Los golpes y la angustia democrática

Escrito por

Imagen: Perú 21. Revista Ideele N°298. Junio-Julio 2021

Los acontecimientos, entre políticos y judiciales, de estas últimas semanas en el Perú han tenido repercusiones afectivas de diverso tipo en nuestra población: una de las más comentadas en redes es el miedo. En concreto, aquel miedo que ha expresado un grupo de capitalinos respecto del espectáculo, según ellos “bárbaro”, de los ronderos chotanos afilando sus machetes en la vía pública durante una marcha de protesta. Pero hay muchas otras reacciones afectivas, como el odio visceral y el desprecio, con los cuales algunos pueden verse llevados a la planificación y al acto delictivo.

En un artículo reciente, Jorge Bruce ha sugerido, muy sutilmente, otro efecto afectivo en estas circunstancias: la culpa. “Acaso lo más difícil de reconocer, por provenir de las capas más profundas de lo inconsciente, sea la culpa. Doscientos años de inequidad, desprecio e invisibilización, están aflorando y esas flores son de retama (no de Lourdes)”. Así, las acciones reactivas de los integrantes de las clases injustamente detentadoras de los beneficios –aquellos que fueron arrebatados a la mayoría desde el inicio de nuestra república— estarían siendo motivadas por un remordimiento que los carcome, y no realmente por el odio o el desprecio, como parece.

Hace unos días, el psicoanalista italiano Massimo Recalcati dio una conferencia organizada por la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. El nombre elegido para esta disertación fue “La angustia: entre presencia y ausencia”. En síntesis, el psicoanalista planteó tres consideraciones sobre este sentimiento: 1) la angustia trae como consecuencia la caída de la nuestra imagen narcisista ante los otros. 2) este declive produce un profundo sentimiento de abandono y de soledad. 3) con la angustia, la percepción del otro se ve amplificada, tanto en su aspecto vivificante como en el mortificante.

Es verdad que el problema de nuestras instituciones no es reciente y cabe la necesidad de describir con precisión, para empezar, la relación entre esa crisis y el sistema económico que nos ha gobernado durante estos últimos 30 años. No obstante, la victoria electoral del profesor Pedro Castillo renovó la esperanza de muchos que habían perdido, no solo la fe en los organismos estatales, sino a muchos parientes y amigos en la pandemia que atravesamos.

A partir de esta conferencia, creo que es posible sostener que otro afecto, menos comentado, pero más productivo para pensar esta coyuntura política y judicial es, precisamente, la angustia, “el sentimiento que no engaña”, como dijo Jacques Lacan alguna vez.

En especial, la segunda consideración parece muy precisa: según Recalcati, la cura para este sentimiento de abandono y soledad puede describirse con una sentencia bíblica: “Heme aquí”. Esto significa que una cura a la angustia es, en el fondo, una respuesta del Otro con la que el sujeto es liberado de su condición de extremo desamparo. Así, dicha sentencia puede traducirse como un mensaje de acogida: “tú no estás solo”.

El problema es que las instituciones —incluidas las psicoanalíticas según Recalcati—, que deberían acoger de esa manera las demandas de los individuos cuando sufren alguna crisis, no lo pueden hacer. Como diría el psicoanalista italiano, ellas tienen actualmente el problema de no poder responder con una posición de escucha, con un “heme aquí”, frente al desamparo generalizado propio de un sistema que condena a la mayoría a vivir una vida de supervivencia.

En este sentido, es posible pensar que es sobre todo angustia lo que la población experimenta como efecto de las arremetidas permanentes del fujimorismo y sus aliados contra las distintas instituciones de nuestra quebradiza democracia: el JNE, en primer lugar, que según los abogados de Fujimori deberían transgredir sus propias normas y cronogramas para aceptar todos los recursos de nulidad que ellos quieran. La ONPE es otra institución amenazada, claro está, con ese intento de intimidación que consistiría en adueñarse del padrón electoral de la segunda vuelta y poseer los datos personales de la población. Pero también los medios de comunicación vienen siendo golpeados insistentemente y en su soporte más básico, la credibilidad.

Es evidente que la institución contra la cual apuntan todos los golpes de los aliados en el poder del dinero es la Presidencia de la República. La frase que una mujer sostiene en una cartulina frente al camarógrafo y que se ha difundido en las redes es emblemática de este sentimiento: “O sea que cuando pierden es fraude y cuando ganan, democracia”. Se trata una clara e intuitiva declaración que reconoce a las instituciones como el soporte de nuestro lazo social y que, por lo tanto, no deben ser perversamente manipuladas.

 Así, todos los esfuerzos por resistir que muestran las instituciones –pero los medios parecen haber sucumbido— significan además para la población el sentimiento, muchas veces inconsciente, de vivir en riesgo permanente. En cada momento, cada uno de nosotros los peruanos parece estar a punto de caer en el absoluto desamparo debido a que las instituciones, que deberían acogernos, pueden ser derribadas y muy pronto, dejándonos a merced de lo que parece ser una banda criminal.

Es verdad que el problema de nuestras instituciones no es reciente y cabe la necesidad de describir con precisión, para empezar, la relación entre esa crisis y el sistema económico que nos ha gobernado durante estos últimos 30 años. No obstante, la victoria electoral del profesor Pedro Castillo renovó la esperanza de muchos que habían perdido, no solo la fe en los organismos estatales, sino a muchos parientes y amigos en la pandemia que atravesamos.

Pero la angustia no es completamente apabullante. Según Lacan, esta afección puede ser del todo productiva: cuando el sujeto experimenta angustia no está en el lugar aplastante y desubjetivado del trauma. (En palabras de Recalcati, “la angustia es siempre postraumática”). La frase en el cartel que sostenía aquella mujer fotografiada es el producto de un saber cómo hacer con la angustia; pero también lo son todas las manifestaciones colectivas, festivas y organizadas por el pueblo, aquellas que han sido sistemáticamente ninguneadas por la televisión de señal abierta. Todas ellas demuestran, a contrario, que la perspectiva individualista de la sociedad es finalmente destructiva y capaz de convertir a los seres humanos en esclavos contentos.

Estas resoluciones saludables de la angustia también demuestran –o quizás mejor nos permiten avizorar— que la garantía de la libertad y la justicia están del lado de lo que podamos realizar con un proyecto nuevo en el Perú; nuevo, pero inspirado en la tradición milenaria y comunitaria de nuestro país.

Sobre el autor o autora

Marcos Mondoñedo
Lima, 1969. Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la UNMSM. Profesor de Teoría Literaria y de Semiótica en la Escuela de Literatura en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la misma universidad. Miembro fundador de la Asociación Peruana de Semiótica. Candidato a Doctor en Estudios Psicoanalíticos por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Deja el primer comentario sobre "Los golpes y la angustia democrática"

Deje un comentario

Su correo electrónico no será publicado.


*