Del consumismo a la posverdad y el populismo

Escrito por Revista Ideele N°299. Agosto-Setiembre 2021

“El objetivo principal de la educación en las escuelas debe ser la creación de hombres y mujeres capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otras generaciones han hecho, hombres y mujeres creativos, inventivos y descubridores, que pueden ser críticos y verificar y no aceptar lo que se ofrece.” Jean Piaget

El mundo da muchas vueltas y a veces ocurre que te encuentras en la posición opuesta a la que estabas frente a una persona, una empresa, un grupo o una circunstancia. Durante mucho tiempo hemos vivido en un sistema en que la mecánica de desarrollo económico era vender más, no importaba qué, pero había que incrementar las ventas. Así crecía la economía y eso era todo lo que importaba, porque ‘se creaba riqueza’, crecía el PBI y había más puestos de trabajo. Si la población compraba cosas que no necesitaba y era manipulada, escandalosamente, por la publicidad era problema de ellos. Al final, cada uno debe velar por sus intereses y si se deja estafar es su problema. El mundo ha estado funcionando así desde hace varias décadas y tiene un importante grupo de apoyo, cuyo principal bastión son los gremios empresariales, el poder económico.

Mas, de repente, empezamos a notar que se estaba dando un fenómeno global que hemos bautizado como la ‘posverdad’ en el que, aprovechando de los nuevos medios de comunicación, en especial las redes sociales, circulan las ‘fake news’ (noticias falsas) y mucha gente se las cree. También está de moda el populismo y en las elecciones políticas muchos votan por lo que los candidatos ofrecen sin ponerse a evaluar si pueden cumplirlo. ¿Podría haber relación entre estos fenómenos?

Me temo que sí y que el haber forjado una masa poblacional medio embrutecida y manipulada por la publicidad, hemos creado el campo perfecto para que nazca, se desarrolle y crezca la posverdad y el populismo político.

Nuestro sistema educativo olvidó su objetivo de forjar ciudadanos con espíritu crítico. Todo lo contrario, se educa para que las personas sean consumidores y para que puedan ser empleados por las empresas. Hace tiempo que se abandonaron las enseñanzas de filosofía, ética y psicología, las ciencias sociales no suelen ser una prioridad, como tampoco la educación cívica. Los grupos dirigentes están interesados en que los egresados de colegios y universidades sean útiles a las empresas, mejor si estudian carreras técnicas, donde la educación en humanidades no es parte del currículo, pero de espíritu crítico nada. No les interesa una población que pueda dilucidar si lo que compra le es realmente útil o si el político va cumplir con sus promesas.

Hace algunos años escribí un artículo sobre la ‘’Educación crítica’[1] en el que sugería la creación de un curso escolar en la secundaria en que expertos enseñen cómo diseccionar la publicidad para percatarse de la forma en que manipula creando objetivos que no pueden sostenerse por sí mismos, usualmente a nivel inconsciente. Después de su publicación tuve una conversación con el presidente de una empresa a quien le comenté mi idea y quedó muy irritado y sorprendido e insistió en que un curso de esas características tenía que ser electivo, pero de ninguna manera obligatorio. Supongo que mi propuesta aterra al sector empresarial, ya que muchos tendrían que pensar en reencaminar sus industrias y negocios. A ninguno se le ha ocurrido que lo que hacen es en el fondo inmoral, que engañar al grueso de la población vendiéndole productos no sólo que no necesita, sino que muchas veces son dañinos para su salud física y mental. En cuanto a los políticos, huelgan las explicaciones.

Ahora la situación se ha invertido y tenemos un grupo importante de ciudadanos prestos a aceptar lo que se les diga. Son manipulables y están dispuestos a creer cualquier cosa, porque la afirma algún pseudocientífico en las redes sociales, porque está impresa en algún libro o porque lo ofrece un candidato. Por eso tenemos una parte de la población votando por estafadores políticos o con dudas sobre la eficacia de las vacunas, por lo que han retornado enfermedades que estaban supuestamente erradicadas, como la viruela. De un lado, es bueno que se atrevan a cuestionar las ‘verdades oficiales’, pero del otro es problemático su falta de conocimiento sobre lo que es científico e incluso sobre lo que es la ciencia y el aporte de Popper con su teoría de la falsación.

En su artículo ‘Estados Unidos y la era de la posverdad’[2], Eduardo Abril, nos dice que: “el pensamiento crítico consiste en preparar al individuo previniéndole sobre los sesgos cognitivos, o sea, las formas en que nuestro cerebro está construido para fallar, y sobre los pasos que se puede tomar para superar esas deficiencias” y luego agrega “Las facultades críticas pueden ser definidas como la capacidad para emitir juicios sobre lo que es bueno o si corresponde a la realidad o no”. Para terminar cita a William Graham Sumner (1906): “Las facultades críticas son un producto de la educación y la formación (no se nace con facultades críticas).  Son un hábito mental y a la vez un poder. Son una condición primordial para el bienestar humano para lo que debemos ser entrenados. Y son nuestra única garantía contra el engaño, las alucinaciones, la superstición y la falta de comprensión de nosotros mismos y de nuestras circunstancias terrenales”.

Nuestro sistema educativo enseña algunos conocimientos que son parte de la ciencia, pero no lo que es la ciencia. Por tanto, son muy pocos los egresados que pueden conceptualizar qué es ciencia. Etimológicamente, viene del latín ‘scientĭa’, conocimiento, y servía para referirse a alguna clase de conocimientos, pero en nuestros tiempos describe su búsqueda utilizando el denominado método científico. Los científicos lo utilizan en sus investigaciones y, en ese ambiente, decir que algo está probado significa que el método se ha usado para llegar a esa conclusión. Se sustenta en lo riguroso de sus procedimientos y controles, incluido el estadístico.

No obstante, la ciencia considera que sus conclusiones no son definitivas y las somete permanentemente al proceso de falsación popperiano, por el que se van descartando o falsando afirmaciones a través del tiempo. Así tenemos que hay toda una evolución de Newton a Einstein y de este último al recientemente fallecido Steven Hawking. Las afirmaciones (hipótesis y teorías) científicas son públicas y consideradas provisionales, y los científicos están interesados en que sean puestas a prueba por sus colegas, para que puedan corregirse y mejorarse. Así la ciencia sostiene que cierto conocimiento es la mejor aproximación hasta ese momento e informa del nivel de certeza (pruebas a los que ha sido sometido). Invita a seguir investigando. Carl Sagan dijo: “Mas que una acumulación de conocimientos, la ciencia debería enseñarse como una forma de pensamiento”.[3]    

Por lo general, los científicos son honestos, saben que pueden estar equivocados y siempre están dispuestos a someter sus hipótesis y teorías a debate, porque esa es una manera de enriquecerse y una oportunidad de corregir errores. En consecuencia, están dispuestos a cambiar de opinión si les demuestran lo contrario, ya que son conscientes de que uno puede creer estar en lo cierto por lo limitado de sus conocimientos y que cuando los amplía puede percatarse de sus errores. Algo hay de la conocida frase de Sócrates “Sólo sé que nada sé”.


[1] Revista Ideele Nº 244. https://revistaideele.com/ideele/content/educaci%C3%B3n-cr%C3%ADtica

[2] https://elbuho.pe/2021/01/estados-unidos-y-la-era-de-la-post-verdad/ (27-02-2021)

[3] Citado por el propio Abril en el artículo mencionado

Sobre el autor o autora

Alonso Núñez del Prado Simons
Magíster en Derecho de la Integración y en Derecho Constitucional. Master of Business Administration (MBA), graduado en Lingüística y Literatura, Filosofía. Fundador y director ejecutivo del Observatorio de Cumplimiento de Planes de Gobierno. Profesor universitario, árbitro de la Cámara de Comercio y conferencista. Presidente y director de varias entidades del sistema asegurador.

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