Las elecciones del Bicentenario

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Imagen: Andina.pe Revista Ideele N°298. Junio-Julio 2021

A menos de un mes del veintiocho de julio en el que conmemoraremos nuestro bicentenario todavía no se ha proclamado al nuevo presidente, y el proceso de transición no puede comenzar formalmente porque la candidata derrotada se rehúsa a aceptar que es imposible revertir el resultado en las urnas. Tantas han sido las estrategias de quienes la apoyan que se habla de un ‘golpe lento’ que busca evitar la llegada de Pedro Castillo a la presidencia.

El seis de junio las peruanas y peruanos nos acercamos a votar exhaustos, tras una campaña demoledora e interminable que venía encima de más de un año de una pandemia que desnudó la precariedad del sistema de salud peruano y detuvo en seco los avances económicos de las últimas tres décadas. La primera vuelta dejó en claro que los electores no preferíamos a ninguno de los candidatos, a pesar de que se tuvimos una oferta numerosa de dieciocho postulantes, ninguno de estos capturó realmente al electorado y los porcentajes de voto que obtuvieron quienes pasaron a la segunda vuelta fueron tan pequeños que en ninguna otra elección hubieran sido suficiente para seguir en la contienda.

Pero un candidato fue capaz de entusiasmar a un sector importante de los votantes, en gran medida porque estos se identificaron con el maestro rural de un pueblo pequeño en la sierra del Perú, que no representaba, ni tenía ningún vínculo con el terriblemente desprestigiado sector político. Desde las primeras encuestas para la segunda vuelta quedó muy claro que amplios sectores del país, principalmente en provincias y en el sur, estaban decididos a apoyar al Profesor Pedro Castillo y nada que hiciera su campaña o su contrincante los haría cambiar de opinión.

Tomando en cuenta su falta de entrenamiento, y de conexiones Castillo, ha demostrado tener olfato político, capacidad para hablar en plazas públicas e interés por acercarse a expertos en diversos temas. ¿Será suficiente para gobernar? Difícil saberlo y en estas semanas es poco lo que hemos logrado discernir sobre una eventual administración suya porque el proceso de transición se encuentra estancado.

Que el voto por el candidato de Perú Libre fuera tan resiente tanto a sus propios errores de comunicación, a sus cambios de timón, así como a los interminables ataques que recibió, es una muestra de lo convencidos que estaban sus electores de que su candidatura los representa. Castillo no es un político tradicional y es posible que muy pocos sistemas democráticos en el mundo podrían llevar a alguien de sus características a la presidencia. Castillo no es militante del partido por el que postuló, nunca ha sido elegido a un cargo público y su maquinaria política está limitada a sus compañeros del magisterio y su única experiencia en un escenario más amplio fue la huelga nacional que coordinó en el 2017 desde el sindicato de maestros.

Tomando en cuenta su falta de entrenamiento, y de conexiones Castillo, ha demostrado tener olfato político, capacidad para hablar en plazas públicas e interés por acercarse a expertos en diversos temas. ¿Será suficiente para gobernar? Difícil saberlo y en estas semanas es poco lo que hemos logrado discernir sobre una eventual administración suya porque el proceso de transición se encuentra estancado. En las próximas semanas el misterio se irá disipando y en los últimos días ha ido quedando en claro que Pedro Castillo tiene por lo menos la habilidad de buscar consensos, como muestra el haber declarado que mantendría la independencia del Banco Central de Reserva y a su director.

Sus enemigos lo han presentado como el cúmulo de todos los males, alguien sin preparación, con ideas trasnochadas, un títere en manos de su padrino político Vladimir Cerrón, quien inhabilitado de ejercer cargos públicos lo llamó para liderar su lista sin ninguna expectativa más que pasar la valla y obtener puestos en el Congreso. Algunos han ido más lejos y han descalificado a Castillo por ser de origen andino, por venir de una familia humilde y por representar a un gran sector de la población históricamente excluido del poder.

La campaña de la segunda vuelta se centró en establecer una equivalencia entre Castillo y el comunismo, así como una falsa dicotomía que postulaba que de llegar a la presidencia convertiría al Perú en una nueva Venezuela, una versión de Cuba o incluso en los casos más delirantes en una Camboya de Pol Pot o incluso Corea del Norte. El rechazo al comunismo de amplios sectores en Lima y algunas ciudades de la costa norte hicieron que un gran número de los indecisos se inclinara por apoyar a Keiko Fujimori y la retórica se volvió cada vez más agresiva asegurando que la victoria de Castillo sería el fin de la libertad.

A pesar de todos los intentos por establecer esta narrativa como única y de las millonarias inversiones en paneles advirtiendo sobre los riesgos del comunismo en las grandes ciudades, el día de las elecciones esto no fue suficiente para revertir el poderoso rechazo a Keiko Fujimori y todo lo que representa, tanto debido al legado de su padre como al suyo propio. Las zonas rurales y el sur del país votaron mayoritariamente por Perú Libre y tal como en el 2016 unos 44,000 votos le dieron la ventaja crucial. Lo que es interesante es que la votación que obtuvo Pedro Castillo en los tres distritos más acomodados de Lima fueron más que suficiente para marcar esa diferencia.

Que el voto por el candidato de Perú Libre fuera tan resiente tanto a sus propios errores de comunicación, a sus cambios de timón, así como a los interminables ataques que recibió, es una muestra de lo convencidos que estaban sus electores de que su candidatura los representa. Castillo no es un político tradicional y es posible que muy pocos sistemas democráticos en el mundo podrían llevar a alguien de sus características a la presidencia. Castillo no es militante del partido por el que postuló, nunca ha sido elegido a un cargo público y su maquinaria política está limitada a sus compañeros del magisterio y su única experiencia en un escenario más amplio fue la huelga nacional que coordinó en el 2017 desde el sindicato de maestros.

Una vez más el anti-Fujimorismo se mostró decidido y apoyó a quien buscaba detener su avance. Para muchos la posibilidad de volver a darle una oportunidad al Fujimorismo es imposible y algunos de quienes pensaban viciar su voto cambiaron de opinión a último minuto y otros se rehusaron a dar su apoyo a los Fujimori votando en blanco o no votando. Al igual que hace cinco años el resultado fue muy ajustado, pero a diferencia de entonces muchos sectores acomodados decidieron darle su apoyo a Fujimori en sus acusaciones de fraude.

Cuatro semanas más tarde no hay pruebas de irregularidades y el proceso sigue inexorablemente camino a la proclamación de Castillo. En estos días ha quedado una vez más en claro que el Fujimorismo no ha cambiado, que sigue siendo un frente para la corrupción y la participación de Vladimiro Montesinos desde su cárcel dorada custodiada por la marina no ha hecho más que confirmar que sus operadores políticos siguen siendo los mismos. Esto ha acallado a algunos de los que apoyaban a los Fujimori en su intento de hacerse del poder y la ha dejado aislada.

Nos acercamos cada vez más a la proclamación y vemos que habremos de conmemorar el bicentenario con un presidente casi accidental. Un hombre de provincia con poca experiencia política y con ambiciones de hacer cambios profundos. No sabemos si logrará su cometido, no sabemos si tendrá el apoyo o los instrumentos para hacer un buen trabajo, pero si sabemos que no ha formado parte del aparato político corrupto que ha gobernado el país por demasiado tiempo. Como ciudadanos nos compete hacer todo lo que nos sea posible para apoyar al nuevo gobierno para que logre su cometido y depende de nosotros también mantenernos alerta en caso de que se vulneren nuestros derechos.

Una de las principales victorias de la independencia fue la imposición del sistema representativo. Este ha tenido sus limites en los últimos doscientos años, a veces no todos y todas han sido representados, o contado con los mismos derechos, ha habido avances y retrocesos, pero hoy en este momento esperemos que este sea un avance en un proceso continúo y dinámico.

* Se acaba de publicar el libro de la autora “Independencia. A 200 años de lucha por la libertad”. Más información en este enlace,

Sobre el autor o autora

Natalia Sobrevilla Perea
Doctora por la Universidad de Londres (2005). Se licenció en la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1996. Su último libro Los Inicios de la República Peruana. Viendo Más allá de la “cueva de bandoleros” fue publicado por Fondo Editorial de la Pontifica Universidad Católica del Perú en el 2019 y reúne sus ensayos más tempranos, algunos aparecen por primera vez en castellano. En este momento se encuentra terminando un libro sobre el ejército y la creación del estado en el siglo diecinueve y desde el 2007 enseña en la Universidad de Kent donde tiene la catedra de Historia Latinoamericana. Su libro sobre la independencia se acaba de publicar, para más detalles sobre su trayectoria en www.nataliasobrevillaperea.org/es/

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