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Revista Ideele N°299. Agosto-Setiembre 2021Alberto Vergara es, sin duda, uno de los mejores analistas políticos del país. Lo ha demostrado en logrados libros, artículos, presentaciones y entrevistas. Es muy lúcido en captar la esencia del momento, desde una perspectiva original, audaz y muy bien sustentada. Y siempre consigue expresarse con claridad y de manera interesante, usando metáforas o expresiones que hasta se vuelven tendencia (Cómo olvidar, por ejemplo, lo del “pacto Barbadillo – Choquehuanca”).
A su favor tiene, además, que opina de manera libre e independiente sobre cualquier tipo de atadura relacionada con la defensa de intereses -obviamente ilícitos, pero también lícitos- y de posiciones ideológicas. En pocas palabras: posee una honestidad intelectual comprobada. Por transparencia advierto que nos conocemos, y hasta podría decir que tenemos un cierto nivel de amistad.
Sin embargo, esta vez haré unas cuantas reflexiones críticas de algunas de sus recientes declaraciones, más allá de que cada quien pueda pensar y opinar libremente, más tratándose de alguien con sus calificaciones. Este es, también, un pretexto para poner en debate algunos puntos que actualmente están sobre o bajo la mesa.
Confieso que desde que leí la interesantísima entrevista que Enrique Patriau le hizo en La República, el pasado 3 de agosto, (https://larepublica.pe/politica/2021/08/01/alberto-vergara-en-los-hechos-pedro-castillo-ya-fue-vacado-por-vladimir-cerron/) me quedé rumiando dudas, discrepancias, ambigüedades e incertidumbres. No se trata de nimiedades sino de puntos de grueso calibre, tanto por el contenido de sus afirmaciones, como por la interpretación que podía generar.
Mientras hacía estas reflexiones (para lo cual me he tomado la libertad de desarmar y volver a armar la entrevista a mi antojo, por lo que recomiendo su lectura completa), una persona que votó por Castillo —pero que hoy lógicamente está decepcionada— me dijo que “hasta Vergara ha dicho en su última entrevista que Castillo ya fue y que ya está prácticamente vacado”. (Algo que, por cierto, creo que no dijo, aunque dejo la puerta abierta para diversas interpretaciones). Al mismo tiempo, vi que una persona de mis grupos de WhatsApp, que ha estado activamente a favor de Keiko recomendaba la entrevista, sintiéndose reafirmado.
Si, justamente, el análisis de nuestra evolución histórica es complejo y admite diversas interpretaciones (entre los mismos historiadores las divergencias son profundas y nada pacíficas), ¿por qué pedirle a Castillo que en unos cuantos minutos pueda proyectar una visión rica, sofisticada y matizada?
Interpretaciones de una visión histórica sobre el Perú
Lo primero que me llama la atención de la entrevista es la gran importancia que el entrevistado les da a los primeros minutos del mensaje presidencial del 28 de julio, referidos a reflexiones históricas hechas por el presidente Castillo.
“Lo que termina siendo más importante para mí en realidad es esta parte inicial del discurso, con esta parte introductoria, este rollo teórico, histórico, al que no se le ha dado relevancia, pero, creo, es importante…”, sostiene.
Discrepo. Lo central en el mensaje presidencial, de más de una hora, fue que ratificara que se sometería a la Constitución, que tendría una actitud convocante, que respetaría la propiedad privada y que se iría al terminar sus cinco años (después del 28 de julio de 2026 “regresaré a mis labores docentes de siempre”). No hay que olvidar que se trata de Pedro Castillo, quien fue presentado por muchos como el anticristo y que hoy ya es jefe de Estado.
Sobre el primer punto, dijo que la convocatoria a una a asamblea constituyente, para que se apruebe una nueva Constitución, seguía en sus planes “pero siempre en el marco de la ley y con los instrumentos legales que la propia constitución vigente proporciona” y que “nunca se hará tabla rasa de la legalidad”. “Sin duda para lograr este propósito tendremos que conciliar posiciones con el Congreso de la República, pues será aquí, en la casa de las leyes donde se tendrán que aprobar las normas correspondientes”, aseguró.
Fue muy claro su tono conciliador cuando expresó que “todos los peruanos tenemos que saber que las tareas que tenemos por delante son duras y que nos necesitan a todos. Por ello debemos dejar de lado las diferencias ideológicas, las posiciones políticas e intereses personales, para poder arrancar a nuestra patria de las graves crisis que la agobian”.
También en lo económico fue enfático en negar lo que se había dicho de él en la campaña. Aunque sin negar su opción por una línea de cambio, señaló que “hoy la población pide cambios y no está dispuesta a renunciar a ellos. Ahora bien, ¿es cierto que estos cambios implican poner en riesgo los logros conseguidos con el esfuerzo de todos los peruanos durante las últimas décadas? No, no lo es […] Sí es posible realizar estos cambios con responsabilidad, respetando la propiedad privada, pero también poniendo por delante los intereses de la Nación”, sostuvo. Y después aclaró: “no pretendemos ni remotamente estatizar nuestra economía ni hacer una política de control de cambios”.
Tan o más importante fue la parte dedicada a la pandemia, al decir que la primera gran tarea de su administración es continuar con la lucha contra la pandemia de COVID-19, prometiendo construir “sobre lo avanzado”, con el fin de cumplir “el enorme desafío de llegar a fin de año a más del 70% de la población vacunada…”.
Y así habló sobre educación, ciencia y tecnología, cultura(s), anticorrupción, seguridad, etc. Por más que en cada uno de estos aspectos hubo muchos puntos polémicos, cuestionables, demagógicos, inviables y hasta absurdos;
los contenidos esenciales fueron buenas señales para muchos sectores. Prueba de ello es que el propio entrevistador, Patriau, comienza su pregunta sobre el mensaje, poniendo en su contextualización, que su impresión era que “ayudó a calmar un poco el ambiente”.
Vergara explica que relativiza esas partes del mensaje por lo que se vino en los días siguientes (el tipo de gabinete que se nombró, por ejemplo), pero aún así, no tiene sentido borrar que el primer acto de Castillo como presidente fue un mensaje en ese tono. Sirve, justamente, para hacerle notar sus incoherencias posteriores, para exigirle que cumpla con lo expresado cuando se puso la banda presidencial y hasta como expresión de que no hay uno sino varios Castillos en pugna.
La vacancia de Castillo a la que se refiere Vergara, por más que se trate de una medida diferente a la del Congreso, no es una expresión feliz porque está asociada al cese definitivo y generalmente arbitrario e inconstitucional en el cargo presidencial. Más aún porque dice que ya ocurrió (Castillo “ya fue vacado”), lo que da a entender que estamos ante una situación consumada, definitiva e irreversible. Y el entrevistado lo dice, incluso, luego de mencionar espontáneamente lo que hacía Montesinos (“la existencia de Montesinos en una democracia es inaceptable porque toma decisiones fundamentales sin haber sido elegido”), lo que genera una asociación (Montesinos-Cerrón), que no es como para soltar a la ligera, sin un cierto desarrollo en cuanto a semejanzas y sobre todo diferencias.
Visión histórica y autoritarismo
Pero me llamó aún muchísimo más la atención que Vergara hiciera una relación casi intrínseca entre el rollo histórico con el comenzó Castillo su mensaje y el autoritarismo a diferentes niveles. Autoritarismo en cuanto al régimen político que casi de manera inexorable se nos viene, y autoritarismo como rasgo característico de la mentalidad del presidente. Por lo menos esto es lo que entendí de respuestas como las siguientes:
“… porque Castillo presentó una versión de lo que Gonzalo Portocarrero y Patricia Oliart llamaron a fin de los ochenta la idea crítica en la escuela peruana, que aludía a este relato simplista transmitido por los maestros radicalizados desde los sesenta, donde la historia nacional se explica en términos binarios de opresores y víctimas, en donde el incario era un momento edénico, armonioso que solo es destartalado por los españoles que instauran nuestros males hasta hoy. Seríamos un pueblo vejado políticamente y expoliado económicamente. Es un relato ridículo, como señalaba Portocarrero, además, pero que ha sobrevivido. ¿Por qué me parece importante esto? Porque el simplismo de ese relato histórico, su ausencia de complejidad, es muy difícil que pueda sostener teóricamente a la democracia, que es un sistema político complejo. Como buen relato radical de los sesenta, convoca a un régimen autoritario, fuerte, sin matices ni negociaciones” (Resaltado nuestro)
Ante tal afirmación, el periodista repregunta:” Para entenderlo, este discurso de buenos y malos lo acercaría a Castillo a posiciones caudillistas, populistas.”
Vergara responde: “Exacto. El populismo es simple, la democracia es compleja. A mí por lo menos me pareció que hay algunas pistas mentales que te llevan hacia un tipo de gobierno no democrático. (resaltado nuestro).
Mis dos comentarios críticos sobre esta parte. El primero. Si, justamente, el análisis de nuestra evolución histórica es complejo y admite diversas interpretaciones (entre los mismos historiadores las divergencias son profundas y nada pacíficas), ¿por qué pedirle a Castillo que en unos cuantos minutos pueda proyectar una visión rica, sofisticada y matizada?
Expresó una visión que es, además, la que tienen muchos peruanos, por una u otra razón. ¿Cuántos en el Perú no tienen, por ejemplo, idealizado el imperio incaico, sin saber lo poco que duró en comparación con anteriores culturas milenarias de gran riqueza?
A la vez, no es que Castillo en nada tuviera razón. El historiador Franklin Pease me parece que hubiera sido mucho más drástico al hablar de la Conquista y la Colonia (“la desestructuración del mundo andino”, “la visión de los vencidos”, el “trauma de la conquista”, “el declive demográfico de millones de millones de indios”, “las Cartas de Bartolomé de las Casas “fueron obras o expresiones, escuchadas en sus clases, que se me vinieron de a la cabeza cuando oía el mensaje). Reducir todo a “opresores y victimas” es absurdo y atrasado, pero no es tampoco que nuestra historia no tenga nada que ver con esas dos categorías.
Pero, sobre todo, no se puede dejar de considerar cuál era la razón por la que Castillo comenzaba así su discurso: “es la primera vez que el país será gobernado por un campesino”, como él mismo dijo. Y esto se lo hizo notar a Vergara el mismo Patriau cuando, ante los párrafos citados, le replicó: “¿Pero no hay en ese discurso, además, una reivindicación a su condición de profesor rural, de campesino?”
La segunda de mis críticas es la más relevante, tanto porque para las conclusiones a las que llega Vergara tiene que dar un salto monumental, como por las consecuencias prácticas que ellas tendrían, de ser correctas, para nuestro futuro político inmediato.
Me parece discutible la extrapolación que él hace entre ese “simplismo” en cuanto a la visión histórica que en unos minutos leyó Castillo (de un texto seguro escrito por otra persona) y el desarrollo de un régimen autoritario.
Repito parte de lo que dijo al respecto: “…el simplismo de ese relato histórico, su ausencia de complejidad, es muy difícil que pueda sostener teóricamente a la democracia, que es un sistema político complejo. Como buen relato radical de los sesenta, convoca a un régimen autoritario, fuerte, sin matices ni negociaciones” […] “El populismo es simple, la democracia es compleja. A mí por lo menos me pareció que hay algunas pistas mentales que te llevan hacia un tipo de gobierno no democrático”
Toma lo dicho al comienzo del discurso como una especie de “a confesión de parte, relevo de prueba”. ¿Tanto así se puede interpretar sobre la verdadera identidad subjetiva de una persona y la realidad de un régimen político que se estrena, a partir de lo que se dijo al comienzo del mensaje sobre nuestra historia?
Castillo ya fue vacado… (por Cerrón)
Coincido plenamente con el entrevistado en todas las críticas que hace al presidente Castillo, en su relación- subordinación con Cerrón, gabinete nombrado (al comienzo incompleto), falta de transparencia, etc.
Salvo por el pequeño grupo de entusiastas seguidores, gran parte de la población siempre se supo que si salía Castillo, venía “con hueso”. Pero nadie imaginó que desde el principio pudiera adoptar tantas medidas incorrectas, cuestionables y en una dirección opuesta a los acuerdos que firmó y a su propio mensaje presidencial.
Pero, ¿habiendo pasado solo algunos días del inicio de este nuevo Gobierno (menos de una semana cuando se realizó la entrevista), la cuestionable dirección asumida por el régimen puede considerarse como una situación definitiva, consumada e irreversible, que nos obligaría a pensar en otros escenarios ya sin este régimen?
Mi interpretación es que en esto Vergara es ambiguo, tirando para drástico, con Castillo.
Lo principal que, con razón, Vergara le enrostra a Castillo es que, formalmente, quien manda es Cerrón y no él, lo cual obviamente no es poca cosa, y era lo que más se temía, por ser Cerrón quien es (ultra: marxista leninista, tiene una condena por corrupción y varios procesos, caudillista, pésimo gobernador regional, etc.)
“En estos dos días lo que vemos es que la autoridad elegida, el presidente Castillo, por alguna razón que no sabemos, o no puede o no quiere tomar las decisiones clave del país, las cuales las está realizando Cerrón. O sea, el poder está siendo trasladado hacia alguien sin responsabilidad. Y esto es la negación de la democracia. Castillo tiene que hacerse responsable, porque si manda Cerrón estamos en un régimen de la irresponsabilidad, no democrático”.
Párrafo que termina con una frase muy dura, que es la le se pone como título de la entrevista: “El poder democrático en este país en estos momentos está vacante. En los hechos, Castillo ya fue vacado por Cerrón” (resaltado nuestro).
Al respecto no se puede obviar que la sola referencia a un presidente que “ya fue vacado” en el Perú tiene una connotación muy concreta y negativa por lo que hemos vivido. Se intentó vacar una primera vez a PPK, quien luego tuvo que renunciar para evitar que la medida se concretara en el segundo intento. Vizcarra se salvó de una primera vacancia, pero fue vacado luego de menos de dos meses y de manera cuestionable. Ni Sagasti se ha salvado de la vacancia, ya que, cual fantasma, siempre ha rondado a su alrededor, sin existir ni la mas mínima razón para ello.
En el caso de Castillo ya es el colmo, porque la posibilidad de la vacancia presidencial ha surgido incluso antes de que fuera nombrado como presidente. En un momento hubo quienes pensaron que, si se le proclamaba, por no prosperar el fraude y/o golpe que fueron intentados hasta el último para impedir la tercera derrota de Keiko Fujimori, la vacancia pasaba a ser una posibilidad muy concreta y rápida. Y en la actualidad ya hay congresistas (Adriana Tudela, de Avanza País, por ejemplo) que han planteado públicamente la vacancia de Castillo por la incapacidad moral que significar nombrar un gabinete como el actual.
La vacancia de Castillo a la que se refiere Vergara, por más que se trate de una medida diferente a la del Congreso, no es una expresión feliz porque está asociada al cese definitivo y generalmente arbitrario e inconstitucional en el cargo presidencial. Más aún porque dice que ya ocurrió (Castillo “ya fue vacado”), lo que da a entender que estamos ante una situación consumada, definitiva e irreversible. Y el entrevistado lo dice, incluso, luego de mencionar espontáneamente lo que hacía Montesinos (“la existencia de Montesinos en una democracia es inaceptable porque toma decisiones fundamentales sin haber sido elegido”), lo que genera una asociación (Montesinos-Cerrón), que no es como para soltar a la ligera, sin un cierto desarrollo en cuanto a semejanzas y sobre todo diferencias.
Sorprende también que el analista Vergara no se plantee que no es que Cerrón sea el que está tomando las decisiones por Castillo, sino que este es el que las toma, solo que coincide con Cerrón. Esta situación sería más grave aún e imposible de revertir, pero convertiría la situación en legal.
Patriau le hace esa pregunta (“Pero quien toma las decisiones es el presidente. Decir que Cerrón es el que manda, ¿no es una manera de quitarle responsabilidad a Castillo?”), pero no logra que Vergara se ponga en dicha hipótesis.
La democracia boba
Ahora, frente a la vacancia de Castillo -ya no por Cerrón- por el Congreso, o frente a una posible renuncia, hubiera esperado que Vergara se resistiera a contemplar dichas medidas como escenarios cercanos y sacara más bien de su gran ingenio -como suele hacer- algunas alternativas más creativas y menos traumáticas y cuestionables. Pero mi percepción es que las ve con cierta resignación.
Pero partimos del hecho que no es tampoco que no le vea ninguna posibilidad de éxito a Castillo, pero se trasluce su escepticismo. El periodista le pregunta directamente: “¿Castillo tiene opción de éxito?”
Vergara responde: “Yo creo que sí. Potencialmente, es lo que tú dices: la llegada al poder en el bicentenario de un sector del país que nunca existe en la esfera pública nacional y oficial, y eso es importantísimo. Pero eso se agota si no está seguido de convicciones democráticas. Es decir, casi que estamos obligados a darle un chance a Castillo, pero eso implica que se dé cuenta muy rápido de dos cosas”
La primera es -insiste- que Castillo asuma su responsabilidad de tomar las decisiones. Y plantea explícitamente “que renuncie” si no va a asumirla. Y la segunda es que se de cuenta que en su caso es imposible (me imagino que está pensando en que fue votado en realidad por una minoría y que ganó por una diferencia mínima, con muchos sectores poderosos en contra) “gobernar desde la arrogancia, la soberbia que se ha demostrado en estos días. No es presidente para proteger a un partido marginal y radical ni para formar un gabinete de incompetentes fruto de repartijas entre grupos angurrientos. Él es presidente para defender el interés nacional. Y si no entiende eso pronto, yo creo que la vacancia está a la vuelta de la esquina.” (Resaltado nuestro)
Y, claro, Patriau le hace la pregunta que corresponde: “¿Y no cree que esa sería una salida exagerada, irresponsable para un gobierno que empieza?”. Vergara: “Por eso digo. Si es que él insiste en la vía que estamos viendo en estos días, la democracia no puede ser boba. La democracia tiene que defenderse. No estoy diciendo que haya que ponerla (la vacancia) en práctica mañana. Estoy diciendo que Castillo tiene que entender, tiene que gobernar parado dentro del entramado institucional que significa una democracia. […] (Resaltado nuestro)
Que Vergara haya recurrido, a la semana de iniciarse el gobierno de Castillo, a la idea de que la democracia no puede ser boba y tiene que defenderse, me ha llamado la atención. Él cree que lo central de la situación actual gira en torno a esto: “Lo principal en estos momentos es que la democracia debe ser consciente de que no puede ser boba”.
Lo que revela que considera que la situación de peligro en cuanto democracia versus autoritarismo es gravísima, tal como lo expresa reiteradamente: “Y acá hay un grupo de poder en el gobierno que apunta a desmontar aspectos esenciales de la democracia” / “Hace un mes, el peligro golpista mayor estaba en la derecha, hoy día está en la izquierda”
“¿Qué podemos hacer? [le pregunta él a su entrevistador, como parte de una de sus respuestas] ¿Tú quieres la estabilidad de una dictadura? Yo no. Yo prefiero que sigamos en la inestabilidad defendiendo lo que tenemos, que no es mucho pero tampoco es poco. Es el sistema que ha permitido que contra todo el poder económico Castillo pueda ser presidente. Es un régimen que ha permitido que eso ocurra y ellos (el gobierno) están trabajando ya para que deje de existir o se debilite sustantivamente”
Cabe preguntarse si ya estamos en una situación así y si son tiempos de una democracia en peligro de perecer -frente al terrorismo, el narcotráfico, un fenómeno de delincuencia común o un golpe de estado, todas situaciones frente a las que se suele exigir que la democracia no sea boba-, que, en lugar de reaccionar, se muestra débil, pasiva, ingenua, concesiva e ineficaz.
¿El gobierno de Castillo ya tiene contra la pared a la democracia en nuestros países?, ¿estamos teniendo una respuesta tan inadecuada que se puede calificar de “democracia boba”, y que, por tanto, habría que radicalizar?
Indudablemente caben distintas opiniones.
Distanciados un poco de la de Vergara, hay quienes tendemos a creer – por lo menos por ahora- que estamos en otra situación. El gobierno de Castillo no está cumpliendo los compromisos que asumió y ha adoptado más bien medidas que se encaminan a sus posiciones primigenias, indeseadas por gran parte del país, y que, efectivamente, pueden llegar a poner en cuestión la democracia.
Pero, dado el poco tiempo transcurrido, todavía hay una cierta tensión que puede ir resolviéndose a favor de una gobernabilidad democrática del país, por diversas causas, como pueden ser la existencia de posiciones internas menos radicales en Perú Libre y en el entorno de Castillo; la presión o el convencimiento de los aliados políticos que están participando en el gobierno; la presión y protesta de la ciudadanía, incluidos los sectores no fujimoristas y que hasta pueden haber votado por Castillo, de los medios independientes, de la comunidad internacional; por instinto de sobrevivencia; ha habido muy poco tiempo entre la proclamación y la asunción del cargo; el salto que es para Castillo pasar de dirigente sindical a presidente, mientras Cerrón ha sido Gobernador Regional y presidente de un partido, etc.
Un ejemplo puede ser lo de Pedro Francke. Al respecto Vergara manifestó en la entrevista “que no hubiese ministro de Economía dos días, en medio de la peor crisis en décadas en el Perú, es gravísimo. ¿Cómo se explica eso? Se explica porque Castillo está vacado y Cerrón manda al margen de la institucionalidad”. Bueno, Francke al final juramentó, pese a que el “Chicago boy”, no era carta de Cerrón. Queda demostrado así que es posible que Catillo de “desvaque” de Cerrón, y en asuntos de gran importancia, como es el puesto de ministro de Economía.
Ha habido también algunos otros nombramientos, que, si bien para nada compensan los muchos indefendibles, resultan acertados (continua el viceministro de salud y el equipo de vacunación, entran Zegarra, Farid Matuk, etc.)
Es decir, no se trataría de una democracia boba sino de una democracia que antes de embarcarse en la última y definitiva batalla, cree que hay que dar algunas previas, para no gatillar alternativas contempladas para situaciones verdaderamente límites, y que deben cumplir con requisitos constitucionales, si es que no se quiere volver a recurrir a golpes de Estado invocando la defensa de la Constitución.
Es cierto que las etapas pueden transitar de una a otra muy rápidamente y que el gobierno está siendo muy provocador. Por ejemplo, si llegado el momento, queda claro que lo que se está buscando es forzar la negación de la confianza en dos oportunidades (frente al actual gabinete y una más, por ejemplo) para cerrar el Congreso sin razón alguna, simplemente para reducir los obstáculos para los planes oficialistas, se abre constitucionalmente la posibilidad de la vacancia o hasta se puede activar algunas de las causales para la destitución presidencial.
Idea a la que también se refiere Vergara, pero me parece que él ve el asunto de manera más inminente, y no como una posibilidad. “Han hecho que la conversación, de inmediato, se traslade a la posibilidad de que lo que se busca es la disolución de dos gabinetes para cerrar el Congreso e imponer su proyecto. Es obvio, natural, que la respuesta sea considerar la vacancia”, esgrime.
La oposición de ahora
Frente al poder del gobierno que –en palabras de Vergara- “apunta a desmontar aspectos esenciales de la democracia”, él habla de una “oposición” llamada a contener ese proceso, señalando, a su vez, los cambios que deben experimentar los distintos sectores que componen dicha oposición para poder cumplir con esa función:
“Hace falta civilizar a la oposición que tenemos, en varios ámbitos. Si en el Congreso la lógica son las rencillas, los rencores, los intereses de corto plazo, se van a dividir y ahí gana el proyecto de Perú Libre. O si los medios siguen con su “criptoperiodismo” seguirán abonando en la desgracia de todos. Tienen que cambiar. Y otra arena que me parece relevante es la calle, que tendrá que moverse, pero tú no puedes plantear una propuesta de movilización con la Cruz de Borgoña, con camionetazas tomando las calles de Lima, o con gritos proclamando la muerte de “esos serranos comunistas”. Si se mantienen todas esas formas de oposición que se han visto en estos dos meses, estamos perdidos. No solo son inmorales si no que tampoco dan resultados”.
Y entonces el periodista le formula preguntas que caen por su propio peso: “¿Cómo se civiliza a Fuerza Popular, a Renovación Nacional, que son los movimientos que han estado detrás de estas manifestaciones racistas y violentas?”
Vergara: “No lo sé, no lo sé. Mi argumento es que si no lo haces vas a perder de nuevo y que, aunque sea por el propio interés más que por convicciones íntimas, no se puede seguir teniendo una actitud fundada en el desprecio al país. Eso lo que va a hacer es que el proceso político se convierta en una división entre Lima y las provincias, entre la oligarquía y el Perú popular. Y si la oposición cae en ese juego, las posibilidades de que el proyecto autoritario de PL triunfe son mayores.”
Lo que quiero decir, afirma Patriau, es que, si se puede hablar de autoritarismo en el Ejecutivo, también se puede hablar de autoritarismo en el Congreso.
“Claro, por eso digo que estamos en el juego imposible. Y ante esa situación, lo único que te puedo decir es que, para los demócratas, a cada día su afán. Y seguramente, si se cae la izquierda el péndulo autoritario regresaría a la derecha. Sí pues. Pero, ¿qué vamos a hacer? Así es la vida en el juego imposible”, sostiene el analista.
Yo entiendo de estas respuestas que la oposición a la que se refiere Vergara estaría comprendida no solo por quienes desde el comienzo optaron por Keiko y en contra de Castillo, sino que incluye a los que se opusieron a la proclamación de él aún después de que estaba claro que había ganado, y que respaldaron la invención de un fraude o el llamado a un golpe. Solo que plantea que estos sectores deben experimentar cambios profundos, que él mismo ve como muy difíciles, pero no imposibles, porque tendrán que ser pragmáticos ya que, si no “volverán a perder”, esta vez frente a una posición autoritaria ya en el poder, dirigida por Cerrón.
Ese tipo de evolución sería muy beneficiosa para el país, pero cuando a los sectores involucrados se les pone rostro, se puede caer en un escepticismo total, porque se trata de características que forman parte del ADN de personas como López Aliaga, Luna Gálvez, Montoya, Moyano, etc.
Siguiendo la línea de Vergara, ¿podemos creer que existe alguna posibilidad de que de estos sectores saldrá la tabla de salvación de una democracia acosada por Castillo y Cerrón? ¿Ellos garantizarán que nuestra democracia deje de ser boba, sin dejar de ser democracia?
Terrible disyuntiva. En cualquier caso, tenemos dos opciones: creer que se puede conseguir a corto plazo una reorientación del gobierno actual o pensar que debemos apuntar a favor de una oposición que acaba de demostrar que es profundamente antidemocrática.
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