros se explican por los bajos multiplicadores de los tres principales productos mineros (cobre, oro y zinc) que dominan el valor de producción de mercancías mineras.

Sobre el autor o autora

Sergio Quispe Contreras
Experto en temas de informalidad.

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