Miopía, inmediatez y superficialidad

Escrito por Revista Ideele N°299. Agosto-Setiembre 2021

Me temo que en muchos casos no es sólo miopía, sino hasta ceguera, sostener que había que votar por Keiko. Los riesgos de autoritarismo eran enormes, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver o peor quienes en el fondo desprecian la democracia y prefieren a los dictadores, que el gobierno se encargue de solucionar los problemas sin importar cómo, mientras los dejen tranquilos y puedan hacer sus negocios. Son los que recuerdan con nostalgia a Montesinos y sin son más viejos a Esparza Zañartu. Para estas personas que miran la vida a través del lente de la economía –como hacía el marxismo más ortodoxo– los efectos éticos carecen de importancia, olvidando que la corrupción es uno de los mayores flagelos del Perú.

Para mí que ganara Keiko era tan malo como que fuera Castillo. No en el corto plazo, pero sí en el largo. Entre otras cosas, se hubiera terminado la lucha anticorrupción en el Perú y eso me parecía muy grave. Muchos no están de acuerdo, pero no son dueños de la verdad, por más que así lo crean y sea evidente para ellos. La historia ha mostrado con reiteración cómo lo que es ‘evidente’ hoy resulta falso después, mas en este caso no se puede comprobar porque ganó Perú libre y de haber ganado Keiko se hubiera necesitado de varios años para que les quedara claro. Tampoco puede demostrarse que ella hubiera sido un mejor gobierno.

Se pretendía que votáramos conforme a una opinión diferente a la nuestra, pero eso es absurdo. No podían exigirnos que votáramos conforme a la percepción que otros tienen de la realidad. Teníamos que hacerlo de acuerdo a la nuestra. Me imagino que por lo menos en eso estaremos de acuerdo. Otra cosa que les parece absurdo es el voto de consciencia, porque ellos creen en voto utilitario. Tampoco tiene sentido que pretendan imponernos su relajada moralidad.

Yo no he votado por Castillo y que haya sido elegido me parece desastroso, pero eso es lo que ha ocurrido por razones que para mí a estas alturas están claras. Yo había previsto el escenario que estamos viviendo –como el más probable–, si se daba el resultado que hemos tenido. No creo que este gobierno vaya a durar mucho y hay que luchar porque sea lo menos dañino posible y tengamos una transición ordenada sin ruptura de la constitucionalidad.

Quienes en un análisis pleno de inmediatez y superficialidad pretenden echarnos la culpa del triunfo de ‘Perú libre’ a quienes votamos en blanco o viciado, tienen que profundizar y percatarse que las razones están más atrás y son más profundas. Castillo ha ganado porque ha habido mucha gente que ha preferido votar por él con la esperanza de un cambio, sin saber exactamente cuál y sus posibilidades de realización. Su desesperación los ha llevado a tomar esa decisión. La pandemia desnudó problemas que estaban semiocultos y la realidad nos ha explotado en la cara.

No creo que a quienes votaron por Castillo los convenza demostrar el fracaso del comunismo en donde se ha aplicado y que el libre mercado es mejor que el estatismo (para mi evidente) publicando las estadísticas de los últimos 20 años que muestran el crecimiento del PBI, la reducción de la pobreza y el incremento del ingreso promedio que a cierto nivel todos conocíamos. Como mostraban las encuestas, la mayoría de las personas que han votado por Perú libre tienen un nivel educativo muy bajo y lo han hecho en medio de la miseria y la incapacidad de enfrentar el COVID-19 con prudencia, porque viven al día, pero también porque sienten a Castillo como a uno de ellos. Esto último es el resultado del racismo con el que convivimos desde tiempos inmemoriales.

Creo que quienes piensan diferente tienen todo el derecho a discrepar, como todos los demás. Son opiniones tan respetables, como la nuestra. No obstante, puedo entrever que, en los grupos más acomodados, detrás de la búsqueda de culpables en la inmediatez de quienes no votamos por Castillo, ni por Fujimori, está la ira producida por la percepción de su propia responsabilidad en lo que ha ocurrido, pero como es común se descarga en lo que a sus ojos es obvio: los culpables son los caviares. Se ven los árboles y no el bosque. Como si se pretendiera culpar a los guardias de la Bastilla de la Revolución francesa. En el fondo, están aterrados por lo que pueda pasar y hay mucho de mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga que tienen delante.  

Por otro lado, creo que lo que corresponde es preguntarnos por qué votamos así. En mi caso, como ya indiqué, consideré que un gobierno de Keiko era también una mala opción, cosa en la que los que votaron por ella no están de acuerdo, porque la consideraban el mal menor. Pero, como decía Borges, ‘la verdad no es un problema estadístico’. Son percepciones diferentes y por ahora indemostrables. Para mí es inexplicable que haya habido personas que votaron por Keiko habiendo vivido los últimos años en el Perú.

Personalmente, no me he tropezado con alguien que me exigiera votar por Castillo afirmando que hacerlo en blanco era equivocado. Es más, con una de las pocas personas que conversé y me dejó saber que votaría por Castillo, me dijo que respetaba mi decisión de votar viciado. Es posible que haya fundamentalistas en ambos bandos. Sabemos que muchos marxistas lo son, pero yo no me los he encontrado. Lo que sí vi en las redes es mucha gente diciendo que votaría por Castillo, porque no querían al fujimorismo en el poder, pero sin afirmar, como sí lo he visto del lado de quienes votarían por Keiko, que eran dueños de la verdad.

Creo que el marxismo es una ideología en buena parte superada sobre todo respecto a la idea de una economía centralmente dirigida y que la caída del muro lo hizo evidente. Por eso y porque estoy convencido que no tienen un equipo con capacidad de gobernar adecuadamente, no he votado por Castillo y creo que hará un mal gobierno, pero el fujimorismo me parecía tan malo como ellos. Considero que había un significado en que en el Perú se volviera a elegir al fujimorismo y se indultara al Chino. Hubiera sido una reivindicación y eso tiene un efecto que no es tan evidente, como tampoco lo fue el daño que se hizo en los noventa a la institucionalidad y que todavía estamos pagando.

Lo que critico es que muchos de los que votaron por Keiko se sintieran dueños de la verdad y pretendieran obligarnos a votar por ella, porque ‘era evidente que tenían la razón’. Esa es casi una definición de fundamentalismo. Así pensaron los cruzados, la Inquisición y ahora los fundamentalistas islámicos. Considero que una de las cosas más importantes que he aprendido es que nadie es dueño de la verdad y que hay que respetar las otras posiciones, aunque uno pueda creer estar en lo cierto.

Sobre el autor o autora

Alonso Núñez del Prado Simons
Magíster en Derecho de la Integración y en Derecho Constitucional. Master of Business Administration (MBA), graduado en Lingüística y Literatura, Filosofía. Fundador y director ejecutivo del Observatorio de Cumplimiento de Planes de Gobierno. Profesor universitario, árbitro de la Cámara de Comercio y conferencista. Presidente y director de varias entidades del sistema asegurador.

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