#CambioViciadoPorCastillo

Escrito por Revista Ideele N°297. Abril-Mayo 2021

Han sido ocho largas semanas de reflexión y análisis, sin apresurar mi decisión y respetando la de los demás. Aún cuando recibí diversas presiones, no he llamado al voto ni he hecho campaña por ningún candidato. Tampoco me reuní con ellos ni me sumé a sus equipos técnicos; es más, fracasé en mi intento de convocarlos a luchar juntos contra la pandemia.

Esperé, evalué y decidí. Para mí, el voto es un acto de conciencia, no de conveniencia.

Comprendí que el legado del fujimorismo no sólo es su nefasto pasado político. No sólo son los 30 años de crimen, corrupción y totalitarismo. Es también esa incapacidad histórica para construir una nación unida y hermanada, su habilidad innata para polarizar e infundir miedo. Qué triste es ver familias divididas, empleadores que coaccionan a sus empleados, amigos que se linchan moralmente desde trincheras invisibles.

El deseo de eliminar a quien piensa distinto es el fin de la humanidad y el germen mismo del fascismo. Sí, ese infame capítulo de la historia europea que se coronó en campos de exterminio para judíos, comunistas y homosexuales. Ese horror que nos parecía tan lejano resulta ahora familiar; está aquí y llegó para quedarse. Quién creería que veríamos una campaña política tan descarnada e invasiva, tal desprecio por la prensa libre y los organismos electorales. No sorprende la pobre actuación del legislativo ni la sumisión de algunos medios, pero sí avergüenza ver a élites y referentes de todo tipo degradarse en grotescos espectáculos. Estamos ante una aplanadora que corrompe todo a su paso, que no toma prisioneros ni respeta a los muertos, que se proclama dueña exclusiva de la libertad, la democracia y la patria, mientras alardea de una competencia en lo económico que luego desvirtúa a punta de populismo clientelista y conservador. Curiosamente, la dignidad, la decencia y la integridad no forman parte de su discurso. Es como si el 10.9% de los votos emitidos en primera vuelta les diese suficiente legitimidad para asumir tal actitud.

Esta vez han cruzado una línea que defenderé con toda mi rebeldía: la de mi espacio personal. No acepto que me dicten cómo pensar ni cómo actuar, mucho menos cómo votar. Todos los ciudadanos tenemos derecho al libre albedrío y a decidir en paz como nos parezca. Hoy esa libertad está confiscada por quienes pretenden que el voto de algunos peruanos vale más que el de otros.

Del otro lado, con 15.4% de los votos emitidos en primera vuelta, tenemos a Perú Libre, una opción política que recién hemos podido conocer poco a poco en las últimas semanas. El caos y la improvisación de su campaña son el envoltorio de un discurso populista, arcaico y ultraconservador que dice y desdice arengas contra instituciones democráticas, las libertades económicas y la reforma educativa, así como contra los derechos de mujeres, minorías sexuales e inmigrantes. Todas ellas causas que yo defiendo y defenderé con profunda convicción.

Ante la presión pública, han mostrado voluntad de moderarse y buscar técnicos competentes, compensando de alguna manera la presencia de dirigentes y cuadros cuestionados por antecedentes de corrupción y extremismo. Sin embargo, es innegable que esta candidatura representa la necesidad impostergable de cambio ante la desigualdad socioeconómica; una ciudadanía con reclamos legítimos que continúan ignorados y postergados por el Estado. También es evidente que, a diferencia del fujimorismo, cualquier posibilidad de que Perú Libre construya un proyecto totalitario está mitigada por su minoría congresal así como por la falta de apoyo entre las fuerzas armadas y grupos de poder. No cabe duda de que sería un gobierno frágil y sujeto a constante fiscalización.

Como muchos peruanos y peruanas, no me siento representado por estas dos opciones pero debemos aceptar que una de ellas nos gobernará. Los tiempos recios que vive el país requieren que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad y defienda los principios democráticos desde donde le corresponda. Hace tres semanas declaré que hasta ese momento la situación justificaba viciar mi voto. En los últimos días, la vergonzosa exhibición de poder del fujimorismo -aún sin estar en el gobierno- me ha dejado clara la amenaza totalitaria y corrupta que una administración suya encarnaría. No estaría en paz con mi conciencia si el fujimorismo llegase al poder con mi voto viciado. Por ello he decidido darle mi voto crítico a Pedro Castillo, sin miedo y con convicción, asumiendo una postura vigilante como ciudadano, y la oposición constructiva como congresista. Sea cual fuere el resultado.

La democracia exige que conmemoremos el bicentenario con dignidad y memoria, respetando los votos de todos nuestros compatriotas, aceptando los resultados y contribuyendo al éxito de nuestro/a futuro/a gobernante. Como lo he dicho y hecho desde el inicio de la pandemia, pongo a disposición del próximo Gobierno mis conocimientos y experiencia en favor de la ciencia y de la salud del país.

Sobre el autor o autora

Edward Málaga Trillo
Neurobiólogo peruano, dedica sus investigaciones a la comprensión y búsqueda de medicamentos contra la neurodegeneración.

2 Comentarios sobre "#CambioViciadoPorCastillo"

  1. Excelente !

  2. Meses después votó por el ex ministro de salud, y defensor de las esterilizaciones forzadas…
    Como sea, es innegable que Castillo se muestre como pésimo comunicador, pero debe llamársele la atención en forma adecuada de forma que deje de sentir espanto por la exposición a lo medios.

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