Voto de confianza: ganadores, perdedores y el quechua como actor no invitado

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Imagen: Diario Gestión Revista Ideele N°299. Agosto-Setiembre 2021

El primer mes del presidente Pedro Castillo acumuló odios y críticas a su primer gabinete que condujeron a una situación límite que comenzó el 6 de junio cuando las derechas supieron que su candidata  – la señora Keiko – había perdido y se unieron en un bloque para impedir que ganara el profesor Pedro Castillo -el profesor, sindicalista y campesino, con el color de la tierra-, salido de las aguas profundas de la sociedad peruana, hasta donde nunca derecha alguna supo llegar.

Desde tiempos de Pizarro, el miedo se instaló en los bloques de poder en Lima, en los españoles que siguieron llegando como funcionarios del virrey o buscadores de fortuna; y en sus hijos nacidos en suelo o patria de los incas. Ese miedo fue renovándose hasta ahora, y se expresan en  las entradas “solo para los residentes”, las cámaras de televisión y guardianes en las zonas residenciales, también con las rejas en las urbanizaciones de capas medias y bajas. Todo para impedir que pongan en peligro los bienes y la tranquilidad de ese segmento de habitantes de la capital del reino, los llamados cholos, indios, negros, mestizos, mulatos, zambos y todos los que tengan el color de la tierra, llamados también ladrones, delincuentes, bandidos, y últimamente potenciales comunistas y terroristas.

A lo largo de casi cinco siglos ese miedo ha sido usado como un excelente recurso-pretexto que las derechas utilizan en tiempos de elecciones y de crisis, para asustarnos y recordarnos que solo sus candidatos son peruanos y los opositores no. La primera confrontación de una cadena de otras que vendrán, acaba de concluir con la victoria del gobierno del profesor Castillo. Si caía el gabinete y el nuevo seguía la misma suerte, el presidente podría cerrar el congreso y los grandes perdedores habrían sido los 130 congresistas: una veintena entre ellos, pensó bien en lo que perderían. Duros derechistas ayer, pasaron a defender la gobernabilidad para quedarse los cinco años.

Sorpresa del quechua victorioso luego de haber sido visto como intruso en el hemiciclo. Salieron de los closets y del fondo de las conciencias de la mayoría en el congreso, los viejos y nuevos miedos: “¡Hable en castellano!”, gritó la señora presidenta del Congreso, dando una especie de orden a Guido Bellido, el primer ministro, por atreverse a saludar en quechua, aymara y asháninka a la larga lista de jefes y personas importantes en el hemiciclo, por saludar -tocándose el corazón y expresando sus sentimientos en un quechua impecable- a sus hermanas y hermanos de cada uno de los rincones de los 4 suyos o puntos cardinales del Perú. La orden de la señora presidenta, de indudables raíces cajamarquinas, fue seguida de un coro de gritos. Solo les faltó decir como el cura Valverde, aquel en Cajamarca, ¡”la Biblia por tierra”!  Sintieron, seguramente, una afrenta contra el sagrado castellano de la madre patria. Al final, Bellido volvió a hablar en quechua, para despedirse de sus (nuestras) hermanas y hermanos, diciendo frases preciosas que me llevaron directamente a José María Arguedas en su célebre poema en quechua Túpaq Amaru Kámaq Tantanchisman, Hailly taki, de 1962. 

Escribiré un artículo aparte, consagrado a la victoria del quechua en el hemiciclo y la importancia simbólica y práctica, de los momentos quechuas del discurso hablado por primera vez en la historia peruana por un primer ministro que es y se parece a un comunero de Chumbivilcas, de los ayullus de Puquio o de Castrovirreyna en Huancavelica. Bellido habla castellano, y habla, siente y piensa, en quechua; lo que dice nos toca profundamente a quienes hablamos, respetamos y amamos esa lengua nacida y crecida en nuestro suelo. No obstante, esta y todas las lenguas originarias están postergadas, maltratadas y amenazadas desde el poder, en cuyo mundo se cree que la lengua peruana es el castellano, la segunda debe ser el inglés y el resto de lenguas no cuenta.

Prisioneros de sus ilusiones, los “buenos” de la democracia exigieron que antes de ir al congreso, el Gobierno cambie al primer ministro Guido Bellido y a cuatro o cinco ministros; tres días antes de la presentación en el Congreso. Bellido hizo saber a quién quisiera oírlo que cambiaría a algunos ministros. No lo hizo, fue al Congreso y obtuvo el voto de confianza con 74 votos contra 50. Inmediatamente después, declaró que, en caso de interpelaciones a sus ministros, los defendería y pediría el voto de confianza. Las derechas perdieron la iniciativa y ahora los llamados terroristas, senderistas, comunistas, y demonios, pasan a ser aliados de circunstancias para asegurar la gobernabilidad, y sus talibanes, los convierten en cerronistas.

Dura derrota de las derechas y sus talibanes, de regreso a la división por el temor de los congresistas a perder sus flamantes privilegios-gollerías, en la primera de las muchas, pequeñas y grandes batallas que vendrán antes de 2026.  El señor Luis Montoya -voz cantante de la derecha pura y dura, hasta nuevo aviso- continúa anunciando su hoja de ruta: no admite verbalmente la derrota e insiste en las escaramuzas futuras con la amenaza de echar del gobierno uno a uno a los ministros “inaceptables”, dejando para más tarde el ataque al primer ministro Bellido, y quién sabe para cuándo, su soñada, y al parecer lejana, caída del presidente Castillo. Con el apoyo de congresistas de varias “bancadas” (horrible palabra de la jerga congresal), el gabinete Bellido obtuvo el esperado voto de confianza que las derechas querían negar a solo cuatro semanas de la llegada del nuevo gobierno, sin esperar los acostumbrados y divertidos 100 días de gracia y la angelical luna de miel de la pareja que aparentemente se odia mucho más de lo que se quiere. ¿Por qué se rompió esa alianza de las derechas que parecía tan fuerte en los últimos cuatro meses? Por una poderosa razón, ajena a las líneas políticas, a lealtades partidarias y declaraciones al viento de amor al Perú y esos cuentos. Más fuertes que todos esos pretextos es la fuerza de apego a los privilegios y gollerías que el sistema político peruano ofrece a cada una y uno de sus congresistas en el mismo momento de entregarles la medallita y su cintita, que en cada circunstancia importante cuelgan de sus cuellos y lucen como un honor extraordinario, aunque muchas veces sirva como un grato recuerdo, consuelo en la vejez y pequeño orgullo para nietas y nietos.

Aquí sigue la madre del cordero: al jurar sus votos de congresistas, los felices ganadores reciben: 1, catorce súper sueldos por año (algo más de quince veces más que el sueldo mínimo que ganan millones de peruanos, no ganadores ni emprendedores como ellas y ellos); 2, algunos miles de soles más por los llamados viajes de representación; 3, un seguro privado de salud que incluye a la familia; 4, dos o tres asesores que los ayuden a sistematizar sus experiencias, cubrir sus ignorancias y recomendarles lo que pueden decir o callar cuando se atrevan a intervenir en debates o tengan la osadía de presentar algún proyecto de ley que valga la pena, pase los filtros de las comisiones y llegue a buen puerto; 5, dos secretarias; 6, un empleado encargado de llevar los encargos y volver con las respuestas, tan importantes y urgentes para salvar a la patria; 7,  un financiamiento de pasajes y viáticos fuera o dentro del país para asistir a eventos aparentemente importantes; 8, no sé si un vehículo cero kilómetros o facilidades varias para pagarlo; 9, una laptop; 10, uno o dos  súper celulares renovables con cada avance tecnológico y por el uso excesivo en las tareas tan importantes de representación; 11, un uso ilimitado de los teléfonos; 12, alimentación subsidiada en el comedor, bebidas y cafecitos ilimitados en las reuniones grandes y pequeñas; 13, no sé si aún tienen derecho a una protección de su seguridad a cargo de tres policías cada 24 horas; 14, disponen de una inmunidad que parece eliminada, pero se mantiene con las triquiñuelas que abogados y tinterillos y asesores. (Dejo aquí unos … puntos suspensivos por si los lectores tuvieran algún privilegio más que agregar o disminuir). Pregunto a las lectoras y lectores: ¿si fueran congresistas, renunciarían a esos privilegios por dar su voto a favor de quienes tienen fuera del congreso la economía y todo el poder del Perú?

Por otro lado, yo esperaba que el gobierno del profesor de color de la tierra anunciaría un proyecto de ley para eliminar esos privilegios. Hubiera sido extraordinario que los 37 congresistas representantes del pueblo que votó por el profesor ganador, renunciasen a esos privilegios. No lo hicieron, y a partir del 29 de julio ya los tienen, contantes, sonantes, visibles en la ropa nueva expuesta como en un desfile de modas y esas ganas de hablar ante las cámaras y aparecer con la importancia y arrogancia, pese a que tienen solo cuatro semanas.

Sugiero que los 37 representantes de Perú Libre piensen en que estas gollerías son parte de una trampa que el sistema político peruano -republicano, democrático y nacionalista por propia definición- ofrece a los nuevos congresistas que llegan, para que en solo cuatro semanas pasen a las filas de los privilegiados y se aparten del pueblo al que dicen representar, aprendan a hacer lo necesario para no perderlos y preparar desde el primer día los pasos necesarios para asegurar una reelección posterior. Detrás del favor, el sistema político ofrece también a por lo menos tres cuartas partes de los recién llegados, el duro camino de quedarse sin trabajo, de lamentar no haber ahorrado, de buscar a los nuevos congresistas y ofrecerles sus servicios como asesores, quedarse como dice el pueblo maravillosamente, pateando latas, o entrar en las filas de los que tratan de encontrar uno o más de los mil oficios que hay en ese 75 % de “informalidad”, propia de la economía peruana y tercermundista, categoría cuya propiedad corresponde a los economistas, esos del milagro económico y nuestra inminente  entrada al “mundo desarrollado”, que nos espera hasta en la eternidad si nos portamos bien y no somos comunistas, terroristas, senderistas y enemigos de la democracia.

Congresistas de Perú Libre, cuidado: los que votamos por el triunfo de ustedes, no los autorizamos a hacer lo que quieran. El pueblo tiene un ojo refinado para detectar a los que cambian de bando; no me refiero a irse de un partido a otro, o flotar en una “nueva bancada”, vergüenzas que en el Perú de los últimos 30 años son ya moneda corriente; hablo de disfrutar de una buena parte de esos 14 privilegios y olvidar las promesas que les permitieron llegar a donde están.     

Ganó el gobierno. Todos los voceros de los medios concentrados y sus periodistas aliados -que parecen topos, pero están visibles en parte de la prensa, La República incluida- bombardearon en los últimos tres meses para hacerle creer a sus lectores, oyentes y videntes, que al interior del gobierno habría una lucha entre el bueno, ángel Pedro Castillo, y el malo-demonio Vladimir Cerrón, considerado como ultra terrorista, senderista, llamado Vladimir, nombre que es visto como un punto en contra por el recuerdo de Lenin, cuco de todas las derechas. Los ideólogos del capitalismo y sus periodistas siguen prisioneros de su visión cristiano–angelical de dividirnos a los seres humanos entre buenos y malos, ángeles y demonios, condenados unos a ir a los infiernos y esperados en el cielo, otros, previo paso por el purgatorio. Estas categorías forman parte del poderoso mundo mítico inventado por los cristianos y repetidos hasta hoy. Como los seres ficticios no existen en la realidad, lo que vemos, vivimos y sentimos es que esos llamados ángeles y demonios, somos todas y todos los seres humanos. Si hacemos un esfuerzo para pasar de la superficie a las profundidades de la realidad, podríamos darnos cuenta de que el cielo y el infierno están en la tierra y que aquí, vivimos el eterno conflicto entre el bien y el mal, muy anterior a los cristianos de los últimos dos mil años y existente en prácticamente todas las culturas-pueblos del mundo.

Prisioneros de sus ilusiones, los “buenos” de la democracia exigieron que antes de ir al congreso, el Gobierno cambie al primer ministro Guido Bellido y a cuatro o cinco ministros; tres días antes de la presentación en el Congreso. Bellido hizo saber a quién quisiera oírlo que cambiaría a algunos ministros. No lo hizo, fue al Congreso y obtuvo el voto de confianza con 74 votos contra 50. Inmediatamente después, declaró que, en caso de interpelaciones a sus ministros, los defendería y pediría el voto de confianza. Las derechas perdieron la iniciativa y ahora los llamados terroristas, senderistas, comunistas, y demonios, pasan a ser aliados de circunstancias para asegurar la gobernabilidad, y sus talibanes, los convierten en cerronistas. (No hay que olvidar este matiz aparentemente simple de pasar de senderista comunista a cerronista).    

– El programa del gobierno no tiene nada de comunista, terrorista o senderista; ofrece reformas que no ponen en peligro el dominio capitalista instalado en Perú desde hace un siglo. Corresponde al ministro de Economía Pedro Francke, la enorme tarea de asegurar los recursos para cumplir con el listado de esas reformas. No obstante, el programa contiene la promesa de una medida que puede cambiar un punto importante de las reglas de juego: lograr que el Banco de la Nación sea autorizado por una ley aprobada en el Congreso para competir en igualdad de condiciones con la banca privada. Hasta ahora, el BN es solo una caja estatal para pagar a todos los que trabajan en o para el Estado, con algunas pequeñas funciones nuevas. Si el banco prestara dinero con 8 % de interés, por ejemplo, serían mayores beneficiarios los empresarios medios y pequeños; un cambio como ese, obligaría a la banca privada a bajar sus intereses para competir; al hacerlo, dejarían de tener grandes ganancias; sí así fuera, sería una prueba de fracaso en el cumplimiento de la regla de oro del capitalismo: salvo la ganancia, el resto es ilusión. Cuando ese proyecto de ley se discuta, la derecha dura y pura tratará de rehacer su perdida unidad alcanzada desde junio hasta el 26 de agosto; si llegase ese momento, el partido Perú Libre y sus congresistas deberían haber logrado una coalición con otros partidos y congresistas para alcanzar los votos y promulgar la ley. ¿Será posible? Ojalá. Si así fuera, yo haría todas mis escasas operaciones solo con el Banco de la Nación. Conviene recordar que por ese cambio en el pequeño punto de las reglas capitalistas pasan los ideales republicanos del bien común y la igualdad, que en los últimos 200 años son letra muerta.

Para otra oportunidad quedan las medidas que el país requiere para tratar de resolver sus problemas,

Si el Gobierno cumple con solo lo que prometió el primer ministro, podría mantener una buena parte del apoyo de quienes son parte de esa población quechua de cerca de cinco millones, de los aymaras y los pueblos indígenas amazónicos, además de los costeños descendientes de las culturas moche, chimu, Tallan, y de las capas populares urbanas tanto en barrios pobres de Lima como en los pueblos jóvenes de las principales provincias e incluso de algunas provincias podría durar. Imaginen lectoras y lectores que en cinco años todos los hogares peruanos tuvieran luz, agua, desagüe y acceso pleno a internet… Como dice un verso de la guerra civil española, “otro gallo cantaría”.

Si los ideólogos de la derecha dura y pura piensan en los cambios de todos los días, deberían admitir que sus viejos cucos o fantasmas que dan miedo como el comunismo y Sendero Luminoso, ya fueron.

– Pedro Castillo y de Vladimiro Cerrón (“chotanos“ y “huancaínos)  saben que se necesitan, tienen puntos de vista sin duda diferentes; el primero cuenta con el respaldo de quienes votaron por él, pero tiene en el Congreso una pequeña representación de maestros sin un partido propio, aunque comenzaron ya a buscar firmas para tenerla; el segundo, es el secretario general del partido Perú Libre, cuenta con una base de apoyo importante en Junín, y la mayoría de los congresistas de Perú Libre. Ambos saben que, si rompen, perderían el Gobierno, no podrían hacer algo de lo que prometieron y se anularían uno al otro, se harían un harakiri.  Ese pueblo que votó por ellos los abandonaría, como ocurrió ya, plenamente, con el Frente Amplio y, en parte, con Nuevo Perú y su alianza con Juntos por el Perú. La lección política por aprender es entender y practicar la alternancia como principio democrático dentro de los partidos y entre las coaliciones. Por ese camino no pasan los caudillos. Lejos, en Francia, por eso de la alternancia en su régimen democrático, fue posible la “cohabitación” del presidente socialista Francois Miterrand con un primer ministro de la derecha, Jacques Chirac. No se hicieron nada grave; después, le tocó el turno de gobernar a Chirac y tampoco paso nada grave; el mundo es redondo y Francia sigue con un sistema democrático, aunque con el nuevo problema de los inmigrantes llegados de sus excolonias africanas que exigen una ciudadanía plena.

Sobre el autor o autora

Rodrigo Montoya
Antropólogo y escritor. Es Profesor Emérito de la Universidad de San Marcos, de Lima, por la que se doctoró en 1970. También obtuvo un doctorado en Sociología en la Universidad de París, y es profsor visitante en varias universidades de Europa y América.

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