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Revista Ideele N°298. Junio-Julio 2021Algunos vienen y van. Otros ya llevan aquí varios años. La mayoría son migrantes venezolanos que huyeron de la crisis económica en su país y encontraron un refugio en el distrito más poblado de América Latina.
La mañana es calurosa. El patio está lleno de cajas y los niños juegan en una habitación mientras dos mujeres lavan su ropa. En la parte trasera descansan los adultos mayores en una fila de camarotes mientras un joven cocina tallarines rojos. El segundo y tercer piso, donde trabajan cerca de trece personas, funciona un pequeño taller. El hombre que recibió a la mayoría de personas mide un poco más de 1.70, utiliza lentes y se mantiene ocupado realizando llamadas de trabajo durante varios minutos. René Cobeñas es el fundador del Albergue Sin Fronteras.
Este refugio se ubica en la urbanización Canto Grande, en las faldas de los cerros de San Juan de Lurigancho. Actualmente recibe a personas de diferentes nacionalidades. “Fundé el albergue hace cuatro años con la finalidad de ayudarlos con una vivienda y comida”, precisa.
Cobeñas es un empresario arequipeño de 54 años, trabaja en Gamarra y se especializa en el rubro de confección. A él también le tocó vivir lejos de su país, en los años 90 tuvo que migrar hacia Japón a trabajar como obrero. “Yo los entiendo, uno también ha pasado por eso y sé lo difícil que es”, su voz denota cierta nostalgia.
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En los últimos años se registró el flujo de migración más grande en nuestra sociedad. Según cifras del Banco Mundial, Perú recibió cerca de 1,2 millones de migrantes y refugiados venezolanos. El crecimiento económico y las políticas implementadas por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski les abrió las puertas y brindó facilidades para que puedan trabajar y acceder a servicios básicos a través del PTP (Permiso Temporal de Trabajo).
Lima Metropolitana se convirtió en una de las principales colonias de migrantes. Se empezaban a formar barrios con migrantes, agrupándose para alquilar alguna habitación o lugar temporal, y la mayoría de ellos empezó a trabajar en el sector informal. Otros tuvieron que recurrir a centros de ayuda.
El último informe de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) registra 16 albergues en la capital. Este documento señala que solo 6 fueron planificados mientras que los restantes se fueron organizando en el camino. La mayoría de estos espacios se mantiene a través de donaciones o apoyo de ONG’s. ‘Sin Fronteras’ no es ajeno a esta situación, Cobeñas tuvo que financiar con su propio capital el primer año de funcionamiento. A raíz de la publicidad en medios de comunicación y la visibilidad que obtuvo con la visita de la famosa actriz Angelina Jolie, pudo acceder a diversos programas de apoyo.
Actualmente reciben el apoyo de la ONG Acción Contra el Hambre que les provee de alimentación para 30 personas aproximadamente. Sin embargo, el albergue cuenta con 65 personas de diversas nacionalidades (un colombiano, algunos uruguayos y la mayoría venezolanos).
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A la una de la tarde todos acuden al patio. Es hora de almorzar. Dejan de hacer sus labores para formar su cola. Algunos almuerzan en las mesas, los niños prefieren hacerlo en el piso mientras revisan el celular y algunos adultos se quedan en sus habitaciones. Marvin tiene 39 años y le siguió los pasos a su esposa. Ella llegó hace dos años y medio con un embarazo en desarrollo.
“Estuvimos viviendo en San Miguel un buen tiempo, empecé a trabajar como taxista, pero tuve un percance y me consiguieron un empleo en Tambo de Mora (Chincha). Un día nos llamó René y ahora estamos acá”, recuerda bien esa fecha porque fue un 24 de diciembre del 2019. “Volví a retomar el taxi y nos cayó la pandemia”.
Si antes de la pandemia la situación laboral de los venezolanos se caracteriza por su alta presencia en sector informal y la precariedad de sus condiciones laborales. Las medidas implementadas por el gobierno los expuso a situaciones de inseguridad alimentaria, desempleo y pérdida de vivienda. Un reciente estudio del Center for Global Development analiza los sectores que más fueron impactados por el desempleo en Lima. Sus resultados sugieren que, de la población venezolana, las mujeres serían las más afectadas, aproximadamente el 78% de las que contaban con un empleo pertenecían a los sectores con mayor impacto.
Hace más de dos años Miletksa cruzó la frontera acompañada por tres de sus cinco hijos. Antes de la pandemia trabajaba como ayudante de cocina y le pagaban por día trabajado. La pandemia la llevó de nuevo al albergue. “Con el trabajo estuve pagando un alquiler en Los Olivos, pero con la pandemia la dueña creía que no le iba pagar, me desalojó y vine para acá”, afirma mientras desenrolla las cintas elásticas y las corta.
Es la tercera vez que llega al albergue. Su hermana vino al país el año pasado y trajo a sus dos sobrinos. Ambas forman parte del grupo que trabaja en el albergue fabricando protectores faciales. René utiliza el segundo piso como taller y almacén. En los últimos meses le salió la oportunidad para fabricar protectores faciales y de esta manera les brinda un ‘cachuelo’ a los residentes.
A pesar del apoyo que han recibido, a veces no es suficiente. Los gastos del local pueden llegar a 7000 soles mensuales y solo en alquiler se van 4000. Sin embargo, lo que más le preocupa son los niños, casi la mitad de los residentes son menores.
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La educación virtual fue una política implementada ante la emergencia sanitaria. A pesar de las facilidades que ofrecen las plataformas virtuales, la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) revela que 470 000 menores de educación básica no se matricularon durante el último trimestre del 2020. Por otra parte, en el caso de los menores venezolanos es difícil encontrar un registro exacto debido a la situación irregular de muchos de los ciudadanos venezolanos. Sin embargo, un informe elaborado por Unesco el año pasado, sostiene que el 60% de esta población no asiste a la escuela.
Gran parte de los niños en el albergue si acceden a la educación virtual. En los casos de Marvin y Miletksa mencionan que sus hijos lo hacen a través del celular. Sin embargo, la diferencia con la educación física es notoria y después de las pocas horas en clases se ponen a jugar con sus teléfonos. En el patio corren cerca de 20 niños. Esperan que termine la hora de almuerzo para ver Netflix. Forman un semicírculo en una sala y fijan sus ojos en el televisor. Los adultos suben de a pocos al taller.
(Imagen de portada: El albergue ‘Sin Fronteras’ fue fundado en el 2017 y albergue más de 60 personas).
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