¿Hacia dónde va el género?

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Revista Ideele N°300. Octubre-Noviembre 2021. Imagen: Wikicommons

A lo largo de los dos últimos siglos hemos asistido al avance en los derechos de las mujeres liderados por activos movimientos feministas que, al amparo de los reclamos por igualdad y equidad, han ido logrando victorias cruciales. De hecho, hay quienes sostienen que el feminismo ha sido el movimiento político y cultural más exitoso de los últimos tiempos porque ha cambiado significativamente el panorama cultural de las sociedades modernas occidentales y de algunos sectores de los países periféricos como el Perú. Su éxito como agente de transformaciones sociales se aprecia en el hecho de que patrones culturales antes hegemónicos, como la doble moral sexual (fundamento del machismo), y la exclusión de las mujeres de la educación, trabajo formal y decisiones políticas, han devenido en inaceptables.  

 En la última década el movimiento feminista ha cobrado mayor notoriedad sobre todo entre lxs jóvenes que han tomado las calles y la redes sociales para avanzar su protesta contra el sistema patriarcal. No obstante, estos cuestionamientos presentan matices particulares: la ampliación de las demandas de los movimientos de los derechos de las mujeres hacia todas las formas de discriminación en base a la orientación sexual y la identidad de género. Y, en sentido contrario, el desanclamiento de las luchas femeninas del concepto de género. De este modo el término género que, hasta la década de los 90, se relacionaba con la feminidad o la masculinidad y que, en términos de políticas públicas, se asociada con programas para empoderar la población femenina, hoy se identifica con variedades de orientación sexual e identidad de género que no se adecuan al modelo convencional: heterosexualidad, feminidad/masculinidad. Ello a su vez ha puesto el tema de género al centro de encendidos debates entre sectores conservadores y aquellos más abiertos a la crítica del statu quo.

En el presente ensayo intentare hacer un recorrido del proceso por el cual el género se convirtió para unxs en sinónimo de no binario, para otrxs en una ideología peligrosa que amenaza sus certezas más acendradas y los fundamentos del orden social.

El concepto de género y el feminismo: del sexo al género

Uno de los argumentos más sólidos de los movimientos feministas para sustentar sus reclamos es que las razones por las que se negó el acceso de las mujeres a derechos fundamentales se apoyaban en criterios biológicos o religiosos que asumían que estas últimas tienen menos capacidades que los varones o que debían estar sometidas a su autoridad (Lamas, 1997). De allí que buena parte de su fundamentación se dirigiera a probar que las concepciones tradicionales sobre la feminidad y la masculinidad no son el resultado directo de las diferencias anatómicas entre los sexos. Según proponen las teóricas feministas, diferentes épocas o culturas varían en sus maneras de definir lo que caracteriza lo femenino o masculino y tratan de manera diferente a quienes no encajan dentro de estas categorías[1]. Más aun, las definiciones sobre las diferencias sexuales no solo expresarían las concepciones propias de una cultura y de una época, sino que actuarían, en muchos casos, como legitimadoras de un ordenamiento social por el cual los hombres tienen atribuciones que se niegan a las mujeres. Por ejemplo, un criterio muy usado para impedir la participación política de la población femenina es que ellas serían muy emocionales y ello nublaría su capacidad de tomar decisiones en nombre del bien común.

Como consecuencia de estos debates, en la década de los 80’s en algunos sectores académicos se popularizo el término “género” con el fin de distinguirlo de la noción de sexo (Conway, Bourque y Scott, 1997). Mediante esta diferenciación se buscaba destacar el hecho de que la manera en que se organizan las relaciones entre varones y mujeres no se deriva de la naturaleza ni es inmutable, sino que se trata de un arreglo que tiene orígenes históricos y puede, por tanto, ser cambiado. De este modo, al estudiar el género se esperaba ganar una distancia crítica frente a la posición de las mujeres y abrir la posibilidad de cuestionar el orden existente.

Del modelo dual al no binario

Inicialmente el género se refería a la dimensión cultural de las identidades femenina o masculina en tanto que el sexo correspondería a su dimensión biológica y, por tanto, universal. No obstante, en las últimas décadas, destacadas teóricas feministas han argumentado que la noción de sexo (diferencias cromosomáticas, anatómicas y hormonales) también es una construcción cultural dado que se basa en la suposición de que solo existen dos variedades normales de desarrollo sexual, ignorando que puede haber otras orientaciones. La matriz heterosexual sería una imposición por la cual se discrimina a todas las personas que no encajan en el modelo binario (Butler, 1990; De Lauretis, 1991). Las identidades de género femeninas y masculinas no serían simplemente el camino por el cual las personas son socializadas de acuerdo a los órganos sexuales de nacimiento, sino el resultado de la imposición de una matriz heterosexual que excluye otras posibilidades de desarrollo psíquico y corporal.

Por esta vía discursiva, la reivindicación de los derechos de las personas que no encajan en el llamado modelo binario (que solo acepta dos versiones “normales” de orientación sexual e identidad de género) ingresó dentro de las demandas del movimiento feminista. El argumento más sólido a favor de esta ampliación de la agenda de género es que todas las formas de opresión que excluyen a las mujeres y las minorías sexuales tienen como raíz la imposición de la matriz heterosexual. Por lo tanto, superar estas formas de subordinación y exclusión es un aspecto fundamental de la lucha por los derechos humanos (Flax, 1990).

Pese a las actitudes más abiertas que se registran entre la juventud en cuanto a temas de género avizorarían cambios de signo progresista, cabría la posibilidad de que la resistencia que suscitan las reivindicaciones feministas contemporáneas que cuestionan conductas masculinas normalizadas, buscando sancionarlas como expresiones de violencia machista, generen reacciones adversas entre los varones jóvenes hacia la agenda de género. La resistencia hacia los cambios de pautas culturales, sumada al posible influjo discursivo de la creciente movilización conservadora en un contexto de profunda crisis social y económica propiciada por la pandemia de COVID-19 podría conducir a un estancamiento o incluso retroceso de las posiciones progresistas.

El cambio de paradigma

Como consecuencia de los procesos arriba descritos, asistimos a un cambio de paradigma[2] que cuestiona la conceptualización del género basada en el modelo médico-psicológico y propone que el sexo asignado al nacer puede no concordar con la identidad de género que las personas desarrollan cuando crecen (Butler, 1990). Ello ha incidido en un mayor cuestionamiento de los roles tradicionales de género y a un cambio de percepción en relación a colectivos como las personas transgénero y no binarias.

Este cambio de paradigma, y su influjo sobre la esfera pública, se viene haciendo más visible desde el inicio del segundo milenio. De hecho, la definición de identidad de género que hasta la década de los noventa solía referirse a lo masculino y femenino, en la actualidad se extiende a todas las formas de identificación que tomen al género como criterio de clasificación. En suma, actualmente el término género se ha desanclado de la oposición femenino masculino para referirse a aquellas posiciones que no encajan en el modelo binario: transexuales, queer, gais, lesbianas, bisexuales, pansexuales y un largo etcétera.

Existe, además, un incipiente reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+ en los instrumentos de derecho internacional. Al respecto, el principal hito ha sido la adopción en 2006 de Los Principios de Yogyakarta sobre la Aplicación de la Legislación Internacional de Derechos Humanos en Relación con la Orientación Sexual y la Identidad de Género (s/a 2006). Aunque no se han adoptado oficialmente como un estándar internacional, tanto los diferentes cuerpos de la ONU, como varias cortes nacionales y gobiernos ya citan estos principios y los han convertido en una guía para definir sus políticas en la materia (Balzer y Hutta (2013). De hecho, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha reconocido a la identidad de género como una de las categorías de discriminación universalmente proscritas al declarar que ni la existencia de leyes nacionales, ni la prevalencia de la costumbre pueden justificar en ningún caso el abuso, los ataques, la tortura e incluso los asesinatos de los que personas lesbianas, gais, transgénero, bisexuales e intersexuales (LGBTIQ+) son objeto debido a quiénes son o cómo se percibe que son (ACNUR, 2012).

La controversia en torno a la introducción de la noción de identidades de género y orientación sexual como categorías políticas que reclaman ser oídas revela una profunda polarización. La misma se expresa en torno al debate de la noción de género que, al cuestionar la fijeza de las identidades masculinas y femeninas, parece ser un parte aguas que divide a las sociedades en bandos opuestos en lo que podría ser definido como una guerra cultural, entendida como como el enfrentamiento de opiniones en campos que son muy sensibles dentro de una sociedad y que son representados por sectores o grupos marcadamente diferentes y antagónicos.

Reacción conservadora: la ideología de género

Durante la última década, de forma paralela a la nueva oleada de movilizaciones feministas y a la mayor visibilidad de las reivindicaciones LGBTIQ+, la movilización contraria a la agenda de género ha cobrado renovada fuerza, expresándose en el surgimiento de diversos movimientos políticos de marcada índole conservadora en diversos países del hemisferio occidental[3]. Estos grupos denominan, de forma peyorativa, ideología de género a los cambios promovidos por los movimientos feministas y LGBTIQ+.

De acuerdo con esta perspectiva conservadora la ideología de género seríaun sistema de pensamiento cerrado (cf. Catholic.Net 2008) que se habría difundido desde las universidades norteamericanas y habrían tenido como plataforma de lanzamiento la Conferencia de Beijing de 1995, desde donde pasó a la Unión Europea y a los medios de comunicación. Reprochan a sus representantes buscar la “liberación total” del ser humano en todos los órdenes: de las relaciones familiares, de la reproducción, de la sexualidad, de la educación, de la religión, de la cultura y de la religión. Asimismo, acusan a los promotores de la ideología de género de promover un ataque directo a los valores familiares, el matrimonio y la femineidad, porque, al fomentar la homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales, la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, eventualmente desaparecería. Es decir, de acuerdo con esta perspectiva la ideología de género propondría la destrucción de la familia biológica (cf. Catholic.net, 2008).

No resulta nada desdeñable la acogida que esta clase de discursos conservadores han tenido en América Latina. Por ejemplo, la publicación de Agustín Laje y Nicolas Marques[4] El Libro Negro de la Nueva Izquierda (Márquez y Laje, 2016) ha sido un best seller en la región. De acuerdo con Laje y Márquez, nadie podría oponerse a la vertiente del feminismo que busca que las mujeres sean ciudadanas. Sin embargo, arguyen que el ala radical que defiende la diversidad sexual escondería, en el fondo, una guerra de las mujeres contra los hombres.

Se aprecia, en cualquier caso, que la creciente asociación desde los 2000s en adelante entre la noción de género y la agenda vinculada a los derechos LGBTIQ+ (en clave no binaria), en detrimento de su empleo inicial como forma de visibilizar la construcción cultural de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, ha llevado a que el género devenga en un término que genera profundas discordias entre sectores conservadores y progresistas.

¿Dónde estamos en temas de género?

La controversia en torno a la introducción de la noción de identidades de género y orientación sexual como categorías políticas que reclaman ser oídas revela una profunda polarización. La misma se expresa en torno al debate de la noción de género que, al cuestionar la fijeza de las identidades masculinas y femeninas, parece ser un parte aguas que divide a las sociedades en bandos opuestos en lo que podría ser definido como una guerra cultural, entendida como como el enfrentamiento de opiniones en campos que son muy sensibles dentro de una sociedad y que son representados por sectores o grupos marcadamente diferentes y antagónicos (Hunter, 1991).

A pesar de las marchas y contramarchas respecto a estos temas, algunos sectores de jóvenes dan muestras de estar abiertos al debate sobre la diversidad sexual y de género. Así, por ejemplo, en una investigación que realicé recientemente entre jóvenes universitarios en Lima (Fuller, 2020), encontré que los varones entrevistados reconocen las diferentes variedades de orientación sexual e identidad de género, exhiben una creciente familiaridad con personas que pertenecen a estos colectivos y sus reivindicaciones y están más abiertos a reconocer que su orientación sexual es menos binaria de lo que se asume. Según señalan, su perspectiva sobre esta población ha cambiado: fueron educados temiendo que fueran una amenaza, pero el trato con ellos en la universidad y otros ámbitos les ha mostrado que no es así. Se observa un respaldo significativo hacia la agenda de derechos LGBTIQ+, que tiende a asociarse a posiciones liberales[5].

Pese a las actitudes más abiertas que se registran entre la juventud en cuanto a temas de género avizorarían cambios de signo progresista, cabría la posibilidad de que la resistencia que suscitan las reivindicaciones feministas contemporáneas que cuestionan conductas masculinas normalizadas, buscando sancionarlas como expresiones de violencia machista, generen reacciones adversas entre los varones jóvenes hacia la agenda de género. La resistencia hacia los cambios de pautas culturales, sumada al posible influjo discursivo de la creciente movilización conservadora en un contexto de profunda crisis social y económica propiciada por la pandemia de COVID-19 podría conducir a un estancamiento o incluso retroceso de las posiciones progresistas.

Por tanto, el panorama en cuanto al devenir de las cuestiones de género, resulta actualmente incierto. En todo caso, puede afirmarse que se observan tanto expresiones de cambios culturales importantes como de resistencias en lo referente a las relaciones de género en el Perú y Latinoamérica.

Referencias

Alto Comisionado de las Naciones Unidas ACNUR (2012) Nacidos libres e iguales Orientación sexual e identidad de género en las Normas Internacionales de Derechos, Fact Sheet Campaña Libres e Iguales. Nueva York-Ginebra

Balzer, Carsten & Hutta, Jan Simon (2013) Transrespeto versus Transfobia en el Mundo un estudio Comparativo de la situación de los derechos humanos de las personas Trans.Trans gender Europa  https://transrespect.org/wp-content/uploads/2015/08/TvT_research-report_ES_.pdf

Butler, Judith (1990): Gender trouble, feminism and the subversion of Identity, Nueva York y Londres: Routledge.

Conway, Jill Susan Bourque y Joan Scott (1997): El concepto de género, en Lamas, Marta (compiladora): El género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Programa de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, pp. 21-35.

De Lauretis, Teresa (1991), Technologies of gender: Essays on Theory, Film and Fiction, Bloomington: Indiana University Press.

Flax, Jane (1990). Feminism and Gender Relations in Feminist Theory, en Nicholson, Linda (ed.), Feminism/Postmodernism. Nueva York y Londres: Routledge, pp. 39-61.

Fuller, Norma (2020). Reflexivos, ambivalentes e inclusivos. Masculinidades entre jóvenes universitarios de Lima, Perú, en Sebastián Madrid, Teresa Valdés y Roberto Celedón (compiladores), Masculinidades en América Latina. Veinte años de Investigaciones y políticas para la igualdad de género. Santiago de Chile: Universidad Academia Humanismo Cristiano, Fundación Crea Equidad, pp. 255-275. 

Hunter, James Davison (1991). Culture Wars: The Struggle to Define America. Nueva York: Basic Books.

Laje. Agustín y Nicholas Márquez (2016). El libro negro de la nueva izquierda: ¿Ideología de género o subversión cultural? Buenos Aires: Grupo Unión.

Lamas, Marta (1997): La Antropología feminista y la categoría género, en Lamas, Marta (compiladora), El género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Programa de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, pp.97-126.

s/a. (2006). Principios de Yogyakarta sobre la Aplicación de la Legislación Internacional de Derechos Humanos en Relación con la Orientación Sexual y la Identidad de Género. http://www.refworld.org/cgi-bin/texis/vtx/rwmain/opendocpdf.pdf?reldoc=y&docid=48244e9f

Páginas web

Catholic.net (2008). ¿Qué es la ideología de género? Catholic.net, 08 de mayo de 2008. http://www.conelpapa.com/ideologia/ideologia.htm.  8 de mayo 2021

Redacción Judiciales RPP abril 03 2019

https://rpp.pe/politica/judiciales/corte-suprema-declara-infundada-demanda-contra-enfoque-de-genero-en-curriculo-nacional-noticia-1189843. 13 de octubre 2021


[1] Variedad que va desde el rechazo rotundo hasta clasificarlas como personas semidivinas.

[2] Cambio de paradigma asociado al mayor impulso que han cobrado a nivel internacional los movimientos por los derechos de las personas LGBTIQ+ durante el mismo período.

[3] Así por el ejemplo, el movimiento Con mis hijos no te metas. Organizado por grupos conservadores se organizó en el 2016 para impedir que se implemente el enfoque de género en la currícula nacional. El caso llego a la corte suprema en el 2019 donde perdieron su reclamo. (https://rpp.pe/politica/judiciales/corte-suprema-declara-infundada-demanda-contra-enfoque-de-genero-en-curriculo-nacional-noticia-1189843)

[4] Si bien Laje se auto-identifica como liberal, tiende a ser percibido más bien como ultraconservador entre los círculos progresistas y feministas.

[5] Por ejemplo, un joven limeño entrevistado en la investigación citada declara que el movimiento LGBTIQ+: “[…] es la mejor expresión de democracia y libertad que pueda haber, porque creo que estos grupos no están pidiendo nada extraño, están pidiendo, simplemente, que se les respete su libertad de decisión, porque un hombre, una mujer que siente atracción por el mismo género, no tiene nada de malo, porque no está afectándole a la sociedad.”

Sobre el autor o autora

Norma Fuller
Doctora en Antropología.

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