La construcción social de una narrativa alternativa sobre la guerra insurgente-contrainsurgente

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Revista Ideele N°300. Octubre-Noviembre 2021. Foto: Canal N

En el Perú hay dos discursos oficiales sobre la guerra insurgente-contrainsurgente vivida desde 1980 hasta aproximadamente 1992 con la captura de Abimael Guzmán. El discurso militar y derechista denomina a esta guerra “lucha contra el terrorismo” y el discurso de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del Perú que la denomina “conflicto armado interno” que cubre el espacio político centrista e izquierdista llamado moderado. El discurso de Sendero Luminoso la denomina “guerra popular” y el del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, “guerra revolucionaria del pueblo”. Detrás de cada denominación hay, por supuesto, una visión de lo ocurrido en el Perú.

La CVR comenzó su trabajo en el año 2001 y lo concluyó en agosto de 2003 por encargo del gobierno de transición de Valentín Paniagua. El término que adoptó, “conflicto armado interno” o “guerra interna”, procede del derecho humanitario internacional. Es un término jurídico. Esto es curioso, pues la mayoría de los comisionados no eran juristas, como que la vena del discurso de la CVR es más bien una construcción mucho más basada en las ciencias sociales que en el derecho.

Nuestra opción es hablar de “guerra insurgente-contrainsurgente” por ser un término más preciso y usado en las ciencias sociales, aunque tomado de la teoría y estrategia militar. Notablemente, el estamento militar y policial en el Perú niega que se haya tratado de una guerra, donde el enemigo sería una fuerza beligerante, sino que plantea el tema como una lucha anti-delincuencial. Por otro lado, no todos los conflictos armados tienen una naturaleza insurgente y contrainsurgente. El término “terrorismo” es menos preciso también, porque una insurgencia puede recurrir al terrorismo sin limitarse a éste. Lo insurgente no quita lo terrorista y lo terrorista no quita lo insurgente. Por supuesto que el debate público, sobre todo a nivel mediático, lleva una gran presión por adoptar un tono condenatorio más que científico o preciso, lo cual genera suspicacia sobre cualquier denominación que no sea “terrorismo”. Es cierto también que después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos el término “terrorismo” y “guerra al terrorismo” ganó preeminencia mediática y social.

En 2003 la CVR presentó un informe final voluminoso, hecho por muchas personas y no siempre hay coherencia en los énfasis de sus diversos discursos. El núcleo comisionado, y particularmente el núcleo de funcionarios ejecutivos, provino de un entorno limeño procedente de ONGs, dirigentes políticos de partidos de la izquierda “legal”, principalmente de la Universidad Católica de Lima y secundariamente de la Universidad de San Marcos. Estas instancias recurrieron a la subcontratación de diversos intelectuales que habían trabajado previamente cada tema para que elaboren informes temáticos o geográficos. El personal “de planta” de la CVR se dedicó principalmente a hacer entrevistas a víctimas de violaciones de derechos humanos de las que salieron un archivo de testimonios y, sobre todo, una base de datos que dio lugar al estudio cuantitativo de la CVR.

Las principales y más controversiales tesis de la CVR son las siguientes

  • Sendero Luminoso fue el principal perpetrador de las muertes de la guerra insurgente-contrainsurgente.
  • Las muertes causadas por Sendero Luminoso se debieron a una estrategia premeditada de violaciones de derechos humanos, derivada de una concepción ideológica totalitaria que despreciaba la vida humana.
  • En cambio, las muertes causadas por las Fuerzas del Orden (FFOO) no obedecieron a una estrategia premeditada, sino a errores iniciales producto del desconocimiento del enemigo al que enfrentaban. Más aún, las FFOO cometieron masacres de campesinos “en algunos momentos y en algunos lugares”, dejaron de lado esa estrategia a finales de los años 1980s y recurrieron a una estrategia de poner a la población de su parte, con lo cual se logró derrotar a la insurgencia.
  • Las violaciones de derechos humanos ocurridas en los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alan García implicaron una responsabilidad exclusivamente política, mientras las violaciones de derechos humanos ocurridas en el gobierno de Fujimori implicaron una responsabilidad política y personal.
  • Sendero Luminoso y el MRTA no sólo no representaron a sectores sociales con reivindicaciones políticas y sociales, sino que no tuvieron apoyo popular. Los dirigentes senderistas y emerretistas no eran campesinos, sino criollos o provincianos “desindianizados”. El apoyo que pudieron demostrar lo consiguieron por la fuerza, conminando a la gente a sumarse a sus filas.
  • Derivado de lo anterior, gran parte de la población que fue víctima de la guerra insurgente-contrainsurgente estuvo “entre dos fuegos”. No fue parte ni de Sendero y el MRTA ni de las FFOO.
  • La izquierda legal 1. si bien no reaccionó a tiempo y con contundencia en su condena a Sendero Luminoso y al MRTA, 2. se enfrentó a Sendero Luminoso y el MRTA con lo cual contribuyó a su derrota.

Al publicar su informe la CVR fue cuestionada principalmente por la derecha fujimorista y el estamento militar. La acusación directa al fujimorismo y la documentación de violaciones de derechos humanos por las FFOO fueron rechazadas de plano por estos sectores. La CVR tuvo una clara prioridad en acusar a Fujimori y a las violaciones de derechos humanos cometidas en su gobierno. Este cuestionamiento fue un duro ataque lanzado desde los medios de comunicación bajo influencia fujimorista.

Casi dos décadas después de la presentación del informe final de la CVR las dos narrativas oficiales han mantenido su predominio mediático, principalmente la narrativa militar derechista de los sectores vencedores de la guerra. La narrativa de la CVR ha mantenido su oficialidad principalmente por su conclusión de que Sendero Luminoso, y no el estado peruano, era el principal perpetrador de muertes durante la guerra insurgente-contrainsurgente. Sin embargo, diversos planteamientos que surgieron de la CVR han venido siendo cuestionados en las dos décadas posteriores.

Pero aparte de este cuestionamiento se produjo también un debate sobre las cifras de la CVR y sobre el discurso de la CVR en las nacientes redes sociales. Los exfuncionarios de la CVR se concentraron en defenderse del sector político que más vocalmente los cuestionaba, la derecha, y en tal contienda asimilaron toda crítica a su informe como procedente de la derecha.

Casi dos décadas después de la presentación del informe final de la CVR las dos narrativas oficiales han mantenido su predominio mediático, principalmente la narrativa militar derechista de los sectores vencedores de la guerra. La narrativa de la CVR ha mantenido su oficialidad principalmente por su conclusión de que Sendero Luminoso, y no el estado peruano, era el principal perpetrador de muertes durante la guerra insurgente-contrainsurgente. Sin embargo, diversos planteamientos que surgieron de la CVR han venido siendo cuestionados en las dos décadas posteriores.

  • El resultado de que Sendero Luminoso es el principal perpetrador de las muertes de la guerra insurgente-contrainsurgente no estuvo basado en los datos que la CVR pudo acumular, sino en una proyección estadística que fue cuestionada desde el día uno de su publicación. Esta proyección fue ejecutada bajo un método indirecto que inflaba en número de muertes perpetradas por Sendero Luminoso. Mientras en los datos documentados el mayor perpetrador era el estado, en las proyecciones de la CVR, el mayor perpetrador era Sendero. Los consultores contratados para este resultado estadístico lo diseminaron con gran jactancia como ejemplo de que los datos originales llevaban a conclusiones incorrectas, mientras que sus métodos estadísticos sí daban cuenta de la realidad subyacente invisible a simple vista. Se trató de un trabajo cuantitativo que tuvo implicaciones cualitativas, pues esta reversión de responsabilidades, obtenida defectuosamente, se convirtió en un punto central de la narrativa de la CVR. Estas conclusiones de la CVR fueron cuestionadas ni bien se publicó el informe final (ver Rendon 2010a,2010b).han sido desafiadas recientemente (Rendon 2019a, 2019b), mostrándose que no hay reversión de resultados de los datos originales: las FFOO son el principal perpetrador antes y después de una proyección estadística bien realizada.
  • No todas la acciones de Sendero Luminoso fueron como la masacre de Lucanamarca. Sendero Luminoso apostó a ganarse el apoyo campesino con la coerción, pero también con el consenso y la negociación (Caro Cárdenas 2014). Muchas de las muertes ejecutadas por los bandos armados contaron con la aprobación de sectores inicialmente no beligerantes. De hecho, en las narrativas oficiales hay inexactitudes flagrantes: la CVR atribuyó la ejecución de la masacre de Lucanamarca al escritor Hildebrando Pérez Huarancca, cuando la evidencia para tal acusación era totalmente débil (ver Cox 2012). (El informe de la CVR sobre este caso volvió a cobrar actualidad recientemente por la acusación al ex-ministro de trabajo Iber Maraví en parte por se yerno de Pérez Huarancca). Sendero Luminoso y el MRTA tuvieron apoyo social. Varios de los dirigentes senderistas y emerretistas eran de la zona de operaciones, surgidos de experiencias partidarias, sindicales o de organizaciones populares. No todo el apoyo que tuvieron fue logrado obligando a sus reclutados a sumarse a sus filas. Hubo sectores populares que sintonizaron con la violencia insurgente y vieron en ella la continuación de sus luchas sociales por otros medios (Durand Guevara 2006).
  • La condena a la insurgencia como a la contrainsurgencia en las narrativas oficiales ha impedido ver el lado humano de los beligerantes armados, sus motivaciones, sus contradicciones y las consecuencias de sus acciones sobre sus familias. Las nuevas investigaciones les ponen relativamente más énfasis a estos ángulos (Caro 2006, Agüero 2015, Guiné 2016, Guiné et al 2018).
  • Las FFOO tuvieron una estrategia premeditada de eliminación física de posibles partidarios de la insurgencia. No todo el apoyo que tuvieron las FFOO fue voluntario, ni todo el apoyo que tuvieron los insurgentes fue obligado.
  • El mayor número de ejecuciones extrajudiciales de parte de estado ocurrió durante los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alan García implicaron. Sin embargo, la narrativa de la CVR puso el mayor énfasis en los casos y en una narrativa particularmente antifujimorista que dejaba en relativamente mejor situación a Belaúnde y García. Más aún, el presidente de la CVR se expresó con meridiana claridad a favor de votar por Alan García contra Ollanta Humala en la segunda vuelta del año 2006.
  • La CVR estableció una división excluyente entre víctimas y victimarios, particularmente de cara a las reparaciones y que los victimarios insurgentes no reciban reparación alguna (a diferencia de los victimarios contrainsurgentes). En realidad, muchas víctimas fueron a la vez victimarios pues se sumaron a alguno de los bandos armados y hubo incluso sectores que adoptaron lógicas de supervivencia antes que una rígida partidarización (Gavilán Sánchez 2014). Y muchas muertes fueron producto de conflictos personales y sociales pre-existentes a la guerra insurgente-contrainsurgente. Estos conflictos se resolvieron participando de algunos de los bandos armados en guerra (Theidon 2014). Las víctimas y victimarios en muchos casos formaban parte de la misma comunidad y eran hasta cercanos.
  • La izquierda legal al comienzo fue simpatizante y competitiva con la insurgencia y luego fue partidaria del estado. La CVR tenía un conflicto de intereses sobre este tema, pues casi la mitad de sus comisionados eran ex dirigentes de partidos de esa izquierda, y varios de sus funcionarios altos y medios. Los intentos de hacer la lucha armada de parte de sus antiguos partidos les eran muy bien conocidos, pues los habían vivido, pero éstos no figuraron en el informe de la CVR. Tampoco figuró la colaboración de estos partidos con las FFOO para derrotar a Sendero Luminoso, sobre todo en los dos primeros años del fujimorismo. Varios de los comisionados bien hubieran podido dar su propio testimonio sobre su participación en la guerra insurgente-contrainsurgente y no lo hicieron.

Desde luego que no se puede hacer una contraposición excluyente entre las múltiples y heterogéneas afirmaciones de la CVR y las múltiples y también heterogéneas afirmaciones investigadas sobre la guerra investigadas en la post-guerra. Es claro, empero, que con el tiempo y las nuevas investigaciones se vive un proceso en que se va pasando del cuestionamiento de la narrativa oficial a narrativas alternativas. Estas últimas son incluso mucho más amplias en su cobertura disciplinaria, pues incluyen muy claramente expresiones literarias como parte del entendimiento de la historia reciente del Perú (ver Cox 2008). Es decir, no se limitan a la búsqueda de un conocimiento científico-social convencional, sino que incluyen a la ficción como parte del entendimiento de la no ficción.

La guerra insurgente-contrainsurgente no se limitó a Sendero, el MRTA, los grupos paramilitares, las FFOO y las víctimas supuestamente entre dos fuegos. Fue una guerra vivida por muchísima más gente que vio pasar todo en sus narices. El gran problema es que esta guerra en cierto sentido aún no ha terminado y por eso la gente tiene miedo de hablar. La clave de la discusión pública es la de terruqueo y exclusión laboral, política y social; todo lo contrario a la verdad y la reconciliación.

En estas condiciones, por supuesto que no sólo no puede haber reconciliación: no puede haber verdad. La verdades oficiales son las que se imponen. De hecho, no hay mucha diferencia entre el transicional concepto de “Comisión de la Verdad” y el orwelliano concepto de “Ministerio de la Verdad”. En ambos casos nada menos que la verdad queda sujeta a una entidad burocrática nombrada desde el poder. Pues esto está cambiando pues la verdad de verdad desborda y se resiste a ser comisionada o limitada por las necesidades políticas de la coyuntura

La lucha política actual en el Perú no sólo es una lucha por el presente y el futuro, sino por cómo el pasado queda en la memoria colectiva. Quien tiene el poder puede crear la ilusión de tener la verdad, pero eso no es algo duradero. La verdad es revolucionaria y tarde o temprano acaba cuestionando al poder.

Referencias

Agüero, José Carlos (2015) “Los rendidos. Sobre el don de perdonar”

Caro Cardenas, Ricardo (2006) “Ser mujer joven y senderista. Género y pánico moral en las percepciones de Sendero Luminoso”

Caro Cárdenas, Ricardo (2014) “«La comunidad es base, trinchera de la guerra popular». Izquierda, campesinismo y lucha armada: Huancavelica, 1974-1982”

Cox, Mark R (2008) Bibliografía anotada de la ficción narrativa peruana sobre la guerra interna de los años ochenta y noventa (con un estudio previo)

Cox, Mark R (2012) La Verdad y la memoria: Controversias en la imagen de Hildebrando Pérez Huarancca

Durand Guevara, Anahí (2006) “Donde habita el olvido: los (h)usos de la memoria y la crisis del movimiento social en San Martín”

Gavilán Sánchez, Lurgio (2013) “Memorias de un soldado desconocido. Autobiografía y antropología de la violencia”

Guiné, Anouk (2016), “Encrucijada de guerra en mujeres peruanas: Augusta La Torre y el Movimiento Femenino Popular”

Guiné, Anouk et al. (2018), “Género y conflicto armado en el Perú”

Rendon, Silvio (2010a) “Los debates por las cifras de la CVR peruana en la Internet 1”

Rendon, Silvio (2010b) “Los debates por las cifras de la CVR peruana en la Internet 2”

Rendon, Silvio (2019a), “Capturing correctly: A reanalysis of the indirect capture–recapture methods in the Peruvian Truth and Reconciliation Commission”

Rendon, Silvio (2019b), “A truth commission did not tell the truth: A rejoinder to Manrique-Vallier and Ball”

Theidon, Kimberly S (2004) “Entre prójimos : el conflicto armado interno y la política de la reconciliación en el Perú”

Sobre el autor o autora

Silvio Rendón
Economista. Investigador Independiente. Ex Director ejecutivo del Perú ante el Banco Interamericano de Desarrollo.

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