Una crisis emblemática de nuestra historia republicana

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Imagen: Agencia EFE. Revista Ideele N°298. Junio-Julio 2021

Lo que está haciendo Keiko Fujimori para alterar los resultados de la segunda vuelta debería bastar para que los demócratas que la apoyaron reconozcan su error y salgan a declararlo por el bien del país. Algunos lo harán, pero otros no porque su adhesión a la democracia (entendida muy inhibidamente como un sistema político que garantiza el derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes) es menos importante que su adhesión al colonialismo neoliberal. Llamo colonialismo neoliberal a la cópula entre el neoliberalismo (entendido como un proyecto que potencia al capital y debilita al trabajo) y el colonialismo (entendido como un proyecto que presupone que lo europeo es la civilización y lo no-europeo es la barbarie). Y digo que, para quienes se adhieren fuertemente a esta cópula, la ley que iguala un voto del campo a uno de la ciudad es injusta y la sola idea de que vista la banda presidencial un maestro sindicalista, que trabaja la tierra, no se reconoce como emprendedor y habla “mal” el castellano, es una pesadilla.

Es desde allí que se maquinan ideas como que ha habido un fraude (a pesar de no haber pruebas), o que conviene anular la segunda vuelta porque la polarización le resta legitimidad al presidente electo (a pesar de que a nadie se le ocurrió algo similar con la estrecha victoria de Kuczynski o Trump), o que se llama abiertamente a la sedición. Es desde la pesadilla, y la sensación de injusticia, que el colonialismo neoliberal atenta contra la democracia formal.

¿Qué más terrible que el triunfo de un grupo de abogados, políticos y medios de la élite limeña que actúan en conjunto con una organización criminal para anular los votos de los pueblos más pobres del país? Por el contrario, si el 28 de julio Castillo asume la presidencia, la república se habrá re-fundado con una victoria de la democracia. Salgo ahora de mi inhibición para definir la democracia no solo como un sistema político sino también como la acción del pueblo en nombre de la igualibertad. Pues un Castillo presidente sería una victoria de la democracia formal, pero, sobre todo, de los pueblos ninguneados y, por tanto, de la democratización del Perú.

Veamos esto con variaciones en la derecha.

Rafael López Aliaga, Jorge Montoya y Phillip Butters son obviamente colonialistas neoliberales a quienes les importa un bledo la democracia. Lo mismo se puede decir de los pitucos que usan los polos “Better Dead tan Red”. Esta es la base de la ultraderecha que algunos llaman “fascismo”. No estoy de acuerdo con esta denominación. Por razones que explicaré en otro escrito, prefiero llamar a este fenómeno derecha radical pospinochetista.  

Mario Vargas Llosa se adhiere tanto a la democracia como al colonialismo neoliberal. Pero en su reciente entrevista en Canal N se ha visto que su adhesión al segundo ha hecho trastabillar su adhesión a la primera. A Vargas Llosa no deja de parecerle mal que la voluntad de los electores del campo pueda coactar la voluntad de los electores “más informados” de la ciudad. De allí que, por un lado, rechace el término “fraude” y reconozca al JNE como la máxima autoridad electoral, y por el otro, exija que se admitan los pedidos de nulidad extemporáneos y trate de convencer a los peruanos (cuando la campaña ya acabó) que Castillo convertirá al Perú en Venezuela. Pero hay algo más. Pues Vargas Llosa sostiene que solo conoce lo que está pasando en Perú a través de la versión “parcial” de Keiko Fujimori y, sin embargo, la apoya como quien conoce la totalidad. Eso es lo que Jean-Paul Sartre llama la “mala fe”. Pues su deseo de saber solo una parte hace posible su deseo de apoyar a Keiko ahora a pesar de sospechar de que ella está en camino de incumplir con la democracia formal, y hace posible a la vez que pueda decir más tarde: “Yo no sabía, no estaba enterado, no podía saberlo desde Madrid…”. Como si no existiera el whatsapp, el zoom y todavía recibiéramos las noticias en paquebote…

El caso de Lourdes Flores Nano, Víctor Andrés García Belaunde y Alfredo Barrenechea es similar. Así como Vargas Llosa, el colonialismo neoliberal debilita su vocación democrática. Pero a diferencia de aquel, en estos tres el colonialismo es lo más resaltante. Todos ellos podrían aceptar un gobierno posneoliberal, pero no un gobierno provinciano. Y, por tanto, hoy, a través de sus acciones, expresan implícitamente su adhesión no a un despotismo ilustrado (pues quieren poder mirarse en el espejo) sino a una “democracia administrada” donde una élite preclara “guíe” al pueblo hacia las “decisiones correctas”.

Es en este punto –en el malestar con la democracia irrestricta– donde la derecha radical y la derecha tradicional y conservadora pueden encontrarse. Me explico. Si la derecha radical quisiera acabar autoritariamente con los “comunistas” (ya sean “caviares” o “cholos terrucos”), y la derecha conservadora quisiera “ayudar democráticamente al pueblo a elegir lo correcto”, entonces ambos grupos pueden encontrarse en un régimen autoritario que no destruye sino que manipula las instituciones de la democracia y no pierde totalmente la apariencia de esta última. Steve Levitsky se refiere este tipo de régimen con el término democracia competitiva y da como ejemplo al gobierno de Alberto Fujimori. No es fortuito, entonces, que la derecha radical y la derecha conservadora se agrupen tan naturalmente en torno a Keiko. En una era democrática que “lamentablemente” ignora la existencia de pueblos “atrasados” predispuestos al “error”, la democracia competitiva es el modo de gobierno predilecto del colonialismo neoliberal.

Finalmente, Rosa María Palacios, Augusto Álvarez Rodrich y algunos exponentes del Partido Morado pueden ser quizás colonialistas neoliberales (como muchos que hemos mamado los fantasmas de la capital y hemos vivido más de 30 años de gobiernos neoliberales), pero en ellos ha primado la defensa de la democracia formal. Rosa María Palacios es, por ejemplo, más neoliberal que Milton Friedman, pero su compromiso con la institucionalidad electoral (el eje nuclear de la democracia formal) la ha llevado a asumir como corresponde que Pedro Castillo ha ganado las elecciones. Esto debe saludarse, debidamente registrarse y conducirnos a relativizar esa vieja tesis de izquierda según la cual la democracia parlamentaria no es más que la fachada del poder de la burguesía.

Más allá de los personajes, se debe reconocer que estamos viviendo no una simple crisis electoral, sino la crisis más recurrente de nuestra historia: aquella producida por el choque entre el colonialismo y la democracia. Si Keiko Fujimori consigue voltear los resultados de la segunda vuelta, tendremos que “celebrar” en este bicentenario la más terrible victoria del colonialismo. ¿Qué más terrible que el triunfo de un grupo de abogados, políticos y medios de la élite limeña que actúan en conjunto con una organización criminal para anular los votos de los pueblos más pobres del país? Por el contrario, si el 28 de julio Castillo asume la presidencia, la república se habrá re-fundado con una victoria de la democracia. Salgo ahora de mi inhibición para definir la democracia no solo como un sistema político sino también como la acción del pueblo en nombre de la igualibertad. Pues un Castillo presidente sería una victoria de la democracia formal, pero, sobre todo, de los pueblos ninguneados y, por tanto, de la democratización del Perú.

Ya se verá qué consigue hacer Pedro Castillo para los pueblos con su eventual triunfo. Pero si el 28 de julio se le coloca la banda presidencial, luego de una crisis tan emblemática de nuestra historia republicana, habrá sido la más bella y justa manera de celebrar el bicentenario.

Sobre el autor o autora

Juan Carlos Ubilluz
Doctor en Literatura

5 Comentarios sobre "Una crisis emblemática de nuestra historia republicana"

  1. Juan Carlos Ubilluz es un gran analista politico, opinologo y escritor. Hay que sacar mas del el y ponerlo en primera plana. Ubilluz marca la diferencia con la lucidez de su esquisita prosa. No cualquiera se atreve o esta capacitado para poner a MVLl en su merecido sitio. Ubilluz ha logrado hacerlo.

  2. Dr. Estuardo McIntosh | 21 junio 2021 en 13:36 | Responder

    El temor de los “ismos” versus el amor de las “ades” Comunismo, terrorismo, capitalismo, fundamentalismo, neo-fachismo, liberalismo, machismo, socialismo por un lado y verdades, libertades, comunidades, amistades, avanzadas

  3. Buenas tarde, cuanto resentimiento y la forma de expresar a que los pueblos son olvidados no lo veo así, se entiende que en Lima están la gente de provincia que emigró a la capital como Hija de partes provimcianos lo único que a hechos mis abuelos y mis padres es trabajar pero hoy miro una sociedad divida por odio y resentimiento visceral como que guardaron por años y no se olvidan que el pueblo sufrío golpes de Estado y terrorismo justificado la corrupción y el terrorismo espero que la gente como usted no siga poniendo leña al fuego en esta grieta por algún interés nadie escribe nada si no es por un interés no quiero a mi país como Venezuela ni como Bolivia y mucho menos como Argentina, quiero que se respete Estado de derecho y que los medios de comunicación no se adapten a preferencias políticas persopersonales sean comunicadores de la verdad y no de tanta fake News. Saludos Cordiales Sandra

  4. Ema melendez Atahuaman | 22 junio 2021 en 06:36 | Responder

    Excelente y oportuna opinión más aun de un cuando el autor es un doctor en literatura, un preciso análisis de la crisis política por el choque del colonialismo neoliberal contra la democracia, gran aporte para entender este momento crítico que vive nuestro Perú,muchas gracias DoctorJuan Carlos Ubilluz.

  5. ZENAIDA GONGORA | 4 julio 2021 en 00:05 | Responder

    Qué buen concepto: “definir la democracia no solo como un sistema político sino también como la acción del pueblo en nombre de la igualibertad”, dentro de un proceso de democratización, me recuerda el anhelo de J.C. Mariátegui que el cambio social no debe ser calco ni copia de otros países, sino CREACION HEROICA DEL PUEBLO…ojalá asistamos al comienzo.

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