El gobierno ha entrado en un frenesí de paquetes económicos a fin de reactivar la economía. El más controversial fue el que dejó Castilla, recién salido del horno, antes de su renuncia. En este se quitaba poder los entes reguladores y se flexibilizaba la legislación ambiental. Sus exaliados le han salido al frente y le han dicho que con ese tipo de medidas no va a reactivar nada.
El presidente Humala entró al gobierno con la promesa de reformar el modelo económico. A pesar de que en los últimos días de campaña se esforzó en recalcar que no se iba a oponer a la inversión privada y que la palabra nacionalizar se había malinterpretado, lo cierto es que desde el alzamiento de Locumba, el año 2000, se había posicionado como un crítico implacable del sistema. Desde las elecciones del 2006 hasta la primera vuelta del año 2011 el entonces candidato Ollanta Humala se dedicó a zarandear el neoliberalimo. En el último debate electoral uno de sus principales cuestionamientos a Keiko Fujimori fue la flexibilización de las condiciones laborales que la entonces candidata ofrecía, como un guiño a los empresarios. Humala se presentaba, en ese entonces, como el defensor de los derechos sociales. Sin embargo, poco a poco fue desapareciendo la palabra neoliberalismo de su vocabulario y las críticas frontales al sistema. Pero ya la expectativa en la gente estaba sembrada. Humala era el cambio.
Tres años y medio después de su victoria, el verbo inflamado se ha disipado por completo y sus exaliados, entre ellos su primer Presidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner Ghitis, han salido a darle una clase de economía. Le han dicho que el empeño en aplicar la misma receta que él tanto había denostado en el pasado, no es la solución. Sus examigos han vaticinado que las medidas que está dictando el Gobierno, en sucesivos paquetes económicos, no van a solucionar la crisis, sino todo lo contrario.
Luis Miguel Castilla ya no está al frente del Ministerio de Economía, pero su herencia continúa, no corregida, sino aumentada. La primera crítica que se le hace a la administración económica de Humala es una reacción conservadora frente a la crisis internacional que hace rato nos está tocando la puerta. Desde un inicio la dupla Humala – Castilla demostró muy pocos reflejos. Cuando hace dos años se insinuaba un horizonte complicado, Castilla declaró -ante la inquietud de la prensa sobre el destino de la economía- que le estaba prendiendo velas a China.
Lo que en algún momento se explicó como broma parece haber sido, en verdad, la estrategia del gobierno: hacerse el muertito y dejar que la marea nos lleve a buen puerto. Pero en el camino parece que encallamos. China no se ha hundido, pero tampoco ha seguido el ritmo que permita alcanzar nuestro crecimiento del 6% anual y en todo este tiempo Perú no ha hecho nada por salir de la matriz primario–exportadora.
Humala durante toda su campaña habló de la necesidad de poner los huevos en diferentes canastas. Han tenido que pasar tres años, luego de haber gastado muchas velas en vano, para que recién exista un plan de diversificación productiva. Pero sus efectos recién se podrán comenzar a sentir, en el mejor de los casos, cuando Ollanta esté alistando maletas.
Si no se tomaron medidas para contrarrestar la recesión mundial ¿qué se hizo?
La tesis del piloto automático puede ser injusta porque libera de una culpa mayor a los encargados. Siempre se hace algo para bien o para mal.
Y vaya que el gobierno lo hizo: ajustó el gasto, se concentró en seguir acumulando reservas y cedió ante los reclamos de la cúpula empresarial. Cada vez que el fantasma de la recesión asomaba, el gobierno cedía un tanto y otro tanto más. El paquete de medidas que dejó Castilla antes de marcharse es la innecesaria prueba de amor de un gobierno desesperado y asustadizo.
¿Qué pudo hacerse? Los economistas del Frente Amplio no plantean nada del otro mundo. Nada que se asemeje a un Plan Quinquenal, o una reinterpretación del keynesianismo chavista. Solamente lo básico: políticas contracíclicas y bajar las tasas de interés.
Lejos de cualquier intención de que el Estado recupere el manejo de empresas estratégicas plantean, más bien, que use una parte de las ganancias acumuladas en todos estos años para poner en marcha obras de inversión que ayuden a reactivar la economía.
En la crisis mundial del 2009 tuvimos un presidente que no se cansaba de decir que nuestro país estaba blindado. Ese año apenas crecimos un poco más del 1%. Nos fuimos de bruces luego de haber estado por encima del 8%.
La crisis pintaba mucho más severa que ahora y García tuvo que hacer una rotación de ministros. Salió Valdiviezo, quien se caracterizaba por su ortodoxia y excesiva austeridad, en el gasto público. Reingresó, al ejecutivo, Luis Carranza y abrió la billetera. El Estado impulsó mucha obra pública y logramos revertir la crisis. Al año siguiente el crecimiento fue por encima del 5%.
No era que estuviésemos blindados como un alucinado García había porfiado. Si hubiera sido así, no hubiéramos caído al 1%. García antes, al igual que Humala ahora, fueron renuentes a abrir la caja.
Aunque forma parte de otro análisis es necesario apuntar que la inversión fiscal de la administración García no estuvo exenta de cuestionamientos. Mucho de estos gastos se autorizaron a través de decretos supremos empañados por diversas denuncias de corrupción.
¿De qué manera podría afectar la flexibilización de la legislación ambiental en Perú en el precio de los metales en el mundo? La contracción económica en el país se debe a la caída de los metales porque somos un país primario exportador
El remedio de Humala
El economista Oscar Dancurt piensa que cuando desde el ejecutivo se plantea flexibilizar las normas ambientales para reactivar la economía se están hablando piedras: “si eso funcionara tendrían que darle el Premio Nobel a Castilla porque todo el mundo sabe que eso no funciona. La experiencia internacional y la peruana nos dice que si uno quiere hacer frente a una recesión o enfriamiento tiene que tomar medidas de política monetaria y fiscal”.
Se refiere a aplicar políticas anticíclicas, que significa ahorrar en tiempos de bonanza y gastar en momento de carestía. De igual manera, bajar las tasas de interés para estimular el consumo, ya que las tasas de interés altas, por el contrario, incentivan el ahorro.
Ninguna de esas medidas se está aplicando. La rebaja en las tasas de interés se está realizando de a poquitos, sin ninguna convicción.
“No estamos en un ciclo de bajas. Si bajas la tasa de interés un mes 0.25, es irrelevante salvo que tú indiques al sistema bancario que inicias un ciclo bajas, lo cual no ha ocurrido. ¿Qué están esperando? ¿Que la economía se reactive sola? Que lean el informe del FMI, los precios van a caer”, señala Dancourt.
Pero tampoco puede pensarse que las políticas contracíclicas son fórmulas mágicas que tienen la propiedad de revertir fenómenos mundiales. El tema es que en un mundo globalizado, y en un país tan inserto en este proceso, debemos asumir que las medidas económicas que se implementen tienen un límite. Sería absurdo creer que solo las bonanzas de la mundialización nos van a alcanzar, más no sus perjuicios.
Uno de los límites es que, por ejemplo, la constatación que los periodos de grandes crisis coinciden con la baja del precio de los metales. ¿De qué manera podría afectar la flexibilización de la legislación ambiental en Perú en el precio de los metales en el mundo? La contracción económica en el país se debe a la caída de los metales porque somos un país primario exportador.
Cuando la minería arruga
En el año 2011 se anunció con bombos y platillos el proyecto minero Quellaveco en Moquegua. Se le tomó como modelo porque se trata de una obra con licencia social. Tres años después el proyecto no inicia. “Ahora dicen que recién están pensando el 2016 en invertir en Quellaveco por el tema del precio de los metales” refiere Siomi Lerner.
“En la medida en que los precios son altos se incrementa la inversión en minería, cuando son bajos se reduce. Lo que va a ocurrir es lo que ya estamos viendo en los periódicos: Buena Ventura está reestudiando el proyecto en Conga y así va a pasar con los demás, porque nadie, lamentablemente, en un escenario de caída de precios va a poner en marcha los proyectos. El determinante básico de la inversión es la rentabilidad esperada. Con estos precios la rentabilidad es menor”, señala el economista Germán Alarco de la Universidad del Pacífico.
Alarco recomienda a los empresarios una dosis de realismo. En vez de estar presionando por desregular todo, que no es la solución, deben bajar un poco sus expectativas de rentabilidad: “los propios empresarios deben acostumbrarse a trabajar con expectativas de ganancias más reducidas. Los años de un gran retorno del patrimonio ya pasaron a la historia y si tienen asociados sus programas de inversión a esas rentabilidades el país está muerto, no va a reaccionar. Este tema de eliminar los ingresos propios para todos los reguladores es matar todo Indecopi, Osinermig, etc”, explica Alarco.
Otro de los problemas a los que se enfrentan los inversionistas son los conflictos sociales. Existen en el país muchos proyectos paralizados porque la población, principalmente agricultora y ganadera, no quiere la explotación minera en sus tierras, a menos no en las condiciones que se plantean. El caso más emblemático es Conga en Cajamarca, en donde la población se ha plantado fuerte en contra de la minera Yanacocha. Las medidas que flexibilizan la legislación ambiental y debilitan los organismos reguladores ¿facilitarán la ejecución de estos proyectos o por el contrario enturbiará más la relación entre comunidad y empresa?
Las políticas contracíclicas solo pueden atenuar esta caída. La alternativa es salir de los parámetros de ser prioritariamente exportadores de metales y otras materias primas. Dizque el plan de diversificación anda en eso, pero hay que verlo con lupa. Ha sido consensuado por los mismos que defienden la intangibilidad del modelo. El escepticismo es un saludable punto de partida.
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